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He aquí una nueva historia que por fin me he decidido a escribir, pensar en el título ha sido toda una hazaña, espero que haya sido el adecuado y haya llamado tu atención. Muchas cosas sucederán a lo largo de esta crónica, no será una historia demasiado larga bueno, para mí larga es como de 50 capítulos, y espero de verdad que ¡la disfrutes al máximo! Y estaría encantada de que me dieras tu opinión (y lo podrás hacer, presionando el botón de "Go" que está al final de la página), ¡MIL GRACIAS!

Introducción: Los libros de Harry Potter por fin han terminado de publicarse y han dejado las puertas abiertas a muchas historias a todos los que amamos esta serie, es por eso, que en esta historia nos situamos en un futuro un tanto lejano, hasta para nosotros, donde nuevas aventuras han de suceder, nuevos enigmas y el descubrimiento de situaciones que en el pasado estuvieron ocultas, cosas que Rowling omitió en los libros, cosas que nos dejarían perplejos de haberlas sabido, es por eso, que he venido a cumplir esa labor, vengo a relatarles la historia de cómo las cosas han de suceder y la revelación de un par de secretos guardados.

Disclaimer: Todos los personajes de esta historia, incluyendo al guapísimo cuarentón Draco Malfoy, pertenecen a J. K. Rowling, con excepción de "Valezka Vablatsky" y todos los relativos a ella. Todo lo que escriba aquí está en mi imaginación, Rowling debe tener otro universo en la cabeza, pero para esto es lo que pasó y lo que pasará.

Nota: Por cierto, quisiera aclarar que en la sección de carateres que está en la parte superior, después de la clasificación, el idioma y el género, coloqué a éstos personajes porque creo que son los más importantes de mi historia, ¡pero no son pareja! ¡Por Merlín, son padre e hijo! Sólo los puse para facilitar la búsqueda en Fan Fiction.


NUNQUAM

Memorias de las serpientes

Capítulo I: De escarnio y amistad


De haber tenido la oportunidad de elegir, habría escogido un camino diametralmente opuesto.

Pero no había marcha atrás, lo hecho, hecho está y estaba claro que ni con un giratiempos podría modificar su pasado. A pesar de ello, el remordimiento no inundaba su mente. Lo que lo mantenía alterado, era su porvenir y el de su familia, si cabía, porque a pesar de ser un maldito egoísta, una mínima parte de su ser lo hacía pensar en los demás, aunque claro, no en cualquiera, sino en los más allegados a él.

Y sin embargo, su imagen, su honor, su orgullo, su ego, le impedían demostrar un ápice de sus inquietudes, porque él era el frío, el calculador, el impasible e inescrutable Malfoy, Draco Malfoy.


— ¡Slytherin! —vociferó el sombrero seleccionador, visiblemente enmendado, ante los emocionados alumnos en su primer día de estancia en el gran colegio de magia y hechicería: Hogwarts, que recitaba el conocido "draco dormiens nunquam titillandus" bajo su escudo.

El muchacho, cuyo rostro se ocultaba bajo un sombrero que le quedaba enorme, se levantó casi a saltos de nerviosismo y prisas corriendo hacia la mesa que le correspondía. El profesor Longbottom corrió tras él para quitarle el sombrero, afortunadamente alcanzó la punta y se lo quitó antes de que se alejara más. El rostro del muchacho se convirtió en un auténtico jitomate después de darse cuenta de lo que había sucedido, su cabello negro le cubría la frente llena de sudor frío y sus ojitos verdes brillaban con entusiasmo y miedo al mismo tiempo. Papá le había dicho que no habría problemas si se quedaba en Slytherin, pero eso no había logrado calmar del todo el hecho de ser como una especie de oveja negra en su familia.

— Hola —saludó amablemente a los más cercanos a su lugar, los slytherins en general eran bastante fríos, ni siquiera aplaudían cuando un nuevo integrante se unía a la tropa, y claro, Albus no fue la excepción. Algunos le veían como bicho raro, pero la mayoría no hacía otra cosa más que ignorarlo, igual que ignoraban a cualquier otra persona.

