Bueno, esta es una nueva historia que ronda en mi mente desde hace unos meses, no será de capítulos largos y dudo que sea extensa, eso lo veré a medida que se vaya desarrollando la historia.

Todos los personajes le pertenecen a J.K Rowling

La caída del niño que vivió

Harry Potter se encontraba caminando cerca del puente caído, todo se encontraba en ruinas y se sentía terriblemente culpable por ello. Él sabía que debía estar tranquilo y que debería ser feliz puesto que la amenaza había sido erradicada, pero no lo lograba. Muchas personas habían muerto por su causa y eso lo carcomía lentamente. ¿Sería diferente si él se hubiese entregado? Posiblemente no, Voldemort no conocía de misericordias ni oportunidades y Harry estaba seguro que apenas lo matara, iría directamente a acabar con la Orden. Ese pensamiento no le tranquilizaba, cualquier final imaginado con su muerte acabaría en desgracias para el mundo mágico, de eso estaba seguro.

El pelinegro sintió un suave apretón en su hombro, no hacía falta girarse, sabía que era su novia Ginny. Dejó escapar un suspiro entrecortado para luego susurrar: -¿Esto… esto fue lo mejor? –girándose lentamente encaró a la mujer de su vida y a sus amigos allí presentes. -¿Actué sin estudiar posibilidades? Tal vez…

-Nada, Harry. Tal vez nada –dijo Hermione rotundamente. –Hicimos todo lo que pudimos, las perdidas… eran necesarias –culminó con voz rota.

Él sabía que su amiga tenía razón. En una guerra las pérdidas son necesarias, más no así menos dolorosas. Por Voldemort perdió a sus padres cuando solo era un bebé, a un compañero de Hogwarts, indirectamente había perdido a su padrino en manos de uno de sus lugartenientes más temidos… Bellatrix. Ese día se habían ido tantas personas, tantos que eran más importantes que él.

-Aun así, yo siento que pude haber hecho más… evitar tantas vidas perdidas –su vista se perdió en el gran lago.

-Tranquilo, hermano… todo va a estar bien –murmuró Ron.

¿Cómo podía decir eso si por su culpa había muerto su hermano? Nuevamente sintió ese vacío en el estómago, esa culpa que lo consumía desde lo más profundo de su ser.

-Yo…

-¿Qué está sucediendo allá? –interrumpió de pronto Ginny con temor, desde su posición podía observar movimientos dentro del castillo y el resplandor de los hechizos.

-No lo sé, vamos a ver –dijo Harry con preocupación.

Los cuatro jóvenes brujos corrieron con prisa hacia el castillo, esquivando uno que otro escombro. Tal vez lo que consiguieron no era precisamente lo que esperaban. Muchas cosas pasaron por sus mentes, una de ellas era que mortifagos renegados habían decidido vengar la muerte de su Señor, pero no encontrarlo a él.

-Es imposible… -murmuró Ron con voz temblorosa.

-¡Oh, miren! Nuestro querido Harry Potter, salvador del mundo mágico, ha llegado –la voz distorsionada de Lucius Malfoy lograba helar la sangre de todos los presentes y con un movimiento de su varita les quitó el habla inmediatamente.

El rostro del rubio comenzaba a cambiar lentamente, así como su tamaño. Su cabello platinado desapareció para solo dejar una calva en su lugar y su color notablemente blanco paso a ser pálido enfermizo. Un suspiro colectivo dio inicio a la fecha en que se conocería como el "Día Gris". Lentamente recorrió el lugar con una sonrisa en los labios, él sabía que nadie se esperaba su presencia.

-Lucius murió demostrando su valía y su lealtad –murmuró suavemente mientras deslizaba su mano perezosamente en el hombro de Narcisa Malfoy. –Él había notado como su mujer mentía y muy convenientemente recurrió a mí en los últimos minutos. Sabía bien que yo no debía morir, no por una perra codiciosa que lo único que quería era salvar a su hijo –su voz se volvía cada vez más dura.

El ambiente en el gran comedor era cada vez más tenso, nadie lograba moverse y los recién llegados estaban petrificados por su presencia. A solo horas Harry había lanzado la maldición asesina, lo cual produjo la caída de Voldemort. Sin embargo, los hechos hablaban por si solos, todo había sido una trampa.

-Incarcerous –murmuró y gruesas serpientes se enroscaron con fuerza sobre los cuerpos de Harry Potter, Hermione Granger, Ronald y Ginevra Weasley. –Les demostraré lo que les pasa a los servidores que me traicionan, pero antes…

El mago tenebroso caminó lentamente hacia la matrona de los Weasley. Solo se podía ver su rostro lleno de espanto, pero no podía emitir ningún tipo de sonido o realizar cualquier movimiento. Con un movimiento de su varita, envió el cuerpo hacia donde se encontraba Narcisa, inmóvil.

-No se preocupen, amigos míos, pronto sabrán lo que les depara el destino, pero una fiesta no se inicia sin la presencia de todos los invitados –dijo con malicia. –Hablando de invitados, acércate Draco.

Con otro movimiento de su varita obligó al joven mago a acercarse.

