No sabía porqué estaba allí, no había razón para ello. ¿Por qué el día en el que se cumplía un año más de la muerte de su madre él se encontraba estacionado enfrente de la casa de Derek?
Pudo haber ido al cementerio como siempre, pero aquella mañana, en vez de ir a la florería comprar las flores favoritas de su madre para luego ir a dejárselas a su tumba, él había subido a su jeep, pasado de largo la florería y terminado enfrente de la casa de Derek. Se quedó en el jeep mirando la puerta de la casa hasta que un golpe en su ventana lo sacó de sus tristes pensamientos. Le costó girarse a ver quién o qué produjo ese golpe y al hacerlo se encontró con los ojos de Derek.
— ¿Estás bien? —preguntó al ver el rostro del chico.
— Sí —dijo fingiendo una sonrisa—, estoy bien.
— Mientes —Stiles maldijo en su interior a los lobos—. Además alguien que está llorando nunca está bien —dijo Derek y Stiles se llevó una mano a sus mejillas, las cuales estaban húmedas. ¿Estuvo llorando y no sé dio cuenta? Al parecer sí.
— Estoy bien, de hecho mejor me voy, ni siquiera sé por qué vine aquí, debería estar en el... debería estar allí... —Derek lo miró preocupado, nunca había visto a Stiles así.
— Vamos —dijo abriendo la puerta del jeep y empujando a Stiles al asiento del copiloto—. A dónde sea que tengas que ir, yo te llevaré —Stiles lo miró con una sonrisa en su rostro que contrastaba con las lágrimas que caían de sus ojos— ¿A dónde vamos?
— Vamos al... —se quedó en silencio y luego respondió con resolución— a cualquier lugar, solo sácame de aquí —Derek asintió y encendió el motor.
Por primera vez aquel día no iría al cementerio, porque por primera vez se dio cuenta que su madre no estaba allí, sino que siempre estaría a su lado y si no era así, al menos Derek sí lo estaría.
