Salvar a la persona que amo, era una forma de salvarme a mí misma, y a la vez una paradoja, puesto que era una constante en mi vida…

13 años antes…

Ahí estaba una pequeña de 5 años, que durante toda su vida había sido un infierno, un infierno causado por unos malditos androides, no había conocido nada anterior a los androides y a la destrucción que con ellos conllevaban.

Leah, era su nombre y tenía 5 años, con cabello castaño, largo y ondeado, curiosos rulos se formaban en su larga melena, la cual llegaba hasta su cintura, ojos grandes en forma de avellana y de un color que se asemejaba a la esmeralda enmarcaba su pequeño rostro, algunas pecas se asomaban en sus mejillas; tenía unos labios gruesos semejantes a una gran fresa, físicamente era una niña delgada pero fuerte, la vida la había hecho de carácter fuerte a pesar de su corta edad.

Vivía en un subterráneo dentro de la capital del Oeste junto con sus padres, Jacob y Mary, él era un hombre fuerte, con cicatrices en la cara y en todo su cuerpo, como consecuencia de sobrevivir a una era apocalíptica, era muy alto, o al menos eso le parecía a la niña, era el mejor padre para ella, dentro de la desgracia en la que vivían, siempre procuró que fueran felices, por su parte Mary, era hermosa, tocaba el piano en la noches para tranquilizar a la pequeña, la niña aprendió de su madre lo básico de la vida, es decir, leer y escribir, algo las caracterizaba a ambas, ambas tenían las mismas esmeraldas en sus ojos , físicamente la niña se parecía a su padre. Mary era delgada, con el cabello negro y lacio y tenía una voz que parecía de los ángeles, en especial cuando cantaba para tranquilizar a su familia.

La era apocalíptica comenzó seis meses antes de que Leah naciera en diciembre, de repente 2 androides en forma de humanos aparecieron en las diferentes ciudades del mundo y empezaron a destruir, el motivo, nadie lo supo, las diferentes fuerzas armadas del planeta fueron derrotados sin ningún esfuerzo por parte de estos monstruos.

Era bien sabido, que a pesar de que las ciudades habían sido destruidas, los androides se divertían destruyendo lo poco que aún permanecía en pie en las mismas.

La gente que sobrevivió a los ataques vivían en los subterráneos, en el campo o en lo que quedaban de las casas, en el subterráneo en el que Leah y su familia vivían, vivían otras tres familias, las cuales con el paso del tiempo y al vivir juntos en la desgracia y destrucción se habían convertido en una sola, las tres vivían en el mismo infierno y se apoyaban entre ellas.

Jacob de alguna manera se encargaba de conseguir alimento y cosas para subsistir, lo primordial para él era su familia y lo que sobraba lo vendía a quien pudiera pagarlo o hacer el famoso trueque, convirtiendo así la situación en un círculo, por su parte Mary se encargaba de tener limpio su espacio, la niña aún no entendía como era que conservaba aún el pequeño piano, hacia la comida y mantenía su "hogar" dentro del caos en el que vivíamos.

Mientras que Leah, jugaba e intentaba vivir su niñez dentro de sus posibilidades las otras familias tenían niños de su edad así que jugaba con ellos, Sam y Alice eran los nombres de sus compañeros de juegos, Sam un niño rubio de ojos azules, era más pequeño que ella y Alice, su cabello pelirrojo y chino, tenía muchas pecas en la cara, los tres se acompañaban en el desastre en el que vivían los tres jugaban en el subterráneo en el que vivían, cuando tenían oportunidad de salir a la superficie, subían a los árboles, terminando así sucios y con las rodillas raspadas, a pesar de la desgracia que vivían, los tres niños eran felices en su realidad, ya que no conocían otra cosa.

En ocasiones los ojos esmeraldas acompañaban a Jacob a sus travesías para conseguir alimento y cosas, en una ocasión Leah se fue con su padre a conseguir víveres, salieron desde temprano por suerte para ellos consiguieron muchas cosas, entre ellas un chocolate, la niña tenía tiempo de no comer uno y este era grande, era un chocolate macizo. Cuando regresaron al subterráneo el ambiente se sentía diferente, pesado y lúgubre, las esmeraldas se llenaron de miedo y abrazaron a su padre por la pierna, abrazo que fue correspondido, Jacob estaba tenso y nervioso, pero no lo demostró, siguieron caminaron, el hombre presentía que algo no estaba bien.

