Entente Cordiale.


Resumen: Después de una cuidadosa planeación y de una supervisión personalizada de todos los detalles, sería el colmo que las inesperadas circunstancias pongan en riesgo el día...

Disclaimer: Si nos pagaran por hacer esto, y más aún si nos pagaran por palabra… ¡Seríamos millonarias!


Existían diferentes tipos de personas en el mundo.

Estaban los que, de manera natural, despertaban dos minutos antes de que sonara el despertador únicamente para poder mantener la mano sobre el aparatito hasta el último segundo, desconectando la señal acústica justo al límite de que sonara, como un artificiero desarma una bomba, solo para poder estallar luego ellos mismos en una sonora carcajada de risa y orgullo, antes de mezclar café, coca cola y veinticinco tipos más de azúcar refinado que les mantendrían el resto del día dando pequeños saltitos inconscientes, pero muy sonrientes o antes de saludar a su pequeño pajarillo y maquinar como hacer más interesante la vida de todos.

Estaban los que, de manera misteriosa, abrían los ojos JUSTO en el momento en que el despertador empezaba a sonar y luego se incorporaban perfectamente despiertos como si alguien hubiera dado a un interruptor de encendido. Desde ese mismo momento estaban absolutamente preparados para una hora de entrenamiento y completamente duchados, vestidos y adecuadamente acicalados solo quince minutos después. La cocina de estas personas solía desprender un agradable olor a chocolate caliente o a cerveza fría.

Estaban los que, de manera rutinaria, oían el despertador una vez, suspiraban y cansada y resignadamente, lo detenían con cuidado buscando sus gafas en la mesita de noche y bostezando, arreglándose un poco el pelo y dando los buenos días a su oso Kumajiro, quien igualmente era incapaz de recordarles.

Estaban los que, de manera absolutamente insólita, habían oído por última vez un despertador en su cuarto cuando algún enemigo despiadado había escondido para demostrarles que esas infames horas de madrugada llamadas "ocho de la mañana" sí existían y no estaban prohibidas a pesar de lo mucho que deberían estarlo. Los despertadores de esas personas solían correr siempre la misma suerte. Eran desconectados, escondidos o sufrían una extracción forzosa de las pilas en el mejor de los casos, destrozados de un golpe contra la pared, lanzados por la ventana o sumergidos en agua en el peor de ellos, antes de que las personas del susodicho tipo siguieran durmiendo en su cama hasta las once, hora perfectamente razonable para ir a repartir castigos entre los bromistas o amor entre los afortunados.

Estaban los que directamente inclinaban la cabeza hacía un costado y preguntaban "¿despertador?" como si se tratara de algún tipo de nuevo invento, antes de ofrecer una amplia sonrisa y algunos tomates o un plato de pasta.

Y por último estaba él, que pertenecía al tipo de los que suplicaban "cinco minutos más" como si algún tipo de ente invisible y misterioso les obligara a levantarse o le importara en lo más mínimo si llegaban tarde.

Consiguió convencerse a sí mismo en menos de seis minutos, que era lo que habitualmente solía tardar y lo que conscientemente adelantaba la alarma del despertador expresamente para a las siete en punto (puntualidad característica), estar levantado (que no despierto) arrastrándose más o menos hasta el baño.

Diecisiete minutos más tarde estaba duchado, vestido con su elegante y confortable chaleco de rombos y debidamente acicalado, abriendo la persiana de la ventana de su cuarto.

Fuera brillaba un radiante día de primavera de principios de Abril, eso debió darle una primera pista de que algo iba mal.

La mañana prometía ser hermosa en el reino, el cielo era azul, los pájaros trinaban, su unicornio Morning Star se meaba en las gardenias… Casi parecía estar en una película de Disney.

Bajó corriendo a echarle la bronca al caballo y llevarlo a su establo, rellenándole el comedero de heno antes de volver a dentro dispuesto a llamar al tipo que se encargaba de limpiar lo que quedaba del heno después de pasar por el estómago de Morning Star. Cuanto antes.

Más tarde se preparó un té, unos huevos (medio crudos) y algunas tostadas (hechas solo por un lado) con mermelada mientras se disponía a leer los titulares de London Times al tiempo que descargaba su correo electrónico.

Luego, sin aparentemente ningún motivo en concreto, se tiró el té y la media tostada que le quedaba por encima. Por suerte para todos ya se había comido los huevos previamente, a la vez que observaba la pantalla de su ordenador con una expresión petrificada bastante indescriptible, pero si había que describirla de alguna forma se podía mencionar la sorpresa, la excitación, la sorpresa, la "bloody hell, era hoy, como pude olvidarme?", la sorpresa, la "bollocks, bollocks, bollocks a la bloody una", la sorpresa, la anticipación, la sorpresa, la "una cit… NOESUNABLOODYCITA!", la sorpresa, la "what the hell con los rombos?" y entonces y solo entonces, la "¡por la reina, acabo de tirarme el té por encima! ¡Por su culpa! Bloody wine bastard!".

