Prólogo.
Draco dejó caer la cabeza, derrotado. Miró por encima de las pestañas el cuerpo sin alma de su padre. Toda la sociedad mágica suponía un justo castigo para Lucius Abraxas Malfoy el ser entregado a los dementores para que le sometieran la mayor pena del mundo mágico: el beso del dementor, proceso por el cual la criatura mágica sorbía el alma del condenado a un castigo peor que la muerte.
Un grito agudo a su lado lo sobresalto. Era su madre que, con paso tambaleante, quiso acercarse al cuerpo de su marido, pero Draco se lo impidió, pasándole el brazo por los hombros y atrayéndola hacia él. Narcissa Malfoy se derrumbó sobre el pecho de su hijo y sollozó.
-Ya pasó, madre, tranquila- le susurró Draco en el oído.
Mientras murmuraba esas palabras alzó la vista hacia el final de la sala. En ella estaban el primer ministro de Magia y juez en el juicio contra Lucius, Kingsley Shacklebolt, el jefe de aurores y causante del encarcelamiento de su padre, Harry Potter, y la maldita sangre sucia que había hecho que su padre fuera condenado al beso del dementor, Hermione Granger.
Hermione Granger, aparte de ser una del las heroínas del mundo mágico por haber ayudado a Harry Potter a deshacerse de Voldemort para siempre, era una abogada que trabajaba para el Ministerio de Magia, y había sido una de las testigos fundamentales en la causa contra Lucius Malfoy. Ni Draco ni su madre estuvieron presentes en el juicio contra el cabeza de familia, pero Draco estaba seguro que tanto Hermione como Harry (no contaba con Ronald Weasley, el tercer integrante del grupo, era demasiado blandengue) habían utilizado todos sus recursos para conseguir el beso del dementor para Lucius. Estaba convencido. Después de todo, ellos siempre habían odiado a Draco, por su manera de hacerles la vida imposible en Hogwarts, el colegio de magia en el que se conocieron.
Haciendo un esfuerzo por no derrumbarse, miró a la castaña a los ojos. El rostro de Hermione transmitía serenidad y una honda compasión al mirarlo a los ojos. Draco sintió hervir la rabia en su interior. ¿Ella se atrevía a mirarlo como si le diera pena? ¿Ella, que había sido la responsable de que su padre estuviera en ese estado?
En ese momento, con sus miradas aún conectadas, Draco tomó una decisión. Delante de él estaban las tres personas que habían condenado a su padre, y él se iba a vengar de todos ellos. Su vida iba a ser un infierno y, en ese infierno, el demonio iba a ser él.
