Sonó la campana de fin de clases. Un joven de cabello azul grisáceo largo, de ojos azules, el derecho cubierto por su cabello, vestido con el uniforme de su instituto, pasó por el edificio de la escuela, vacío, o eso era lo que él creía.
-Vaya. Me han dejado tarde, es sólo porque el profesor quería vernos trabajar bien. Cuando vuelva a casa, me baño y me voy a hacer las tareas atrasadas. Porque sino, no podré entrenar bien. Nuestro equipo trabajó mucho para entrar en las finales.
De repente, de una sala de música se escuchó en el piano una canción preciosa y una voz angelical cantando en Inglés, para variar, pues el Instituto estaba situado en Inglaterra. El chico se acercó.
-¿Quién será? No la conozco...- Se asomó para ver a la dueña de esa voz. En vez de preguntarse tanto, decidió escuchar.
"Lost in a riddle last saturday night,
Far away at the other side
He was caught in the middle of a desesperate fight..."
Él conocía esa canción. Moonlight Shadow. Decidió unirse a la chica.
-And she never know how to pass through...the trees that whisper in the evening...carried away by a moonlight shadow...
Hizo dueto con la chica hasta esa parte. Ella paró y miró al chico. Era rubia, de ojos rojos. Tenía un cintillo blanco con moños a los lados y el uniforme del instituto.
-Preciosa voz tienes.
-Gracias.- Dijo la rubia.
-¿Siempre estás aquí?
-Después de clases, claro. En clases de música no puedo cantar así, y debo apegarme a partituras, algunas tristes y marchosas, como Imagine.
-Esa es bonita.
-También me uní al coro. Me dicen que tengo una voz armónica.
-Eso ya lo comprobé.
-Tu eres Edgar Valtinas del equipo de soccer de la escuela, ¿no?
-Asi es. Nunca oí hablar de ti.
-Soy la nueva...bueno, no tan nueva. Hace un mes que estudio aquí, pero casi nadie me conoce...- La chica le extendió la mano.- Me llamo Eliza Forest.
-Un gusto, Eliza.- Se estrecharon las manos y después Edgar se la besó, suavemente.
-Espero que podamos vernos más seguido.
-Así será. Te acompaño a tu casa, si quieres.
-No me negaría.
-Vamos, entonces.
Le tomó la mano a Eliza y se fueron de ahí, en silencio, pero felices.
