Summary completo: [Pasado poco más de un año de que el pozo sellara, una nueva travesía se posará frente a Kagome: siendo la pieza principal del triunfo de "El Elegido "contra "El Innombrable"; afrontando la soledad, para después reencontrarse con personas conocidas y reencarnaciones de personas que ella conocía. Todo esto, causará que la Miko tenga una moral alta e imposible de romper. La criatura espero por siglos el volver a verla, ya no tenía que esperar más, y había valido la pena.]

Prólogo

Si bien, la vida de uno mismo es completamente propia, junto con sus decisiones, actos, pensamientos y a lo que conlleva ese grupo de cualidades equívocas y algunas veces inequívocas. También, toda vida se le considera normal. Pero, hay que tener en cuenta de que solo hay unos cuantos grupos de excepciones ante la regla de "persona normal".

Y ella era una dentro de esos tantos grupos.

Se podría dar un ejemplo de ese extraño portal que estaba guardado en la casilla "prohibida" (ni tanto prohibida que digamos) donde se escondía un pozo que, al cruzarlo, viajaba quinientos años atrás.

Más de ahí, su madre y su padre tenían que ver. Dándolo más importancia a su padre, que en paz descanse.

Además de ser una Miko de parte de la familia Inoue (apellido de soltera de su madre, y apellido de su abuelo), era una bruja (O hechicera, como prefieran). Loco, ¿No? Su padre, Yusuke Higurashi, era de una familia altamente reconocida en la comunidad oculta, a diferencia de su madre, que era la única bruja en su familia, hasta que nació ella.

Y ella, con sorpresa, no era la única con una vida "no-normal"; su hermano menor tiene las mismas facultades que ella, cosa que sorprendió a su familia.

Kagome Higurashi, Miko de Japón, reencarnación de la poderosa sacerdotisa Kikyo, era una bruja.

Y como tal que significa la palabra "bruja", también conlleva a unos pequeños, y no tan pequeños, problemas.

Llevar una doble vida entre la época actual y quinientos años atrás, no fue fácil.

Y llevar una doble vida entre sus amigos sin magia y su vida con tal elemento, tampoco lo es.

Lo único que ella extrañaba más que nada, era a Inuyasha. Por lo menos, ella pensó, él la hubiese hecho sentir que no estaba sola.

Capítulo primero:

El eco de pasos resonando en la casilla de madera, no bastó para sacarla de su ensoñación. Y eso bien sabía que preocupaba de sobremanera a su familia (o a lo que queda de ella). Con su mirada color chocolate, recorrió vagamente el alfeizar del Pozo Devora Huesos, a la vez que cerraba los ojos para sentir la leve briza que entraba por la puerta.

-¿Kagome? – llamó la voz de Naomi Higurashi.

Lentamente, la nombrada se volteó para ver a su madre, mostrando un brillo apagado y neutral en sus ojos hacia la mujer mayor.

-¿Sucede algo, mamá? – devolvió con voz suave y cálida.

La mujer de cabellos cortos y color canela, sonrió.

-Ven a tomar té, hablaremos. – no era una invitación. Era una orden sutil. Y eso llamó la atención de su hija.

Ella quedó quieta sin emociones, mirando a su madre salir de la casilla del pozo. Una vez ella salió de ella y su campo de vista, Kagome se volteó al pozo.

Se levantó del lugar donde pasaba el primero de cada mes (estaban a principios de agosto), y miró dentro del agujero con los ojos casi lagrimeando y con suma melancolía. Acarició la madera vieja con sus dedos delicadamente, con temor a que se desmorone en cualquier momento, y subió los pocos escalones que la llevaban fuera de ese lugar.

Algo le decía que no iba a volver a ver al pozo durante mucho tiempo.

Una ráfaga de viento la azotó, revoloteándole los largos cabellos color azabache, anunciando un gran cambio y casi como reconfortándola.

