El Lago de Cristal
"¿Las sirenas existen?" Desde la noche donde casi muere ahogado, Rainy no ha podido pensar en otra cosa. Buscando respuesta, comienza a investigar los misterios del Lago de Cristal... encontrando profundos secretos sobre seres mitológicos que resultan ser más peligrosos de lo que creyó.
Capítulo Uno.
Estaba tan cerca que podía sentirlo.
El agua helada corría por sus pulmones con tanta intensidad que hacía su cuerpo más pesado. La desesperación por conseguir un poco de oxígeno pulsaban sus sentidos a refugiarse en una negrura que lo envolvió hasta el fondo de su alma, sus cascos lucharon inútiles por tratar de impulsarse hacia la superficie, pero solo lograba hundirse más. Su vista se nubló haciendo que sus párpados se quemaran con esa sensación temible que te indica que ya solo falta poco para que todo el sufrimiento terminara, sus pulmones ahora eran sacos de agua helada y su cerebro pronto comenzó a gritarle en la oscuridad que estaría bien. Abría su boca sin rendirse, tragando inconscientemente litros de agua tan fría que enmudeció su lengua, callando su mente y pidiendo una segunda oportunidad al cielo, la vida era costosa y difícil de mantener pero la chispa que intentaba salir de su cuerno le indicaba que aún podría tener tiempo.
Pero se estaba ahogando.
En estas circunstancias donde todo lo que conoces tienta de un hilo, la magia no es suficiente. Hacía falta fuerza de voluntad. No iba a sobrevivir, sus cascos golpeaban el manto de hielo tratando de romperlo y así poder salir del agua... Los golpes eran secos, el témpano lo amenazaba con su grosor y los latidos de su corazón cada vez eran más lentos, y ya casi perdía fuerzas.
Las memorias comenzaron a posarse en su mente como rápidos flashes que no esperaron a hacerlo más difícil, a aceptar la realidad. Una triste y mera realidad que vaga dentro de sí y le pincha el corazón: iba a morir. Eso era lo que sentía tan cerca. Todo comenzó a ser como una vieja película de muy mala calidad, los bordes comenzaban a convertirse en opacas esquinas que pronto se unirían en un vacío aterrador, las dudas del qué pasará y el olvido inevitable fueron sus aliados, junto con el pequeño tambor dentro de su pecho que pronto cesaría su canto. El agua lo arropó con una fuerte brigada y desasosiego, turbándolo e impidiéndole salir a flote. Y respirar, un acto que había hecho durante sus dos décadas tantas e incontables veces y sin percatarse de su valor, sin importarle lo mínimo querer descubrir a los cinco años cuanto más podía aguantar bajo el agua, irónicamente poniéndolo a prueba en este instante.
Aquel unicornio cerró sus ojos casi por impulso, y que divisaron entre eterna oscuridad un par de pupilas brillantes que resalían en la negrura como dos pequeños faroles rosados, mientras que casi pudo sentir que algo lo tomo con fuerza, pero ya se había quedado inconsciente como para notarlo del todo. La noche de pronto era más fría y el silencio lo inundó; no había paz, solo un susurro de esperanza que tal vez solo imaginó.
El sonido de un pequeño riachuelo que golpeaba sus aguas contra rocas musgosas lo despertó de su eterno sueño.
Sus cascos eran pesados y casi inmóviles, la fuerza se había agotado sin siquiera intentar moverse, su melena se sentía húmeda y sucia, al igual que el sabor amargo en su boca y sus párpados pedían a gritos no abrirse... Pero él desobedecía a su cuerpo, quería moverse. Los rayos del sol que parecían haber estado quemando su piel por mucho tiempo porque comenzaron a hacer ese efecto caliente, un efecto que te dice que puedes sentir, que no estaba muerto, que al final todo sí había salido bien. Tosió con intensidad cuando su nariz comenzó a hacer su trabajo, saliendo de su boca tanta agua como había recordado tragar inconsolablemente. Rápidamente su cabeza formuló una pregunta: ¿Cómo?
