Capítulo beteado por Lizzie Swan Ferrell,
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Disclaimer: la historia le pertenece a Yuli. Y los personajes son de Stephenie Meyer.
Gracias, Yuli, por dejarme adaptarlo. Eres maravillosa.
Summary:
¿Qué lo llevaría a fijarse en una mujer mayor?
¿Amor? ¿Pasión? ¿Obsesión? ¿O simplemente era un capricho?
El resultado de la relación de una mujer de treinta y dos años y un simple joven de veinte, los llevaría al éxtasis del paraíso.
Pero ¿qué consecuencias traería esto?
Capricho
Capítulo uno.
Con la vista pegada al frente, pensaba en el maldito informe que le había mandado Bob en la mañana. ¡Estaba tan estresada! Y para rematar, se estaba formando una gran congestión frente a ella. Suspiró y trató de calmarse.
Eran las nueve de la noche y quería llegar ya a su pequeño departamento. El idiota de Bob la había tenido todo el día de un lado a otro, pidiéndole informes, y trabajos extras. ¡Eso no estaba en su contrato! Ella le servía a Jacob Black, él era su jefe, pero como él se había tomado unas mini vacaciones —cabe mencionar que no eran nada de minis—, ahora estaba a cargo Bob. El gordo calvo, no la dejaba en paz y le pedía la perfección, por lo que ahora, al conducir por el puente de Manhattan, no podía dejar de pensar en el último informe que le había pasado. Lo había hecho con una rapidez increíble y no se había detenido a revisar las faltas, o alguna equivocación. El gordo era tan perfeccionista, que ahora que lo pensaba, ¡su trabajo peligraba!
Sin trabajo, no tendría dinero, sin dinero, no podría pagar el alquiler de su departamento, y sin departamento se quedaría en la calle.
Rogaba al cielo porque Jake volviera pronto de sus vacaciones. Él era tan comprensivo y no un impulsivo ni amargado como Bob.
A sus treinta y dos años, Isabella Swan parecía tener todo bajo control. Soltera y hermosa, eran las palabras que la describían. Se había mudado a los dieciocho años a Nueva York, y había dejado a su familia en Illinois, solo para poder cumplir su sueño, trabajar y lograr una verdadera independencia.
Pero mucho no le había resultado. Sus primeros años fueron maravillosos, le había costado encontrar trabajo y hacer calzar las horas con sus clases en la universidad, pero lo había logrado, y había podido comprar su pequeño Departamento. Unos años más tarde, había encontrado el amor en Mike. Cuatro años de relación y una casi boda, era lo que había resultado del amorío con Mike. Estaba enamorada, claro que sí. Se veía hermosa aquel día, vestida de blanco, pero su novio la había dejado plantada en el altar, y solo le había hecho llegar una carta.
«Te amo. Te amo con toda mi alma, pero no estoy seguro de lograr este gran paso contigo. Quiero una esposa que pueda cuidar de mis hijos, una esposa que me despierte todos los días con un gran beso, que tenga una cena deliciosa al llegar yo a casa. No una esposa adicta a su trabajo, no una esposa que se vaya a trabajar antes que yo. No quiero esto, Bella.»
¡Él quería una nana!
Ella no hubiera dejado de trabajar, ni aunque Mike se lo hubiese rogado, por lo que meses después agradeció que él la hubiera dejado plantada.
¡Vaya error iba a cometer!
Luego de eso, había aceptado algunas citas, que habían resultado tremendamente desastrosas, por lo que abortó el tema relacionado con el amor.
Y ahora vivía sola, no tenía a nadie más que su querido trabajo
Estacionó frente a su edificio, se bajó de su auto, cansada y con unas ganas ya de quitarse los horribles zapatos de trabajo.
Luego de una breve cena, un largo baño, había podido dormir en su cama, con ayuda de una pastilla, claro.
Suspiró lentamente y se rascó la nariz. Se acomodó de lado en su cama y abrió los ojos con pereza.
¡Se había quedado dormida!
Debía estar en diez minutos en su trabajo. Y, ¡Dios!, no alcanzaría y Bob se pondría como loco, y perdería su trabajo y…
—Tranquilízate —se dijo en voz baja y comenzó a vestirse rápidamente.
No alcanzaba a maquillarse, por lo que se echó una capa de brillo labial para no parecer un horrible zombi.
Se subió a su auto y trató de encenderlo, pero nada. ¡Joder!
Se bajó del auto para revisar qué andaba mal y, se dio cuenta de que había dejado las luces encendidas, toda la noche. La batería se había descargado y tardaría mucho en cargarla.
—¡Estúpido auto! —pateó una de las ruedas, pero se arrepintió de inmediato. Se había hecho daño en el pie.
Debía tomar el metro, no lo hacía desde que había comenzado a trabajar, pero hoy debía llegar sí o sí a su trabajo.
Empezó a correr, por las calles de New York, pasó por un Starbucks y compro un café. ¡Lo necesitaría!
Emprendió nuevamente su camino hacia la estación.
Consiguió un ticket y se dispuso a correr entre la gente, que al parecer también iba atrasada. Vio a lo lejos que el metro se estaba acercando, por lo que apresuró aún más su paso.
Su celular comenzó a sonar, bajó la mirada hacia su bolso para sacarlo. Sintió que chocó fuertemente con un pecho, y paró algo aturdida, el celular, que había conseguido sacar, salió volando, en conjunto a una foto de ella y su hermana, que mantenía en su bolso todo el tiempo.
Levantó la mirada avergonzada y se topó con un lente de cámara. Respiró agitadamente y se corrió un poco para ver el rostro de la persona con la que había chocado.
—Lo siento mucho. —Se encontró con unos ojos brillantes color verde—. Iba muy apurada y… —Miró hacia el suelo y vio su celular, quiso recogerlo, pero el hombre que tenía frente a ella se apresuró a levantarlo.
—No te preocupes. —Lo observó por unos segundos antes de tomar el celular. Le había gustado su cabello, desordenado cobrizo, su rostro era firme pero tenía un aire tímido.
Supuso que tendría veinte años, todo un chiquillo con aire jovial. Cómo le gustaría volver a su tiempo de juventud.
—Oh, bueno —miró hacia al frente y se dio cuenta de que el metro ya había llegado y la gente comenzaba a subir—. Debo irme. ¡Adiós! —Se hizo a un lado y corrió directamente hacia el metro, unos segundos después la puertas se cerraron y ella desapareció entre toda la gente.
Edward sonrió embobado, y guardó su cámara en el estuche que colgaba de su cuello. Miró hacia atrás con la esperanza de verla por última vez, pero ella ya no estaba.
Miro el suelo y se encontró con una foto, la recogió y se dio cuenta de que era ella, era aquella mujer.
Apretó la foto, y guardó la imagen de la mujer más hermosa que había visto a sus, recién cumplidos, veinte años.
Salió de la estación, para seguir fotografiando las calles de New York, con la ilusión de alguna vez volver a ver aquella mujer.
¡Hola, chicas! Aquí vengo con el primer capitulo. Y si, esto es un minific. Lo que pasa es que lo principal era un OS, pero se termino alargando un poco. Espero que no me haya faltado etiquetar a alguien en FFAD.
Muchas gracias a Lizzie por batear el capitulo.
¡Espero sus reviews!
Marie.