Kagura… pensó ella, sonriente. Siempre la había parecido injusta la muerte de esa mujer en el Sengoku, a pesar de que estaba en bando enemigo, lo único que había deseado ferviente era la libertad… ser libre como el viento.

Elevó la vista al cielo, que se mostraba de un color gris oscuro. Parecía que en cualquier momento iba a largarse a llover con fuerza.

Pudo observar a Buyo, su gato, corretear perezosamente por los arbustos que rodeaban el templo, mientras vigilaba unas aves que se encontraban en una mesita con varios bonsáis.

-Ven, Buyo… - agarró al gordo gato antes de que se lanzara a la caza, y lo llevó entre sus brazos, caminando hacia la casa. El felino hizo un bufido de fastidio.

Pensó en lo que había hecho este último año.

Su vida había vuelto a su habitual normalidad (dentro de lo que cabía) como antes de que esa mujer cien-pies, el pozo e Inuyasha aparecieran en su vida.

Había retomado sus clases, siendo atormentada por sus amigas Eri, Ayumi y Yuka preguntando por Inuyasha (a lo que desvió el tema a otra cosa); Hoyo seguía comunicándose con ella (Ya que había entrado a una preparatoria solo para muchachos), siguiendo con su amistad; Los profesores de su nuevo colegio no sabían de sus "problemas de salud", por lo que solo se justificó los primeros días con estado de depresión después de su misteriosa desaparición (por culpa de Naraku y la perla).

No había tenido ningún atraso en las materias este año, haciéndola sentir extraña y con una gran satisfacción.

Pero si tenía que elegir entre luchar con demonios o hacer trabajos para el colegio… elegía mil veces lo primero si eso significaba volver a ver a…

Tropezó, y detuvo el hilo de sus pensamientos, después sacudió la cabeza, mientras abrazaba a su gato, y abría la puerta de su hogar.

Al entrar, percibió la presencia de Sota en la sala, viendo Rurouni Kenshin, un animé que le gustaba a los dos. Detectó la presencia de su madre en la cocina, y la de su abuelo en su dormitorio, durmiendo una siesta.

Dejó a Buyo en el piso, y se dirigió a la cocina. Al pasar por la sala, despeinó levemente el cabello oscuro de su hermano, quien la saludo distraídamente. Parecía más interesado en la pelea "Kenshin versus Makoto Shishio" que en los "mimos" que ella le daba.

Rio levemente, y entró a la cocina.

Su madre desvió la vista de lo que sea que estaba leyendo, y le volvió a sonreír.

-¿Qué sucede, mamá? – preguntó la menor con voz suave y curiosa.

-Decidí un par de cosas, no es nada de qué preocuparse, querida… - su madre hizo el periódico a un lado, y extendió hacia Kagome un pedazo de pergamino. – Solo que voy a tener que arreglar todo para irnos a un lugar especial para mí. – su madre, siempre tan críptica.

-¿Irnos? –preguntó casi en un grito. - ¿Irnos a dónde? – casi entró en histeria. - ¿Por qué?

-Eso me temo, hija. – suspiró tristemente por los sentimientos de su niña. – es necesario, porque Sota está por cumplir los once, y sabes lo que eso implica. – la miro de manera seria. – además, quiero que completes estos últimos dos años para que sea de manera legal y a pedido de tu padre.

-¿De mi padre? – ella pestañeó, y miró de forma recelosa el pergamino. - ¿Hablas de…?

-Sí, de eso. – completó Naomi. – esta carta me la mando expresamente el director del colegio. – ella sonrió levemente, nostálgica. – para resumir… me pide que me haga cargo de la materia con más dificultades de conseguir profesor que hay. – rio levemente, mientras que Kagome solo sonreía, adivinando la materia. – sabe de ti… y de Sota… y me pidió que le haga ese favor antes de dejarle el puesto a la vice directora. – cuando terminó de hablar, miró a su hija, esperando.

