Un amor, un conflicto
Soleado, cálido, seco… sus ojos violetas pasaba por aquel paisaje sombrío, cruel, frio, lleno de tristeza; recordando los momentos que pasaba con el zar, reía, jugaba, dormía, era feliz en esa etapa de su vida, tan solo un niño. Pero su felicidad había acabado, su infancia ya no existía, él era solo un arma, arma hecho para matar, todos le temían, nadie quería estar a solas con él y él solo quería hacer amigos, estaba feliz por el hecho de que se había convertido amigo de los hermanos italiano, pero no se podía acercar a ellos, ya que España y Alemania se lo impedía. Solo, nuevamente solo, solo en aquella gran casa, en esa gran mansión, suspirando, recorriendo su hogar, tratando de encontrar los útiles de aseo; tarareando su himno patrio, recordando los días felices que pasaba con su querido zar.
*~*~ Flashback ~*~*
Yacía el corriendo, feliz, siendo seguido por un hombre rubio, muy joven en verdad, con una belleza extraordinaria, su cabello rubio como el sol mismo y sus ojos tan azules como el mar. El pequeño sin darse cuenta, se tropieza con una piedra, cayendo al suelo, lastimándose las rodillas; con lágrimas en los ojos, se levanta, sacudiendo su vestimenta, observa como aquel chico se le acerca. Posicionándose a la altura del pequeño, dice.
Iván… no llores, pequeño… ven vamos a casa, Yekaterina nos está esperando
Decía el Zar, tomado en brazos al pequeño Iván, este se aferraba con fuerza a la chaqueta de su protector, respirando el aroma agradable del zar. Al llegar a esa gran casa, la pequeña ucraniana esperaba con preocupación, al ver las lastimadas rodillas de su pequeño hermano. Se acerco al rubio, este con una sonrisa gentil baja al pequeño Iván; el pequeño ruso con un puchero en su rostro veía como el joven zar se alejaba, quiso seguirle, pero fue en vano, los brazos de su hermana lo rodeaba, impidiéndole avanzar.
*~*~ Fin Flashback ~*~*
Suspiro al encontrar al fin aquel armario, sonriendo con nostalgia, veía el retrato del zar junto a él, abrazados y sonriendo. Sacudió su cabeza, cerrando la puerta del cuarto para luego tomar su andar e ir a la cocina con una escoba en mano. Barría, sacudía y limpiaba la cocina mientras esperaba que la tetera sonara dándole señal que el agua ya estaba hervida. Sin percatarse, el timbre sonaba sin cesar, viendo extrañado la puerta preguntándose ¿Quién podría ser? ¿Quién sería tan tonto para venir en medio de una tormenta de nieve? Dejando a un lado la escoba, se dirige hacia la puerta, abriéndola, encontrándose con uno de sus ciudadanos que entre sus brazos yacía un delicado y pequeño cuerpo. Con asombro y preocupación distingue aquella figura; abriendo la puerta aun mas, dejando el paso al ruso.
Señor Rusia… me he encontrado a este extranjero al medio de la tormenta… su pulso esta débil…
Decía el hombre, dejando al desconocido en el sillón de la casa de su señor, Rusia miraba con preocupación a la persona inconsciente.
Spasibo — dice — yo me encargare de él… usted se puede ir a su casa… su familia debe de estar preocupada
Eh? Sí, señor con su permiso
El hombre con seriedad se dirige a su hogar, dejando a solas al desconocido y a Iván, este miraba con atención y un poco de preocupación a ese muchacho.
¿Por qué estabas en medio de esta tormenta, Yao? — susurro
De pronto la ventana se abrió de golpe, dejando a su paso una brisa realmente fría, helando el cuarto por completo. Rusia miraba con seriedad al "invitado", poniéndose adelante del cuerpo inerte del muchacho; la brisa se acumulo a un lado de la habitación, formando un cuerpo humano, un hombre viejo, que miraba con cierta lujuria al ruso, este aun mirándole seriamente decide hablar.
¿Qué haces aquí, general invierno? — dijo con seriedad
El nombrado no respondió, solo se limitaba a sonreír, recordando la vez que casi poseyó ese cuerpo tan frágil del pequeño Iván pero sus intentos insanos fueron frustrados por el joven zar. El ruso aun mirándole con seriedad, se acercaba con cuidado al inconsciente, estirando una mano para tocarle el cabello pero fue detenida por una fuerte brisa.