En su ordenador se leía lo siguiente:

Monsieur Royaume-Uni.
Westminster Palace.
Westminster City, London UK

Your honourable presence is requested today the 8th of April, at 13hs, outside of the Westminster Palace.
Attire: Formal (no argyle vests)

Your attendance is not needed to be confirmed.

Je vous prie de croire, Monsieur, à l'assurance de mes salutations distinguées.

(Avec amour)
La République Française. (sello oficial, firma electrónica oficial)

Inglaterra se levantó corriendo y se largó corriendo e hizo todo lo que hizo durante las próximas horas corriendo, sobre todo cuando se dio cuenta de que "Oficial" implicaba un inmediato reenvío a la Reina y al Primer Ministro.

Pasó una hora pensando en malignidades primero que todo, hay que tener claras las prioridades y luego, no se sabe cómo, en serio, no preguntes, es una de… esas cosas, es probable que de las que las hadas están implicadas, es seguro que de las que consisten en gritarle por bloody teléfono a todo el bloody mundo.

Oh, sí, además eso. A esas horas del día TODO se había convertido en mágicamente Bloody.

Así que mientras el Big ben les recordaba a todos que AHORA MISMO era la una en punto un grupo de guardias vestidos con su casaca roja y su sombrero alto y negro, esperaban frente a la puerta del parlamento.

Frente a ellos, el primer ministro hablaba cordialmente con algunos de los otros diplomáticos al lado de Inglaterra.

Y él, que iba vestido con un exquisito traje negro comprado en Berlín, una camisa blanca de las de cuello levantado, pañuelo gris perla de seda sujetado en su cuello con un alfiler con un pequeño y delicado diamante, una rosa blanca prendida de la solapa, un monóculo en su ojo izquierdo, un sombrero negro, un par de elegantes guantes blancos y un bastón negro brillante, esperaba desinteresadamente oteando el horizonte y comprobando, de nuevo, que el misterioso estuche negro no se había movido de su sitio en el bolsillo, igual que las otras dieciocho veces que lo había comprobado a lo largo de la mañana.

A eso de la... Una y trece, porque llegar a tiempo es poco galante... El corcel blanco más precioso (no nos importa un bledo lo que UK diga sobre Morning Star) que se ha visto en los últimos años, aparece corriendo a toda velocidad al final de la calle.

Cinco minutos antes, ya todos estaban empezando a carraspear, dos minutos antes, se oían algunos cuchicheos bastante molestos, un minuto antes Inglaterra estaba al borde del ataque de nervios planteándose utilizar el bastón de formas que no son las que se plantearon para él en su fabricación, cuando el primer ministro le señala el final de la calle.

Parpadea, se sonroja y lo segundo que piensa el inglés, por mucho que se esfuerce en convencer a todo el mundo de que es lo primero es en el tránsito de la ciudad al revés del habitual y en "como se coma ese bloody taxi me voy a reír... me voy a reír mucho"

De su jinete solo puede decirse (aun) que tiene una preciosa, dorada y brillante cabellera, que ondula perfectamente con el viento y se sigue acercando sin comerse a ningún taxi. Rápidamente.

El inglés comprueba su bolsillo por decimonovena vez, mirando a la figura acercarse con cara de absoluta desaprobación (no sea que alguien le esté mirando a él) pero un cierto... brillo en los ojos.

Más o menos al punto de la una quince, el jinete detiene al caballo haciendo una gran floritura, mirando a Inglaterra directamente a los ojos, dando una vuelta lentamente, sin dejar de mirarle, cerrando el acto al hacer que el caballo levante las dos patas delanteras. Estás perfectamente vestido con un espectacular traje formal del siglo diecisiete, digno del mejor de sus mosqueteros en la mejor de las fiestas. Le sonríe a Inglaterra con ESA sonrisa.

El británico le sostiene la mirada lo mejor que puede y se alegra como no se ha alegrado en prácticamente ningún otro momento en su vida de llevar un bastón que poder estrujar disimuladamente y apoyarse para no caerse al suelo de lo que le tiemblan las piernas.

Angleterre —le saluda con voz grave y segura sin dejar de mirarle. El caballo se mueve un poquito en su lugar sin dejar de hacer florituras.

Inglaterra traga saliva sin estar seguro de que le sea posible articular palabra alguna... en su defecto hace una pequeña inclinación de la cabeza antes de que el primer ministro se acerque a Francia para saludarle diplomáticamente.

Francia se baja elegantemente del caballo, de un salto.

Monsieur Cameron —le saluda Francia extendiéndole una mano—. Un gusto en verlo en tan agradable conmemoración —mira al inglés de reojo.

El primer Ministro le devuelve el saludo y el apretón de manos y se vuelve también a Inglaterra, quien sigue intentando convencer de verdad, de verdad a sus rodillas de que se muevan, o de que al menos se estén quietas. Aun así agradece los guantes porque está seguro de tener las palmas de las manos empapadas.

Francia camina dos pasos más hasta Inglaterra, y le sonríe más, revisándolo de arriba a abajo.

