Disclaimer: Vocaloid no me pertenece. Si así fuera, sería millonario y pudiera irme de putas a gusto. Pero aquí estoy pobre y virgen.
Pareja: Kaimei e insinuaciones de incesto Kagamine. Ah, y un extraño Taito/Kiku que difícilmente se puede considerar romántico de alguna forma. A estos regularmente los ponen muy melosos y dije "voy a hacer algo distinto" y de ahí la estupidez que pariré regada a través de los capítulos. Existe un posible Zeito/Zatsune pero aún no estoy seguro.
Advertencias: Además del obviamente lenguaje vulgar de Akaito y de más de la mitad de los personajes, manejar a un multiparafílico pansexual Taito aunque es muy divertido vuelve el humor del fanfic bastante negro y cargado de cosas sexuales —aunque no es todo culpa de Taito en buena parte se debe a él—. No aparece hasta el tercer capítulo pero ya están advertidos de que realmente quise hacer lucir "loco" a este tipo. Seguramente habrán muchas escenas sexuales, pero la mayoría sólo serán insinuadas, no explícitas. A menos de que me lo pidan explícito (?)
Nota: Hace unos días, o más bien una semana, estaba viendo mi antiguo perfil de Fanfiction, vi este fanfic en especial, me enamoré de su idea y me dio tanta nostalgia que lo reescribí. Por eso el capítulo se llama así, además de los sentimientos de Kaito respecto a su familia. Volví a nacer en este fandom y voy a celebrarlo con un fanfic resucitado.
Capítulo I: Nostalgia.
Si había algo que caracterizaba los días de Kaito Shion era la dualidad. Ese constante sentimiento de oscilar entre opuestos terribles que afortunadamente su parte más positiva y alegre se había mantenido pública mientras que la oscura y terrible se había quedado en el olvido. Al ser un cantante bastante reconocido junto a su grupo musical "Vocaloid", dinero, admiradoras, lujos y helado no le faltaban. Además, los integrantes de la banda no podrían ser mejores. Si bien podría pedir que los Kagamine no lo aplastaran cada tanto con la aplanadora, o que Miku no lo chantajeara poniéndole una carita adorable cuando quería algo, o que Gakupo no lo persiguiera con la katana, o que Luka no le soltara comentarios sarcásticos y fríos como el hielo de sus ojos, o que Meiko no pusiera en peligro su integridad física cada vez que se embriagaba, se enojaba, estaba en sus días o todo al mismo tiempo. Bueno, sí, habían muchas cosas que podría cambiar de sus compañeros, pero al mismo tiempo sabía que eran esas pequeñas cosas —por dolorosas que fueran— las que los hacían únicos y especiales.
Se encontraba rascando con la cuchara el fondo del botecito de helado de vainilla, quedando apenas un poco de helado derretido. Al ver su postre terminado no tuvo más remedio que arrojar el contenedor a la basura. Y volviendo de nuevo la vista al trabajo notó su hoja todavía en blanco. Todavía no tenía ninguna canción rondándole la cabeza, y normalmente eran Luka, Miku, Len y él quienes se encargaban de las letras, mientras que Rin, Meiko y Gakupo sólo daban el visto bueno o alguna sugerencia. Entre todos elaboraban las pistas, lo cual era un poco más complicado. Regularmente tenía muchas ideas y era bastante creativo, incluso con las letras románticas a pesar de no haber tenido mucha experiencia en el amor. Se había centrado más en salir adelante que en otra cosa. Luego de ese incidente había tenido que aprender por la fuerza a ser mucho menos llorón. Casi por instinto se llevó la mano al bolsillo de su pantalón y con cuidado extrajo una fotografía. No hacía falta ser particularmente observador para notar que cuando el azulado veía aquella imagen en su rostro se formaba una melancólica sonrisa, cargada de nostalgia.
