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Pareja: Tetsono


I


Todos tenemos a alguien que espera por nosotros. En alguna parte del mundo y al cual encontraras en el transcurso de la vida. Un alma gemela es precisamente eso, una persona que estará para ti en todo momento y se dice que desde que empiezas a comunicarte con está hay una conexión instantánea.

Puedes contarle todo, saludarle, y algún día quedar para verse. Dicen que es un vínculo casi inquebrantable ya que ni la muerte lo puede romper. Están destinados a estar juntos por toda la vida y sobre todo el destino se encarga que ambos estén dispuestos a amarse toda la vida.

Quizás lo más interesante de todo es como llegas a comunicarte con ellos, pero es simple, solo necesitas un poco de tinta. Un marcador, plumón o cualquier cosa que puedas usar y lo siguiente es escribir en cualquier parte de tu cuerpo y en tu alma gemela aparecerá lo que sea que hayas puesto o dibujado.

Las almas gemelas están destinadas pero muchas veces pasaban ciertas situaciones las cuales rompían la moral de las personas como matrimonios forzados los cuales imponían una pareja por sobre el alma gemela. Eso es justamente lo que paso en la Mansión Alicein unos años atrás y acabo separando a dos amantes por una fortuna.


Sus cabellos morados estaban algo pegados a su frente. Los intenta apartar ya que no le dejan dibujar en uno de sus cuadernos de dibujo. Amaba hacer aquello aunque sus trazos fueran chuecos e imperfectos aunque no es como sí le importaran. Aquél cuaderno lo llenaba de varias cosas, como: conejos, dibujos de su madre o incluso del parque.

Era un día soleado y bastante hermoso, cosa que cierta mujer agradecía bastante ya que aquel día era el cumpleaños de aquel pequeño niño de siete años recién cumplidos, había hecho un delicioso pastel de vainilla para su hijo y además tenía todo listo. Ella, sólo tenía a su hijo y a veces el padre de este enviaba regalos pero ella no quería tener mucho contacto con este por obvias razones. Se había resignado a que su alma gemela jamás sería de ella.

Se acerca por detrás al niño antes de agacharse un poco y sentarse en la alfombra de la sala para ver que dibuja y no puede evitar sonreír al ver que es básicamente un auto-retrato, o eso cree ya que es un simple dibujo con palitos y una especie de circulo que simula ser la cabeza con varias rayas moradas sobre esta—. ¿Qué dibujas Misono? —Decide al final preguntar ya que quiere saber si estaba en lo cierto.

El menor frunce un tanto el ceño ya que a su parecer se entendía pero voltea a ver a su madre antes de sonreírle—. Soy yo —responde antes de abrazarla por el cuello—. ¿Podemos salir al parque? —indaga el niño ya que era fácil que perdiera la atención con lo que hacía como en aquellos momentos donde quería sentir los rayos del sol en su piel. La mujer decide asentir y le toma la mano antes de notar unas manchas en el brazo derecho de su hijo.

No se levanta y jala con suavidad el brazo de su hijo ya que quiere comprobar algo. Estaba seguro que su hijo no podía dibujar un círculo perfecto y aquello parecía un sol viéndolo de cerca. Era obvio que era así que sonríe melancólicamente esperando que a su hijo le vaya mejor con su alma gemela.

—¿Qué ves, mami? —indaga el niño mientras siente como lo suelta la mujer y revisa su brazo el cual tiene un lindo sol y sonríe. Había aparecido en la mañana y le había gustado bastante porque estaba bien dibujado pero no sabía cómo o donde salió—. Es un sol bonito, aunque no sé de donde salió yo no tengo plumones —comenta ya que a su parecer era tinta de aquel instrumento porque no había de otra.

La inocencia de un niño a veces es demasiado grande, ella asiente y decide contarle un poco de eso—. Bueno, verás hay una persona especial que puede escribirte cosas y tú también, ya sé vamos al parque y luego pasamos comprando unos plumones para que así tú también puedas dibujarle algo.


Había tantos colores en aquella caja de marcadores que su madre compró hace unos momentos y no sabía que escribir o dibujar. Tampoco que color usar. Luego de un rato se acomoda en su cama para acostarse y decide tomar uno al azar antes de abrirlo con cuidado y presionar este sobre su piel.