—Veo que recibiste la invitación...

Traga saliva y tras unos interminables segundos en los que está realmente tratando de recuperar el control de sí mismo, suspira.

—Tarde, para no variar —le tiende la mano.

Francia le mira la mano y después de hacer una sonrisita se la toma, lo jala hacia él y le da un beso de lleno en los labios.

Inglaterra abre los ojos como platos y se sonroja un montón recordando que está en Londres y la mitad de sus diplomáticos están presentes. Tras el tiempo máximo que podría considerarse de perplejidad (por que el muchacho no es tonto) empuja a Francia para separarle.

El francés se separa y se ríe, tomándole de la mano y mirándole a los ojos.

—Olvidé decirte sobre el medio de transporte, mon amour... ¿Te acordarás aun de como cabalgar?

Of course —responde con media sonrisa, sosteniéndole la mirada entrecerrando un poco los ojos.

—Tu traje es tan hermoso como la percha —le vuelve a mirar de arriba a abajo acariciando la flor se la solapa y deteniendo los ojos en el alfiler del cuello, levantando una ceja con una sonrisa—. ¿Te prestaron una joya de la corona?

—¿Lo dices por esto? —se incomoda un poco porque de hecho, se ha pasado más de dos horas (mientras hacia otras veinticinco cosas más) cambiando de idea sobre si usarlo sería o no demasiado, cada cinco segundos aproximadamente y luego mira al primer ministro—. En realidad sí.

—Me gusta —sentencia al ver su incomodidad y que mira al primer ministro. Se gira al caballo y sube una pierna al estribo, mirándole a los ojos, subiéndose.

Inglaterra le mira de nuevo sin poder evitar fijarse ahora si en cómo va vestido... haciendo un bufido por la ostentación, a falta de cualquier otra cosa negativa que pueda ocurrírsele pensar, un poco fastidiado por no poder haberle dicho que de hecho, es un diamante que le robó a él de las minas africanas de sus colonias o algo así por culpa del primer Ministro.

Francia mueve al caballo haciendo que haga otra pequeña suerte y extiende una mano hacia el inglés, quitando su pie del estribo.

Inglaterra le mira, cierra los ojos y se da la vuelta hacia el primer Ministro, saludándole adecuadamente.

Francia sonríe mirando al primer ministro y al resto de la comitiva triunfalmente (y un poco nerviosito, no vamos a negarlo, pero jamás lo hará notar). Espera pacientemente haciendo que el caballo se mueva unos pasos de lado y otros atrás.

En cuanto Inglaterra acaba se vuelve de nuevo a Francia, mirándole y él le sonríe extendiendo la mano aun para que se la tome, ofreciéndole el estribo.

El inglés se quita el sombrero, lo cuelga en el bastón y lo pone en la mano de Francia para que los sujete, después, se monta al caballo apoyándose en el estribo, pero sin su ayuda.

Francia acomoda el bastón y se pone el sombrero mirando al primer ministro y al resto de diplomáticos y guardias mientras el inglés se acomoda sobre el caballo haciendo su mayor esfuerzo por sujetarse sin tocar a Francia mientras todos les miran, por supuesto.

Dieu, vas a caerte —advierte Francia aun tono de voz tal que solo le oiga él.

—Solo si no has atado la silla al caballo o haces movimientos bruscos —responde agarrándose al cuero con fuerza.

Francia pica al caballo y le jala las riendas de manera que se pare en sus patas traseras. Y evidentemente Inglaterra se casi resbala hasta que se abraza a él por instinto.

—Bien, así está considerablemente mejor —sonríe bajando al caballo, girándose al público que tienen y tocándose la punta del sombrero de Inglaterra como despedida.

—Te dije que no hicieras bloody movimientos bruscos, you git! —protesta Inglaterra sin soltarse, de hecho apretándole un poco para captar su atención.

Mais oui, también me has dicho una decena de veces que no celebre de manera ostentosa... Y bien que te gusta —gira al caballo y le mira de reojo, sonriendo.

Shut up! —replica en protesta pero sonriendo un poco en secreto, escondiéndose en su espalda, aprovechando para que no le vea.

Mira de reojo una última vez a la comitiva con sus grandes ojos azules y espuelea al caballo con fuerza, logrando que arranque a galope tendido mientras el sombrero de Inglaterra sale volando hacia atrás, y es una suerte que el inglés tenga buenos reflejos, ya que logra soltarse de una mano y agarrarlo al vuelo antes de que se escape, saludando al primer ministro y todos los demás sin quererlo, antes de volver a agarrársele con fuerza.

Oh la laa! Adoro este día —exclama Francia sorteando coches y peatones por la calle.

—Yo lo detesto —miente el inglés escondiéndose un poco porque TODO EL MUNDO se vuelve a mirarles, claro.

Oui, oui... Tanto como me detestas a mi —da una vuelta a toda velocidad—. Sujétate bien —pide al tiempo que gira de nuevo tapándose prácticamente de frente con una barda pequeña, haciendo que el caballo la salte.