Una multitud de cabezas muticolores eran las que poblaban la fotografía, y además de los parecidos de los nombres también estaba en común su apellido. Toda la familia Shion estaba ahí reunida, algunos molestándose entre sí, pero abundaban las sonrisas, en especial recordaba esa escalofriante sonrisa de complicidad que ponían a veces Taito y Akaito cuando le hacían alguna maldad. Uh, cómo olvidar a su gemelo malvado Akaito o al perturbado de Taito. El primero haciéndole travesuras como poner salsa picante en su champú —que le ardió como mil demonios cuando se le ocurrió abrir los ojos mientras lo aplicaba— o el segundo metiendo cadáveres de animales pequeños como pájaros o ratones en una caja y regalársela o directamente arrojándoselos a la cara. Y cómo no pensar en la dulce prima Kaiko que era la única que le hacía sentir que no era tan patético cuando lloraba. O en el pequeño primo Nigaito, hermanito de Kaiko, que era el único que parecía tenerle cierta admiración. Más de una vez le había dedicado "¡algún día seré un artista como tú!" E incluso el asocial de Zeito a pesar de estar callado la mayoría del tiempo y ser un tanto deprimente era un buen sujeto. Las pocas veces que habían tenido un acercamiento había demostrado que a pesar de ser un chico solitario podía ser bastante noble.
Sí, eran unos buenos tiempos. Suspiró pesadamente, últimamente los recordaba más que de costumbre. Miles de veces intentó encontrarlos, pero nunca volvió a saber nada de ellos. Y algo que le hacía perder aún más la esperanza era que al tener tanta fama, si de verdad siguieran con vida, ya lo hubiesen contactado. ¡Aunque fuera por internet, que su cuenta de Twitter, Facebook e Instagram eran bastante conocidas! Por un momento pensó que tal vez no querían volver a verlo. De ser así era básicamente como si de verdad hubieran muerto todos. Sí, era precisamente la cara que tenía ahora la que representaba ese lado que nunca dejaba que sus amigos vieran. Nunca le preguntaron de dónde venían ni quiénes eran sus familiares, ni tampoco él les había preguntado por sus orígenes. Tan sólo trabajaban juntos, componían juntos, convivían juntos y se aguantaban juntos.
—Bakaito, ¿estás bien? —Preguntó una mujer castaña mientras tomaba un pequeño sorbo a su tercera lata de cerveza. Tenía muchísima resistencia al alcohol por lo que no se veía ni levemente entorpecida. Kaito volteó a ver a Meiko, sentada en un sillón mientras veía videos en su tableta y al lado Luka leyendo un libro. El de la bufanda puso su mejor sonrisa de imbécil, de esas que tanto lo habían caracterizado y que eran para sus amigos la señal inequívoca de que todo estaba bien con él.
—No pasa nada, Meiko. Tan sólo estaba pensando en qué rima con "retículo endoplasmático rugoso"—contestó para luego volverse a su escritorio para recargarse en sus codos y tratar de pensar en su próximo éxito.
La Sakine por un momento alzó la ceja, dio un largo sorbo a su bebida y prefirió no preguntar sobre qué iba la nueva canción. Al menos agradeció que sonara científico e inteligente y que finalmente dejara de dedicarle canciones al helado. Dejó por un momento de ver su aparato electrónico, como apreciando por un momento el ambiente callado que se desarrollaba por ahí. Gakupo hacía grullas de origami, Miku tenía sus audífonos a un volumen algo alto, ya que alcanzaba a percibir un poco de la música. ¿Desde cuándo la dulce Hatsune era fan de ese estridente y satánico Black Metal?, se preguntó la mujer un tanto sorprendida de los gustos de la chica de coletas. Sentía todo demasiado tranquilo, callado, apasible, ameno, agradable... todo maldito sinónimo para describir un lugar aburrido. Algo hacía falta ahí, alguna cosa ruidosa. No, mejor dicho dos cosas ruidosas.
—Oigan, ¿y en dónde están los enanos Kagamine?
