ENTRE LUNÁTICOS SE ENTIENDEN
Historia ganadora del segundo lugar del concurso de Fics de la FantastiCon 2019.
¿Qué quieres ser de grande? Luna Lovegood podía creer en diez cosas distintas antes de desayunar, pero ninguna había parecido darle la respuesta hasta el día de sus ÉXTASIS. ¿Habría imaginado alguien que no seguiría los pasos de su padre siendo editora del Quibbler? Luna aún no podía creer lo que había logrado ni cómo, pero ahí estaba ella, a sus dieciocho años teniendo una pasantía con nada más y nada menos que Newt Scamander, el mejor magizoologista de todos los tiempos. Su madre le había hablado mucho sobre el mago cuando era pequeña, por no mencionar que eran los libros de él los que utilizaban en Hogwarts para la materia de Cuidado de Criaturas Mágicas (obviamente en complementación con el Monstruoso Libro de los Monstruos, pero eso Hagrid no debía de saberlo).
Sintiendo los nervios a flor de piel, Luna avanzó con cautela hacia la entrada de la casa de los Scamander. A pesar de que en el exterior parecía calma, se sentía como tuviera un nido de Billywigs en el estómago, sólo faltaba que se pusiera a levitar.
—Todo va a salir bien— se recordó mentalmente, el mismo Harry se lo había dicho aquella mañana, tenía que tener confianza en sí misma.
Sonrió al recordar a sus amigos, no había sido un camino fácil para ninguno de ellos, habían sido años muy difíciles, pero eso los había unido. Daba gracias a Merlín por haberlos conocido, amaba a cada uno de ellos con todo y sus locuras.
—¿Se te perdió algo?— una voz grave la sacó de sus pensamientos, no había notado que la puerta se había abierto y ante ella se encontraba un chico de unos 20 años, de cabello castaño, algo alborotado, sus ojos oscuros la miraron con gracia, aunque su rostro se mantenía serio. El chico tenía la nariz algo alargada y sus facciones eran algo marcadas, Luna pudo distinguir un camino de pecas que se abría extendiéndose suavemente desde sus mejillas hasta el puente de su nariz.
—No lo creo— le respondió con seguridad—. ¿Está el señor Scamander?
El chico entrecerró los ojos, parecía como si le tuviera algo de desconfianza y Luna lo entendía, hacía cosa de un año el Mundo Mágico había estado viviendo en medio del caos de la Guerra.
—Eso depende de quién lo busca.
—Lovegood, Luna Lovegood— se presentó.
Una sonrisa de entendimiento dibujó el rostro del chico.
—Con que eres la nueva.
Luna frunció el ceño, ¿a qué se refería?
Justo en ese momento la puerta se abrió un poco más y detrás del chico se asomó un mago con aspecto mayor pero jovial.
—¡Señor Scamader!— le saludó Luna al reconocerlo. Él mismo había estado como examinador en los ÉXTASIS y luego de que Luna demostrase gran conocimiento sobre los Demiguise se había acercado a ofrecerle el trabajo como su asistente temporal.
—Señorita Lovegood, un placer verla de nuevo— le respondió Newt Scamander con alegría—. Rolf, ¿podrías avisarle a tu abuela que estaré un rato en el sótano?— el aludido pareció visiblemente abatido.
Luna entendió entonces que aquél chico debía de ser Rolf Scamander, el nieto del magizoologista. Ella había oído hablar de él, ya que no habían compartido generación y Rolf no había sido parte de ningún grupo en Hogwarts, solían decir que el chico era un completo ermitaño que sólo se la pasaba en la Biblioteca o en algún lugar cercano al Bosque Prohibido, había pertenecido a la casa de Hufflepuff como su abuelo, pero muchos pensaban que debía haber quedado en Ravenclaw por la inteligencia que demostraba.
