Título: Eternidad

Autor: Anyara

Fecha inicio: 24 de Marzo de 2011.

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Me dirijo a ti, sí, a ti que estás leyendo. Si alguna vez te has preguntado sobre lo eterno, te puedo decir que si algo toca tu alma, de forma tan profunda que mueve todos tus conceptos, se puede convertir en Eterno.

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Capítulo I

Primera Noche

"¡Oh vosotros que entráis, abandonad toda esperanza!" Dante

Era emocionante la sensación de estar rompiendo las reglas, hacía mucho que no nos atrevíamos a aventurarnos en la calle sin una escolta, las personas a nuestro alrededor no nos reconocían, aunque caminábamos por una concurrida avenida de Los Ángeles. Era nuestra primera celebración de Halloween en esta ciudad, y habíamos decidido, o más bien, había ganado la oportunidad de salir.

- Esto no puede ser una buena idea – decía Tom, escondido tras de su máscara.

Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que lo había dicho durante el camino.

- No seas cobarde – le repetí en voz baja, mirando los club nocturnos que se cernían sobre la calle y que parecían más festivos que nunca.

En las entradas estaban los encargados de invitarte a pasar, disfrazados en la mayoría de los casos, de temas específicos. Imaginaba que el interior obedecerías a los mismos temas.

- No soy cobarde – se defendió – es sólo que me parece una tontería arriesgarnos así.

- Entonces no haber aceptado – le respondí, pero antes de que pudiera hacer sus descargos sobre eso, volví a hablar - ¿qué te parece ese de ahí?

Con el humor que traía Tom, nos había costado muchísimo escoger un lugar al que entrar.

- ¡No! – Respondió con prisa y un pánico absurdo - ¿de qué van disfrazados? ¿Cavernícolas? Igual nos encontramos con Jurassic Park ahí dentro.

Entorné los ojos.

- Seguro que las chicas vestidas de cavernícolas te gustarían – le aseguré, antes de seguir caminando, descartando el lugar.

- Pues ahora que lo dices… - respondió.

Mi hermano era tan predecible. Tanto, que cuando lo reté a ponerse un disfraz y salir a la calle con él, sabía qué diría que sí, siempre que yo aceptara acercarme a alguna chica.

- ¿Para qué quieres que salgamos? – Me había dicho – si al final quien siempre vuelve acompañado soy yo.

Me encogí de hombros y respondí con indiferencia.

- Ya sabes cuál es mi idea del amor.

- Ya, ya… el amor a primera vista – se burló.

- Sí – defendí.

- ¿Pero nunca te has planteado que podrías enamorarte de una chica tratándola? – me preguntó.

- Puede ser… - acepté – aunque como creo que el amor debe ser fulminante, no me convence que llegue poco a poco.

Tom se quedó un momento en silencio, no estaba seguro de si meditaba mis palabras o no.

- Pero como no saldremos, no podemos probar – me encogí de hombros.

Entonces mi hermano me miró y sonrió maliciosamente. Como dije, predecible.

- Salimos, siempre que prometas que te acercarás a alguna chica – me retó.

Lo miré, como si evaluara lo que me había propuesto, aunque en realidad ya sabía lo que iba a decir.

- Hecho – Si se trataba sólo de una chica, y en realidad no me despertaba demasiado interés, podría hacerlo.

La trampa estaba en buscar a una que no llamara mi atención.

Así que ahora estábamos aquí. Tom disfrazado del tipo de 'Saw' y yo, bueno, yo me había puesto una capa negra que me llegaba hasta los talones, con una capucha que me permitía ocultar mi rostro en las sombras, la guadaña la había dejado en casa, así que Tom también estaba molesto por eso.

- Esta no es sólo una mala idea, es una mala, mala idea – continuaba Tom con sus reclamos.

Me giré para mirarlo.

Sus ojos enfocaron los míos a través de los orificios de su máscara. Casi me echo a reír cuando los vi acompañados por aquellas dos espirales rojas que había sobre las mejillas de la máscara.

- ¿Dónde preferirías estar ahora? ¿En casa aburriéndonos? – le pregunté.

- Tú estarías en casa aburriéndote – respondió – yo habría llamado a algún número de mi agenda y estaría divirtiéndome.