Pasaron aproximadamente 15 minutos cuando supo lo que venía sabiendo desde un principio: su prima Rose había sido seleccionada para Gryffindor. Ya podía escuchar las burlas de su hermano mayor en cada oportunidad que tuviera, en clases, en los pasillos, en los descansos, en las comidas, en los jardines, sí, gracias a James, sería el hazmerreír oficial de la familia, incluyendo a los Weasley.

Pero por extraño que pareciese, esto no le preocupaba demasiado, viéndolo desde un punto de vista más objetivo, él era el único diferente de la familia, era el más especial. Bueno, no lo suficiente como para compararse con su padre, con decir que hasta salía en los cromos de las ranas de chocolate, al igual que mamá y sus tíos Ron y Hermione. Sí, todos eran especiales a su alrededor, y ahora, siendo un slytherin, él lo sería también, aunque no fuera reconocido por todos aún, como lo había sido su padre en sus épocas de estudiante.

Los días a partir de aquel, fueron bastante inesperados. Su hermano, de quien esperaba desprecio y burlas, se había acercado a él casi inmediatamente que pudo para brindarle su apoyo, le dijo que seguiría siendo su hermano y que no debería olvidar JAMÁS sus raíces, Albus hubiera llorado de la emoción si su hermano no le hubiera propinado un golpe de camaradería demasiado fuerte en el hombro, por lo que lo único que pudo hacer fue dedicarle una mirada asesina y un simple "gracias" que sonó bastante mordaz. De vez en cuando se lo topaba y se saludaban como quien se ve todos los días, así que todo seguía igual. Lo mismo sucedió con mamá y papá que lo felicitaron mediante una carta y le reiteraron que era parte de la familia y que se esforzara mucho por ser un slytherin ejemplar, por otro lado, el tío Ron le escribió que era una deshonra para la familia y que no se atreviera a llamarlo tío NUNCA más, días después recibió otra carta de la tía Hermione pidiéndole disculpas y asegurándole que todo era una broma, y que había castigado suficientemente a al tío Ron.

Albus estaba a gusto, aunque no del todo feliz.

Generalizando a la congregación slytherin, podría decir con gran seguridad que eran una bola de apáticos insociales con cara de fastidio, eran bastante ermitaños y poco parlantes. Si acaso se reunían para comentar algún chisme que afortunada o desafortunadamente no llegaban a sus vírgenes oídos.

Así, en cada oportunidad que tenía, se sentaba con Rose, ya fueran en las clases, los descansos o en el gran comedor, aunque ya se había hecho de un bonche de amigas un tanto exasperantemente precoces que ya andaban en busca de novio, jalaban para todos lados juntas como moscas tras la miel, y cuando se les ocurría ir al baño, donde usualmente tardaban siglos en salir (o al menos eso le parecía a Albus), era insoportable estarlas esperando, así que decidía pasarse a retirar. Bueno era que Rose aún era bastante infantil y seguía congeniando bien con él. Si no fuera por eso, sería un ente del todo taciturno y solitario.

Y así, pasó todo el año, y el siguiente año también. Su hermana había sido seleccionada para Gryffindor, como era de esperar, lo mismo que su primo Hugo. La navidad y las vacaciones de verano las pasaba con su familia, y con el primo Ted. En la cena de navidad y en año nuevo, la abuela le propinaba tantos abrazos y besos como le era posible, con el motivo de que "no se sintiera excluido por ser un slytherin", y en las vacaciones de verano habían demasiados festejos como para darse cuenta de que era el diferente de la familia, de hecho, estando en conjunto nadie mencionaba nada al respecto, se comportaban como lo habían hecho siempre antes de que entrara a Hogwarts, nada había cambiado en absoluto, o al menos eso era lo que parecía.

En slytherin cada quien se iba por su lado, y él se iba por el suyo, siendo honesto, era bastante triste ser un slytherin, la única diferencia entre las casas era su zona de dormir y su escudo en el uniforme, el resto era igual. Albus podía pasarse el día en la biblioteca, o en los jardines con sus hermanos, su primo Hugo o con Rose, y regresar hasta tarde al dormitorio de slytherin, lo cual no haría ninguna diferencia a que si fuera un gryffindor.

