Disclaimer: Todo lo reconocible le pertenece a J.K. sino yo sería la tapa de todas las revistas y estaría comiendo caviar (o una buena hamburguesa de McDonalds, no soy tan exquisita xD).


Esta historia participa del Reto Tres palabras, tres personajes del Foro The Ruins. El reto consistía en crear tres viñetas con los personajes y sus respectivas palabras asignadas.


Marlene McKinnon, Reginald Cattermole y Amelia Bones vendrían a estar en el mismo curso pero diferentes casas. Los hechos suceden antes de la primera Orden del Fénix. Hice una investigación bastante precisa acerca de los hechos durante esa época y si alguien tiene dudas, puede preguntarme y le daré una línea del tiempo. Sí, hice una xD.


Marlene McKinnon: Familia

Cuarto curso, 1962.

Marlene McKinnon provenía de una familia de sangre pura pero, al contrario de todos los Slytherin, no estaba orgullosa de ello o, por lo menos, no especialmente.

La muchacha había sido sorteada en Ravenclaw aunque había tenido que mantener una acalorada discusión con el Sombrero Seleccionador previamente.

Ella no era una Slytherin, le importaba un comino que sus cinco hermanos y una larga lista de antepasados hubieran sido serpientes y le importaba aún menos que ella pudiera alcanzar grandes cosas de la mano de las túnicas verdes y las maldiciones imperdonables.

Porque ella no era igual a su familia y tampoco ambicionaba poder y riquezas.

Dejó de pensar en ello pues ya habían pasado un par de años desde que ella misma había forjado su destino, eligiendo la casa de las águilas, y se concentró en el libro que tenía entre manos.

Aunque hacía tiempo que no podía concentrarse.

Se respiraba un ambiente extraño en Hogwarts y aunque ella no fuera una sangre sucia como llamaban a los hijos de muggle siempre sentía las miradas de los Slytherin, y de algún que otro Ravenclaw elitista, en su nuca, conocía lo que se murmuraba a sus espaldas y sabía que cuando menos se lo esperara la acorralarían en un pasillo y le harían saber que era lo que le convenía.

Aunque esto último no había pasado aún, por lo menos, no la habían buscado especialmente a ella, algunas veces, Marlene se preguntaba por qué estaba tan segura de que la atacarían si, al fin y al cabo, ella era una sangre pura.

Sin embargo, esta no era una guerra de sangre, y ella lo sabía muy bien. Le bastaba ver a Dorcas Meadowes, una Slytherin, sangre pura, dos años mayor que ella, ser atacada cada vez que salía en defensa de Benjy Fenwick, un Hufflepuff, de primero, porque esto era una guerra de lealtades y Marlene también sabía muy bien que las suyas, según los puristas, esos que buscaban afanosos la destrucción de los sangre sucia, estaban del lado equivocado.

Y, al parecer, ser un Slytherin de sangre pura no te garantizaba nada, pensaba Marlene cuando ayudaba a Dorcas en algún combate claramente desigual.

Y, aunque todavía no pudiera ni imaginarlo, cuando, en 1981, le llegaran noticias de que su familia había sido masacrada, la muchacha, antes de llorar desconsolada o de querer venganza, lo primero en que pensaría, casi burlándose de sus padres y sus cinco hermanos, sería en que ser un Slytherin sangre pura no te garantiza nada.