-¿Y si…? - comenzó ella, susurrando. - ¿Y si el pozo se abre cuando no estamos, mamá? – preguntó con terror.

Ante eso, Naomi compuso una expresión de tristeza hacia su hija y le tomó las manos.

-Sé que no quieres… y comprendo lo que sientes… - Kagome tembló levemente. – pero no puedes estar esperando el momento de que se abra… Yo no creo que Inuyasha quiera que te pases toda tu vida sentada frente a un pozo viejo, con la escasa esperanza de volverse a ver... y más con un dolor y una tristeza como la tuya… y con dos vidas que han sufrido por un mismo ser… - la mujer acarició las manos de la joven, apretándolas levemente.

-Yo sé… mamá. Yo sé… - Kagome soltó un suspiró pesado y quebrado. Se recompuso enseguida. – pero…

-Va a ser difícil… eso no se duda… - le interrumpió ella. – sin embargo, al no tener tu educación mágica completa, corres el riesgo de que tu magia salga de control y genere desastres a tu alrededor. – explicó como si estuviera en una clase, como maestra. – Al terminar eso, tú, por lo menos, puedes volver a la ciudad… - su madre insistió.

La Miko quedó en silencio por unos largos segundos.

-Está bien… iremos. – aunque lo había dicho con tristeza, la verdad quería conocer más sobre el mundo donde su padre provenía. Con ese paso, se sentía un poco más cerca de él. – Ahora que tocas el tema del colegio… ¿Tienes amigos en Inglaterra, mamá? – preguntó mientras recargaba su mentón en sus manos.

-Los tenía… - suspiró tristemente. – dos están muertos, dos están locos en el hospital San Mungo, dos desconozco de lo hayan hecho y una parece que también murió… - ella carraspeó ante la cara desencajada de su hija. – en realidad, cuando nos fuimos con tu padre de Inglaterra, había una guerra. – explicó ella. – Albus me comunicó que esa guerra se reinició hace más de un año… por lo que serán tiempos difíciles… - suspiró tristemente.

-¿Qué materia impartirás? – Sota, que había terminado de ver la televisión, se sumó a la charla.

-Transfiguración. – dijo alegremente. – Siempre se me ha dado bien. – rio levemente y guardó el pedazo de pergamino. – Me pide que enseñe Defensa Contra las Artes Oscuras… pero estoy más cómoda con Transfiguración… Si bien, no saqué pasaje para el avión, ya llamaré a la aerolínea para que tengamos los pasajes para dentro de una semana.

Kagome y Sota tragaron en seco.

-¿En una semana? – casi se quedan sin voz.

-Si... – comentó Naomi, le sirvió un té a su hija y una tibia leche achocolatada a su hijo. – Las clases empiezan el primero de septiembre, y hay que conseguir los uniformes, los libros y demás… - le restó importancia. – como tú no has trabajado con varita, Kagome, te será mucho más fácil el aprender y concentrarte por tu sangre de sacerdotisa. – le confió sin dejar de sonreír. – Sota, tendrás que hacerlo con una varita, - se dirigió a su hijo. – ya que tus poderes espirituales no son tan intensos y fuertes como los de tu hermana.

-No importa eso, mamá. – el chico parecía casi saltar de la emoción. Pero se quedó quieto al tomar de su taza de leche. La matriarca Higurashi sacó de las altas alacenas un paquete de galletitas variedad, las colocó en un bol, y lo dejó entre los dos hermanos.

-También hay que informar a la escuela. – saltó Kagome, masticando distraídamente una galletita.

-No te preocupes por eso, cariño. – insistió su madre. – ya, cuando tenga los boletos, iré a cada colegio y retiraré todo su expediente e informar sus traslados a un mismo internado.

-¿Por qué internado? – Preguntó el chico, imitando a su hermana. - ¿Hogwarts es uno? – preguntó con curiosidad.

-Sí, pero es como una segunda casa. – explicó su madre con paciencia.