Bloody hell —protesta abrazándose más fuerte, sonrojado—. ¿Por qué no has traído dos caballos?

—Porque sé que no podrías seguirme —sonríe de lado.

Of course not, a este paso tan lento —replica y le da una palmada en el pecho, no muy fuerte.

Francia le mira de reojo, arreando al caballo sutilmente para que vaya más rápido, inclinándose un poco más al frente.

—Si va lento es porque estás gordo —replica riendo.

—Con lo tarde que has llegado, es obvio que ya iba lento antes, así que el gordo eres tú... mira mira —le acaricia el estomago pellizcándole como si tuviera michelines, riéndose también.

—¡Hey! ¡Hey! —se ríe más mirando las manos de Inglaterra, sintiendo un poco de cosquillas—, ¡He llegado tarde porque es de caballeros hacerlo!

Of course not! —replica y eso le recuerda a algo, así que vuelve a palparse el bolsillo notando el estuche.

Francia se ríe y galopa un poco más hasta entrar a la calle en donde está la embajada de Francia en Londres.

—¿La embajada? ¿Si querías hacer algo tan oficial por qué no pediste audiencia en Buckingham?

—¿Oficial? —le mira de reojo—. Nah! Les he dado un rato, solo quería un jardín en donde cocinar.

—Jardín —repite.

Quoi? —se detiene delante de la reja esperando a que se abra.

—¿Qué vas a cocinar en el jardín? ¿Barbacoa? —se burla. Francia gira a la cabeza y le mira.

—¿Quieres ir a otro lado? —gira al caballo y la puerta se abre.

—¿Ah? No he dicho eso —responde descolocado—. Aunque seguramente estaría más cómodo en cualquier otro lado —añade demasiado tarde. Francia se ríe.

—No estaremos aquí todo el dia, cher...

—Jum! ¿Cuál es el plan? —pregunta y el caballo entra dando la vuelta al edificio, Francia mira a Inglaterra de reojo.

—¿Tú tienes alguno?

Of course not, tú me... invitaste o lo que sea —responde sonrojándose un poquito.

—Claro que yo te invité, pero considerando el día... —le sonríe.

Aparta la cara y comprueba por vez vigésimo primera su bolsillo, sí, el misterioso estuche sigue ahí, ¿puedes calmarte, dear?

Francia detiene al caballo frente a una mesa y una parrilla y lo que debe parecer una cocina completa puesta en el jardín, con una mesita muy, muy mona llena de velas y copas y cubiertos.

—¡Oh, bloody hell, estaba tratando de burlarme cuando dije sobre la barbacoa! —exclama.

El francés sonríe deteniéndose por completo, soltado las riendas y poniéndole las manos sobre sus brazos.

—Todo el tiempo estas tratando de burlarte, mon petit lapin —mira las cosas tal y como él las dejó (es decir superviso que las pusieran), sonriendo—. ¿Qué quieres comer?

Inglaterra le suelta y se sonroja un poco bajándose del caballo primero.

Of course siempre estoy burlándome —carraspea—. A mí no me gusta tu comida, así que me da igual —sentencia orgulloso, levantando la barbilla—. ¿Qué hay? —pregunta en un susurro un poquito después.

Francia se baja también quitándose los guantes y pasándose una mano por el pelo.

—Hay literalmente lo que QUIERAS comer, aunque había pensado en mariscos.

El británico hace un gesto vago con la mano mientras sonríe un poquito.

—Supongo que podría no ser del todo inadecuado —valora.

Francia le mira levantando una ceja y sonríe acercándose a él, el británico parpadea y se sonroja un poco, perdiendo el aire de desaprobación cuando el francés le toma de la cintura, levantando las manos, poniéndolas en el pecho del francés y acelerándosele el corazón.

Allò —le sonríe.

H-Hello —responde mirándole a los ojos, sonriendo un poquito también.

—Sin rombos... ¡Bien!

What? —replica frunciendo el ceño, descolocado porque lo que esperaba era un beso.

Francia levanta una mano y le acaricia la mejilla y la barbilla, pasándole el dedo gordo por los labios para que los abra un poco.

Así que Inglaterra vueeelve a sonrojarse sin entender un pimiento, pero los entreabre, tratando de mirar la mano de Francia de reojo.

—No te has puesto ropa de rombos... No pensé que fueras a escucharme —risita.

—Jum! —protesta frunciendo el ceño, porque de hecho el traje que lleva es el que Francia le compró en Berlín—. Yo hago caso de las invitaciones, git. Y más si son oficiales.

—Oficiales, ja! —se burla un poquito acercándose más a él.

—What? tú pusiste que lo era... Aunque no sé qué te traes con los rombos y más si tú vienes disfrazado —añade cruzándose de brazos y mirándole de arriba abajo con la barbilla levantada.

Francia se ríe más soltándole y dando una vuelta con chulería.

—¿No te gusta? Lo mande a hacer especialmente para ti.

