Disclaimer: El fandom de Inuyasha, su historia y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi y los tomo prestados sin fines de lucro.
…
Fragile Soul
Por: Hoshi no Negai
1. El grito en la oscuridad
El invierno ayudaba a que la poca luz del día se extinguiera con gran velocidad. El aire frío incomodaba hasta con la más simple brisa, por lo que había poca gente en el exterior a esas horas. Todos preferían permanecer en sus hogares al lado de un buen fuego, esperando a que aquella estación terminara de una vez, dando paso los próximos días a la tan ansiada primavera.
Pero lamentablemente para un pequeño grupo de personas, el clima era una de sus últimas preocupaciones. Aunque cualquiera que viera aquella cabaña en particular desde lejos ni se imaginaría las razones por las cuáles sus ocupantes estaban tan preocupadas, nerviosas y tensas.
―Por favor, tienes que dormir ―pidió una joven sacerdotisa por enésima vez en menos de una hora―. Llevas casi tres días enteros despierta, esto no te hará ningún bien.
La chica a quien le hablaba se estremeció. No debía tener más de diecisiete años, aunque la demacrada expresión de su rostro disimulaba muy bien su poca edad.
―Si duermo de nuevo… No, no quiero hacerlo. Todo volverá a empezar ―se abrazó a sí misma. El frío estaba traspasando las paredes de madera de aquella cabaña, lo que las obligaba a mantenerse abrigadas en todo momento. Afortunadamente el fuego de la hoguera se alimentaba mejor de los leños recién arrojados, por lo que el calor comenzaría a inundar la estancia en cuestión de minutos.
La otra mujer que las acompañaba, una anciana, suspiró mientras negaba con la cabeza.
―Sabes que nosotras te protegeremos si eso llega a ocurrir. Pero si te privas del sueño, no harás sino empeorar ―le dijo cansada. La más joven la miró con la pena superponiéndose al miedo.
―Cada vez es peor ―aseguró, tragando con dificultad―. ¿Y si las atacan a ustedes también? ¡No podría soportarlo!
―No pienses eso, no pasará nada ―trató de reconfortarla la sacerdotisa amablemente.
―Creo que prefiero esperar al señor Miroku ―volvió a negar rotundamente la menor.
―Acaba de salir hoy, con este clima puede retrasarse. No puedes darte el lujo de seguir esperando más tiempo.
―¡Claro que puedo, Kagome! ―explotó nerviosa la muchacha―. Necesito esperar aunque se tarde meses. No quiero que esas cosas me sigan encontrando y que me obliguen a… ―su voz se cortó. Se hizo un silencio incómodo en el que todas pensaban lo mismo. Las mayores se miraron incómodas.
―La señora Kaede y yo hemos estado practicando nuestros conjuros, podemos darte varias horas de paz ―volvió a probar suerte la joven sacerdotisa, tratando de convencerla con su amable tono de voz.
―¿Y si falla de nuevo? ¿Y si esta vez no puedo volver?
―Por favor… te lo pido como tu amiga ―Kagome tomó sus manos temblorosas, queriendo proyectar toda la seguridad que no tenía. Ambas tenían el mismo miedo, pero una de ellas debía ser el pilar de la otra―. Daremos lo mejor para protegerte, pero te estás debilitando mucho. Si tu cuerpo falla más, o si te enfermas o caes agotada, quizás no podamos ayudarte.
―Tienes que mantener fuerte tu mente ―la aconsejó la anciana Kaede―, trata de dominarte y mantenerlos afuera. Si no tienes un cuerpo en condiciones al que volver, será mucho peor y es probable que no puedas despertar.
―Es por eso que quiero esperar al señor Miroku ―repitió incomodada. Las otras soltaron resoplidos de cansancio.
―¿Y si es demasiado tarde para cuando llegue? ―Kaede la miró duramente―. ¿Y si tu cuerpo no lo resiste más y no consigues regresar por tu cuenta? No descansas en absoluto, no te alimentas bien y haces esfuerzo cada día para mantenerte estable tú sola. No vas a durar tanto como crees.