- Ya, con alguna desconocida – me quejé volviendo a caminar.

- No sería una desconocida, si su número está en mi agenda habría salido con ella al menos una vez – respondió.

- Vaya diferencia – volví a quejarme.

- Es diferencia – continuó – ya sabes, las que tienen una marca roja son con las que merece la pena repetir…

- Ya, y las que no tienen marca son las que 'usas' sólo en caso de no tener más alternativa – continué por él.

- Haces que suene horrible – se quejó.

- ¿Y ese? – dije indicando otro club nocturno.

El tono de Tom era todo menos animado.

- Esta bien si te van las telarañas – habló.

Tenía que darle la razón, la entrada al lugar estaba completamente adornada con telas de araña, e incluso los disfraces de los porteros tenían extraños colgantes con telas de arañas.

- Bueno, podrían irme – le dije.

Aunque me sentí claustrofóbico de sólo imaginar que dentro estaría todo cubierto por esas telas.

- Sigamos – hablé.

- Ya me parecía… - contestó – si es que esto es una soberana estupidez.

Continuó quejándose, pero como ya estaba acostumbrado a sus quejas, lo ignoré. Aunque no siempre podía, dependiendo de mi propio estado de ánimo, nos podíamos pelear por horas.

Entonces en ese momento pasamos por una entrecalle, ni tan angosta para una persona, ni tan ancha como para un coche.

- ¿Ese? – indiqué dentro.

En la profundidad de la calle había una farola, con una luz lo suficientemente brillante para se vista desde la distancia, parpadeando como haría una vela.

- Pero ahí no hay nada – habló Tom.

- Por eso mismo – dije – lo interesante estará dentro.

Avancé a paso seguro.

- Por lo visto ya lo tienes decidido – se quejó Tom, una vez más, tras de mí.

- Sólo miraremos un poco, si no nos gusta, nos vamos – aclaré.

- Ya… - sonó desanimado – ¿y si quiero tomarme algo?... tendré que quitarme esta absurda máscara o nada, en cambio tú con esa capucha ya estás listo.

Me di la vuelta y le subí la capucha de la chaqueta que llevaba. Tom no renunciaba fácilmente a ese tipo de vestimenta.

Cuando llegamos a la puerta, pudimos ver que el lugar no estaba custodiado por nadie, incluso podías llegar a pensar que era un almacén sin más.

- Esto no puede ser un club – habló Tom.

Junto a la puerta había una placa de madera envejecida, pequeña, quizás demasiado para un sitio de diversión, con el nombre de "Eternidad". Aunque no debería de extrañarme, toda la fachada del lugar, lo hacía parecer un sitio clandestino, incluyendo la pequeña ventana que había en la puerta, para ver a quien tocaba.

- Este lugar es algo extraño… - dijo Tom, podía notarlo mirando hacía las luces de la calle principal a unos quince metros de nosotros, como si le permitieran sentir alguna seguridad.

En cambió yo hablé con entusiasmo.

- Es Halloween, tiene que ser extraño.

El secreto que envolvía al lugar, había abierto mi curiosidad.

No había nadie que nos recibiera, así que tomé el tirador de hierro de la puerta y probé abrirla, la pesada madera respondió e inmediatamente la música del lugar nos recibió. A primera vista parecía un club bastante corriente, incluso un lugar decadente. Unas cuantas mesas cerca de las paredes, una barra recibiéndonos a metros de la entrada, luz tenue en los rincones, y la música, que era, no estaba seguro de cómo interpretarla, no era clásica, había influencias electrónicas en ella, pero eran los violines los cantantes.

- Este sitio no me gusta – dijo Tom junto a mí.

Quizás demasiado junto a mí.

- Dale una oportunidad – lo alenté - ¿escuchaste la música?

- Eso es lo que menos me gusta – se quejó.

Le respondí ya fastidiado

- No piensas pasártelo bien ¿verdad?

Llegamos hasta la barra. No había nadie para atendernos. Un luz central iluminaba difuminándose hacía los extremos de la barra, manteniendo la sensación de penumbra del lugar.