-Entonces, para mí, una tercera. – suspiró la Miko, casi incomodando a su hermano. El amor que le tenía a la época feudal, era palpable.

-Iré a comprar los boletos… - Naomi le besó la mejilla a su hija, le revolvió el cabello a su hijo, y se perdió en el pasillo que daba a las escaleras.

-¿Cómo crees que sea? – preguntó el chico, adaptando una posición de vago.

-Sinceramente, no lo sé. – suspiró Kagome. – Aunque… esa guerra… Creo que mamá no sabe mucho de lo que sucede en ella…

-Entonces, hay que informarse a penas tengamos una oportunidad. – Sota adoptó un tono de expresión muy parecido al de Inuyasha antes de ponerse a luchar, que a Kagome le hizo reír casi al mismo tiempo de tomar un sorbo de su té.

-Tú no vas a meterte en ningún lio sin siquiera por lo menos haber aprendido a sentir una presencia en un radio de tres cuadras. – advirtió su hermana, parándole el entusiasmo. Sota la miró con la boca abierta, para después bufar, sin tener otra alternativa.

El resto de la tarde, la pasaron especulando como podría ser este próximo año lectivo. Al entrar la noche, justo cuando se extrañaron que no se oliera el aroma a la cena, su madre arribó nuevamente en la cocina y se dispuso a preparar un sencillo ramen casero.

-¿Pudiste pedir los boletos, mamá? – habló Kagome, mientras acompañaba a su hermano, preparando la mesa.

-Sí, - Naomi apagó el fuego de la hornalla, sin dejar de revolver los fideos. – nos los trae mañana el presidente de la aerolínea. – se puso pensativamente extrañada. – supongo que será para advertir sobre el "extraño" clima que habita en Londres. – hizo una mueca.

-¿Extraño clima? – preguntó Sota, dejando cuatro pares de palillos en la mesa.

-La niebla es lo que mayormente habita en estos tiempos de guerra en Inglaterra. – explicó con escalofríos. – y esa niebla es causada por los Dementores cuando se reproducen. – Kagome frunció el ceño, y Sota quedó sorprendido.

-¿Cómo se elimina a un Dementor? – preguntó el chico, ya con escalofríos.

-No se le puede eliminar, Sota. – saltó su hermana. – a un Dementor se le puede repeler con un único hechizo.

-¿Cuál, cuál? – insistió él, haciendo sonreír a su madre y su hermana.

-Se le llama "Encantamiento Patronus", y las palabras que se tienen que decir son: Expecto Patronum. – Continuó su madre, ejemplificando con su varita en su bolsillo en su delantal, y haciendo aparecer una paloma plateada. – Pero… - cuando la paloma desapareció, adoptó una expresión severa. – con las palabras no basta…

-… El encantamiento es una forma positiva. Todo lo contrario de un Dementor, - continuó su hermana. – que se alimenta de los recuerdos felices que tiene una persona, solo dejando los más tristes y terribles que nos habitan. – el menor de los Higurashi, dio un respingo. – Y cuando uno está cerca, el aire se vuelve frío y tenso.

-Dan miedo… - susurró Sota, estremeciéndose. Naomi sonrió, mientras miraba aprobatoriamente a su hija.

-Para lograr que el encantamiento salga a la perfección, - retomó Kagome, como si estuviera en una lección con su madre. – se necesita un recuerdo sumamente feliz lo suficientemente grande para que el Patronus salga en forma corpórea. – Kagome hizo una pausa, uniendo sus manos, manteniendo los dos dedos índices completamente unidos, mientras que los demás estaban entrelazados. Cerró los ojos, recordando los rostros de sus amigos en la era feudal.

-Kagome… - su madre puso un tono de advertencia. – No lo has practicado nunca, hija…

-Déjala, mamá… - le susurró su hijo, interrumpiéndola. – Quiero ver… - se paró en seco, cuando una niebla plateada, rodeaba las manos de su hermana.

