Diario de la máscara
Una castaña con cabello rebelde; ojos almendrados y expresivos; labios carnosos y rosados; inteligencia sobrenatural y maña por meterse en problemas estaba caminando sola en los pasillos del colegio más importante de Inglaterra, Hogwarts, el colegio de magia y hechicería. Eran pasadas las diez de la mañana, iba tarde para la clase de pociones que ese año vería con el profesor Horace Slughorn, se había distraído leyendo un libro espectacular que su madre le había regalado cuando era una chiquilla, pero que siempre que podía leía con ansias, el caballero de la armadura oxidada.
Realmente fue su primer libro, el cual devoro y para mayor emoción de sus padres, ese fue solo el inicio de una millonada de libros que habían pasado por sus hábiles ojos y ansioso cerebro adicto de conocimiento.
- Disculpa – dijo cuando sintió chocar contra una espalda oscura. Era la de un hombre alto vestido de negro por completo. Cuando alzo su mirada para ver el rostro de su víctima, cerró sus labios instantáneamente.
- ¡Carajo! – espeto él con desagrado. Su voz destilaba veneno y desagrado. - ¡Fíjate por donde vas, inmunda! – Desdén y denigración albergaban en sus oraciones.
- ¡Eres un idiota! – Replico la castaña con furia. Miro de arriba abajo a Malfoy y le lanzo su mejor mirada asesina, pero ya era tarde. El rubio se había largado, dejando una estela de ira y algo más que la castaña no descifro.
Cuando se agacho a recoger la pluma y pergamino que había tirado en el piso por el tropezón, encontró algo que sin duda no era de ella. Y si no era de ella, solo podía haber sido de alguien que hacía pocos segundos la había ofendido. No se había dado cuenta de haberlo tirado porque él en su rabieta colérica estaba cargado por varios tomos de libros que se veían bastante pesados, viejos y gastados, pergaminos gigantes y ese libro que no tenía idea que era; había caído debajo de su pergamino, por eso no lo había notado y ahora con el pequeño librillo de gamuza color morado en sus manos que resplandecía por poseer un broche de oro con forma de dragón en el centro de su estructura y un espacio para poder abrirlo, una llave, necesitaba una llave para abrirlo.
- ¿Qué será esto? – Se preguntó a sí misma un segundo mientras acariciaba la suave gamuza con sus dedos. La castaña tenía un debate moral en su interior. ¿Debía entregarlo? ¿Debía leerlo?
¿Qué debía hacer? ¿Y si en ese libro estaba escrito alguna pista que indiciara que Draco Malfoy era un mortifago como Harry lo había afirmado desde el primer día de sexto año? ¿Y si… - Si hago ese conjuro… - susurraba. Hablar le hacía pensar con más claridad. Decidió no ir a clases, daría una excusa convincente, total ese año no se le estaba dando muy bien las pociones.
Camino hasta su habitación compartida y exhalo todo el aire que tenía acumulado en sus pulmones, en todo el camino temió inmensamente que el rubio prepotente la interceptara y quitara el libro. Pero no lo vio, ni pista de él. Eso le hizo sentir siniestra y al mismo tiempo temerosa. No tenía idea que era lo que estaba en sus manos, no había ningún sello, tampoco habían alguna inscripción, solo era gamuza morada oscura, con el dije dragonial y listo. Sobrio, misterioso y sobretodo sofisticado. Las hojas que se veían de lejos, eran de color negro, era un libro que le estaba comenzando a intrigar demasiado.
Ella, la perfecta prefecta estaba a punto de hacer algo completamente amoral.
Algo que no haría comúnmente, pero algo en su interior, que no sabía que era… si curiosidad, intriga o una mezcla de muchas cosas le incitaban a probar su hechizo nuevo y además, usarlo contra él.
La castaña saco su varita de la túnica que tenía puesta y apunto alrededor de su cama, las cortinas se cerraron y la dejaron a ella encerrada en su cama, escondida de miradas curiosas y teniendo en cuenta a las cotillas que tenía como compañeras, más le valía colocar además un muro de contención.
Cuando estuvo completamente camuflajeada por las sombras, cortinas y magia. Apunto su varita al libro morado. El libro que cambiaría su vida.