El unicornio sin medir palabras puso sus cascos firmes en tierra, juntando fuerzas que lo levantaron pesadamente de su lugar de descanso por tanto tiempo que no supo si fue un sueño. Sus orejas, al igual que su cola, su melena y sus ojos todavía se sentían helados, su boca también lo cual era evidencia de que no fue nada producto de una imaginación ilimitada. Miró a su alrededor encontrándose con un lugar diferente a lo que recordaba estar.
La nieve profunda, los árboles cristalinos del bosque, el cielo oscuro y sin estrellas, con neblina espesa que sopló un frío eterno, y el hielo cristalino incrustado en el lago, formando témpanos y trampas mortales... Todo eso fue reemplazado por una brisa cálida, un sol brillante y un lado cristalino de agua pura, llena de vida y tibia.
Se acercó con pasos aún bruscos midiendo su peso para repartirlo en sus cuatro extremidades aún dormidas, mirando el bulto marrón en un estado deplorable que contenía sus pertenencias a su lado, para ahora enfocarse en la orilla del lago. Su reflejo fue horrible, no le hizo mucha falta para darse cuenta de su larga barba que odiaba dejar crecer, su melena blanca también alcanzaba sus hombros y debajo de sus ojos reinaban grandes ojeras. Signos vitales corrían desde sus orejas hasta la última espina de su columna, como si fueran pequeños choques eléctricos que te hacen estremecer. Algo característico de los unicornios es olvidar que poseía un cuerno, encontrándolo casi por sorpresa posando firme en su frente gracias a su reflejo.
Pero era imposible.
Había sobrevivido a una de las experiencias más intensas de su vida... Y había salido con ella. El lago ya no estaba con esa superficie congelada, como es típico en invierno... Entonces significa que era primavera. ¿Había estado inconsciente por meses?
Aquel poni arrugó sus cejas e hizo una mueca casi con desagrado y curiosidad. Las verdades y mentiras comenzaron a hacer una fila india en su cabeza, descartando las más inusuales y buscando más a fondo las respuestas coherentes. Su casco teñido de un profundo azul opaco y con destellos púrpuras tocó el agua cristalina que brillaba con la luz del sol, e hizo que su piel también tuviera ese efecto, como era costumbre y genética en los ponis de cristal. Pero el brillo solo podía salir a flote de su cuero cuando se encontraba cerca del corazón de cristal, a veces cuando estaba demasiado contento o demasiado relajado, incluso cuando estaba divirtiéndose; rara vez optaba brillo en situaciones extremas o de tristeza, pero no era poco común que de un segundo a otro tuviera el cuero brillante como cristal puro. Suspiró pesadamente tomando ahora con un hechizo primario el bulto marrón, encontrando los mapas, libros, una brújula y su capa casi del mismo modo descuidado y abandonado que estaba el bulto.
Miró al lado una vez más, ahora con apariencia tranquila e inocente. El viaje en búsqueda de un nuevo hogar fuera del Imperio había sido una solución cobarde y poco inteligente, pero era la única manera en la que podría olvidar un pasado cruel como parte del cuerpo guardián del antiguo dictador Sombra. La combinación del movimiento de las nubes y el reflejo de la montaña blanca detrás del lago le daba una sensación algo incómoda.
Como si de verdad había sobrevivido tanto tiempo.
Podía recordar el frío intenso en sus cascos congelados pisando rápido y sin ninguna otra alternativa la fina capa de helado en el agua, el brinco en su corazón cuando una mala pisada le cuesta la vida, el agua corriendo por sus vías respiratorias y unos ojos rosados.
Esperen... ¿ojos rosados?
Rainy, ahora con una nueva imagen fresca en su mente se confundió más aún. Podía sentir como su mente recopilaba fragmentos entre el recuerdo de una muerte aproximada y el frío que se coló en su piel. Un par de pupilas casi fosforescentes, de un color dulce e infantil, que lo observaron magnéticos e impredecibles.
¿Qué había sido eso?
No tenía idea, pero fuera lo que sea, esa cosa definitivamente le había salvado la vida.