Expecto Patronum! – Kagome soltó aire con voz potente, a la vez que abría los ojos y expulsaba energía hacia fuera.

-¡Maravilloso, hija! – exclamó su madre, maravillada, viendo la forma de su encantamiento revolotear de un lado a otro. – Pero… - Su madre titubeo y Sota rio. Kagome abrió un ojo, mirando sin dejar de concentrarse. – es un poco grande… - En efecto, era un poco más grande que un San Bernardo, más blanco que plateado y con una line plateada oscura debajo de sus ojos del mismo color y a cada lado de su rostro. Parecía un demonio en forma animal.

Inuyasha... Pensó Kagome, al ver que tenía cierto parecido con su descontrol demoníaco.

El resto de la noche, Kagome quedó en silencio, rememorando la forma de su Patronus.

A la mañana siguiente, Kagome se levantó de un salto al escuchar un estruendo del otro lado de la pared de su habitación. Sin cambiarse el pijama, agarró su arco, corrió y pateó la puerta de al lado de su cuarto, apuntando hacia el tumulto de valijas de viaje que había en el suelo.

-¿Quién…? ¿Ah? – la Miko bajó su arco, mientras que una gotita estilo animé se corría por su cabeza. - ¿Abuelo? – preguntó ella con incredulidad.

-¿Qué haces con ese arco, Kagome? – Preguntó Sota con su ropa de entre casa, parecía que también se había alertado por el ruido.

-No… No es nada… Estoy un poco paranoica. – se excusó ella, mientras se colgaba el arco en la espalda y deshacía la flecha de energía. Entró a la habitación, y ayudó a su abuelo. - ¿Estás bien, abuelo? – preguntó con cariño.

-Solo con un chichón, Kagome… No es nada. – rezongó el aciano, sobándose la cabeza.

-Bueno… Me iré a cambiar. - Kagome negó con la cabeza mientras regresaba a su habitación.

A las nueve y media, despedían a su madre, quien iba a la secundaria de Sota y a la preparatoria de Kagome dejando instrucciones a su abuelo en atender al presidente de la aerolínea que traería los boletos. Pero su abuelo se había ido quince minutos después que su madre, olvidándose y dejándola a cargo.

A la media hora, siendo viernes, sus amigas la visitaron, extrañada por haber faltado a clases el día de ayer.

-¿Te encuentras bien? – Ayumi, como siempre, amable y cálida. – Nos preocupamos mucho cuando faltaste ayer. – su rostro expresaba preocupación genuina.

-Pensábamos que habías vuelto a enfermar, Kagome… - comentó Yuka, girando los ojos.

-Además, hoy había suerte, los profesores de segundo tuvieron que hacer un recuento de lo que iban a tomar en los exámenes de mitad de año. – aportó Eri de forma pensativa.

-Yo estoy perfectamente. – les tranquilizó ella. – Solo que ayer falté por nostalgia… - hizo un movimiento de "no tiene importancia" ante la mirada interrogadora de sus amigas. – Y hoy no iba a ir de todos modos… - se encogió de hombros y prosiguió: - Voy a conocer más de mi padre.

-¿Tu padre? – preguntaron las tres al mismo tiempo.

-Sí. – sonrió ella. – Con Sota y mi mamá, nos vamos a Inglaterra. – eso hizo que sus amigas contuvieran el aire, sorprendidas.

-¡¿Qué?! – chillaron las tres, aturdiéndola y mareándola.

-¡Eso es muy lejos! – protestó Eri, mientras que Ayumi se ponía triste. Yuka no decía nada, solo fruncía el ceño.

-lo sé… - sonrió Kagome. – Sota y yo vamos a ir a un mismo internado. – explicó ella. – Mamá va a enseñar… eh… - pensó en un segundo. – Cálculo y el abuelo se queda aquí en el Templo. – resumió con un poco de dificultad.