La curiosidad innata de los seres humanos es lo que ha hecho que descubramos las grandes cosas que nos han llevado a evolucionar, ejemplos básicos son: el fuego, sexo, revolución industrial, pero también nos ha llevado a los desastres que han amenazado con abolirnos como raza humana, como seres integros y/o hasta individuos con personalidades fundamentadas con fuego.
La leona más inteligente en décadas estaba a punto de derrumbar sus creencias, sus pensamientos estaban a punto de tomar un matiz tan diferente que la harían navegar por los lindes de lo desconocido. Algo tan desconocido que la ahogarían.
Porque la prepotencia del chico que conocía como Draco Malfoy mutaría para transformarse en sofisticación, elegancia y sobretodo lealtad de un hombre que ella no sabía que existía.
- Dominus clavis – un pequeño destello de luz morada salió de la varita de la castaña. Se adentró en el agujero del dije y sonó un pequeño clic que hizo erizar todos los vellos de su piel. El hechizo había funcionado y con el, se abrió el libro. - ¿Qué hay aquí? – Pregunto en un suspiro cargado de ansiedad. Con los dedos temblorosos abrió la tapa del libro, sentir la suavidad de la gamuza no le hizo más que provocar otro escalofríos, estaba a punto de descubrir algo y no sabía que sería o si estaba preparada para ello.
Para Draco Malfoy Black.
De su madre, la mujer que siempre lo amará más que a su propia existencia.
Cielo, recuerda que la elegancia es algo particular en un Malfoy, pero recuerda siempre, que la inteligencia es característico de un Black.
Te amo con toda mi alma, desde el día en que supe que crecías en mi vientre hasta el día en que dejemos de existir en el cosmos, es decir, jamás. Porque somos eternos, aunque no diga estás palabras con rutina, tómalas como algo eterno e imposible de cambiar.
Escribe tu esencia en estas hojas en blanco, nunca olvides quien eres, mi amor.
Hermione tenía una mano en su boca para evitar que los gritos histéricos de impresión salieran de su cavidad y avisaran a toda la población del colegio que se había vuelto loca.
Con cuidado paso la primera hoja. Con una caligrafía espectacular, digna de envidiar, no como la de Harry que era bonita pero tosca o como la de Ron que era completamente garrafal. Esta tenía las curvas adecuadas, altura, inclinación, definitivamente había recibido clases particulares de caligrafía en su infancia. Típico de la alcurnia.
-Este diario pertenece a Draco Abraxas Malfoy-
Inhalo con lentitud, exhalo nuevamente y paso la hoja. Lo que estaba por hacer no era para nada adecuado, para nada.
31 de agosto, un día para empezar Hogwarts. El compromiso es grande, demasiado para una persona tan pequeña como yo. No ser como mi padre, avergonzarlo… o peor no ser asignado para la casa de Slytherin sería la deshonra para mi familia. ¿Qué dirían mis ancestros? Tengo miedo a no ser lo que se espera. Y tener miedo me hace causa más rabia aún, no tendría por qué dudar de mí, mis capacidades son suficientes para ser todo lo que debe ser un Malfoy, he sido educado de la mejor manera, aprendido etiqueta, tengo la mejor clase del mundo mágico y además por mis venas corre la sangre más pura del mundo.
Aun así…
Esa era su primer escrito. Hermione boqueo unas cuantas veces. Su corazón palpitaba con fuerza, ¿Era un diario personal? ¿Qué debía hacer? Él se daría cuenta y ataría cabos, seis años estudiando con el insoportable hurón le habían corroborado que bruto no era. Estaba en aprietos, su curiosidad había sido una indiscreta. Y como si su mente y su cuerpo estuvieran dirigidos por comandos diferentes sus dedos pasaron a otra hoja, la segunda hoja de su diario. Del diario personal de Draco Malfoy que había caído en las manos de la sangre sucia de Hermione Granger, amiga de Harry Potter.
01 de Septiembre. Hoy conocí a la persona que debo odiar, al compañero de clases que debo menospreciar por haber osado sobrevivir. Fue extraño tener que hacer eso, parecía muy sencillo cuando padre me lo explicaba, pero la realidad fue otra. Parecía una persona normal, un chico como yo, agradable, con inseguridades tan evidentes como las mías y también prejuicios tan evidentes como los que yo tengo con respecto a las casas, a diferencia de mí, él menospreciaba a Slytherin y yo a Gryffindor. Ambos hemos sido designados a casas diferentes, la rivalidad evidente ha sido establecida ya. El sombrero lo ha declarado así.
