Primero que nada, esta es una pareja muy extraña y seguro han entrado a ver el fic porque dijeron -¿Qué demonios?- Pero mi punto, es, denme una oportunidad, estoy loca y por ende escribo cosas locas.

Bueno aquí les va damas y caballeros.

Capítulo 1

¿Sentimientos? Imposible

La recta final se acercaba, la perla estaba básicamente completa y no había muchas esperanzas para recuperarla, por ello, tal como la sacerdotisa Kikyo había dicho, sólo quedaba destruirla junto con Naraku, quien ante la muerte de Kagura, puesto que la muy tonta intentó traicionarlo, creó una extensión más, una que no fue lo que esperaba en ningún sentido. Era cruel y seguía sus órdenes sin importa qué, eso no lo discutía; es más, así lo prefería, pero era demasiado extraño y muy curioso a la hora de cosas que no se relacionaban con la perla.

Byakuya era imprudente con sus comentarios por el sólo hecho de que nunca se los guardaba, además tenía una extraña obsesión por querer arrebatarle una palabra de la boca a Kanna.

Pero nada de esto le importaba al medio demonio. Mientras él no se lo escurriera de las manos, no habría problema.

Y la historia ahora comienza, una tarde nublada, al menos en la fortaleza fantasma oculta del alma más curiosa y en pena que existiera, o del demonio con mejor olfato de todo el sengoku.

Adentro en una habitación vacía, salvo por una cama extendida en el suelo, se encontraba Byakuya, sin nada que hacer. A veces se preguntaba por qué demonios lo habían traído al mundo a morir de aburrimiento ¡Por todos los cielos! ¡Faltaba sólo un endemoniado fragmento! ¿Él que culpa tenía? En fin, tal vez buscar a la pequeña de color blanco que andaba como alma en pena por los pasillos le daría algo que hacer.

Se levantó con total indolencia a ver si de casualidad podía encontrarla, después de todo, si Naraku no la llamaba, solía estar desaparecida.

Pero cuál fue su sorpresa al encontrarla exactamente a fuera de la habitación, y eso sólo significaba que Naraku les tenía un encargo.

No era su día de suerte.

-¿Qué tenemos que hacer?- le preguntó rodando sus ojos azules con fastidio, suspirando como si ya hubiera hecho todos los quehaceres del hogar.

Pero la pequeña no respondió, se limitó a dar media vuelta, haciendo que "su hermano por título" la siguiera si verse en la necesidad de usar palabras.

La siguió hasta el exterior de la mansión y más allá. Caminaban por el bosque sin articular sonido alguno, conformándose con el trinito de los pájaros y el crujir de los follajes de las copas de los árboles.

Era aburrido ¡Su vida era aburrida! Si alguien lo matara, se ganaría su eterna gratitud.

-Kanna- la llamó tratando de hablar aunque fuera con una maldita persona.

No recibió respuesta.

-Como quieras, tú nunca dices nada- bufó molesto, cruzándose de brazos.

Pero entonces, notó que ella se detuvo al lado de un tronco cuyas raíces ocultaban una cueva pequeña, más una madriguera que otra cosa.

-¿Qué hay ahí?- le preguntó observando a Kanna agacharse y tomar un panal de saimyosho de ese escondrijo.

¿Habían venido por un panal perdido?

-¿Qué?- preguntó al ver que ella se lo extendía ¿Ahora también debía llevarlo? Ella ni siquiera cargaba su espejo.

-Cárgalo tú- sentenció dando media vuelta de regreso al castillo.

-Byakuya- lo llamó ella, ganándose el asombro de su acompañante por hablarle tomando la iniciativa, aun así cayó en cuenta de que no lo llamaba por una sandez, había una presencia demoniaca fuerte en ese lugar. Se trataba de un monstruo. Vaya… no cabía duda de que era su día de suerte.

La tierra comenzó a moverse debajo de ellos, como si una serpiente la rompiera desde abajo.

De inmediato notó que esa ruptura del terreno iba directo hacia Kanna, y él no iba a ajustar cuentas con Naraku.

Saltó a tomarla en brazos, subiéndolos a ambos hasta la rama de un árbol.

-Oye mocosa- dijo tirando de la oreja de Kanna –, no tengo porque salvarte, hazte cargo de ti misma.

-No te lo pedí- susurró con su voz pacífica y vacía.

Eso era cierto, pero la idea de Naraku haciéndolo pagar por la destrucción de su extensión favorita, era detestable.

-Claro- dijo volviendo a levantarla en brazos al ver que el árbol caería por obra de la serpiente gigante, saltando directo a otra rama.

Si la serpiente no salía, era imposible combatirla. Sería mejor irse, al fin y al cabo no era una amenaza.

-Volaremos- decidió tomando la grulla de papel de su ropa, sacándolos a ambos de una reverenda sandez como ese monstruo débil.

-El panal- dijo Kanna.

Volteó notando que ella ya no tenía nada entre sus manos blancas.

-Tú lo perdiste- dijo devolviendo su mirada hacia el frente.

-El encargo era para ti.