Decidió dibujar una luna —aunque esta queda demasiada rara—, y al ver que ya está sonríe, había dibujado eso porque ya casi era de noche. Quería conocer a su amigo o amiga especial y es que le hacía ilusión tener un amigo más. En donde vivían había varios niños pero casi no veía a ninguno porque todos jugaban a cosas como correr y así. Él no podía hacer esas cosas porque tenía una… algo cardiaco. No recordaba cómo era esa palabra rara. Al principio creyó que era algo raro pero su madre le dijo que ella tenía lo mismo y al final supuso que era algo normal. Por aquella razón era que no podía forzarse mucho y a nadie le gustaba jugar lo que a él sí. Quizás su amigo especial si le gustaría.

Revisa su antebrazo de nueva cuenta topándose con que alrededor de su luna habían algunas estrellas y a cada rato aparecían un tanto más. Sonríe ya que le gustaba lo bonitas que se veían y decide tomar otro marcador y poner un simple saludo ya que quizás este podría responder con palabras.

«Hola», era algo simple y que creyó bien para iniciar una conversación. Esperaba que el otro entendiera el japonés porque podía ser como el vecino que venía de lejos y no entendía los kanjis.

Al ver que nada aparece en su piel se queda viendo un rato el cielo raso de su habitación. Esperaba que el otro entendiera. Revisa cada rato su antebrazo y esperaba leer un hola también pero no había nada.

Quizás él también se aburriría. Aunque aquella idea es desechada al ver que respondió con el mismo saludo. Sonríe y puede recordar perfectamente que esa noche lo que menos quería era dormir porque su amigo dibujaba bonito.


Pasan los días y con ello las estaciones, ya ha pasado aproximadamente un año y Misono ahora sabe con exactitud que su amigo especial es su alma gemela. Lo había aprendido cuando su madre le regalo un libro tratando de aquel tema para navidad. Sabía que no podía preguntar el nombre de este sino el vínculo se rompería así que decidió nombrarlo. Sunny. Eligió eso porque él le había puesto un sol al principio.

Y en algún momento pensó que el otro le diría Moony o algo por el estilo pero este decidió decirle —o mejor dicho referirse a él en sus escritos—, como Chibi. Usualmente se escribían en la tarde ya que ambos estaban en la escuela en la mañana.

Su alma gemela era bastante interesante, le contó que vivía en un onsen y que gustaba hacer varias cosas aunque sintió que quizás se decepcionaría al saber que él no le gustan los deportes ni muchas cosas que a él sí.

Sunny también le hacía varios dibujos en el brazo cuando estaba aburrido. Una vez se quedó dormido en la tarde y amaneció con varios. También descubrió que era menor por un año y era rubio o eso le dijo una vez. Se preguntaba cómo sería este en persona pero sabe que no lo puede ver ya que viven algo lejos.

Espera conocerlo algún día o le pedirá favor a su madre que lleve a conocerlo ya que quiere saber cómo es. Sonríe un poco antes de buscar un marcador en su mochila y desearle un buen día como siempre lo hacía.


«¿Chibi estas bien?», mensajes como esos se encontraban en todo su brazo desde unos días atrás que se había enfermado por culpa del calor de verano. Quería responderle por no tenía nada para hacerlo. Pero cada día al mirar su antebrazo sonríe ya que en definitiva era bastante lindo saber que Sunny se llegaba a preocupar demasiado por él.

Cuando pueda le contará todo lo que paso y lo mucho que le agradecía el hecho de que le enviará mensajes todos los días. Se pregunta si cuando crezcan y se conozcan se seguirá preocupando tanto como ahora.

Abraza la almohada sobrante de su cama y espera que la fiebre se le pase; asegura que pronto lo hará ya que cada: «te extraño», le hace sentir bien. Sin tan solo pudiera avisarle de alguna manera fuera mejor. Porque él también lo extraña. Cuando su madre llegue a darle la otra medicina le pedirá favor que le pase un marcador y pese a su cansancio le contará con detalle a Sunny lo que paso.


Sus mejillas estaban completamente rojas. Estaba abochornado a más poder. Misono a sus quince años jamás espero sentirse tan apenado por una simple razón.