Inglaterra se sonroja un poco otra vez y se pone nervioso, vacilando mientras le mora de arriba a abajo irremediablemente.

—Podría... estar mejor —vacila de nuevo rozando su bolsillo del estuche. Francia le mira a los ojos.

—¿Cómo podría estar mejor? —pregunta sonriendo de lado. Inglaterra traga saliva, cierra los ojos y se sonroja un poco más.

—Ven, acércate —pide aun sin abrirlos. Francia sonríe malignamente y se le acerca mucho, mucho invadiendo su espacio vital.

—¡No tanto! Git! —protesta nervioso, dando un pasito atrás y saca de su bolsillo el estuche, sonrojándose más. Sin mirarle y con postura regia, lo abre sacando de dentro una aguja/prendedor.

Levanta las cejas hasta el cielo sin acercarse a él de nuevo, mirando el estuche.

Toma la aguja, guardando de nuevo el estuche en su bolsillo y se le acerca para prendérselo en la solapa del traje, aun sin mirarle a los ojos.

Es una medallita con el escudo del Reino Unido y una tira de los colores azul, blanco y rojo haciendo la bandera de Francia, bajo el escudo hay unas iniciales.

Levanta las cejas y le mira a él y al alfiler.

—¿Q-Qué es?

—Es una condecoración diplomática —responde—. Un regalo —le mira a los ojos por primera vez desde que lo ha sacado, nerviosito. Francia sonríe sinceramente

—Un re... galo... —susurra. Inglaterra se sonroja otra vez volviendo a mirar la medallita acabando de prenderla.

Foreign Revolutionary Old Garbage —señala cada una de las siglas, sonriendo burlón.

Francia se ríe mirando la medalla

—Aunque si la reina te pregunta, oficialmente es... —aparta la mirada—. French Royal Odd Gentleman —susurra sonriendo un poquito y le mira de reojo.

Francia sonríe más tomándole la mano y entrelazando sus dedos.

—¡Una condecoración que presumirle a the queen! Debo haber hecho algo muy bien —susurra sonriendo.

—JA! —exclama—. Ni te creas tanto —le pica el pecho con un dedo de la otra mano—. Es solo algo diplomático, una de esas cosas que tú tanto detestas porque dices que solo sirven para gastar fondos públicos etcétera, etcétera.

—¡Es un regalo! ¡Y es mío y tiene nuestras banderas! —se pasa una mano por encima del prendedor sonriendo bobamente, como niño pequeño en día de reyes.

—Hum... yes, well... es el... aniversario o lo que sea, no podía no... I mean... tú me has invitado y todo eso... —vacila intentando excusarse.

Tais-toi, deja de echar a perderlo todo diciendo idioteces.

Inglaterra e sonroja más y se calla, nervioso, mirando el suelo. Francia le jala hacia él abrazándole de la cintura.

El francés pone los ojos en blanco.

L'anniversaire...

Yes... —le mira.

—Nos costó un trabajo enorme firmarlo, ¿non? —le abraza de la cintura.

—Pues no creas que iba a ser muy fácil hacerme firmar un documento que me impidiera golpearte en serio —responde.

—Como si yo hubiera querido dejar de molestarte en serio nada más por que sí —hunde su nariz en su cuello que le provoca un escalofrío—. ¿No tienes hambre? —pregunta besándole la mascada del cuello.

Ye... Ye... Hum —carraspea.

—El alfiler tiene nuestras banderas juntas —sonríe abrazándole más.

—En realidad es mi escudo y tu bandera... —responde.

—A eso me refiero —sonríe dándole un beso en la mejilla—. Me ha gustado.

Bollocks —protesta mientras sonríe un poquito, sinceramente.

—Lo hiciste especial —le roza la mejilla con la barba y sonríe.

—Pues claro que lo hice especialmente para ti, no existe nadie más con esta condecoración —explica sin pensar en lo que dice.

—¿Nadie nadie? Soy especial entonces —le mira a los ojos.

—No, claro que nadie, yo la he inventado hoy para... —se da cuenta de lo que esta diciendo—. ¡No eres tan especial! —responde nervioso. Francia sonríe mucho

—Lo has inventado para mi entonces... ¿Para quoi?

—Por que nadie más la querría, lo ves, F.R.O.G. Frog —lee las letras señalandolas.

Oui, Oui... Alcanzo a leerlo —le acaricia la mejilla—. Me gusta

—Pues para... ¿Tenemos que seguir hablando de eso?, tengo hambre —protesta nervioso, apretando los ojos. Francia le da un beso en los labios, suave e Imglaterra abre los labios un poco, buscándole cuando se separa, por que antes ha tenido que empujarle y luego se ha quedado sin.

Francia sonríe y cede regresando a besarle un poco más, tentándole un poco el culo por encima de los pantalones y acariciándole de nuevo el diamante del cuello.

El inglés se pierde en el beso intensificandolo cuando le toca el culo, pero levantando la mano al diamante mientras el francés empieza a quitárselo del cuello como quien no quiere la cosa.