Al llegar a su "hogar" todo estaba mal, los pocos muebles que tenían estaban destruidos, había sangre entonces me aleje de mi padre y la niña corrió al lugar donde siempre estaba su madre esperándolos, fue entonces que vio lo peor, la peor imagen que una niña podría ver, a su madre muerta, con un enorme circulo en el pecho, una cama de sangre la rodeaba, los ojos de la niña se llenaron de agua, empezaba a llorar, a gritar por su madre, la garganta de la pequeña no sabía que podía gritar tanto, Leah abrazó el cuerpo inerte de su madre, por su parte Jacob estaba paralizado, la escena era su peor pesadilla hecha realidad, el amor de su vida muerta por culpa de esos androides malditos, sus rodillas cayeron al suelo y empezó a sollozar, la había perdido para siempre.

De repente Jacob tomo de los hombros de su hija y poco a poco la alejo de la escena, la cargo, mientras que ponía su cara frente a su pecho, para evitar que viera, lo que el sobreviviente vio lo aterró aún más, las demás familias también yacían muertas, sus compañeros en la desgracia y los amigos de su hija habían tenido el mismo destino que el de su esposa.

La niña seguía llorando y se aferraba al cuello de su padre, entonces salieron de ese subterráneo hasta llegar al bosque, en donde encontraron una cueva, ahí el padre dejo a la pequeña mientras que él regresaba al subterráneo para sacar lo poco que había quedado, ropa, comida y algún juguete de su hija fue lo único que sobrevivió de aquel ataque de los androides.

Después de esa noche, los sobrevivientes no regresaron a su subterráneo, caminaron por varios días hasta que llegaron al Distrito 7 en donde finalmente lograron establecerse, los abuelos de la niña vivían en el Distrito 8, como a una hora caminando, empezaron a rehacer su vida, como pudieron, por las noches la niña tenía la misma pesadilla, en la cual siempre trataba sobre la muerte de su madre, por su parte Jacob empezó a realizar las mismas actividades, conseguir víveres y venderlos, mientras que la pequeña aprendió a cocinar y a mantener su refugio limpio; como consecuencia de la muerte de la madre, su padre se volvió frío y distante, algo había muerto en él, en los dos; en ella, sus esmeraldas se habían apagado un poco, mientras que en él, las ganas de vivir; al llegar al Distrito 7 Jacob le entrego a su hija un collar, era una pequeña esmeralda, semejante a sus ojos.

Era de tu madre, hijita, lo colgó sobre su pequeño cuello, se lo regale cuando nos casamos.

La niña simplemente sonrío, al final su madre no la había dejado sola, siempre iba a tener algo de ella cerca de su pecho, cerca de su corazón.

Ella siempre va a estar contigo, a través de este collar, siempre estaremos contigo pase lo que pase, veme a los ojos- tomo su pequeño rostro sucio y lo vio con esas esmeraldas que tanto le recordaban a su esposa, mientras que una pequeña lágrima se quería asomar de sus ojos cafés - tú tienes que sobrevivir, eres una sobreviviente, siempre recuérdalo, le decía mientras la abrazaba y ella correspondía al abrazo.

Vivieron ahí hasta que la niña cumplió 8 años, hasta que los androides atacaron el Distrito 7, en ese ataque estaban los dos sobrevivientes escondidos, no podían escapar, el final se acercaba, entonces él la abrazo y la protegió con su cuerpo, los androides estaban cerca, se oían, la niña temblaba de miedo, estaba sollozando, estaba temblando

Shhh… tranquila pequeña, todo va a estar bien, siempre estaremos contigo, tú vas a sobrevivir repetía Jacob para tranquilizar a su hija.

Explosiones, derrumbes, más explosiones y risas por parte de los androides…. Nos habían encontrado.