«Te quiero, sé que no nos conocemos del todo pero lo hago». A veces Sunny era un completo bastardo y es que lograba hacerle feliz con tan poco. Aunque seguía creyendo que no debería distraerse por su culpa porque no es tonto sabe que a veces este le envía mensajes mientras esta en la escuela y demás.

Suelta un suave bufido y toma un marcador cualquiera ya que no quiere dejar al otro sin una respuesta a lo que escribió. De manera pulcra escribe debajo de eso: «También te quiero bastardo; pero pon atención a tus clases». No dice más y procede a buscar entre sus cosas un pequeño pedazo de tela para limpiarse el antebrazo. Se limpiaba luego de que enviará —si es que se le puede llamar así—, aquellas cosas a Sunny.

¿Cómo se había atrevido a escribir eso? Ni idea pero en definitiva sabía que quería desde ya a su alma gemela porque siempre estaba con él. Sunny era un buen chico sin duda alguna aunque aseguraba que era un chico sin mayor detalle, quizás era más bajo que él. No sabía cómo imaginarlo antes y ahora que lo hace decide quedarse con aquella imagen.

Sonríe al ver que no llegan más mensajes y supone que este tomó su consejo. De alguna manera se alegraba pero no le gustaba del todo quedarse sin él. No le gustaba sentirse sólo pero sabía que era por el bien del otro ya que quiere darle buenos momentos y no malos.


No podía creerlo. Estaba en completo shock por no decir menos. Nada de aquello podía ser verdad.

Tiene acumuladas varias lágrimas en los ojos. Aquello debía ser una pesadilla. Se había levantado temprano para despertar a su madre ya que había quedado de ir a comprar unas cosas. Pero cuando abrió la puerta notó que su madre seguía durmiendo. Se acercó a ella y la movió pero no pasó nada.

Había tenido que llamar a una ambulancia ya que se empezó a asustar y más al no escuchar su respiración y es que ya sabía que pasó. Estaba llorando desconsolado ya que no sabía qué hacer. Necesitaba a su madre. La quería ya porque sabe que ha pasado sólo no lo quiere admitir.

Los de la ambulancia aún no llegaban pero sabía que su vida cambiaría demasiado sin ella pero eso no era lo que le importaba. Lo que en realidad deseaba era que su madre estuviera con él. Que le abrazará. Comer juntos.

Tantas cosas que hacía con ella y esta le había dejado. Tenía una fuerte opresión en el pecho. Sus lágrimas caían directo al suelo y es que no podía ver para nada donde ahora estaba el cuerpo sin vida.

La llama una y otra vez sin consuelo alguno. No sabía porque pasó eso pero no se le hacía justo. Él sólo la tenía a ella. No tenía más familia y dios se estaba preocupando por todo. ¿Qué haría sin su madre? ¿Por qué le había dejado? No era justo, para nada.

Se tuvo que sostener de algo porque cada vez sentía más dolor. Le dolía demasiado saber que aquello no era una simple pesadilla y su madre había fallecido. No escucha el ruido de la ambulancia a pocas calles y es lo que menos le importa. No sabía que sentir. Sólo sabe que duele.

Sus lágrimas no paran y es que ha perdido a quien más ama.


Su vida había cambiado en cuestión de horas. Hace un día atrás estaba cenando con su madre y ahora se encontraba en una enorme mesa donde había tres personas más. Una de ellas quien aseguraba ser su padre. Luego del funeral él fue quien se le acercó y le dijo aquello, no supo cómo se enteró o como llego pero no tuvo más que ir con él.

¿Cómo querían que se sintiera? De un día para otro su madre muere y ahora tiene una familia que él no conocía. No quería nada de eso. Sólo quería un abrazo de ella, sólo uno, una última vez. Quería decirle lo mucho que la ama, que la necesita. Todo lo que le hará falta de ella.

La extraña tanto. Poco le importa que no ha comido nada de lo que le dieron. Se levanta de la silla y abandona el lugar sin importarle que le sigan o algo, va a la habitación que le dieron en la mañana y se sienta al borde de la cama luego de cerrar la puerta con llave. No quería grandes cosas, un apellido sin importancia o una nueva familia. Él quería estar en su casa viendo alguna película con su madre en la sala y discutiendo quien era el culpable de todo lo que pasaba.

