PRÓLOGO
Suiseiseki caminaba apresuradamente hacia los baños del instituto. Se dio cuenta de que los demás alumnos se apartaban a medida que se acercaba, la mayoría por miedo, aunque en sus miradas se veía claramente una extraña admiración. La heterocroma sonrío ante eso. No podía negar que se divertía cuando los demás le miraban así, e iniciaban una lucha interior, sin saber si apartarse de ella por lógica, para no salir heridos, o acercarse para poder mirarla con fascinación.
Claro, eso era lo que hacían los demás, pero no todos, había una persona... Suiseiseki gruñó, y negó con la cabeza
-Esa mocosa molesta... ni siquiera merece la pena recordar su estúpido nombre.- Y así, frunció el ceño malhumorada. Suiseiseki se introdujo en el baño, a la espera de poder fumarse un cigarrillo. Sí, hacía poco tiempo que había comenzado a fumar. Una actividad tan podrida como ella.
Suiseiseki divagó un rato sin entrar en ningún cubículo, hasta que de repente escuchó algo. Afinó su oído, para escucharlo otra vez, esta vez más claro. No pudo evitar que una sonrisa forzada apareciese en su cara, y se obligó a creer que llorar era de débiles, y que sentía lástima por la niña que estaría llorando.
Pero eso no podía ser cierto, no.
Porque reconocía esos sollozos demasiado bien.
Esa persona que tanto odiaba, estaba llorando.
Souseiseki estaba llorando.