Tokyo era un lugar bastante grande, y eso ella lo sabía muy bien. No había descansado durante esos dos años en que había pisado el suelo nipón. Trabajó de muchas cosas, y su más reciente y actual trabajo era el de mesera en un restaurante. De acuerdo, si bien el uniforme era un tanto llamativo para su gusto no se quejaba en lo absoluto, esa era la temática del local. Además, no dejaba ver mucho aunque resaltaba su figura, pero sin rayar en lo vulgar. Temía un poco que el lugar fuera frecuentado por pervertidos, pero su miedo se disipó a las semanas cuando notó que la mayoría era gente joven apasionada al anime y a los mangas que acompañados de amigos compartían la experiencia de ir a aquellos lugares. Por la paga y el ambiente de trabajo, a pesar de ser bastante exigente, se sintió afortunada. Finalmente podía destinar un poco de dinero para ahorrar y que no se fueran todos sus yenes en satisfacer sus necesidades más básicas.
Ese día en particular notó a un sujeto un poco extraño que la miraba de manera preocupante. Algunas compañeras le advirtieron que no era raro que algún hombre solitario y aterrador se sentara y las observara de manera lasciva, pero que mientras no se propasara con ella no debía alarmarse demasiado. De cualquier forma el restaurante estaba lleno, así que si ocurría cualquier cosa podría asegurar que sería escuchada. Atendió amablemente al hombre, el cual sólo le pidió algo de café y nada más. Era extraño, por la gabardina y el sombrero que llevaba no lo vio bien, pero luego se percató de que era mucho más joven de lo que creyó. Se asomaban apenas algunos cabellos blancos y una boca recta sin emociones. Anotó la orden y al ser algo rápido y sencillo no le llevó más de un minuto.
—Aquí tiene su bebida, señor. ¿No desea algo más? —Preguntó Kaiko con una sonrisa amable que siempre mostraba a los clientes.
—No, así está bien, señorita —contestó el sujeto sin moverse en lo absoluto. La de ojos azules pensó en mejor atender otras mesas y dejar de pensar en las rarezas del albino. El hombre levantó un poco la vista, observándola detenidamente. Curveó sus labios en una ligera sonrisa. Era idéntica a Kaito, sólo que con pechos, caderas y hasta donde él sabía carecía de genitales masculinos, definitivamente esa era la Shion que estaba buscando. Bebió lentamente su café y transcurrida casi media hora mirándola y pensando en algunas trivialidades finalmente pidió la cuenta. Una vez pagada, recordando que en este país dejar propina era considerado como una ofensa (1), decidió únicamente irse.
Cuando la azulada fue a limpiar la mesa encontró una servilleta que le llamó la atención. Tenía algo en ella. La miró bien y notó que...
—... ese tipo tiene un curioso sentido del humor —se dijo a sí misma mientras arrugaba la servilleta que tenía un pene dibujado. Pero luego de deshacerse de ella notó que había una nota escrita en otra, y esta vez libre de elementos fálicos.
"Ve a esta dirección, encontrarás al más pequeño de tus hermanos. Ha estado en buenas manos, no te preocupes por él"
Debajo de la curiosa indicación venía una dirección. No cualquier dirección, era la ubicación de un orfanato. Recelosa pensó que podría tratarse de una trampa para secuestrarla, ese tipo realmente le había dado mala espina. Pero a su vez algo en su corazón se removió, algo le hacía tener esperanza de que fuera verdad. Guardó la servilleta en su bolsillo, terminó de limpiar la mesa y revisó la hora. No faltaba mucho para que su turno terminara a las dos de la tarde y ya era la 1:57 pm. Fue a los vestidores a preparar sus cosas y a vestirse con su ropa de civil. Antes le gustaba mucho usar vestidos, pero ahora se conformaba con un buen par de pantalones y una sencilla blusa celeste, junto a su inseparable bufanda azul oscuro. Miró alrededor y notó a una pelirroja que también terminaba su turno.
—¡Oh, hola, Kiku! —le saludó a la otra chica quien terminó de vestirse. Kaiko no recordaba alguna vez en que la Juon utilizara otros colores que no fueran el negro, el blanco y el rojo, exceptuando las veces en que usaba su uniforme. La chica le sonrió y también le saludó. A decir verdad, era a la única que saludaba con una sonrisa.
—¿Fue un día pesado, eh? —comentó la Shion mientras tomaba su bolso.