Mira nada más que tenemos aquí, unos humanos, decía el chico en forma de burla.

Deja matarlos, tú ya destruiste toda la ciudad, le respondía la rubia.

Como quieras-

Entonces la chica camino lentamente hacia donde estábamos nosotros, Jacob abrazó fuertemente a su pequeña mientras que ella sollozaba, de repente todo se volvió oscuro.

Cuando despertó su padre la estaba abrazando, ya no había fuerza en su acción, como pudo se soltó de su agarre y lo intento mover, el cuerpo adulto ya no tenía fuerza, una viga había caído sobre él y lo había matado, su padre la protegió del golpe, entonces volvió a sus brazos y empezó a llorar desconsoladamente.

Se había quedado sola por completo, los androides habían destruido todo lo que era de ella, su hogar su familia

No sabía cuánto tiempo se quedó así, entonces escucho que alguien gritaba.

-Hay alguien aquí con vida.

Tú tienes que sobrevivir

La niña empezó a gritar, pero se había quedado sin voz como consecuencia de su llanto, no sabía si podían escucharla, se separó de su padre y le depositó un beso un su frente

-Lo haré lo prometo papi.

-Aquí estoy, grito con toda la fuerza que sus pulmones y garganta le permitían.

-Ayúdenme, aquí estoy.

Un muchacho de unos 20 años la encontró.

-Pequeña estás bien?, le pregunto mientras se agachaba para ver cómo se encontraba la niña.

-Eso creo, mi padre murió, intentaba ser fuerte, no quería que la viera llorar.

El muchacho la abrazó y se soltó a llorar.

-Tranquila, limpio las lágrimas que caían sobre las pecas de la chica, soy Michael, le sonrío cuál es tu nombre pequeña.

-Leah.

-No tienes algún familiar, le sonrío.

-No lo sé, mis abuelos viven en el Distrito 8 pero no sé si aún vivan.

-Yo también estoy solo, que te parece si vamos a buscarlos, una sonrisa sincera se asomó en su rostro.

La tomo de la mano y salieron del refugio, Michael era un chico de piel apiñonada, de cabello negro y despeinado, tenía un lunar en la mejilla izquierda, era tal y fuerte, sus manos estaban llenas de callosidades, resultados de sobrevivir, la niña le tomo confianza muy rápido, la hacía reír, hacía que los días fueran menos difíciles, caminaron por unos días, comían lo que encontraban en el camino, al llegar al Distrito 8 todo estaba destruido, al parecer no había sobrevivientes, la chica se quedó paralizada, tenía pavor, no sabía que iba a hacer ahora en adelante, se había quedado completamente sola, empezó a llorar.

-Tranquila, yo no te voy a dejar sola, estamos juntos no.

-No me vas a dejar.

-Claro que no tontita, nunca lo haré, seré como un hermano mayor para ti y tu serás como mi hermanita.

- Siempre quise tener un hermano.

-Pues aquí lo tienes, abrazó a la niña, vámonos de aquí.

Tomo su mano y la saco del Distrito 8

Así pasaron los siguientes 10 años juntos, Michael se había convertido en un hermano mayor para la chica de ahora 18 años, la protegía y quería como tal, viajaban entre distritos nunca se quedaban en un solo lugar por mucho tiempo, por miedo a ser atacados.

Ella por su parte se había convertido en una linda muchacha, con las ropas rotas y sucias, sus ojos seguían siendo de ese verde que tanta vida mostraban a pesar de las pérdidas sufridas, ser mujer no era fácil, puesto que luchaba mucho para conseguir ropa y que decir ropa femenina, al tener su cuerpo desarrollado, sus curvas le causaban cierta dificultad en la ropa, si era de mujer en ocasiones no le acomodaba bien y si era de varón le quedaba demasiado grande, generalmente optaba por la ropa masculina, era más cómoda, podía moverse libremente, sólo tenía que ajustarla a su cuerpo; de estatura promedio, siempre llevaba su cabello en una coleta o en trenzas, era largo y brilloso, sus ondas enmarcaban su rostro, pareciendo que tuvieran su propia expresión.