¿Qué haría sin ella?


Iba casi una semana desde la última vez que le contestó Chibi. Hace días que no sabía de él y se estaba preocupando como nunca por él. ¿Qué le habrá pasado a su alma gemela? ¿Acaso lo hizo enojar?

Él, era alguien bastante simple cuando de sus emociones se trataba y sabía que lo quería demasiado. Era una especie de vínculo y le dolía saber que quizás lo molesto. Muerde ligeramente su labio inferior mientras ve su antebrazo una vez y otra. Espera que haya una respuesta pero no hay nada. Se siente ligeramente decepcionado.

Toma el marcador que estaba sobre su escritorio. Suspira y decide enviarle un mensaje. «¿Estás enojado conmigo?», pregunta aquello y es que en definitiva quiere una respuesta a que no aparezca porque rara vez le deja sin responder y menos durante una semana.

Se queda viendo casi sin parpadear su antebrazo esperando la respuesta y cuando nota aquella letra que tanto conoce se siente tan aliviado y sonríe aunque le nota cortante. Sólo había escrito un simple: «No». Era raro a su parecer, pero estaba sano y salvo o eso creía, aun así no puede dejar de preocuparse ya que de una u otra manera quiere saber qué pasa con el chico ya que no es normal aquello.

Toma de nuevo el marcador y escribe lo que sentía en aquel momento porque es necesario a su parecer, rara vez piensa mucho las cosas y aquel día no era la excepción: «Chibi. Te amo». Simple y directo, quería dejarle en claro lo mucho que lo quería y en sólo dos palabras le estaba diciendo que estaba ahí para él. Jamás dejaría que el otro estuviera sólo y sabe que algún día se encontraran y cuando eso suceda estará aún más cerca de aquel.


Al leer aquella última frase sonríe por primera vez luego de aquel suceso. No pensó que aquel le amará si apenas conocen algo del otro. Pero, así son las almas gemelas, están dispuestas a amarse sin tanto o no conocerse porque están destinadas.

Se permitió sentir un poco de felicidad y es que hace una semana que no se sentía medianamente bien—. Sunny… también te amo —murmuró para él mismo antes de levantarse de aquella cama. No le gustaba aquel lugar y es que en definitiva necesitaba a su madre. Sabe qué hace mal en llorarla ya que ella seguro no quisiera verlo así pero no podía evitarlo.

Aquella tarde decidió comer un poco de lo que le llegó un sirviente a darle. No quería nada de ahí pero soportaría eso porque sabe que algún día lo recordará como un trago amargo. Duda poder relacionarse más allá de lo cordial con aquellas personas o si quiera sentir algo por ellos como familia.

Su madre ya no está; ya no tiene familia a su parecer aunque… quizás él es su nueva familia. Y con aquel suave pensamiento se permite sentir un ápice de alegría una vez más.


Se aburría ya que no tenía nada que hacer. Suspira suavemente y es que quiere hablar como su Chibi pero no sabe si aquel día estaría mejor. Si bien no le había dicho que pasaba tenía miedo que este no le respondiera porque presionaba mucho. «Chibi, ¿te sientes bien hoy?», escribe aquello y decide esperar la respuesta.

Unos minutos más tarde le llega un pequeño mensaje él cual le hizo sonreír ya que no esperaba que fuera tan pronto: «Sí, Sunny».

Al leer eso sonríe y es que está feliz de que el otro este mejor. A veces se pregunta que habrá afectado tanto a su alma gemela. Pero no importaba si no le decía o no. Mientras estuviera bien él estaría bien.

«Me alegra mucho saber eso Chibi», escribe antes de cerrar los ojos. Quizás es cierto que el amor lo hace a uno un tanto más emocional porque antes de él rara vez se sentía tan reconfortado.

Y con un trazo más de su marcador dibuja un pequeño sol en su piel esperando que el otro lo vea como cuando se conocieron. No sabía cómo puede amar a alguien que no conoce pero mientras sigan los rastros de tinta en su piel tendrá la respuesta.