—Oh, ni lo digas, creo que ha sido el día más lleno de la semana —respondió la de ojos escarlatas tomando aquella extraña mochila negra. Siempre la llevaba a todas partes y nadie sabía que había dentro de ella. Kaiko nunca se atrevió a preguntar qué habría dentro de ella. Posiblemente condones o algo así. Kiku Juon era una chica reservada, algo tímida y casi siempre seria y callada. Pero en los cinco meses que llevaba trabajando ahí logró ver que una vez que ganaba su amistad su personalidad se transformaba a una alegre y bromista. E incluso, no era raro en ella que utilizara chistes algo adultos o hablara con dobles sentidos.
Una vez que salieron del restaurante la Shion miró que la calle no estuviera muy concurrida. La pelirroja sintió algo raro en su amiga, y vaya que se le notaba cuando algo la tenía inquieta. Luego de unos segundos mirándola sospechosa finalmente preguntó — ¿sucede algo, Kaiko?
—Kiku, si recuerdas... ¿que estoy buscando a mi familia? Hoy llegó un sujeto raro, y me dio esta nota —le explicó la azulada mostrándole la servilleta. Kiku leyó la dirección. Conocía el orfanato, le quedaba de camino a su casa —. ¿Crees que deba ir? ¿O será alguna trampa o algo así?
—La verdad... —la chica lo meditó unos segundos, y miró atrás como comprobando que su mochila siguiera ahí. Con ella se sentía segura, así que no tenía nada que temer. Le sonrió a la Shion —... no perdemos nada con intentarlo. Si algo malo sucede confía en mí, ¡seré capaz de protegerte en caso necesario!
Estornudó otra vez y dio un sorbo a su té para calmar un poco su cuerpo con el calor de la bebida. De inmediato sintió que se relajaba. La amable señorita Miki sabía que se enfermaba seguido y su gusto por el té, así que siempre se aseguraba de que hubieran bolsitas de té. Nigaito ya con catorce años, casi quince, era el más grande del orfanato. Si bien era algo sensible había aprendido a ser responsable ya que cuando no había un adulto se encargaba de cuidar a los más pequeños que tenían más esperanzas que él de tener una familia. El de cabello verde recordaba tener una familia, pero los había perdido. Eso le llenaba de tristeza y algunas veces le costaba noches de sueño, donde las pesadillas lo devoraban vivo y le hacían despertar de repente gritando del horror que revivían. Pero ya había pasado, por más que su mente insistiera en seguir recordándolo. Lo único que le quedaba era ver hacia adelante y quizás si demostraba ser útil le dejarían quedarse en el orfanato trabajando cuando cumpliera la mayoría de edad. No sabía si funcionaba así pero esperaba que así fuera. Además, había aprendido a disfrutar de la compañía de los niños. Le gustaba verlos jugar o incluso unírseles.
Mientras tomaba su bebida caliente miraba que los niños más pequeños jugaban a las escondidas, y repentinamente una bola de infantes de no más de cuatro años se le acercaron a su cama con un libro, pidiéndole que les leyera un cuento. Sonriendo Nigaito aceptó hacerlo y tomó el libro sin verlo. Notó un poco raro el papel, parecía más de revista y cuando miró bien lo que era sus mejillas se tiñeron automáticamente de rojo.
—¡¿Niños, pero de dónde sacaron eso?! —Preguntó algo horrorizado al ver la portada de la revista.
—Estaban en el cajón de la señorita Miki, dice algo de "conejitas traviesas", ¿no es un cuento? —explicó inocentemente la pequeña Yuki Kaai. El de verde por un momento cuestionó la sexualidad de la señorita Miki, pero eso no era lo importante. Tenía que deshacerse de esa revista antes de que los niños vieran sus contenidos explícitos y se corrompieran sus mentes en desarrollo. Al menos la portada no era tan sugerente como lo sería por dentro.
—No, niños... ehm, esto es una revista de chicas aburrida, los cuentos están por aquí —dijo escondiendo la revista en una mochila verde para que no la vieran y los dirigió a una zona con libros de verdad. Luego de distraer a los niños se aseguraría de regresar aquel material pornográfico de donde los niños lo habían sacado. Además aunque no fue la mejor idea guardarla en su mochila pensó que era mejor que creyeran que la revista era de él a que fuera de la señorita Miki. De un chico de catorce años se esperaría.
