—El arquitecto ha diseñado un salón especial para la purificación, está hecho tan...
Aburrido.
—... con estatuas sagradas y...
Aburrido.
—...La construcción va bien, creemos...
Aburrido.
—¿Faraón?

Levi volvió a fijar la vista con desinterés en su primer visir, el chaty. El chico rubio, de aspecto frágil y demasiado joven para la opinión del azabache, se había presentado al salón principal con las noticias de la semana hace a una media hora.

Media hora aguantando la palabrería del mocoso, media hora soportando el crujido de los papiros,media hora tratando de concentrarse en la información. Levi suspiró. Era probablemente el peor momento de la semana tener que escuchar al visir, el bien llamado "Armin" por los sirvientes, recitar lo que ya sabía una y otra vez. Era necesario, sí , pero dejaba de tornarse importante cuando simplemente no había novedades dignas de mencionarse en el reino.

Por eso Faraón dejaba vagar su mente en cualquier lugar del mundo mientras Armin leía y decía. Así se le hacía corto.

—Estoy oyendo, visir. Continúa.

Armin tragó saliva y asintió un par de veces, continuando con la lectura. Levi lo observó un momento y volvió a fijar la mirada en los muros del salón. Las paredes, adornadas con toda clase de riquezas, presentaban un aspecto precioso. Tapices, lienzos pintados y papiros colgaban de ellas, además, claro, de las figuras que los mejores pintores del palacio, seleccionados especialmente por el gobernante, se habían encargado de grabar en ellas. El Padre de Levi era hasta ahora el último Faraón adornando el sector. Levi sabía que, cuando él muriera, su imagen ser a grabada allí , junto a su progenitor.

Y luego de él, vendrían los demás Faraones, hasta que Egipto fuera borrado de la faz del mundo.

Siguió mirando, los rostros de los guardias, las estatuas sagradas a ambos lados del trono y los adornos del techo. Allí , en la esquina del salón, divisó a la segunda hija del anterior Faraón.
Ah, el padre de Levi había tenido muchas mujeres con la cual pasar una noche a lo largo de su vida, pero una sola había sido la elegida para mantenerse a su lado durante el resto de su vida. Podría llamarse amor lo que Aswad sentía por la mujer de cabello azabache, prima suya, con la que había tenido a su primer hijo varón, Levi. Años después, Faraón fue obsequiado con una niña engendrada por la misma madre de su primogénito.

La llamaron Mikasa.

La joven azabache se encontraba mirando al suelo, también sin demostrar mucho interés en la información. En ciertos aspectos se parecía a su hermano mayor, pero no en todos.
Con el Faraón no se jugaba, con Mikasa tampoco. Eso lo sabía cada guardia y criado, era necesario para sobrevivir. Levi ladeó la cabeza. Siempre se había preguntado que opinaría Mikasa respecto a que él hubiera tenido la suerte de convertirse en el nuevo Faraón. También a veces se preguntaba si hubiera sido mejor que él en aquello. Tal vez ella lo hubiese pasado mejor sentada en el trono que rodeada de sirvientas que la cuidaban la mayor parte del día.

Por otra parte, también estaban los privilegios corporales que tenía el Faraón. Era sabido en el palacio que Faraón podía elegir a alguien digno de tocarlo cuando quisiese. Cualquiera en el palacio podía ser la elegida o elegido. Con Faraones anteriores, no todos los elegidos se sentían del todo favorecidos, aunque jamás lo hubiesen admitido, pero en el caso de Levi era distinto, era de piel clara, rasgos finos y figura delgada y pequeña, alguien atractivo y con una belleza extraña para la raza a la que pertenecía, una flor del desierto rara, como también lo era Mikasa.

Además, se rumoreaba que los gustos del joven Faraón eran particulares.
Hasta ahora, pocos hombres habían sido seleccionados por el hijo de Aswad para tocarle. Siempre hombres de pocas palabras o particulares, siempre en un momento inesperado, cada bastante tiempo y muy, muy privado. Levi no dejaba entrar a nadie a vigilar o mantenerse en la habitación, ni un solo guardia, a pesar de que fuera una única noche, luego el hombre podía irse. Levi no llamaba dos veces, eso nunca.

El azabache dejó de mirar a Mikasa al cabo de un rato, dando un pequeño bostezo, dispuesto a hacer el acostumbrado gesto para dejar marcharse al chaty, como siempre hacía al llegar a ese punto, pero en el preciso momento en el que alzaba la mano, oyó de la boca del visir lo que hizo que un pequeño estremecimiento recorriera su espina dorsal.
—... Al parecer el esclavo lo atacó a mano descubierta...
Levi frenó en seco, mirando de hito en hito a Armin. Al otro extremo del salón, Mikasa había alzado la cabeza también.

—¿Qué has dicho?

El visir dio un pequeño salto, sorprendido por el cambio de expresión de su Señor. Lo miró como si fuera de otro mundo y se apresuró en releer el papiro que sostenía entre las manos, animado por conseguir algo de atención.