Tal vez ni deba escribir esto, porque es un signo de debilidad y vulgaridad muy extraño en alguien de clase como yo, pero… creo que Harry Potter y yo podríamos ser amigos.
La historia es otra.
Cargamos con cruces diferentes.
La estupefacción estaba marcada en el rostro de la castaña. No cabía en su incredulidad.
- Quería ser amigo de Harry – susurro con nostalgia la leona.
No paso a la siguiente página, esta vez escogió una al a azar. Unas 50 hojas después. Tenía miedo de que encontrar, pero la curiosidad ya había cavado un hoyo extenso y no podría parar ahora aunque quisiera. Las llamas del infierno la estaban comenzando a calentar los pies, porque lo que hacía ella sabía que era indebido.
- 15 de octubre – comenzó a decir la ojimiel mientras leía, era un escrito extenso; en ese momento estaban en segundo año.
Es extraño pensar en lo que acabo de hacer, siento algo en la boca de mi estómago que jamás había sentido antes. Desde que tengo memoria, mi padre me ha dicho, educado y reprendido como debo comportarme, en que debo creer y que debo pensar.
Odia a los sangresucia, es el lema oficial de mi familia.
Detesta a Potter.
Menosprecia a todo el mundo, porque nadie es igual o superior a un Malfoy.
Eres lo mejor de lo mejor, el más fino, más grande, más todo y hoy, hoy no me siento precisamente así.
Me siento vulgar, menos que un gnomo de montaña.
Le he dicho a la sabelotodo insoportable, a la comelibros que siempre he tenido que detestar por el origen de su sangre, sangre sucia y ver su rostro acongojarse, sus ojos humedecerse progresivamente, el rictus de dolor en sus labios, ocasiono en mi interior algo que nunca había sentido por alguien, dolor.
¿Qué pasaría si le dijera a mi padre esto?
¿Mi madre me defendería?
¿Debería sentirme mal por lo que he hecho? Ella es una impura, pero vi el dolor en su mirada, ¿es tan diferente a mí?
Mis estructuras se desmoronan, pero debo callar. Mi educación, sería poco elegante hacer algo a favor de esa mujer inferior, debo mantenerme firme, no importa cuánto tiemble la pluma en mi mano, debo ignorar el sabor amargo que siente mi boca y sobretodo debo estrujar hasta que se asfixie el peso que siento en el centro de mi pecho.
¿Soy un monstruo?
La castaña sentía sus ojos arder cuando termino de leer la pregunta que culminaba en la hoja, la caligrafía de ese escrito no era tan pulcra como las anteriores.
Sentía un vació en su interior creciendo, rememoro ese día. Las palabras que le había dicho y como se había descompuesto por dentro, nunca nadie la había menospreciando de esa manera, cuando lo escucho no pudo refutarlo porque jamás habría esperado esas palabras.
- ¿Poco elegante? – Pensó en voz alta. Ese chico basaba todas sus acciones en una educación medieval que seguían usando con fulgor para criar a la gente.
Una educación donde la sangre más "pura" era la digna, valiosa y sobretodo refinada.
La leona tenía un vendaval en su interior, una tormenta apocalíptica que no menguaba ni un cuarto.
Adelanto la hojas hasta el final, sentía una opresión en el pecho, leer esas líneas le parecía algo tan ilegal que estaba a punto de entregarse a los aurores y decirles que había invadido la privacidad, la vida de un compañero de estudios que siempre había considerado vil, ahora todo se le derrumbaba, no parecía ser un monstruo, parecía alguien tan humano y perdido que temblaba.
01 de septiembre, el comienzo de mi final.
La castaña siento el erizamiento en todo su cuerpo al leer el título de ese capítulo. ¿Qué querría decir?
¿Qué puedo hacer? ¿Negarme? No, no puedo negarme. Sacrificarme es la mejor opción para todos.
Mi padre está en prisión, mi madre desconsolada y temerosa por la intromisión del señor Tenebroso en nuestra mansión y yo, yo seré el peón sacrificable en este juego de ajedrez donde no soy ni seré el rey que habían criado con tanto esfuerzo para ser superior a cualquiera.
Seré la pieza que sacrificaran sin temor alguno. ¿Debo sentirme mal por eso? No, prefiero salvar a mi madre, la única persona que me ama y la única que he amado en esta vida.