El de ojos verdes se separa y le detiene la mano al notarlo. Francia se ríe.

—¿De donde sacaste de verdad esto tan hermoso? —pregunta mirándole a los ojos.

—Me la regaló la reina por Navidad hace unos años —se inventa frunciendo el ceño. El francés le mira a los ojos unos instantes.

—Mentira...

—Lo gane en una tómbola —responde cínico.

—¡Peor aún! —escandalizado mirándole a los ojos. Inglaterra se ríe.

—La encontré en una caja de objetos donados de la iglesia —sigue divertido.

—¿Qué hacías tú en una iglesia?

—Pasar la escoba, voy mal de dinero y eso me da un sobre sueldo —sigue sarcástico, riéndose. Francia se ríe ante el comentario.

—Pobre, pobrecito... Dieu, NADIE te cree que estés mal de dinero —responde mientras empieza a preparar la comida. Inglaterra se sienta en la mesa observando todo lo que ha dispuesto en ella para encontrar alguna pega.

A Francia puede que se le queme un poco algo porque está mucho más pendiente del inglés que de la comida, aun así se las ha arreglado para hacer un cocktail de camarones y está ahora mismo friendo un pescado y unas verduras, mientras le sonrie al británico por encima del hombro.

Inglaterra le echa miraditas cada pocos segundos por supuesto y se sonroja cuando le pilla mirándole. Carraspea y decide empezar a abrir la botella de Moët por hacer algo.

—¿Te acuerdas de una vez horrible en un barco en donde llovía tanto y estábamos los dos tan borrachos que me equivoqué de barco?

—Te refieres a cada vez que salíamos a la mar —sentencia burlón sacando el corcho conteniéndolo con la mano y luego lanzándoselo de manera que le rebota en la cabeza suavemente.

—Hey! —protesta—. Ja-ja... Hablo de un vez que... No recuerdo —se ríe.

—Lo que yo decía —sirve dos copas y se acerca a él tendiéndole una. Francia recoge el corcho del suelo y se levanta tomando una de las copas.

—¿Por qué vamos a brindar? —pregunta sonriendo. Inglaterra le hace una sutil caricia con un dedo cuando le toma la copa, aparentemente involuntaria.

—Por... —empieza pensando—. El entente, supongo —le mira.

Non, non, cher... Por nosotros —cruza su brazo con el de Inglaterra, que tensa un poco, sosteniéndole la mirada—. ¿No quieres brindar por un "nosotros", mon amour?—susurra acercándosele mucho más.

Al británico vuelve a acelerársele el corazón mirándole a los ojos y no se sabe como, consigue chocar la copa con la suya.

—Bien... Esto significa que HAY un nosotros —sonríe, también con el corazón acelerado.

What? —se escandaliza un poco, sonrojándose e intentando echarse para atrás pero el francés reduce la distancia.

Mais oui, eso es justamente lo que hay... Un nosotros —sonríe, al inglés se le seca la garganta y tiembla un poco.

—Es... Es un... Pronombre no implica... Nada —balbucea torpemente.

—Implica todo, cher... Claro que implica —le da un trago a su Champagne.

Inglaterra decide dar un trago laaaaargo. Francia se le acerca mas... Y antes de poderle dar un beso escucha el pescado en la sartén y le huele un poco quemado. Se separa escandalizado.

El británico le mira un momento y su corazón vuelve a funcionar tras un espasmo en cuanto se separa de él. Se acaba el contenido de la copa.

El francés saca el pescado del fuego con las verduras justo antes de que quede quemado, lo pone n unos platos.

—Siéntate a la mesa, s'il vous plait...

El inglés se vuelve a la mesa muy sonrojado, dejando su copa, nervioso, sin mirarle a la cara. El francés le sirve su cocktail de camarón y le pon al lado su pescado.

Thank you —susurra sin mirarle tomando sus cubiertos. Francia se sienta frente a él y levanta una pierna acariciándole la suya. Inglaterra da prácticamente un triple salto mortal hacia atrás mirándole de golpe.

—¿Te gusta? —pregunta sonriendo maligno sin especificar a que se refiere.

—¡NO! —responde en un grito histérico sin saber ni que esta preguntado.

—¿No te gusta la comida? —prueba el cocktail y se relame.

—No —responde más tranquilo, empezando a comer.

—¿Y yo? —se mete un camarón en la boca.

—Menos —responde llevándose un buen bocado también, sin mirarle, sonrojadito.

Francia le acaricia la pierna hasta las regiones vitales con cara de desinterés e Inglaterra se sonroja a juego con los camarones, temblando un poco.

—No hagas eso —pide no muy en serio. Francia come un poco mas sin dejar de acariciarle toda la pierna, pasando el pulgar por su alfiler nuevo.

Inglaterra sigue comiendo tenso como un palo sin mirarle en todo el rato directamente, pero si de reojo de tanto en tanto, de nuevo sonrojándose un poquito al hacerlo.