Tomó el libro de "Caperucita Roja", se sentó en una silla y los niños alrededor en el suelo, atentos al relato de su "hermano mayor".
—Había una vez una niña que siempre llevaba una capa roja por lo que se le conocía como "Caperucita Roja". Sabía que su abuela estaba algo enferma y el gobierno había privatizado todos los servicios de salud así que tenían que cuidarla como podían con sus propios medios. Vivia en una casa apartada en el bosque porque al ser una vieja conservadora que constantemente los golpeaba con una biblia si veía que su falda mostraba sus rodillas y no era algo muy agradable tenerla cerca. Caperucita fue a visitarla al bosque con una cestita con alimentos ya que a su abuela no le alcanzaba ni para la canasta básica con la miserable pensión que recibía y dejarla con dinero sería un problema porque se lo gastaría todo en hierba. Cruzando el bosque se encontró con el malvado lobo del capitalismo, el cual quería arrebatarle su canasta básica para incrementar aún más su fortuna. Caperucita Roja sacó su navaja y le advirtió que no se metiera con ella o le llegaría con todos sus amigos de una conocida banda criminal llamadas "Los comunistas chingones" y le mostrarían de qué color tenía las tripas. Asustado el lobo huyó de ella y decidió buscar la casa de la abuelita a demostrarle que nadie se metía con el lobo del capitalismo. La encontró fumando marihuana por lo que pensó que no era un problema comérsela y así aplastar el espíritu revolucionario de la Caperucita Comunista, pero no tomó en cuenta que Caperucita llegaría con una metralleta bien cargada de libertad e igualdad y le disparó tanto que su cuerpo y cara quedaron deformados. La abuela aún drogada le agradeció tanto por salvar su vida que le ofreció un poco de marihuana. Y así fue como la Caperucita Comunista derrotó al malvado lobo del capitalismo. Fin.
Terminó de relatar el de verde con una sonrisa y los niños exclamaron pidiendo escucharlo otra vez.
—Nigaito, ¿podrías venir un momento? —Llegó la señorita Miki y lo llamó. Nigaito se disculpó con los niños prometiendo que luego les volvería a contar el cuento apenas volviera. Se levantó de su asiento y se dirigió a a la mujer intentando no pensar en el incidente de la revista. La pelirroja le dijo algo que nunca creyó que escucharía jamás.
—Tienes visita.
Una sola palabra, Kaito. Una sola: CORRE.
No sabía qué demonios había sucedido que los adorables gemelos Kagamine estaban haciendo quién sabe qué con la aplanadora y acabaron por atorarla. Era imposible ahora detenerla. Tanto Rin como Len intentaban desesperadamente de frenar. Ahora que lo pensaba, ¡¿por qué carajo los niños tenían esa monstruosidad que apenas y podían controlar?! ¡¿Por qué el Master, su manager, les había consentido aquel capricho tan costoso y tan peligroso de los Kagamine?! Más de una vez había tenido un accidente gracias a esa cosa y ahora estaba ahí, corriendo por su vida. Peor aún, se sentía estúpido por haberse ofrecido a buscar a los hermanos y los encontró en aquella situación intentando por todos los medios de frenar su aplanadora.
Una malvada piedrita mal puesta se metió en su camino, le hizo tropezar y cuando intentó levantarse apenas pudo darse la vuelta para contemplar la imponente aplanadora a punto de dejarlo hecho calcomanía en el suelo. Cerró los ojos y se preparó para despedirse de ese mundo cruel, cuando sólo sintió un dolor terrible en el pie que le hizo soltar un grito que se escucharía en toda la ciudad. Por suerte la aplanadora se había detenido justo a tiempo para no acabar con su vida, pero notó que su pie estaba siendo triturado por ella.