- Te doy cinco minutos Bill, para que mires si te gusta alguna chica aquí, que lo dudo, y nos vamos – la voz de Tom me indicaba que estaba al borde de su límite.

Suspiré.

- Como dije, cobarde – aseguré.

Tom se mofó de mis palabras, quitándose la máscara y dejándola sobre la barra. Yo me bajé la capucha.

- No es cobardía, aunque esto parece un cementerio – habló - ¿has visto los rincones?

En ese momento me di la vuelta y comencé a ojear los rincones, para descubrir que era aquello que tanto desagradaba a Tom.

- ¿Qué tienen los rincones? – Me encogí de hombros – son sólo parejas melosas.

- Ya, lo que nos dice que aquí se viene ya emparejado, no hay posibilidades en un lugar así – volvió a quejarse.

Agucé la vista a uno de los rincones, intentando definir lo que veía.

- Y tríos… - dije algo inseguro.

- ¿Dónde?

Tom se giró para mirar en la dirección que lo hacía yo.

- ¿Les sirvo algo?

Se me erizó la piel al escuchar la voz del hombre que estaba tras la barra del bar. Me di la vuelta y lo miré. Su gesto era amable, pero sólo lo justo para cumplir. No era reserva lo que veía, era aburrimiento.

- Vino – pedí – blanco.

- Lo mismo – se apuntó Tom.

Nuevamente el justo gesto amable del hombre. ¿Qué edad tendría? ¿Veinticinco, veintiséis años?

- Lo siento – habló con su voz suave y melosa – sólo tenemos vino rojo.

- ¿Rojo? – Pregunté – tinto.

Aseguré pensando en que referirse al vino como 'Rojo', sería sólo otra forma de decir 'Tinto'.

El hombre negó con un gesto.

- Rojo – repitió alzando una botella para que la viera.

Sólo entonces me di cuenta que tenía razón, el vino no tenía el color amoratado que solía tener el vino tinto, a pesar de la escasa luz, podía verlo, era rojo.

- ¿Cognac? – preguntó Tom.

El hombre respondió con un suave gesto afirmativo, que se compuso de un único movimiento lento y amable.

Me quedé pensando un momento si no sería todo, una especie de ambientación por Halloween, ya que el hombre tenía movimientos lentos y calculados como los del conde Orlock.

Le sirvió un vaso a Tom, y luego me miró a mí, sin hablar, esperando a que le respondiera sobre lo que quería beber.

- Sí, Cognac – confirmé.

Cuando el hombre nos sirvió y se alejó. Tom me habló casi en susurros.

- ¿Suficiente ya? – Me pregunto - ¿nos podemos ir?

Yo seguía ojeando el lugar con cierto disimulo. Confirmando que sí que había un trío en uno de los rincones.

- Es un lugar extraño ¿no? – hablé probando mi Cognac, que tenía un tenue sabor amaderado.

- Vaya, hasta que lo aceptas – Tom bebió un trago más largo.

- Pero ¿no te inquieta?… digo, ¿no te causa curiosidad? – le pregunté ojeando hacia otro de los rincones.

La luz difusa del lugar no permitía ver todo como yo desearía desde la barra del bar.

- No Bill, y cuando dices esas cosas es cuando no entiendo cómo podemos ser gemelos – continuó quejándose.

Para ese momento el lugar me tenía extrañamente seducido, así que no había nada que dijera Tom que pudiera molestarme.

- Ven, vamos a una mesa – le dije, poniéndome en pie.

Lo escuché resoplar tras de mí, pero yo ya iba de camino a una mesa y sabía que Tom me seguiría.

Cuando se sentó junto a mí, yo continuaba observando todo a mi alrededor, como si necesitara llegar a los detalles más escabrosos que mi vista lograba abarcar. Le hablé casi en un susurro.

- ¿No crees que es un ambiente muy gótico? – le pregunté.

Tom bebió un poco más antes de responder. Su desinterés casi podía palparse.

- Si con gótico te refieres a rincones llenos de personas, oscuridad, cero ambiente festivo y mala música. Sí, es muy, pero muy gótico.

- Si tanto te aburres Tom, toma el coche y vete, ya me tomaré yo un taxi luego – le hablé antes de mojarme los labios con el licor de mi copa.