Michael por su parte se había convertido en un muchacho muy rudo, sobrevivir era su único objetivo, robaba en algunas ocasiones los víveres que necesitaba y los vendía para así conseguir dinero, era más alto que la chica, su cabello seguía siendo un azabache rebelde y algunas canas empezaban a asomarse, siempre vestía con una camiseta de manga cortas mangas, pantalón vaquero y un pañuelo cubría una cicatriz en su mano izquierda, consecuencia de una de sus travesías.

A pesar de todo, los chicos seguían juntos, eran lo único que tenía el otro, el chico le había contado que también había perdido a toda su familia, a sus padres y a su hermanita por culpa de los androides, cuando se encontraron, Michael acababa de sobrevivir del mismo ataque, su carácter era frío y distante, en cierta forma, se parecía a Jacob, protector y a la distante, se habían establecido en el Distrito 9.

-Michael mira lo que encontré en la tienda del centro, gritaba la chica de emoción.

-Que encontraste, decía interesado mientras intentaba prender una pequeña fogata para calentar unas latas de comida que había intercambiado.

-Chocolate, puedes creerlo, hace años que no traían a la tienda.

El solo le respondió con una sonrisa.

-Mejor siéntate, conseguí comida, señaló un pequeño banco que estaba cerca de él y le acerco la lata.

-Hoy fue un buen día,

-Así… porque lo dices Leah

-Sí, tenemos comida, encontré chocolate y seguimos vivos.

El entusiasmo que profanaba la chica causaba cierta envidia a Michael y le respondió con una cálida sonrisa.

Todo era tranquilo entre tanto desastre, entre tanta destrucción, los androides habían desaparecido, aproximadamente 2 meses antes, este hecho solo significaba una cosa, que pronto iban a atacar alguna ciudad y la destrucción iba a ser peor. Efectivamente así fue, al siguiente día atacaron el Distrito 9, Michael y Leah corrían para salvar sus vidas. Los androides estaban cerca de donde se encontraban, parecían que estaban apostando quien podía destruir más cosas; los chichos corrieron, de repente se encontraron acorralados en medio del bosque, no había a donde correr, a donde esconderse, era un hecho, los androides los iban a matar.

-Leah, corre, tienes que correr y no voltees, no se te ocurra regresar, decía Michael agitado, mientras agarraba la cara de la chica.

-Que dices, estás loco, no pienso dejarte aquí, que piensas hacer.

Ella no entendía nada, que pensaba hacer su hermano, sus ojos se abrieron más.

-Leah escúchame, eres una sobreviviente de acuerdo, le prometiste a tu padre que sobrevivirías, así que te estoy ayudando a cumplir esa promesa. Sus palabras sonaban decididas y sin miedo.

-Michael… lo abrazó- no lo hagas, sobreviviremos los dos.

-Vete Leah, la empujo.

La chica entendió que su hermano había tomado la decisión, empezó a correr, a alejarse de él, pero de repente se detuvo y se vio entre los brazos, de su amigo, de su protector, de su hermano, era el final de su hermandad, no quería dejarlo.

-Gracias por todo, te quiero.

Fue lo único que le dijo.

-Yo también te quiero, Leah, levantó la barbilla de su hermana, fue un placer estar contigo, de sobrevivir juntos, le beso su frente, pero ahora te toca a ti hacerlo por tu cuenta, se oyó una explosión demasiado cerca de ellos, ahora corre, CORRE grito.

No quería soltarlo, no quería dejarlo, Michael era todo lo que tenía, pero sus palabras la regresaron a la realidad y corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron; de repente escuchó un grito a lo lejos, era Michael, era su voz, era él y una explosión apareció en el mismo lugar donde él se había quedado.

Dejó de correr y empezó a llorar, Michael había muerto, Michael se había sacrificado por ella, la había salvado de todas las formas posibles y ahora ya no estaba, escuchó otras explosiones, fue entonces cuando decidió correr, sus lágrimas se deslizaban en su rostro, tenía que sobrevivir, por él, por mis padres, lo iba a hacer.