El francés termina su cocktail y su pescado sin hablar y sin dejar de mirarle un solo segundo, comiendo de la manera más sensual posible que hace al inglés tragar saliva sirviéndose cada vez más vino, sin saber a donde mirar.

—Ehm... y ¿de dónde has sacado ese caballo? —pregunta por preguntar algo esperando estar un poco menos incomodo con una conversación ligera.

—Me lo han conseguido en la embajada... Hermoso ejemplar, ¿no crees? Si no fuera por el dolor de culo extrañaría mucho montar a caballo.

—Regio, al menos —comenta para chincharle—. Incomparable al ejemplar que tengo en casa, pero Morning Star juega en otra liga. ¿Cómo se te ha ocurrido venir en caballo?

Morning star juega en la liga imaginaria, claro —Se limpia los labios —he pensado que era... Sensual.

—Imaginaria, JA! —suelta—. Eso díselo a mis gardenias o al tío que viene al limpiar una vez por semana los setenta quilos de mierda de caballo que se acumula en el establo.

Francia le sonríe

—Siempre dices lo mismo pero nunca nadie lo ve —se levanta caminando hasta la estufa y poniendo agua a hervir. Inglaterra sonríe de vuelta embobándose un poquito y olvidándose de lo que están hablando.

What?

Francia se acerca a él con ESA cara de nuevo montándosele encima, sentándose en sus piernas.

—Aaah... ¿Q-Qué haces? —balbucea/protesta acelerándosele el corazón otra vez.

—Demasiada poca cercanía.

—¿Q-Q-Que... Significa e...so? —pregunta medio tartamudeante, haciendo las pausas en los lugares incorrectos. El francés se ríe acercándose a él y dándole un beso en la comisura de los labios.

La reacción del pequeño inglesito es más que obvia, palpitaciones más pronunciadas, aumento de la temperatura y el color de la cara... Párpados pesados, labios entreabiertos...

El de barba le acaricia la mejilla separándose un poco y mirándole a los ojos

—¿Sabes lo que vamos a hacer hoy en la noche?

El británico se sonroja más apartando la cara porque siempre, siempre, siempre acaba cayendo en esa, mendigando besos. Y además ese sucia rana se crecía creyéndose que los quería o algo así, como si a él le gustara! ¿Acaso se podía concebir algo más absurdo?

Francia le gira la cara de regreso mirándole con intensidad, acariciándole el pelo, desde luego pensando que quería un beso, queriendo uno él mismo, claro pero esperando hasta que Inglaterra se lo de...

—No —responde de mala gana sin mirarle a pesar de que le gire la cara, cerrando los ojos... Casi sin escucharle. Ni siquiera le ha dado un bloody beso decente desde que ha llegado en ese bloody corcel como si fuera el bloody charming prince.

—Ah non? ¿Ni siquiera te lo imaginas? —le besa la mejilla.

Y más aun encima con esa bloody ropa Luis XIV que le queda HORRIBLE, ni siquiera se lo ha dado como agradecimiento por la condecoración, tenía que intentar robarle su alfiler de diamantes... Y eso que se había tirado más de una hora para conseguir algo cuyas siglas fuesen FROG y la hubiera hecho hacer expresamente gritándoles a más de cinco personas por veinte minutos.

Of course not, no pusiste nada en la invitación, podría ser cualquier cosa.

—¿Estás enfadado? —le acaricia el ceño fruncido y la mejilla, haciendo un esfuerzo por no besarle.

Inglaterra abre los ojos dándose cuenta de que efectivamente parece que esté enfadado, por esto... ¡Como si él QUISIERA un beso o algo así!

No —responde como si la idea fuera ridícula.

Francia le observa de arriba a abajo, el pelo que parece descuidado y despeinado, como siempre, pero que se nota que se ha arreglado cuidadosamente. Igual está la camisa y el pañuelo cuidadosamente colocado con ese alfiler que no deja de hipnotizarlo. Se humedece los labios.

—¿Debería? —le reta.

Oui —sonríe cínico

Why?

—Pues es obvio, non?

—En absoluto, por eso te pregunto —le sostiene la mirada.

—Tú me has dado un regalo y yo a ti no... Es motivo de enfado, non?

Well, tú me has... —gesto de desinterés—. Invitado a comer.

—¿Y?

—Podría considerarse eso en el concepto de la reciprocidad.

—Qué pena, pensé que serías menos conformista —le besa la mejilla y se levanta yendo a la tetera que suena.

El inglés frunce el ceño y Francia le sonríe.

—Ven acá—extiende la mano para que se la tome.

—No es conformismo, es que no espero que seas realmente un gentleman —replica apartando la cara.

Francia le levanta tomándole la mano.

—Además no es de buena educación esperar ni pedir nada a cambio de un regalo, enfadarme sería de lo mas infantil e inapropia... —se calla cuando tira de él levantándole y nota la cercanía, el francés le besa en los labios en cuanto se levanta, suavemente (otra vez) haciendo de nuevo un esfuerzo por contenerse, esperando que sea Inglaterra el que profundice el beso.