¡Largo! — grito — ¡Déjame! ¡déjame en paz de una buena vez!
Las luces de aquella casa se apagaron, aquel ente dejaba la habitación, Iván respiraba agitadamente, cayendo de rodillas al suelo, repitiendo una y otra vez "Alejandro… ¿Por qué me dejaste solo?".
Las horas pasaron, Rusia miraba con tristeza aquella chimenea, suspirando de vez en cuando, dedicándole pequeñas miradas ah aquel que yacía dormido en su cama.
Tic- tac, Tic- tac, el ruido del reloj marcando cada minuto, cada segundo y cada hora que pasaba, Iván yacía dormido en aquel sofá, su respiración pausada, su expresión relajada, deseada por aquel general. El cuerpo inerte comenzó a moverse, abriendo los ojos, desorientado se incorpora, notado el frio de la habitación, sus ojos marrones se paseaba por aquel lugar, encontrándose con un hombre rubio que muy bien concia.
¿Qué paso, aru? — susurro — Iván, aru…
El cuerpo de aquel joven comenzó a moverse, asustando un poco al más pequeño, quiso correr al ver que en la mano de su acompañante tenía un cuchillo, pero su cuerpo se lo impidió, cerrando sus ojos por causa de un dolor horrible, soltado un leve gemido de dolor. Iván abrió sus ojos, incorporándose con brusquedad, mirando al que antes estaba inconsciente.
Yao… qué bueno que estés bien — susurro
Yao, aun extrañado, observaba al rubio que le miraba con una sonrisa, una sonrisa muy diferente a la que siempre muestra; de pronto sus mejillas comenzó a tornarse rojizas, haciendo que girara el rostro. Iván al notar aquel tinte carmesí en las mejillas de su compañero, se acerca, sentándose en la gran cama y posicionando una mano en la frente del asiático, causando que aquel color rojo aumentara más.
Mm… tus mejillas están rojas… y tu temperatura está muy elevada, Yao — dijo, acercándose al rostro del más pequeño — es peligroso que te lleve a tu casa… la tormenta a empeorado y el general invierno está muy enojado por tu presencia… y no creo que la tormenta cese mañana… tendrás que quedarte hasta que el general invierno de tregua… — suspira — debes de tener frio… te traeré un té caliente y algunas mantas…
El asiático miraba con asombro la puerta, levantándose se dirige hacia la chimenea, notando que yacía un cuadro de un joven rubio que en su regazo yacía sentado el ruso de sus sueños; una gran tristeza invadió el corazón del chino, suspirando se sienta en aquel sillón que minutos atrás estaba sentado Iván. La puerta se abrió dejando ver al ruso que traía entre sus manos una taza de té y unas que otras mantas; Yao, evitando la mirada de Iván, se acurruca un poco en aquel gran sillón, Rusia sin decir nada le extiende aquella pequeña taza, cosa que China recibió gustoso; Iván, con cuidado puso las mantas en el pequeño cuerpo de Yao.
Iván… — susurro — él… ¿Quién es, aru?
Él… él era mi zar… se llamaba Alejandro II… siempre me cuidaba…
El chino miraba con atención aquella sonrisa melancólica.
¿lo querías, aru?
Da… Alejandro fue el único que me quiso como yo era en verdad
El corazón del pequeño asiático comenzó a doler, quería salir corriendo y llorar pero no podía, su cuerpo le dolía cada vez más, impidiéndole correr. Miraba a Rusia que este aun mantenía sus hermosos ojos en el cuadro de su amado zar.
Tú… — dijo — tú también debiste de amar a tu emperador
Yo… tuve muchos emperadores en el transcurso del tiempo, Iván, aru — dijo, bajando la cabeza — pero… hubo un emperador que quise mucho, aru… él era Li Yuan… de la dinastía Tang, aru… él era muy gentil conmigo, aru
Decía en un susurro, evitando aquellos ojos violáceos que tanto le gustaba. Iván solo observaba con paciencia al chino, para luego posar su vista al cuadro donde yacía su antiguo amor. Cerró los ojos tratando de olvidar a su querido Alejandro. Necesitaba empezar de nuevo, tratar de ser fuerte, de enfrentarse al general invierno, de sacar a Yao de su casa.