Poco a poco llegó a la conclusión de que en slytherin estaban generalmente familias ricas y sangre-puras (aunque no siempre ambos juntos) y que lo único que se hacía ahí era crear relaciones públicas, si de la suerte te volvías el mejor amigo del hijo del director de la Sociedad Mágica de Administración de Finanzas del Ministerio, ya tenías la vida resuelta, la desventaja era que tal persona no existía, sólo era un ejemplo en su cabeza.

Un día, ya estando en tercer año, sin más decidió sentarse en un sillón amplio de su sala común. La sala común de slytherin no era del todo agradable, era fría, húmeda, lúgubre y oscura, ni siquiera se veía lo suficientemente bien como para hacer la tarea, lo que lo forzaba a acudir a la biblioteca para poder realizarla. Pero ese día, decidió que no entregaría nada de tarea al día siguiente, con 13 años ya se sentía lo suficientemente maduro como para decidir lo que le importaba y lo que no, de esta manera asumió que no le importaba reprobar Cuidado de Criaturas Mágicas, que Merlín bendijera el gigantón tío Hagrid, pero la mera verdad es que era una clase o aburridísima o peligrosísima, y de cualquier manera, en cuanto tuviera la oportunidad, se libraría de ella.

— Hazte a un lado, Potter —escuchó a una voz fría y arrastrada. No fue difícil identificarla, porque era la misma vocecita, de niño que se hace el grandullón, que en cada clase levantaba la mano con entusiasmo para participar de los cuestionamientos que planteaban los profesores. Su actitud le recordaba a las anécdotas que el tío Ron hacía sobre su esposa, siempre obsesionada por ser la primera en todo. Pues así era este pequeño engreído y altanero rubio, que además de todo, era bastante genio, era la competencia directa y motivo de constantes riñas y debates intelectualoides de Rose, se hacían pedazos a palabras hasta que el profesor en turno les ponía un alto. Afortunadamente de ahí no salía, porque el resto del tiempo tan sólo se ignoraban—. Queremos jugar ajedrez, así que muévete.

Con todo el ánimo que podía, Albus se dio cuenta de que sus músculos no iban a moverse, tenía demasiada flojera, así que sus posibilidades se reducían a dos opciones: pedirle a Malfoy que lo levitara hasta un nuevo asiento o mandarlo al cuerno, y cualquiera de las dos haría que el joven plateado enardeciera por dentro, al final no tuvo opción más que decirle:

— Vete al demonio Malfoy, estoy descansando —el aludido, con su impasible y sepulcral rostro lograba canalizar absolutamente todos sus sentimientos y parecer imperturbable, la única que lograba sacarlo de sus cabales era Rose. Aunque, sus ojos resplandecieron con furia reprimida, sí, sus ojos eran la ventana a sus emociones, aunque pocos o nadie lo sabían, pero Albus lo había notado: sus ojos brillaban cuando estaba eufórico, enardecido o excitado. Albus tenía esa pequeña cualidad, era capaz de observar atentamente a las personas y analizar sus rasgos y actitudes, casi podía predecir lo que sucedería o diría a continuación.

— No me obligues a hacer algo de lo que, evidentemente, no me arrepentiré —le dijo con aparente calma. La cabeza de Albus daba vueltas, ¿por qué era este chico tan pérfido? ¿Qué tenía en contra del pobrecito mundo? Aunque debería estar agradecido porque no era al único al que trataba de esa manera, hasta eso, si alguna virtud se le podía encontrar a Malfoy, era eso, no discriminaba, a todos los trataba por igual: como seres esperpénticos de clase inferior, aunque por lo general despreciaba tantito más a los sangre-sucias, aunque no hiciera mención de la sangre. De pronto, se le prendió el foco.

— Te reto a jugar contra mí —le dijo de pronto el morochito. Malfoy arqueó una ceja como quien no entiende lo que le acaban de decir.

— Yo no juego si no hay una apuesta de por medio, y dudo que alguien como tú pueda pagar una deuda de mi altura.