Este se olvida de lo que estaba diciendo buscándole el beso desesperadamente, cerrando los ojos y Francia se lo devuelve, sintiendo la desesperación y dejando llevarse también de manera igual de desesperada, porque quiere un beso desde que se lo dio en la puerta de Westminster así que Francia no solo le besa sino le abraza y le tienta y le toquetea y medio desviste y se lo comería si pudiera.

Y cuando unos buenos minutos después, Inglaterra se siente satisfecho y considera que Francia lo está bastante también, porque la ansiedad, la desesperación y el ritmo se ha vuelto ya más tranquilo y de manera más regodeante. Se separa suavemente. Francia pega sus frentes cerrando los ojos, acariciándole la mejilla.

—Mmmmm... —sonríe—. ¿Cómo logras hacer esto conmigo?

Inglaterra se queda con los ojos cerrados también y se ríe un poquito al darse cuenta de la idiotez general en relación a sus ansias insatisfechas.

—¿De qué te ríes? —pregunta sonriendo un poco, mirándole.

El inglés niega con la cabeza aun con los ojos cerrados sin atreverse a decir "tú TAMBIÉN querías un beso". Francia le besa la mejilla, tomándole la mano y metiéndosela al bolsillo.

—¿Quieres tu regalo?

—¿Mi regalo? —abre los ojos al notar el bolsillo.

—Es lo que quiero que uses esta noche, cher

—Mmmmm... —vacila, dentro del bolsillo hay un botecito pequeño, el inglés acaricia la superficie dura, notando el vidrio y la forma de bote, pero sin saber qué es, lo saca.

Es una botellita de Egoiste de Chanel. Francia sonríe y se le acerca.

—Es lo único que quiero que uses esta noche, cher —le susurra al oído

—Pero ya estoy usando perfume ahora —responde aun descolocado, sin entender. Francia le mira a los ojos y sonríe realmente sin saber que responder.

—Ehhh... Piénsalo —le besa la mejilla soltándole para preparar el té.

—¿Qué insinúas? ¿Que la que uso ahora no te gusta? —pregunta.

—En absoluto, Angleterre... De hecho puedes usar esa si quieres —responde de espaldas.

—¿Entonces por qué me das esta? —sigue descolocado. Francia le mira por encima del hombro y sonríe, Inglaterra levanta una ceja.

—Creo que no has entendido bien, cher.

—¿Es que vamos a una cata de vinos o algo así con gente con mucho olfato? —pregunta.

—Creo que eres un poco tontuelo —se gira y le pone la taza de té en la mano cuando frunce el ceño.

—Yo creo que tú lo eres más

—¿Ah, sí? ¿Y por qué me dices tonto a mí cuando tú eres el que no está entendiendo?

—Porque tú no te explicas bien —replica levantando la barbilla.

—¿Qué es lo que no te expliqué bien? —sonrisilla malévola.

—Lo del perfume, of course —responde tomando un traguito de té y un par de segundos demasiado tarde hace un gesto de desagrado.

Francia sonríe viendo todo el proceso del té, sabiendo perfectamente bien que le ha gustado la mezcla que ha conseguido y que es, desde luego, su favorita. Se sienta en su lugar y le da un trago a su propio té, paladeándolo.

—¿Y qué es lo que no entiendes en relación al parfum?

—Este té es un desastre —miente—. Ya te lo he dicho, ¿por qué me lo das entonces, si te da lo mismo?

—No sabía yo que odiaras tu propio té —replica mirándole por encima de su taza, dándole otro traguito y considerando que no es en absoluto un desastre.

—Odio como lo preparas —especifica.

—Quizás puedas prepararlo tú mismo si tanto odias como lo preparo —replica sonriendo—. Pero no cambies el tema, cher, estábamos hablando del parfum.

—Jum! Lo habría hecho si me... —se detiene—. ¿Entonces me lo vas a explicar?

Francia e mira esperando a que le de otro trago al té. Inglaterra le mira esperando una explicación.

El francés hace los ojos en blanco, sin dejar de sonreír mientras le da otro sorbo largo más a su taza de té, pensando que el té no sólo no está malo, sino que está bastante bueno para ser algo relacionado con la comida inglesa.

Por imitación, toma un poco de té sin dejar de mirarle.

—La idea es que SÓLO ocupes el parfum en la noche, mon amour... —explica lentamente mirándole a los ojos. El británico se atraganta con el té escupiéndolo un poco.

Wait... What? —pregunta mirándole a los ojos fijamente, empezando a entender un poco y a sonrojarse otra vez. Francia parpadea y le sonríe.

—¿Qué es lo que no entendiste ahora?

—Pero yo... —vacila y se sonroja más.

Oui? Tuuuuu...

—Es... Es decir, yo... —vacila mas apartando la mirada.

—Baila conmigo.

What? —parpadea completamente descolocado. Francia se levanta hasta él y le extiende una mano.

—Baila conmigo, Angleterre.


¡Feliz día FrUK!