¿Debo sentir que está oscuridad que carcome mi alma y rodea mi cuerpo físico es dañina? Ya no vale la pena. Tuvieron tanta necesidad de enseñarme todo lo que ellos consideraban adecuado que ahora, que veo como espejismo mi corto futuro, lo único que puedo hacer es sentir lastima por mí. Una compasión que no sabía podía albergar en mi interior.
Potter quiso averiguar lo evidente, saber si la elegancia innata de mi persona se había transformado en oscuridad. Qué alivio fue sentir su sangre correr por su rostro cuando le partí la nariz, que gratificante es hacerle sentir una mínima dosis del dolor que yo siento diariamente.
Algunos estamos destinados a sufrir, él que es el elegido para salvar al mundo mágico y yo soy el elegido para ser dispensable, sacrificable y sin elecciones.
Nunca he tenido elecciones y aunque las tuviera me enseñaron solo cosas que ahora forman parte de mi estructura esencial: aristocracia, pureza de sangre, mortifagos, dolor, mentiras, hipocresía y muerte.
Qué alivio es saber que al intentar matar a Dumbledore, salvaré a mi madre y acabara mi dolor, porque yo sé, entiendo perfectamente que el "honor" que lleva extinguir la vida de ese mago increíble es mi propia vida, no soy tan ingenuo; sé que la muerte de él también será mi propia muerte y también sé que solo mi madre llorará por mi ausencia.
Porque en el afán de ser la estirpe más pura, la casta elegante de una sociedad en decadencia, del linaje puro del odio, lo único que siempre me ha acompañado ha sido la soledad.
Ahora la vida que un día pensé sería increíble se ha convertido en un calvario.
Soy un ser lleno de prismas, no soy de la tonalidad que todos siempre han pensado, soy más, pero nadie jamás lo sabrá.
Moriré siendo el superficial, frívolo y aristocrático Draco Malfoy.
Moriré siendo el intento de mortifago como dice el trio dorado, el mimado del fracasado de mi padre, el hurón botador que se esconde del valor, pero que he preferido salvar a mi madre a costa de mi propia vida, porque ella es solo el daño colateral de las decisiones de mi padre, como yo mismo lo he sido.
Confiando en las mentiras que me enseñaron toda la vida.
Ojala hubiera tenido alguna vez el poder de elegir y así vivir una vida diferente. Ser alguien diferente al hombre que criaron, ser un vulgar humano que solo se preocupa por ser feliz.
Mis últimas palabras serán: Por fin seré libre. En la infinita muerte donde nadie me dirá que hacer, creer o ir.
- ¡Merlín! – Exclamo la castaña con lágrimas en sus ojos, cerro el pequeño cuaderno gamuzado de morado y lo apretó contra su pecho. No todo es tan fácil como lo muestran, el dolor tiene palabras, no carece de origen.
La oscuridad no solo es la carencia de luz, es la mezcla de tantos colores lo que evita que la luz pueda calar en ellos.
Ese hombre no era un monstruo, era una víctima de la maldad desmedida, de las mentiras de un mundo que se vanagloria por el sufrimiento del prójimo.
Era verdad, Draco Malfoy, no era un monstruo. Él también era un daño colateral, una vida de cohibiciones por una estricta educación llena de apariencias donde era mejor seguir un guion refinado que decidir por tus propias convicciones personales.
Siempre exigimos verdades, pero cuando las tenemos de frente, estampadas en el rostro no sabemos cómo actuar, no sabemos que decir y menos, hacer. Porque las verdades mueven montañas, mueven al ser, desde su físico hasta su plano astral.
Hermione Granger tenía aferrado en su pecho un libro que le mostraba verdades demoledoras, hacer o no hacer algo crearía nuevos caminos, daría una oportunidad a un hombre que siempre había sido encasillado en un papel preconcebido. Ella tenía en su poder la oportunidad de hacer algo, algo diferente, algo que podría llevar a la absolución al rubio que hasta hace pocos minutos había detestado toda la vida.
Porque siempre la ignorancia conlleva al odio y ella ignoraba que él, pudiera ser algo más de lo que siempre había demostrado.
La pregunta era ahora…
¿Qué podía hacer? ¿Qué debía hacer? Una incógnita que meditaría con su almohada luego de leer completamente esa reliquia de vida que tenía en sus manos.