¿Estaba soñando? Ella de algún modo inició un conversación, él respondió y luego ella. No era normal. Aun así…

-¿Para mí? ¿Entonces por qué has venido?

Pero ella no respondió (otra vez)

-Kanna- dijo deteniéndose en el aire, descendiendo hasta los lindes de una aldea.

Ella no entendía bien, porque se detuvo, pero la realidad era que no le molestaba, no sabía bien ni le interesaba el porqué, pero la compañía de Byakuya le restaba un vacío constante que yacía en su pecho, y eso era extraño, pues ella jamás había sentido dentro de ella la calidez que sentía en su cuerpo cuando los rayos del sol tocaban su rostro, por esa razón lo había acompañado

-¿Por qué me acompañaste? Más bien ¿Por qué me engañaste? No me dijiste que esta tarea era sólo para mí (absurda y redundante) pero era mía.

Durante un momento hubo silencio. Byakuya pensaba que ya no le respondería, por lo mucho que había hablado en el día; en cambio ella no sabía que responder, aunque le diera igual no tener respuesta.

La última extensión de Naraku se arrodilló frente a ella, dejando su rostro a una nariz del de Kanna, tratando de ver en esos profundos ojos negros alguna clase de respuesta.

-Eres imposible- dijo resignado, volviendo a ponerse de pie.

Entonces, ambos dieron media vuelta al escuchar un ruido proveniente de los arbustos, percatándose de la presencia de unos niños que corrían por su pelota perdida, la cual rodó hasta los pies de Kanna.

-¡Oye, pásala!- grito uno de los pequeños.

Sin embargo Kanna no quiso hacerlo, no le interesaban los asuntos de los niños y mucho menos sus cosas, pero algo en el fondo le hacía cosquillas. Era parecido al deseo de estar con ellos. Eran de su misma estatura, y se veía que se divertían. Se preguntaba, qué se sentiría estar con ellos aunque fuera una tarde.

Por otro lado Byakuya miraba estoico la escena. Que ganas de cortarles las cabezas a los niños y largarse de una buena vez, aun así, se daba cuenta de que Kanna pensaba en algo. Solía bajar la mirada si pensaba, eso lo había aprendido hace poco.

¿Qué pesaría? ¿Sería a cerca de los niños? Tal vez no le vendría mal leer su mente. Si pudiera, no obstante, quizás aunque pudiera, escucharía el mismo sonido que hace el viento al adentrarse a una cueva vacía.

-Bueno, como quieras- dijo molesto uno de los niños, aquel que se veía más regordete y con cara de maldoso, corriendo por la pelota, no sin antes darle un empujón a Kanna que la dejó de sentón en el suelo terroso.

Byaluya no hizo nada, tan sólo siguió con la mirada a los niños hasta perderlos tras los mismos arbustos por los que aparecieron, agradeciendo que no se dieran cuenta de lo que eran él y Kanna, de lo contrario, hubiera habido un disturbio innecesario, por no decir ridículo.

Miró hacia Kanna y se acercó a levantarla sin preocuparse de más, pues sabía bien que ella no había sufrido humillación o tristeza alguna, tan sólo sacudió la tierra del vestido blanco, pues por alguna razón, le agradaba mucho verla completamente limpia, y sin vestigio de agitación.

-Humanos- farfulló por lo bajo, acomodando el cabello de Kanna en su lugar.

Le gustaba cuidarla, era entretenido mantener una pieza hermosa y perfecta tal cual.

-¿Por qué se molestaron?- le preguntó Kanna a su acompañante.

No se esperaba una interrogante a cerca de lo que pasó, pero no era de sorprenderse.

-Porque no les respondiste. La gente se acostumbra a que le respondan- explicó poniéndose de pie, levantándola en su espalda –. No hagas mucho caso, al fin y al cabo no eres como ellos, ni tu ni yo.

La explicación no la inmutó, aclaró una duda y ya.

Y a la caída del atardecer, ambos caminaron directo al castillo, pensando en cómo explicar que no recuperaron a los fastidiosos insectos. Pero más que cualquier otra cosa, ambos se sentían incómodos y molestos. Al estar tan cerca y al tocarse, al sentir al otro, podían percibir una calidez muy extraña crecer en donde se supone que debían estar sus corazones. Era una calidez, que traía paz, era dulce y reconfortante, y es por eso mismo que a ambos les repugnaba y les daba unas tremendas nauseas.

Ay que nervios…. Estuvo cortito, pero es un pequeña introducción más que otra cosa. A ver comenten y yo los leo.

Miren les voy a explicar el contexto, habrá más emoción más adelante, ahorita estuvo muy lento y algo pesado, pero quiero que sepan que una vez hecha esta intro, toda va ser más rápido.

P.D. Ya sé que pensaran algunos. Se supone que ambos vendrían siendo algo así como hermanos, pero la verdad eso a mí de "hermanos" se me hace muy subjetivo, porque son creaciones, aunque del mismo ser, pero son seres individuales. En fin, mi punto de vista

Chao.

Actualizaré cada día