—¡¿Kaito, estás bien?! —Preguntó Rin de inmediato mientras bajaba a comprobar el estado del Shion, mientras que su hermano sacó su teléfono para llamar a una ambulancia. Cuando la rubia vio lo que había pasado y cómo Kaito se había roto el pie de una manera horrible y dolorosa le pidió a Len que diera en reversa la aplanadora para sacar su pie. En respuesta Len intentó poner la reversa, pero algo falló que fue un poco más adelante, destrozándole más la pierna. En respuesta al llanto de dolor del de bufanda soltó un "¡Mierda!" y trató de dar marcha atrás, con algo de duda esperando no lastimarlo más. Afortunadamente ahora sí la aplanadora respondió apropiadamente y finalmente la extremidad de Kaito Shion fue liberada. Seguía llorando y gritando del dolor diciendo palabrotas en inglés, japonés, español, chino, coreano, portugués, élfico, francés, alemán e incluso en dialectos satánicos. Los dos Kagamine, mientras esperaban a que llegara la ambulancia se quedaron pensando en qué momento el azulado habría aprendido tantas maldiciones de tantos idiomas.
Luego del espectáculo políglota del Shion finalmente la ayuda médica llegó y se lo llevaron al hospital más cercano. Afortunadamente su pierna pudo salvarse, pero la fractura había sido bastante seria y le llevaría un buen tiempo recuperarse. El Master y el resto de los Vocaloid al saber que Kaito había sido operado de emergencia ya que sus huesos rotos perforaron su piel fueron corriendo de inmediato a ver el estado del de la bufanda. Meiko en la sala de espera se puso a beber más que nunca de la ansiedad. Si bien Kaito era torpe e idiota era parte de su equipo y además su amigo, por lo tanto sentía bastante preocupación por él. Todos en realidad, pero en especial la Sakine. Kaito por alguna razón era el Vocaloid con el que más hablaba después de su mejor amiga Luka.
Luego de que el médico hablara con el Master, un hombre de cabello castaño y lentes, él se acercó y habló rodeado de todos los Vocaloid. Se aclaró la garganta y procedió a hablar.
—Kaito tuvo una lesión bastante grave en la pierna, pero luego de esa operación estará bien, pero necesitará mucho reposo. Esto supondrá que trabajará desde su casa y tendremos que elegir a alguien que vaya a quedarse en su casa para cuidarlo durante este tiempo, así que...
—¡Len y yo podemos cuidarlo! ¡Ya le hicimos mucho daño, déjenos compensarlo! —Exclamó la Kagamine alzando la mano. Len si bien no estaba en desacuerdo por un momento le sorprendió la repentina decisión de su hermana. Pero luego de pensarlo un momento era lo menos que podían hacer por Kaito.
—Realmente es algo muy tierno de su parte pero... creo que Kaito necesita a alguien más... responsable —dijo el Master un poco apenado. Sabía que si dejaba al pobre azulado al cuidado de los Kagamine lo encontrarían muerto a los tres días. Sólo hacía falta recordar el largo historial de mascotas fallecidas que cargaban esos gemelos. Además, parecía que Rin quería ver arder al mundo y arrastrar a su hermano con ella.
—Yo puedo cuidarlo, es mi mejor amigo —se ofreció Gakupo. El castaño lo pensó un momento, pero luego concluyó que Kamui estaba... más loco que una cabra menopáusica adicta a la heroína.
—No te ofendas, Gakupo, pero esos ataques de histeria que te dan creyéndote samurái y rebanando todo a tu alrededor casi le costaron sus bolas a Kaito más de una vez, creo que no será lo mejor que tú lo cuides —explicó el Master a lo cual el samurái tan sólo tuvo que reasignarse.
—Lamento que no te dejen cuidar a tu novio, Gaykupo —añadió mordazmente la Megurine. El de morado quiso responder algo pero supo que con Luka Megurine no se podía discutir. Ella daba miedo, mucho miedo. Por un momento el de lentes consideró pedirle a ella que cuidara a Kaito, pero luego de pensarlo mejor era posible que aquella peligrosa mujer lo enterrara vivo o algo así. No, definitivamente no era una buena idea dejar a Luka a cargo.