-¿Por esto me traicionaste? –Preguntó burlonamente a Narcisa. –Estoy muy decepcionado, eras una de mis más fieles adeptos –el mago oscuro caminaba alrededor del rubio, estudiando a quien hubiese sido uno de sus mejores lugartenientes. Él había estudiado al chico y sabía bien la magia que se encontraba escondida dentro de Draco. –Lastima, tanto poder desperdiciado…

-Mi Señor –interrumpió una voz al otro lado de la habitación donde se encontraban unos mortifagos encapuchados y aun con sus máscaras plateadas en el rostro haciendo imposible saber quienes eran. –Logramos encontrar a los padres de la sangre sucia, también Lily logró restaurar sus memorias.

Hermione comenzaba a hacérsele difícil el respirar. ¿Cómo los habían encontrado? Se había asegurado de no dejar rastro alguno.

Una sonrisa genuina se formó en los labios de Voldemort. –Mis más fieles seguidores y mi mayor secreto debo acotar… acérquense, hermanos, dejen a las ratas allí –dijo señalando donde se encontraba la madre de Draco y la Señora Weasley. –Una de las cosas que consideré en mi regreso fue revelar a mis últimas adquisiciones, pero ellos pensaron que lo mejor sería esperar hasta el final –explicó asintiendo su cabeza con energía. –Nada me gusta más que jugar con las mentes de mi enemigo, debo considerar que esta fue una de las mejores… por favor, quiten sus capas-.

Harry que aún se encontraba en estado de shock por descubrir que al que había matado no era el verdadero Voldemort, pero comenzó a quebrarse lentamente al saber quiénes eran las personas detrás de la máscara. Lily y James Potter se encontraban aún con vida, tenía que serlo porque si no eran dos personas exactamente iguales o se estaba volviendo completamente loco. La boca del pelinegro se abrió y comenzó a gritar cosas inentendibles, negaba con la cabeza e intentaba respirar, todo al mismo tiempo.

-¿Por qué, hijo mío? –murmuró Lily con voz rota. –Todo lo que tenías que hacer era morir… -se lamentó.

-¿Qué? –logró balbucear lastimeramente.

-Lo que escuchaste –dijo James con celeridad. –Renunciamos a ti hace mucho tiempo, tuvimos muchas horas para pensarlo y planearlo…

-Fingir nuestra muerte y deshacernos del maleante ese de Sirius y Remus –dijo la pelirroja con desdén. –El único que nos ayudó en todo momento fue el pobre de Peter –su voz se suavizaba a medida que sus palabras salían de sus labios-, lástima que no lograra salir de esta…

-Sí, sí… todas pérdidas importantes que estoy seguro hoy cobrarán con creces –señaló a los padres de Hermione.

Ambos lloraban mientras se abrazaban…

-Quiero matar primero al hombre –susurró con ansiedad Lily. –Muchos años encerrada me han dejado sedienta, quiero matar muggles…

-Pero tú eres una muggle –gritaba Hermione con desesperación.

Una sonrisa adornó los labios de Lily.

-Todo fue una farsa, desde el principio… mi padre me dejó con los Evans cuando cumplí nueve años… -dijo con orgullo-. Tenía que infiltrarme en Hogwarts para conseguir que el viejo impotente de Dumbledore confiara en mí, claro está.

-Tranquila, mi amor, no hace falta que les expliques nada. Solo mátalo –los ojos de la bruja se pusieron vidriosos antes de lanzar la maldición cruciatus.

El padre de Hermione lanzaba alaridos que atormentaban a la castaña. Esta gritaba y lloraba mientras que sus amarras la aprisionaban cada vez más. Mientras más forcejeaba se le hacía más difícil respirar, su visión se tornaba borrosa.

-Mi querida Lily, es hora –murmuró un Voldemort satisfecho. –Deja de jugar con nuestros invitados.

La bruja sin emitir palabra alguna lanzó un hechizo que pulverizo por completo al padre de Hermione.

-No te preocupes, tú serás la última… -murmuró excitada Lily a la madre de la castaña que se encontraba en estado catatónico.

-James, ya sabes que hacer…

Tres cosas sucedieron en ese momento… la primera, Draco Malfoy fue víctima de la maldición imperius que lo obligaba a conjurar un Avada impactando en el centro del pecho de su madre, dejándola sin vida instantáneamente; segundo, Lily y James Potter apuntando sonrientes a Hermione Granger y Ginny Weasley; y por último, una luz cegadora que distrajo brevemente a todos los presentes. En ese instante, Lily estaba segura de haber conjurado su hechizo, pero ahora no sabía a quién le había caído.

-¿Qué sucedió? –Gritó James con furia. -¿Dónde están todos?

-Lo único que sabemos es que tu hijo fue el que murió –murmuró Voldemort con ira contenida. –Los otros serán cazados…

-Buscaré su rastro…

-Tranquila querida, todo a su tiempo… -dijo Voldemort con una sonrisa en los labios antes de girarse y sonreírle a todos los presentes. –Hay que darles tiempo de lamer sus heridas.

Ahora más que nunca sus planes funcionarían, la orden estaba acabada y de eso se encargaría en ese momento. –Sectumsempra-, murmuró apuntando a Molly Weasley antes de desaparecer y quitar el hechizo que aprisionaba a todos en el lugar.

Lentamente cada uno de los presentes comenzó a caer en cuenta de todo lo que había sucedido. Fue tan rápido que no podían hacer nada. El primero en emitir sonido alguno fue Arthur Weasley, seguido por sus hijos; en tan solo una noche había perdido a dos de sus hijos y a su esposa de la manera más cruel. Por otro lado Luna caminaba hacia lo único que demostraba que el niño que vivió había muerto… sus gafas tiradas en el piso polvoriento.