Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto
NaruSasu
Princesa agridulce
Por: Minako Dark
Prólogo
Sasuke tenía un objetivo en mente, un deseo caprichoso: ese era hacer feliz a la princesa del reino en el que vivía. Sin embargo, él sabía que no todo era fácil. No, hacía todo lo posible para que al menos, pudiera ver a la princesa a distancia. Él con tan solo ver el cabello brillante de la princesa, se sentía satisfecho e imaginaba que debía ser suave al tacto.
Un día, a su pequeña y modesta casa, llegó una carta de su majestad, el rey del país del fuego. Su sorpresa no se dejó esperar, y ansioso escribió la respuesta. ¿Para qué lo querían ver? ¿La princesa estaría allí, con una de sus sonrisas cristalinas? Esas y mil más, eran las preguntas que se formulaban en su mente.
Partió directo al castillo, con ayuda de su fiel corcel Kirin. No podía esperar más, ver a la princesa cerca de él era su sueño, su dicha. Atravesó los pinos altos y verdes, que se erguían orgullosos. No le importó pasar algo de frió, con el solo recuerdo de la princesa bastaba para que este se dispersase, como si se tratara de la misma niebla.
Se encontraba al frente de dos guardias, vestidos con armadura de caballero; y armados con una espada reluciente, pero filosa.
Sasuke carraspeó para llamar la atención.
—Disculpe, vengo a hacer una visita al rey Minato, ya que me entregaron este escrito y… —dijo Sasuke a medio terminar, pues la voz autoritaria del guardia lo interrumpió.
—Sí, pase, señor Uchiha.
—Gracias.
El castillo era mejor por dentro, era como en sus sueños. El mármol del piso era tan fino que no le importaría dormir ahí. Las largas cortinas de terciopelo eran exquisitas, deseaba acariciarlas ahí mismo. Levantó la mirada, y se encontró con un candelabro con incrustaciones de piedras preciosas, hermosas. Después de todo, quienes de vivían en ese castillo eran de sangre real, las personas más poderosas del país.
Los guardias lo guiaban por los largos pasillos hechos de mármol. Algunas criadas cuchicheaban por lo bajo acerca de el invitado de su majestad.
—¿Quién es él?
—No lo sé, pero es muy guapo, ¿verdad?
—Completamente.
Sasuke hacía oídos sordos, realmente no le importaba la opinión de esas mujeres, solo le importaba la opinión de su amada. Mientras caminaba, sentía la emoción recorrer sus venas. Y no podía evitar cuestionarse algunas cosas. ¿Qué querrían de él?, era lo principal. Porque era cierto, solo era un señor de tierras modestas, sin ningún título de gran valor que presumir. Suspiró un poco, no debía subestimarse.
Ante sus ojos, las gigantes puertas se abrieron de par en par. En la habitación de enorme tamaño, hasta el fondo y en el centro: el rey Minato descansaba en su trono, altivo y arrogante, como debía ser. ¿Él era el padre de la princesa?, tenía un aspecto serio, digno de un rey. Siempre lo admiró desde abajo y ahora estaba delante de él. De inmediato, que alguien lo despertara de ese placentero sueño.
—Lo hemos traído, su majestad.
Minato asintió con la cabeza, viendo con orgullo como se reverenciaban y lo miraban con algo de temor, así debía ser. Sasuke por su parte, sabía lo que tenía que hacer. Se inclinó a él y bajó la cabeza.
—No tienes porqué hacerlo. Levántate y mírame a los ojos; te he pedido que vinieras por un asunto de suma importancia y sé que eres capaz de lograrlo.
—¿De qué trata, su majestad?
—Es sobre la princesa, mi hija. Ella necesita desposarse, se que aún es joven y apenas va a cumplir los dieciocho años; y también sé que tú eres el hombre que ella necesita a su lado. Lo que estoy diciendo es que, creo que es conveniente que te cases con la princesa, se que la harás feliz.
¿Acaso había escuchado bien? ¿Casarse con la princesa? Definitivamente sus plegarias fueron escuchadas. Nadie lo había preparado para esas palabras, nadie. Podía desmayarse allí mismo, pero quería dar su respuesta antes de eso.
—No se equivoca, su majestad. Acepto casarme con la princesa.
Sasuke no pudo ver la mirada siniestra que el rey había dibujado en su perfilada cara, demasiado ensimismado con la propuesta de hace pocos minutos.
Sasuke esperaba pacientemente a su prometida, que pocas semanas antes no había podido admirar y ahora no sabía cómo reaccionar delante de ella. Se sentía ahogado de la pura emoción. Por fin después de tantos años su sueño se había hecho realidad, casarse con ella, su amada. Si se trataba de ella, no le importaba ser un romántico, por ella todo. Así había prometido cuando apenas era un niño, hacerla feliz y hacer feliz al pueblo.
Entonces, la esbelta figura inundo sus ojos negros. Ahí, con ese vestido encantadoramente blanco, y su cara que deseaba admirar, cubierta por el inoportuno velo y del brazo de su majestad, la princesa caminaba grácilmente.
Aunque…
Cuando la vio allí, tan orgullosa de lo que pronto ocurriría, tan segura de sí misma, se sintió algo inferior.
—Puede besar a la novia— recitó el encargado de la iglesia después de algunas palabras.
Una sensación de mariposas en el estómago lo atacó sin piedad. Esos labios tan carnosos y experimentados se movían sobre los suyos. Estaba impactado por la pasión que le demostraba la princesa.
