Buenas~ Me alegra llegar a Wattpad con esta obra, que estará dedicada por completo a Kokuryusan.

Sei-senpai, gracias por todo. Junio será mi mes para agradecerte.

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Transcurría una tarde tranquila, con un sol moderado y una refrescante brisa, en pocas palabras, todo iba de maravilla… Al menos para el resto de los habitantes de Karakura, así lo parecía; pero para el shinigami sustituto, Kurosaki Ichigo, que había estado ocupado desde las primeras horas de la mañana, sólo veía aquella tarde como una auténtica pérdida de tiempo.

Las constantes apariciones de hollows lo habían traído de un lado para otro, sin dejarle más que un instante para reponerse de sus anteriores peleas. A pesar de que no tenía heridas de gravedad, su cansancio era evidente. Sólo quería que aquel desastroso día llegara a su fin.

En ese momento se encontraba ocupado con un grupo de problemáticos hollows, que habían logrado ocupar más tiempo del que hubiera querido.

No entendía cómo es que seguían llegando tantos, y a pesar de que pensó en la excesiva cantidad de reiatsu que estaba liberando, aquello le seguía pareciendo ridículo. ¿Debía asumir que era su culpa que siguieran apareciendo? De sólo pensar en ello se agobiaba más.

Se obligó a mantener su mente en blanco mientras continuaba en combate, pues consideraba que gran parte de su cansancio provenía de gastar sus energías en pensamientos como esos.

Cuando por fin la presencia de hollows pareció amainar, permitió que un profundo y cansado suspiro escapara de su pecho. Revolvió su anaranjada cabellera con una mano y al ver que, pasado un rato, su insignia de shinigami no daba alerta de más hollows, decidió emprender el camino a casa.

De un salto, bajó del tejado en el que se encontraba, comenzando una lenta caminata en cuanto tocó el suelo. Sus pasos le hicieron adentrarse en un pequeño barrio comercial que quedaba de paso. A pesar de su cansancio, se dedicó a observar su alrededor con curiosidad, pues no recordaba haber pasado por ahí alguna vez. Había tiendas en ambos lados de la calle, desde pequeñas cafeterías hasta un par de sofisticados restaurantes, pasando por tiendas de regalos e incluso tiendas de ropa.

Siguió caminando en silencio, esquivando a las personas que caminaban tranquilamente por la acera y notando que, incluso si aquel lugar era bastante concurrido, el ruido no era excesivo. Ante ese descubrimiento, se hizo una nota mental de pasarse por ahí después.

Después de un rato, su trayecto en aquella calle pareció terminar, pues la zona residencial parecía marcar cierto límite; pero antes de que pudiera cruzar la calle, en dirección a la interminable fila de casas, un grupo de niños pasó corriendo, impidiéndole el paso momentáneamente. Uno de ellos pareció notar su presencia, e inevitablemente, le devolvió la mirada. Cuando el niño pareció darse cuenta de que su objetivo lo miraba, salió corriendo para alcanzar a su grupo.

Ichigo bufó, preguntándose a qué venía aquello.

Tras aquella pequeña interrupción, se dispuso a cruzar la calle, aunque de nuevo fue detenido. Sentía el peso de una nueva mirada sobre él y su curiosidad, habiendo ganado en esa ocasión, le había dictado averiguar el origen de aquella sensación.

Se obligó a no sobresaltarse y mantener la calma, observando con cuidado a su alrededor y girando sobre sus talones para tener un vistazo de todo.

Pero al darse la vuelta por segunda vez, el ventanal de una cafetería le devolvió su reflejo.

A través del cristal se podían observar un par de mesas con personas conversando en ellas, una barra y el mostrador, su mirada se posó casi automáticamente sobre el pastel de chocolate que allí se exhibía. Realmente tenía buena pinta.

Siguiendo sus impulsos, se acercó un poco más al vidrio para observar los demás productos que ahí había, y si puede, más convencido aún, se dijo que tendría que volver ahí.

Dio un par de pasos hacia atrás para alejarse del vidrio, y su reflejo le fue devuelto. Se quedó mirando a sí mismo por un instante, antes de comenzar a caminar en dirección a la zona residencial. Pero un inusual movimiento en su campo de visión le detuvo.

Volvió sobre sus pasos hasta quedar nuevamente frente al cristal de la tienda, encontrándose con el pelinaranja del otro lado, que lo observaba con la misma confusión que él sentía.

—Qué extraño… —murmuró, frotando su nuca. Quizá su mente, con todo el cansancio que había acumulado, le estaba jugando una mala pasada. Se giró para reanudar su camino, pero esta vez, sus ojos lograron captar la diferencia que había llamado su atención instantes atrás.

Mientras que él se había quedado en ademán de caminar hacia la derecha, su reflejo estaba dirigido en la dirección contraria.

Frunció el ceño, acercándose al cristal para ver si el cambio persistía, pero su cuerpo del otro lado pareció seguir sus mismos movimientos.

Para calmar su curiosidad, levantó la mano derecha en el aire, pero para su sorpresa, el chico del otro lado levantó la misma mano, de modo que se viera lo contrario en el espejo.

— ¿Qué demonios…? —preguntó a la nada, sacudiendo ligeramente la mano en el aire, en una especie de saludo silencioso, y de ésta forma, su reflejo devolviéndole la imagen contraria.

¿Sería un error en el espejo, o su mente haciéndole una broma pesada?

Habría querido pensar más en ello, pero el estruendoso grito de un hollow llegó a sus oídos, siendo acompañado por la aguda alerta de su insignia.

Miró una vez más al vidrio, sorprendiéndose de que el chico del otro lado lucía tranquilo, cuando él mismo se había alterado ante la combinación de sonidos.

Sin mediar más palabra, guardó la insignia entre sus ropas y con un salto, llegó al tejado de aquel edificio.

Ya tendría tiempo de averiguar más sobre el misterioso cristal, por el momento debía encargarse de aquel hollow.

Aunque esperaba que pudiera concentrarse en ello.