—H-hum, al parecer uno de los esclavos atacó hoy por la mañana a un guardia que le azotaba, durante la jornada de trabajo, oh Faraón...

El ambiente del salón se tensó. Otra cosa de Faraón, era que no toleraba la agresión hacia su voluntad. Los guardias estaban dispuestos por él, y los esclavos que se habían vuelto contra estos no habían terminado precisamente bien. Por eso se cuidaban.
Pero esta vez alguien se había rebelado. Levi frunció el ceño, indignado.

—¿Cuál es su nombre?
Armin pareció complicarse un poco.

—Eren... Eren Jaeger —pronunció con dificultad.— Un apellido muy extraño...

Mikasa soltó entonces un ruido similar a un grito y el visir y el faraón volvieron sus rostros en dirección a ella. La pelinegra estaba con los ojos abiertos desmesuradamente, sin creer lo que acababa de oír.

—Lee... Lee bien el nombre del esclavo —logró decir, casi con súplica, al visir.

El rubio volvió leer una vez más, con nerviosismo.

—El nombre está bien, Se...

—¡Debes haberte equivocado! —Mikasa avanzó un paso y Armin dio un respingo.— ¡Faraón, el nombre está mal, Eren...!

—¿Lo hirió mucho?

Esta vez la melena rubia y negruzca se voltearon hacia Faraón.

Levi se había inclinado en la silla, mirando sombríamente a Armin. El rubio se encogió sobre sí y tragó saliva.

—Él... Eren mató al guardia, Faraón.

Mikasa se cubrió la boca con las manos, buscando el rostro de su hermano con la vista. Pero en el rostro de Faraón sólo había ira y asco. Levi se puso en pie, a lo que los guardias se enderezaron con rapidez.

—Debe morir —sentenció el primogénito.— Nadie debe asesinar a alguien que sigue la ley de Faraón. Es pecado y ellos lo saben. Será ejecutado cuanto antes.

La figura pelinegra en la esquina se apresuró en correr hasta él al oírle. Las sirvientas hicieron ademán de detenerla, pero Mikasa era ágil y rápida, llegó hasta los pies del trono y se irguió cuan alta era frente a Levi.

—No puedes hacer esto —Jadeó por la carrera al cruzar la sala.— ¡No puedes! —continuó ignorando la mirada atónita y nerviosa de los presentes. Nadie le hablaba así a Levi, después de todo, era prácticamente un dios.

El Faraón la fulminó con la mirada.

—Sí puedo, y lo haré . Vete, Mikasa. Sabes lo que significa hablarle así a tu superior.

Mikasa estaba furiosa, se le notaba en los ojos y la manera en la que se mordía los labios al hablar.

—No toques a Eren —casi echaba chispas, comprobó su hermano mayor.— Se estaba defendiendo de uno de tus estúpidos guardias...

—¿Cómo demonios lo conoces tú? No es nada más que un esclavo, ¿Cómo es que pareces conocerle tan bien? —saltó Levi, elevando la voz. Armin retrocedió un paso y estrujó los papiros, a punto de un ataque de nervios. Mikasa, al contrario, pareció avivarse.

—Me doy el tiempo de observar a los esclavos —gruñó como toda explicación.— No toques a Eren, o correrás la suerte de tu guardia. Yo misma me encargaré de eso.

Uno de los guardias avanzó entonces, blandiendo su arma como le habían enseñado en caso de sentir al dios en peligro, pero Faraón lo detuvo con un gesto. Levi clavó la vista en su hermana, con interés. Ella estaba más que enojada, pero no parecía en lo absoluto arrepentida de la amenaza... Al fin y al cabo, era Mikasa.

El azabache permaneció mirándola unos momentos antes de desviar la vista al frente, con un suspiro.

¿Tan importante era aquél esclavo?

—Tú —señaló al pobre visir con un dedo anillado, alzando la voz.— Quiero que me traigas a Eren Jaeger. Que nadie le haga nada hasta entonces. Yo lo juzgaré , pero te aseguro que —continuó mirando de reojo a Mikasa— si se comporta como un traidor, toda la ira de Faraón caer sobre él. Apresúrate —añadió, dándose la vuelta sin hacer caso a lo que fuera que hubiese dicho Armin. Tomó sus ropajes para no tropezarse y dirigió una última mirada a Mikasa mientras se dirigía al velo que los separaba del próximo salón. Su hermana le respondió con otra llena de odio y... ¿Angustia?

Faraón movió la cabeza de un lado a otro, pensativo, antes de voltear y suspirar.
—Vamos a ver qué tal es este Eren Jaeger...

T:¡Hasta aquí! Esto podría tomarse como un prólogo... (?) Es mi primer fic, disculpen si está escrito muy basura X'D, lo continuaré a lo largo del tiempo... Está inspirado en una imagen de Lena, ajsdfkg, y se llama Dark Horse por una canción que oí mientras lo escribía, (Katy Perry, eh ;-; ) Espero que les haya gustado, ¡hasta el próximo capítulo!

PD: Visir está mal utilizado, es egipto es "chaty", pero meh (?)