— Eso es algo que no te consta, y puede que tú no ganes —Albus ponía la cara más sangrona de la que era capaz, Malfoy era un genio, y, aunque eso no lo hacía el campeón de la estrategia, sí hacía dudar a Albus acerca de sus posibilidades de ganar una partida como esa—. Si lo que en realidad te preocupa es que metamos dinero en este asunto, podemos apostar algo más —Malfoy no reaccionó por unos segundos.

— Lárguense —ordenó a los chicos que venían con él, quienes obedecieron apresurados como si fueran elfos domésticos subordinados a sus caprichos—. ¿Qué pides?

— Si yo gano, tendrás que fingir que eres mi amigo por una semana, eso incluye codearte con Rose en los descansos —Malfoy colocó una cara de asco bastante fingida, pero no hizo ninguna otra expresión.

— Muy bien —meditó por unos momentos antes de decir lo que él quería si él ganaba—, pero si yo gano, tu serás mi esclavo, mi perrito faldero y mi mascota por UN MES —remarcó sus últimas palabras.

— ¡¿Estás demente?! —espetó Albus alterado—. ¡Eso es demasiado tiempo!

— He dicho —aclaró el rubio—. ¿Acaso temes perder? —se burló, y eso fue más que suficiente para prender el ego de Albus, porque algo de slytherin tenía que tener, y eso era el EGO. En vez de responder, se sentó bien y tocó dos veces la mesa que tenía enfrente con el dedo índice, indicándole que colocara el tablero. Dicho y hecho, Malfoy se sentó frente a él y colocó el ajedrez que automáticamente, a través de magia, acomodó todas sus piezas.

Decir que la batalla fue corta y rápida sería una vil mentira. El juego les tomó al menos una semana para concluir, lo dejaban con un seguro mágico, que sólo podían romper estando los dos presentes, para que nadie lo modificara mientras estaban en clases o se iban a dormir. La profesora Vablatsky, de Defensa Contra las Artes Oscuras, y jefa de la casa de Slytherin, mostró su desaprobación ante Malfoy cuando éste reconoció que no había hecho la tarea, cosa que había sido rarísima en él y cuya oportunidad no perdió Rose para echarle una mirada de suficiencia.

Fue reñida y extenuante, al final sólo le quedaban un peón, un caballo, una torre y su rey a Albus. Era previsible que no iba a ganar, casi desde el principio le había devorado las más de sus piezas y el resto del tiempo había servido para escapar e intentar atacar. Por el otro lado, Malfoy mantenía en pie a su reina, dos caballos, un alfil y por supuesto al rey. Fue el sábado, que ni siquiera fueron a Hogsmeade por estar jugando, que la batalla llegó a su fin, haciendo un esfuerzo descomunal por mantener la atención de Malfoy lejos de su peón, logró llevarlo hasta el final del tablero y convertirlo en reina, y este elemento fue detonante y determinante, con una reina en sus manos, Albus fue capaz de encerrar por fin al rey de Malfoy y llevarlo a un límpido jaque mate que terminaría con la guerra.

Aunque Malfoy no lo demostró, en su interior sintió una sorpresa y una irritación muy profundas, se sentía devastado, denigrado, repudiado, deshonrado. ¿Cómo era posible que un insignificante insecto sin raíces mágicas bien fundadas lo derrotara? ¿Él que era el más inteligente de su grado? (Que únicamente se la llevaba al tú por tú con la estúpida e insoportable Weasley, ¡Merlín quisiera que se ahogara en el lago y fuera tragada por el calamar gigante!) ¡¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?!

— Tu pago comienza mañana —mencionó Albus con calma, como si en realidad no le interesara ni le pareciera demasiado trascendental lo que acababa de ocurrir.

Pero se equivocaba, porque a partir de esta apuesta, y este juego de mesa, vinieron más y más y más, tantos que terminaron por crear una especie de amistad bastante sui géneris. Se convirtió en una amistad sin precedentes, que de la noche a la mañana surgió tan natural como la salida del sol.