-¿Por qué tienes que ir? – Preguntó Ayumi, llorosa. Kagome contuvo en rodar los ojos, pero la abrazó en forma de consuelo.

-es la última voluntad de mi padre en estudiar en ese internado. – volvió a repetir ella. El silencio retornó por unos segundos. - ¿Quieren té? – ofreció ella, incómoda.

-Está bien… - accedieron Ayumi y Yuka.

-Yo quiero un café. – Eri arrugó su nariz. – y fuerte. – agregó con vacilación.

-Bien… - susurró la Miko, levantándose y yéndose a la cocina, seguida de sus amigas.

Cinco segundos después, con el agua a calentar, y preparando unos sencillos canapés dulces, el timbre resonó en toda la casa.

-¡Sota! – llamó Kagome, encendiendo el pequeño equipo de música. - ¿Puedes atender la puerta? Debe ser el empresario que trae los boletos para Londres. – Su hermano asintió y se precipitó hacia la puerta, a la vez que Kagome volvía con sus amigas y canturreaban Flower, de Gackt.

-Buenos días. – saludó una voz inexpresiva cuando abrió la puerta.

Sota pestañeó, y curiosamente para él, vio algo familiar en el individuo de traje, cabellos largos y plateados y mirada serena y calculadora. Dos líneas moradas se dibujaban a cada lado de su rostro.

-Buenos días, señor. – contestó el chico, saliendo de su ensoñación.

-¿Se encuentra alguien mayor, muchacho? - preguntó con amabilidad.

-Mi… hermana. – contestó, todavía pensativo. - ¿Lo he visto antes? – le preguntó con curiosidad.

El hombre levantó una ceja, extrañado y visiblemente curioso, ladeando el rostro.

-Lo siento. No te he visto en toda mi existencia. – le dijo cordialmente.

-Entonces es solo mi imaginación. – Sota frunció el ceño, y lo dejó pasar. – Ya llamo a mi hermana. Por favor, espere sentado en la sala. – el hombre, frunciendo ligeramente el ceño, aceptó, siguiéndolo hacia la espaciosa sala. A penas entró a la casa, lo notó.

Este aroma es…

-¡Kagome! – llamó el niño, entrando a la cocina. – está aquí. – anunció él. A continuación, frunció el ceño. – pero me parece conocido. – acotó mientras que se rascaba el mentón.

-¿Conocido? – se extrañó ella, sirviéndole la taza de café correspondiente a Eri.

-Si… - y luego se fue a su habitación.

-¡Más vale que vayas a ordenar tu cuarto y tus maletas, Sota Higurashi! – exclamó su hermana al ver que subía por las escaleras. – no están las maletas para antes de la cena y le hechizo con el encantamientos de las cosquillas. – dijo en un susurro en tono de amenaza. Y su hermano lo escuchó, por lo que salió disparado hacia arriba.

Caminó unos cuantos pasos por la sala, centrando su mirada color chocolate fundido, en el individuo que la miraba fijamente. Quien estaba frente a ella, con su clásica mirada serena e inmutable, era quien menos se esperó que estuviera en su casa.

La conmoción le llegó, haciendo que abriera desmesuradamente los ojos.

-No-puede-ser… - susurró ella en tono audible, casi con una leve sonrisa en su rostro.


Nota de la Autora:

¡Dios! ¡Cuanto hace que no hago esto! ¡Y me alegra volver en (de alguna forma) menor medida!

No pidan mucho con esto, porque estoy estudiando para rendir cinco exámenes y estoy a ful con todo.

Vamos de a poco.

Tengo, también, un CROSSOVER de Sailor Moon y Harry Potter en proceso, que voy a forzar a terminarlo. Si les interesa, está en mi perfil la primera parte y la segunda (que está incompleta). ñ.ñ

Bueno, pues, ¡Pregunten lo que quieran y comente de forma que yo pueda hacer de este nuvo proyecto algo mejor y fantabuloso! (?)

~Besos!

Serenity94