Prologo
Oigo el rechinar rítmico de la cama y me concentro en ello, lo guardo, lo atesoro, trato de perderme en ella, trato de volverla un laberinto metafórico de esta realidad insulsa, para no rendirme ni perderme en esta locura tormentosa cargada de frenesí que se mueve sobre mí, quiero perderme en esos molestos chillidos de madera antes de sucumbir nuevamente antes sus caricias y besos, me sumerjo en ese rechinido sollozante para no oír e ignorar esos roncos y masculinos gemidos.
Y allí, cuando me creí a salvo en ese loco mundo habitado solo por las voces de madera muerta, aparece nuevamente mi arcángel, su oscura mirada, malévola, perversa y sobre todo fría, no entiendo si es solo por el odio que siento hacia ese hombre o es acaso que esa mirada jamás ha reflejado sentimiento alguno. Me mira, me examina, desnuda cada detalle, me hace vulnerable a su presencia y como siempre mi cabeza vira instintivamente, protegiéndose, pretendiendo escapar estúpida e infantilmente. Escucho su resoplido, su habitual enfado y sin esfuerzo ni consentimiento me volea como si no fuese nada, se levanta cambiando de posición y comienzan nuevamente los rechinidos, pero esta vez ya no pueden llevarme a su mundo. Las caricias de sus manos sobre mi cuerpo, sus labios fríos que recorren mi cuello y su miembro caliente encienden mis entrañas, poco a poco voy perdiendo esta batalla agónica que siempre tubo dueño. Puedo vislumbrar su sonrisa en mi mente, la sonrisa de esos demoniacos, perversos y tentadores labios que siempre disfruta el verme vencida en su macabro juego. Siempre es lo mismo. Desde que comenzó este juego y me convertí en su juguete.
Uno tras otros mis gemidos llenan el lugar y un nuevo mundo de deseo, lujuria y dolor envuelven nuestros cuerpos fundidos el uno con el otro. Los rechinidos, jadeos, ronquidos ahora son simples espectadores de aquel acto tan mortal y pagano, bailan, gozan y mueren dentro de ese frenesí de embestidas y suplicas para luego desaparecer, junto con todo, en una gran ola de placer. Ha ocurrido otra vez, otra vez he sido usada, de nuevo a jugado conmigo.
Me abraza torpemente y mi ser, mis brazos e incluso mis labios reaccionan a él, la inconciencia de mi persona me hace olvidar y me hace sentir cosas que realmente no entiendo y no debería sentir, quizás sea por temor o quizás sea porque el único momento en el que el actúa torpemente es cuando me abraza.
Otra vez así, otra vez el temor, la vergüenza, el odio, la furia y ese otro sentimiento que no puedo explicar, quizás ya debería estar acostumbrada a esta vida, debe ser eso, porque desde que lo vi caminar entre los jardines sabía que acabaría en esta cama rendida ante él y sus perversiones.
Lo oigo respirar y el ruido de madera rechinando, gruñidos y gemidos vuelven a mi mente. Odio ser ultrajada por él, odio sentir el sudor de su piel encima, odio el aroma que desprende su cuerpo y odio como me hace sentir, desearía matarlo y acabar con todo, pero no puedo porque muy en el fondo aún sigo siendo la vieja Hinata, la torpe e inocente campesina que jamás creyó ver maldad en el único hombre que jamás amaría.