- Ya… ¿y dejarte aquí en este antro de vampiros? – me preguntó sarcástico.

La idea se quedó en mi mente bailando, sin mucho sentido ni dirección. Probablemente en este lugar habían quedado de ambientar un sitio de ese tipo.

Entonces Tom dijo mi nombre tres veces en voz baja, con prisa, llamando mi atención.

- Bill, Bill, Bill… creo que se nos acerca una vampiresa… - dijo, mientras la sonrisa jugaba en el borde de sus labios.

- Vaya, ya te va gustando el lugar – le susurré, mientras veía a la chica acercase.

Era alta, espigada, sus movimientos gráciles y sus ojos intensos. Cuando estuvo a centímetros de nuestra mesa, todo su cuerpo pareció ondularse lentamente en torno a las palabras que pronunciara.

- ¿Les agradaría compartir la mesa con nosotras? – ofreció haciendo un gesto sinuoso con su mano, para indicarnos una mesa en la que esperaban dos chicas más.

Desde la distancia en la que nos encontrábamos, y bajo la penumbra del lugar, podían adivinarse los rasgos diferentes, pero tan similares a la vez, de las tres mujeres, que bien podían ser hermanas.

- Nos agradaría – respondió Tom por los dos.

Yo carraspeé para llamar su atención. ¿Después de tanta reticencia se arrojaba ante la primera invitación que recibíamos? Tom me miró, pero antes de que pudiésemos intercambiar ideas con la mirada, la chica habló con su voz clara, pero susurrante a la vez.

- Tranquilo… no te morderemos.

La miré y por un momento me pareció que a su frase sólo le había faltado el 'aún'.

Sonreí y acepté poniéndome en pie

- Claro.

Sería lo mismo estar en una mesa o en otra.

Cuando llegamos a la mesa, Tom extendió su mano para saludar, pero las chicas en ella nos respondieron con una sonrisa suave y un gesto tan sinuoso como el de la primera. Nos sentamos.

- Esta es Abigail, Alicia y yo soy Amanda – habló la 'anfitriona'

- Hola – habló Tom, animado.

Casi parecía imposible creer que dos minutos antes era una queja ambulante.

- Hola… - saludé yo, con un gesto muy similar al que ellas habían tenido con nosotros.

- No los habíamos visto por aquí – habló a Amanda, mojándose los labios con el vino rojo de su copa.

- Es la primera vez que venimos – respondió Tom.

Yo observaba cualquier gesto que me mostrara que esas chicas nos reconocían. La penumbra nos ayudaba bastante.

- Lo noté en cuanto entraron – aceptó Amanda.

Volvió a humedecer sus labios con el líquido de su copa, como si cada vez estuviese más sedienta.

- Ustedes vienen aquí a menudo – preguntó Tom, por lo visto, asegurándose un sitio al cual volver.

- Siempre estamos aquí – respondió nuevamente Amanda.

Lo que me llevó a preguntarme si las demás chicas no tenían voz. Podía notar sus ojos fijos en mí, y sus copas casi vacías.

- ¿Les pido algo más? – pregunté por cortesía, u quizás como una forma de hacerlas participar de la conversación.

Las dos respondieron con una sonrisa y un movimiento suave y lento de sus cabezas, casi idéntico.

Entonces vi una mano de largas uñas oscuras posarse con tanta delicadeza en el hombro de una de ellas, Abigail si no recordaba mal, que casi pareció no tocarla. Miré hacia arriba, subiendo por la pálida piel de aquel brazo, para encontrarme con el rostro semi oculto en las sombras.

Abigail se puso en pie con gracia, dejando el sitio libre, para que la chica que acababa de llegar se sentara. Sus labios enrojecidos suavemente, me susurraron las palabras.

- Te he estado observando… soy Francesca.

Sus ojos parecieron brillar por un segundo, un destello que atravesó los míos y se instaló en mi memoria, para siempre.

Continuará…

Aquí voy, con el primer capítulo de esta historia, que espero la disfruten tanto como la anterior. Es diferente, la temática es muy distinta, pero nuestros queridos gemelos son los mismos.

Les dejo muchos besitos y espero que me puedan regalar sus comentarios.

Siempre en amor.

Anyara