El suave bamboleo del autobús, la adormecía, mientras su mente intentaba seguir hilando sus ideas, sin mucho éxito en realidad.
Estoy embarazada, no sonaba como una muy buena presentación, en realidad viéndolo detenidamente, la hacía quedar como una mujerzuela descarada, pero que más podía hacer a esas alturas. Habiendo perdido su trabajo hace un mes, por un recorte de personal despiadado y brutal, además no existía demasiado campo laboral para su profesión en la ciudad, aunado a eso, su departamento seria desahuciado en menos de dos meses más, debido a una falla en el edificio, y para rematar esos malditos vómitos no se debían al estrés. Acaricio su vientre inconscientemente, al momento que el autobús aminoraba su marcha.
¿En verdad estaba haciendo lo correcto? Se volvió a preguntar, observando a la gente bajar y subir del autobús, apenas tenía contacto con el chico, unos cuantos me divierte o me encanta en Facebook, y quizás algún tweets ocasional, y ahora muy quitada de la pena tocaría a su puerta, y le entregaría una barriga llena de problemas y dilemas morales.
El vehículo reanudo su marcha, y ella reanudo sus pensamientos, ¿Cómo se lo tomaría? Esa era la principal pregunta, ¿Bien? ¿Mal? ¿Lo reconocería? ¿Simplemente le cerraría la puerta en su cara? Cientos de preguntas sin respuestas.
Lo que lograba recordar del muchacho, era que durante su infancia y la mayor parte de su adolescencia, no tenía mucha suerte con el sexo opuesto, un negado total en relaciones sentimentales, si se lo vieran preguntado hace unos meses atrás, pero valla la ironía de la vida, dado que ahora ella era la que en verdad necesitaba que él estuviera dispuesto a iniciar una relación sentimental.
Sintió un poco de nerviosismo al entrar en esa parte de la ciudad, generalmente su vida siempre trascurrió en los suburbios, y no se sentía demasiada cómoda rodeada de edificios tan altos, pero en esos momentos en realidad no tenía mucha elección.
Gris y opacada, era la mejor descripción de esa parte de la city, o al menos era lo que podía ver desde su asiento, cuando el vehículo aminoro de nueva cuenta la velocidad, haciéndola abrazar inconscientemente su vientre — Ojala nos acepte — se arrepintió de esas palabras al momento de pronunciarlas, cerrando los ojos de furia, deseando regresar de donde venía, y dejar esa mala broma atrás.
Flash back.
Era mejor bailarín de lo que podía imaginar, demostrando una gran maestría en los movimientos de moda, ayudándole a seguirle el ritmo, ante la mirada envidiosa y atenta de las demás parejas del baile del recuento generacional.
Fin del flash back.
Abrió los ojos sintiéndose como una tonta, al sonreír ante ese recuerdo, en verdad estaba peor de lo que podía imaginar.
Tomo la dirección que lograra averiguar sin levantar demasiadas sospechas, aunque conociendo a su amiga, era obvio que no tardara demasiado en unir los puntos en primer lugar.
Ave Providence 67,Condominios Liberty, Departamento 22, leyó de nueva cuenta en esa nota mal escrita en una hoja de agenda pesimamente arrancada, suspiro antes de finalmente notar que se enfilaba sobre la citada avenida pero desde la dirección contraria en la numeración, que ella buscaba en primer lugar, nerviosamente se mordió el labio, deseando detener el tiempo, mientras en el mundo exterior el tres mil doscientos daba paso al dos mil novecientos noventa y ocho, era su imaginación o el vehículo avanzaba más deprisa, sintiendo como su estómago gruñir, y podía haber jurado que algo la pateo desde su interior debido a su nerviosismo.
Minutos después descendió con cuidado en un pequeño parque, semi sepultado por torres de acero y cristal, que a duras penas dejaban ver un cielo azul cenizo, tan diferentes al cielo abierto de los suburbios en realidad. , siendo el lugar una zona con aire melancólico la verdad, mientras las primeras luces nocturnas iluminaban desganadamente las primeras sombras de la noche, camino despacio, sin deseos de llegar, intentando no golpear con algún transeúnte apurado en su caminar, llegando inevitablemente a su destino.
Una tenue sonrisa se asomó en sus labios, ante lo que miraban sus ojos, el edificio resplandecía bajo la tenue iluminación en sus balcones, y el nombre de la torre le sonaba sumamente poético, entro un poco más animada, antes de darse cuenta que todo eso no importaba, si él ni si quiera la dejaba pasar de la puerta principal, a un que antes que enfrentarlo a él, tenía que pasar la seguridad privada.
Después de mil preguntas, de dar datos y demás, finalmente se encontraba esperando el elevador que la llevaría a su destino final, para enfrentar ese juicio de vida o muerte.
Los últimos pasos de un condenado, pensó, abandonando el elevador minutos despues, pasando bajo un pequeño arco decorativo, en el cual imagino la famosa frase de Dante Alighieri "abandona la esperanza si entras aquí".
Aliso su blusa, y se plancho con la mano el pantalón, cuidando de no agacharse demasiado rápido, limpiándose disimuladamente sus zapatos en los mismos, antes de cerciorarse en su espejo de mano el maquillaje casual, sin olvidar de acomodarse los senos para encuadrar mejor el escote, maldiciéndose por ese detalle al momento, con una pequeña grosería en voz baja, si no parecía mujerzuela hasta ese momento, con esa acción técnicamente podría catalogarse como puta.
Dio un paso hacia enfrente y después dos hacia atrás, sintiéndose más tonta a cada momento, mientras la puerta parecía impasible ante esa boba marcha que escenificaba frente a la puerta con el número 22.
Se arrepintió un segundo después de tocar el timbre, sintiendo unas enormes ganas de salir corriendo hasta llegar al elevador, y tomar el primer autobús que la alegara de ese edificio en primer lugar, pero a pesar de sus ganas de escapar, sus malditas piernas permanecías ancladas al estúpido tapete que daba la bienvenida a los visitantes.
Pasado cinco largos minutos, su corazón dejo de latir desesperado, ante la idea de que no hubiera nadie en casa, dispuesta estaba a marcharse cuando el destino le jugo en contra nuevamente.
— — ¿Jordán? — Pregunto una varonil voz, congelándola en el acto — ¿Qué haces aquí? — continuo el hombre con el interrogatorio.
Bajo la mirada apenada ante lo que le diría, mientras se abrazaba el vientre, sintiéndose a un más miserable en realidad.
— — Tenemos que hablar — —
Fueron las únicas palabras que abandonaron sus labios, dejando a un más desorientado al dueño de la casa si eso era posible en primer lugar.