Silencio. Yao miraba el fuego de la chimenea, mientras que Iván, tomaba un poco de ese licor tradicional de su país. Sintiendo que el viento se intensificaba mas, aquella tormenta no cesaría hasta que ese chino dejara a solas a Iván y eso el general invierno iba a lograr, no le importaba matar a ese asiático, el iba hacer que nadie se acerque a su amado ruso. Nuevamente la ventana se abrió de golpe, asustando a China que miraba con temor a Rusia. El general invierno yacía dentro del cuarto, mirando con odio al asiático, el fuego de la chimenea se apaga, el viento helado comienza a entrar, helando, así, toda la habitación.
Chto vy hotite? [¿Qué quieres?] — dijo , Iván
ya znayu, chto Iván [sabes lo que quiero Iván] — respondió el general invierno
Yao con extrañeza miraba como ese "hombre" se acercaba a Rusia, posando una gélida mano en el rostro de su amado ruso, sintiendo la necesidad de protegerlo. Se levanta de aquel sillón, dando algunos pasos, quería acercarse a Iván, pero se detuvo al ver como ese ente sonreía con sadismo, su cuerpo se paralizo. Rusia con rabia, aleja aquella supuesta mano de su rostro, alejándose de él, se acerca a China.
Dolgo! [¡largo!]— grito — ostavʹte menya v pokoe! Yao pustʹ idut! [¡déjame en paz! ¡deja que Yao se vaya!]
Yao sin saber de lo que hablaban, miraba con miedo a esos dos, sin saber el por qué se acerco con cuidado a Rusia, poniéndose detrás de él, haciendo que el general se enfureciera. Iván con el seño fruncido, protegía al asiático de ese maldito que le impedía hacer amigos.
Rusia y el general invierno, se miraban en silencio, Yao con miedo se aferraba al abrigo de su amado ruso, temiendo por la vida de su amado y la suya.
Iván, moi dorogoi Iván, ya zhdal vse eto vremya, chto ty ryadom so mnoi [Iván, mi querido Iván, todo este tiempo he esperado de tenerte a mi lado]
Decía el general invierno. Rusia miraba con atención cada movimiento que realizaba, los pasos de aquel ente eran constantes y calmados, se acercaba hacia su deseado ruso. Yao con miedo, se aferraba a la ropa de su amado. De pronto una fuerte brisa hizo acto de presencia, haciendo que el chino saliera volando. Iván con preocupación quiso acercarse a Yao, pero fue detenido por otra ráfaga de viento.
¡Déjalo!
Grito desesperado. Pero eso no fue lo suficiente para que ese general arrasara el cuerpo del asiático. Iván con impotencia miraba a Yao que trataba de ponerse en pie, pero por su desgracia no podía. El general invierno no dejaba de atacar a China, que este solo quería escapar.
¡Ya basta! — grito con desesperación, Rusia — ¡Déjalo… te lo pido! Por favor… general invierno… — suplico
Pero aquel ente no se detuvo, continuando así el ataque, dejando malherido al pobre asiático de más de cuatro mil años. Iván seguía gritando, suplicando que se detuviese, su cuerpo temblaba levemente, impidiéndole que diera un paso.
¡Ya basta! — grito aun mas, sintiendo que ropería en llanto
El general invierno, le miro, deteniendo sus ataques.
¿Por qué? — le cuestiono
Porque lo amo — dijo seguro — amo a China, quiero que sea uno conmigo y no… ¡no permitiré que lo lastimes!
El general invierno sin decir nada, desaparece dejando a Iván inerte, viendo a un Yao que sangraba.
Yao… Yao lo siento… lo siento tanto — se disculpo
Tomándole en brazos, lo recostó en su cama, besándole y llorando que no muriera, que no lo dejara. Le rezaba a Dios, a Alejandro que China estuviese bien.
Por favor… Dios… Alejandro… no me quiten a Yao… no me quiten al amor de mi vida… se lo suplico… — susurro
Toda la noche, rezando por el bienestar del asiático, llorando… quedándose al lado de su China inconsciente
Continuara..