—¿Y qué tal yo? —Preguntó la chica de coletas. El manager de los Vocaloid sintió que el rostro se le iluminaba. Miku no estaba loca ni era irresponsable, así que era una buena idea. Estuvo a punto de decir que sí, cuando se le vino a la mente la imagen de Miku vestida reveladoramente como una enfermera o una maid a petición de Kaito, y ahí iría la atolondrada Hatsune a hacerle caso. Conocía al azulado y no era una mala persona, no se propasaría con ella. Pero sabía que más temprano que tarde se aprovecharía de alguna manera, aunque fuese leve. Más por proteger a la de cabellos cianes que al Shion decidió decir que lo mejor es que otra persona se encargara. Se sintió frustrado, se dio la vuelta apretando el puente de su nariz y luego miró al cielo como buscando un maldito sentido. "YisusCraist, ¿por qué estoy rodeado de inútiles?" se preguntó varias veces mentalmente. Volteó a ver alrededor con expresión derrotada, buscando a más integrantes de la banda. Y fue ahí cuando vio a la indicada. Sintió casi como si una luz celestial la envolviera, como si un coro de ángeles resonara por todo el lugar y corderitos saltarines flotaran a su alrededor. Supo que no había nadie mejor para el trabajo.
—Meiko... ¿podrías hacerte cargo de Kaito? —Pidió el Master más en tono de súplica. Casi como diciéndole "por favor, eres la única aquí que puede hacerlo entre todo este grupo de tarados". La Sakine realmente no estaba del todo segura de hacerlo. Le agradaba y le preocupaba Kaito, pero no tenia la certeza si realmente podría hacerlo. Luego de pensarlo un momento, concluyó que tenía que ser más positiva al respecto... y a decir verdad, incluso estando ebria era un peligro menor para Kaito que todos estos juntos. Y eso ya era bastante decir, porque la castaña podría ser toda una fiera y arrojar al azulado por la ventana con todo y cama. Pero incluso así seguro terminaría menos lastimado que con cualquiera de los otros. Ya se imaginaba a Gakupo cortándolo en dos con la katana, a los Kagamine jalando cada uno de los extremos de su bufanda hasta que quedara su cara más azul que su cabello, Luka haciéndole quién sabe qué cosas que habría visto en películas de terror y Miku... Miku era inofensiva pero el problema era que Kaito no era inofensivo. Meiko era la única con suficiente delicadeza para atender a un enfermo pero suficiente carácter para no ser su esclava. Realmente el Master prefería que el azulado recibiera unos cuantos botellazos en la cabeza a que algún paparazzi sin escrúpulos le tomara alguna fotografía a la Hatsune en tan íntima situación. Podría meterlos en un escándalo terrible.
—Está bien, me haré cargo de Kaito —respondió la Sakine, sin saber que aquello la haría testigo de los meses más estresantes, extraños, peligrosos, pornográficos e incluso insanos de toda su maldita vida.
(1) En Japón se considera una ofensa al mesero darle propina, ya que se considera casi como si le dieras una limosna o crees que no gana lo suficiente.
Bueno, este ha sido el primer capítulo. Tengo listo el segundo así que no tardaré mucho en subirlo. Me animarían mucho con un review, ¡son incluso más alentadores que un favorito o un follow! —aunque también se aprecian mucho esas cosas, nada se compara a recibir palabras de alguien a quien le haya gustado o tiene alguna observación por hacer—.
Si alguien tiene curiosidad sobre cómo era este fanfic antes de que decidiera editarlo puede ver el siguiente capítulo que es algo así como el "boceto" o el "antecedente" de este. Han habido muchos cambios y espero que hayan sido para mejor. Al menos yo me siento contento con el resultado final.
¡Ah, y casi olvido! Yo soy muy abierto a recibir peticiones de parejas o sugerencias de situaciones. Quizás una que otra pareja no sepa manejarla y tendré que decir lamentablemente que no, o porque no quedaría del todo coherente con el fic. Pero como esto es comedia y va más para hacer joda que otra cosa es posible que pueda meter casi cualquier pareja aún con todo el sinsentido que traiga consigo. Aunque no les garantizo que quede como algo romántico de verdad, seguramente parecerá todo más un ataque de lujuria que otra cosa XDDD
Seguramente el siguiente capítulo lo suba en tres días o algo así. ¡Que tengan felices fiestas!