La jovencita bajó la cara, apretando la gruesa tela de su abrigo de algodón entre sus manos. ¿Por qué debería concentrarse en algo tan banal como comer cuando tenía cosas muchísimo peores de las que estar al pendiente? ¡El sólo hecho de recordar lo que sucedía cada vez que dormía le quitaba cualquier rastro de hambre! Pero pese a las contestaciones que formulaba en su cabeza, no dijo nada. Sabía que la anciana tenía razón, pero una parte de ella se negaba a creerle.
Su vista se nubló por un instante y un fuerte mareo casi la hace caer. Llevó una mano a su frente tratando de componerse, pero cada vez le era más difícil. Estaba ciertamente agotada y aún así hacía todo lo posible por no cerrar sus ojos más que para parpadear.
―Por favor… ―volvió a suplicarle su amiga, captando su atención. Su tono apremiante era causado por aquella cabezada que estuvo por dejarla en el suelo―. Te prometo que te despertaremos en unas tres o cuatro horas, aunque no esté sucediendo nada. Pero tienes que dormir.
―Serás una presa más fácil si no hay manera de sacarte de tu desmayo ―prometió la anciana. Ella se mostraba más dura al contrario de la otra, intimidándola para que le hiciera caso. Odiaba reconocerlo, pero funcionaba bastante bien.
La jovencita comprimió una mueca y las miró resignada, pidiéndoles desesperadamente que no le hicieran eso. ¿Cómo podía dormir sabiendo lo que le esperaba apenas cerrara los ojos? Imágenes horribles se acoplaron en su interior, recordándoselo cruelmente. Si aquel nuevo conjuro del monje Miroku no funcionaba, no tenía idea de lo que sería de ella.
Luego de un momento de duda que empleó en buscar argumentos para zafarse de aquella situación, volvió a resoplar rendida. Se forzó a recostarse en el futón y a taparse con las viejas y pesadas mantas hasta el cuello. El calor de las telas se veía opacado por el miedo que salía a flote: se sentía atrapada. Pero por más que se asustara, debía reconocer que sus mentoras tenían razón. Necesitaba dormir, por más agobiante que esto pudiera resultar. Aunque todavía se aseguraba que privarse del sueño era mucho mejor antes que abandonarse a él.
Sintió unas palmaditas conciliadoras en sus rodillas y alzó la cara hacia Kagome, quien le sonreía tristemente para darle ánimos. Trató de devolverle el gesto, pero no pudo.
―Descansa. Estaremos aquí ―le recordó suavemente antes de que cerrara los ojos. Por la minúscula ranura entre sus párpados pudo notar que un débil brillo comenzó a rodearlas, como si una cúpula transparente de luz rosácea hubiera caído sobre las tres. Pero aquella cálida protección no la hacía sentir mejor.
Intentó combatirlo al principio, pero luego de unos angustiosos minutos, su cuerpo cedió al descanso por el que tanto clamaba.
Antes de que sus peores temores se materializaran, sólo fue capaz de pensar en una cosa. En un nombre que hacía mucho tiempo no pronunciaba, un nombre cuyo dueño deseaba ver una vez más.
Señor Sesshomaru.
…
Habían transcurrido unos diez años desde la caída de Naraku. Diez años que para él fueron como un veloz zumbido. ¿Qué había sucedido después de su muerte? Nada fuera de lo normal, al menos dentro de su vida. Los enemigos iban y venían quizás ahora con más frecuencia. Al enterarse de que su espada fue una de las principales causas de la destrucción de Naraku, muchos lo buscaban para medir fuerzas. Y a pesar de que acababa fácilmente con todos, seguían viniendo a él como polillas atraídas a la luz.
Al parecer nunca se terminaba de correr la voz. Nadie entendía lo letal que el Gran Sesshomaru podía ser, especialmente desde que la poderosa Bakusaiga estaba en su cinto.
El último contrincante cayó luego de poco esfuerzo. Una especie de onicon piel rojiza y un tamaño colosal. Lástima que su habilidad en combate no fuera de la mano con su apariencia.