—Ven a buscarnos en una hora, ¿si?— le pidió Newt a su nieto, que sólo se limitó a asentir mientras veía como su abuelo llevaba a Luna Lovegood hasta el sótano mágico donde guardaban los Animales Fantásticos que su abuelo había ido adoptando con el paso de los años.
Sólo esperaba que esta chica durase un poco más que el chico anterior, su abuelo tenía una tendencia a hacer que sus asistentes renunciaran a las horas de haberles contratado, según su abuela la única que había podido llevarle el ritmo había sido una tal Bunty, legendaria por siempre llevarse mal con el kelpie de su abuelo.
—¿Y?— preguntó con algo de ansiedad en la voz su abuela cuando Rolf se le unió en la biblioteca donde se encontraba leyendo una de las ediciones del Diario Mágico Americano que siempre le traían desde el otro lado del charco. Rolf siempre había considerado aquello como una pequeña excentricidad.
—No lo sé, me aterra que el abuelo esté tan emocionado, la chica parece frágil.
Había pasado casi una hora cuando Rolf se atrevió a bajar al sótano. Dínamo, uno de los Kneazels de su abuelo le siguió pisándole los talones. Al entrar en el lugar lo primero con lo que se topó fue con un par de zapatillas tiradas en el suelo, las reconoció como las mismas que llevaba puestas la chica Lovegood. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
—¿Abuelo?
Silencio.
Un chillido lo puso en alerta. Con velocidad se dirigió a donde procedía el ruido. Para su asombro, su abuelo se encontraba aplaudiendo a algo arriba de su cabeza. Rolf dirigió su mirada al techo encantado. No podía creer lo que estaba viendo. La chica rubia estaba montada en el Granian como si fuera un pony, volando en círculos sobre sus cabezas.
—Pero, ¿qué…?
—Es fantástica, ¿no es cierto?— le preguntó emocionado su abuelo—. Jamás vi a alguien que pudiera controlar tan fácil a Rohesia.
—Pero…
—Lo sé.
Luna Lovegood y el Granian aterrizaron con suavidad en la hierba encantada del claro que su abuelo había ideado para la criatura.
—¡Maravilloso!— exclamó entusiasmado Newt—. No veía a alguien natural desde mi madre, ella adoraba todo tipo de criaturas aladas. ¿Sabías que criaba Hipogrifos?— esto último lo añadió dirigiéndose a su nieto, que aún miraba la escena estupefacto.
—Algo me contaste, sí.
Luna se acercó sonriente, su cabello rubio se encontraba más alborotado que antes y sus mejillas estaban algo sonrosadas, pero fueron sus ojos azules saltones lo que más le llamó la atención a Rolf, brillaban como los huevos de un Occamy.
—¡Excelente, maravilloso!— exclamó con felicidad su abuelo mientras tomaba a Luna por los hombros para dirigirla a lo que Rolf reconoció como el lago donde descansaba uno de los kelpies que su abuelo cuidaba.
Sintió que algo le caía en el pie, se trataba de un Niffler bebé que intentaba escapar de su alcance llevándose algo brillante.
—Maureen, ¿qué tienes ahí?— Rolf tomó al pequeño Niffler entre sus manos y con cuidado le hizo cosquillas para que soltara su tesoro, se trataba de un pendiente con forma de remolacha, uno muy similar al que Luna Lovegood había estado utilizando hasta ese momento. Sin saber por qué, se apresuró a guardárselo en el bolsillo, sintió sus mejillas arder ante lo que acababa de hacer, sabía que debía de devolver aquello, pero algo le impulsaba a no hacerlo. Sentía mucha curiosidad por esa extraña chica, que parecía ser tan lunática con los animales como lo era su abuelo.
Sonrió al ver cómo Newt animado le contaba acerca de cómo una vez un Erumpet se le había escapado en medio de Nueva York y cómo había tenido que hacer para regresarlo a su maleta.
—¿Maleta?— le escuchó preguntar a Luna con intriga y emoción.
Sí, aquella muchacha no se iría como el resto y no cabía duda que entre lunáticos se entendían.