Llegaron al grado de llamarse por sus nombres, aunque todo empezó como una burla hacia el protocolo slytherin, donde todos, fueran amigos o no, se llamaban por su apellido. Scorpius prefería llamar "Severus" a Albus, porque le parecía más apropiado, a llamarlo como el fallecido director de Hogwarts que sobresalió tanto por sus escándalos pos-mortis. Seguramente tenía esa forma de pensar influido por sus padres, más tarde se enteraría Albus de que la madre de Scorpius mantenía un ejemplar de la biografía de Dumbledore, escrita por Rita Skeeter, en la sección de sus libros preferidos.

Rose se acostumbró a la presencia de Scorpius, no dejaron de discutir, claro, parecían dos chiquillos que a cada oportunidad que tenían aplastaban al otro, no faltaban las burlas, los sarcasmos, y de vez en cuando el maltrato físico.

La niña terminó por divorciarse totalmente de sus amigas leoninas, puesto que pasaba tanto tiempo con Albus y con Scorpius, que las chicas decidieron darle el cortón. La pelirroja sufrió un tiempo por este suceso, puesto que las chicas de su dormitorio la despreciaban por juntarse con un par de slytherins, al principio era aceptable porque era su primo, el hijo del héroe Harry Potter, pero ¿Malfoy?, ¿cómo había terminado juntándose con el exponente más sobresaliente de los pro-todossoninferioresamí? Sí, por un tiempo le afectó, pero al final decidió mandar a todos los que la juzgaran al diablo, porque de cualquier manera lo que tenía con Scorpius no podía llamarse amistad, era más bien como una aberración, una necesidad por estar con el otro para tener con quien discutir, en quien descargar la furia.

Y entonces, un trío nuevo se fundó, pero esta vez no fue de oro, puesto que dos plateados eran parte de él. Se les veía por los pasillos caminar, aunque rara vez venían tranquilos. Albus era el que siempre tenía que ir en medio, porque si Rose y Scorpius chocaban hombros, era suficiente motivo para comenzar una discusión y un pleito.

Albus era el menguador de sus corajes, mientras él estuviera presente, las discusiones no se volvían demasiado escandalosas, pero ¡ay, de aquel que se topara con Rose y Scorpius mientras no estaba Albus! Porque no se soportaban, con trabajos podían hablarse sin gritonear.

Todos los días era lo mismo, en la mañana se topaban para desayunar, se iban a clases y en los descansos estaban juntos, y cuando era tiempo de terminar las clases, pasaban un rato en los terrenos exteriores de la escuela y después iban a hacer una que otra tarea en la biblioteca, finalmente se separaban ya entrada la noche (antes del toque de queda, claro está) para ir a su sala común correspondiente. Incluso ir a Hogsmeade se había convertido en un dolor de cabeza para quienes anduvieran alrededor. Albus se admiraba a sí mismo, el muy humilde, por tener la capacidad y la paciencia de tolerarlos, pero muy dentro de sí, sabía que a esos dos les gustaba andar juntos, porque de no ser así ya hubieran dado la media vuelta y regresado a su vida anterior.

Se necesitaban los tres, porque sin Albus, se agarrarían las greñas, eso seguro; además de que se había vuelto la pelotita y el confidente de los dos, es decir, cuando uno quedaba muy irritado del otro, Albus era perfecto para soltarle toda la perorata en contra, y de repente Albus estaba del lado de uno, y de repente estaba del lado del otro. Y sin embargo, se necesitaban entre ellos para tener con quien desquitarse, porque ambos tenían un temperamento en extremo frágil, pero de no ser por ello, reprimir todas aquellas eufóricas emociones que los invadían, podría incluso hacerlos vomitar sangre. A Albus le costaba trabajo comprender cómo había aguantado tanto tiempo el rubio, o quizá no tenía nada de qué quejarse en realidad.

Y así pasó el tiempo, impávido, incontenible, incontrolable.

Terminaron por acostumbrarse no solo al otro, si no a sí mismos, y lograron llevarse de una manera estable, siempre hablándose con sarcasmos e ironías, pero al menos ya sabían a lo que se atenían y esta forma de vida poco rentable les había acomodado de maravilla a los tres.