Guardó la espada en su funda, mientras a su espalda los pedazos de carne cercenados del monstruo caían con sonidos sordos. El lugar había quedado irreconocible: de pequeño y tranquilo claro en el centro de un denso bosque pasó a convertirse en un cruento campo de batalla hecho trizas, cubierto de sangre y girones de carne.
Ignoró como siempre las alabanzas de Jaken que repetía ruidosamente sus partes favoritas de la pelea, pasando por su lado para adentrarse en el follaje.
La apagada luz del crepúsculo apenas se filtraba entre los árboles y la neblina se arremolinaba cada vez más abajo, dando la apariencia de que la noche había llegado hacía horas. Podía escuchar a las criaturas desde sus escondites, observándolo caminar. Lo asechaban con sus ojos que brillaban en la oscuridad, haciendo ruidos bajos para comunicarse entre ellos. Pero ninguno se decidía a atacar. Quizás era el hedor del cadáver mutilado, o era que lo habían visto derribar a aquel ogro con pocos movimientos en cuestión de minutos. Jaken había cerrado la boca cuando los siseos llegaron a sus oídos, aterrado hasta la médula. Sesshomaru les era indiferente. Ninguna criatura podría jamás causarle temor. Fueron montaña abajo, pero se mantuvieron dentro del bosque hasta que los sonidos se apagaron. Cuando el último ser desapareció al alcance de su vista y oído, recordó fugazmente a la niña que lo había acompañado tanto tiempo atrás.
Rin habría estado muy asustada, ciñendo las riendas de Ah-Un con tanta fuerza que sus manos se habrían puesto blancas. Pero en el fondo sabía que estaría tranquila, ya que depositaba toda su confianza en el demonio que caminaba tan silenciosamente a la cabeza del grupo.
Rin. ¿Cuánto tiempo llevaba sin pensar en esa chiquilla? Nunca se preocupó por llevar ninguna cuenta, así que no podía saberlo.
La había dejado en la aldea de su medio hermano cuando aún era pequeña. Estuvo pendiente de su cuidado por unos años hasta que supo que era hora de retirarse. Inuyasha le brindaría la protección que necesitaba, y en compañía de los humanos podría llevar una vida como la de cualquiera de su especie. Se preguntó cuánto habría crecido y si ya había alcanzado la madurez.
Ése era el motivo por el cual no creía necesario su regreso. Rin crecía, su etapa de niña dependiente estaba por finalizar y ya no tenía sentido alguno que se hiciera cargo de ella.
Lo único que tenía en mente era que no regresaría a esa aldea. Tenía muchísimas cosas de las que ocuparse, no podía permitirse ni un minuto para estar rodeado de humanos. Sólo esperaba que el inútil de Inuyasha hiciera bien su trabajo de protegerla en caso de ser necesario.
Tuvo que hacer un ligero cambio de rumbo al ver que su camino se acercaba justamente a aquel pueblo, cosa que sus acompañantes ni notaron. Aunque tal vez no era una mala idea hacerle una visita al estúpido hanyou. Sería interesante practicar las nuevas técnicas de Bakusaiga contra Tessaiga. Pero no volvió a cambiar su camino y siguió adelante.
De nuevo la vocecilla aguda y áspera de Jaken inundó el ambiente con cosas que no se molestó en escuchar. El dragón de dos cabezas dejó escapar un prolongado suspiro, como si él también quisiera hacerlo callar.
Sesshomaru detuvo su andar abruptamente, haciendo que Jaken se chocara con sus piernas y cayera al suelo. Se disculpó un millón de veces, pegando la frente al suelo mientras se excusaba por su torpeza, pero él no le hizo caso alguno. Algo había llamado su atención y necesitaba escucharlo.
―¿A-amo Sesshomaru? ―preguntó su sirviente cuando se dio cuenta de que era ignorado―. ¿Está todo bien, amo? ¿Ocurre algo?
―Silencio ―siseó en respuesta.
Agudizó el oído, obviando los sonidos del bosque que pudieran interferir su búsqueda hasta que captó aquello que buscaba.
Un grito. Un grito muy lejano que se perdía a la distancia. Era desesperado y angustioso, como si la persona se enfrentara a algún enemigo terrible. Se estaba acercando cada vez más, podía escucharlo mejor conforme los segundos pasaban. El terror inundaba cada entonación y a veces los gritos eran reemplazados por gimoteos agotados, como de alguien que hace un esfuerzo por correr pese al terror que sentía.
Miró en todas direcciones, buscando también con su olfato. No encontraba absolutamente nada que produjera aquel alarido.
―¿Amo, qué está pasando? ―preguntó asustado Jaken.
―¿De dónde proviene?
―¿De dónde proviene que cosa, amo?
―El grito.
Jaken guardó silencio, seguramente tratando de escucharlo.
―No escucho nada, señor ―contestó al cabo de unos segundos, escéptico―. ¿Y tú, Ah-Un?
El dragón hizo un sonido bajo en señal de negativa.
―Ninguno lo escucha, amo. Tal vez sea algún bicho zumbando sus alas, como usted tiene un sentido auditivo tan agudo…
Sólo bastó una dura mirada para hacerlo cerrar la boca. Eso no era ningún insecto; ¿cómo las alas de alguna criatura podrían ser responsables de aquel sonido tan atormentado?
Pero había otra cosa, algo distinto. Prestó atención con cuidado, descubriendo una palabra sofocada que se confundía entre el agudo bramido. Sus ojos se abrieron un poco más. Era su nombre. Sea lo que sea que estuviera haciendo aquel escándalo, lo estaba llamando.
―¿Qué…? ―musitó entre dientes. Se estaba comenzando a molestar en serio. Debía ser algún nuevo enemigo que intentaba tenderle una trampa, seguramente para hacerle creer que había secuestrado algún conocido y que debía rescatarlo.
¿Acaso no era estúpido? Sesshomaru no tenía a nadie por el que preocuparse. ¿Qué clase de imbécil utiliza un truco tan patético para intentar arrastrarlo a una pelea?
Dio un paso al frente, decidido a marcharse hasta que se dio cuenta de un nuevo detalle. La voz seguía acercándose poco a poco, haciendo eco en los árboles. Estaba tan cerca que era imposible que Jaken no la oyera. Giró la cara buscando reconocimiento en sus toscas facciones, pero éste le seguía mirándolo extrañado a la espera de instrucciones.
Furioso, puso una mano en Tenseiga, listo para atacar a aquel ser incorpóreo y acabar con aquel ruido tan incómodo. Cuando su palma llegó a la empuñadura, notó que ésta comenzó a vibrar. No sólo eran gritos y gimoteos entremezclados con su nombre, ahora se le hacían claros otros sonidos. Aullidos, gruñidos, bufidos muy graves y peligrosos. Como si la persona fuera perseguida por una manada de animales monstruosos. Tenseiga se sacudió con más fuerza en su mano, pero él no la desenvainó. Había reconocido por fin la voz que clamaba por ayuda.
Era Rin.
REVIEWS... REVIEWS... REVIEWS... REVIEWS...REVIEWS
¿A que quedó genial el dibujo de la portada? ¡Al fin hago algo de lo que me siento orgullosa! xD
Ejem, perdonen. Aquí estoy de vuelta con un nuevo proyecto. Esta vez quise hacer algo con un toque diferente al mío habitual, ya saben, por experimentar. Sé que es un capítulo cortito, pero no se preocupen, las actualizaciones serán constantes y espero que sin falta cada sábado.
A todo esto, ¿qué les pareció del primer capítulo? ¿Por qué Rin le tiene tanto miedo a quedarse dormida? ¿Qué es eso que la asecha cada vez que lo hace? ¿Y cómo es que Sesshomaru puede oírla? (No, Ginny, tú no respondas que ya sabes xD) Tendrán que esperar a la siguiente semana para averiguarlo.
Mil gracias a mi querida beta Ginny-chan por echarme una mano con esto, corregir y acomodar detallitos técnicos. Espero que les haya gustado, y perdonen el retraso y lo corto. Los comentarios son siempre bien recibidos :)
¡Besos a todo el mundo y hasta el sábado!
