Hola! Siento mucho haber hecho una burrada tan grande como eliminar una historia completa del tirón, así, sin avisar, pero todo tiene su explicación:
Estoy editando la historia, pero una chica me ha mandado un MP diciéndome que de repente ha desaparecido! (pobrecilla, lo siento mucho U_U) y he decidido que como estoy muy avanzada la voy a ir recolgando capi por capi… ahora los capítulos son mas largos y son menos, lógicamente, pero no falta ninguno. Simplemente, los uní, como el que une dos folios con celo.
Espero que las antiguas lectoras encuentren una gran mejora y que las nuevas o las que ya estaban leyendo no se decepcionen con ella. Os mando un beso y mil disculpas, pero… aquí está.
Capitulo 1: El nuevo trabajo
Era un día soleado. Los rayos de luz caían desde el cielo, brillantes y deseosos de comenzar el día. Estaba amaneciendo. Hermione Granger no podía dormir. Se sentó para ver amanecer. Era como si el día se estuviera burlando de la catástrofe que había ocurrido hacia tan solo unas horas. Hermione estaba realmente triste, deseaba morir allí mismo. Su Ron, el que había sido suyo hacía tanto, ya no estaba. Pero no lloró. Le parecía que, pese a su gran perdida, sus principios le decían lo contrario. No podía llorar; sería como decirle adiós para siempre, y ella no quería hacer eso. Se limitó a vestirse y peinarse. Tenía que ir a buscar trabajo.
Al contrario de los pensamientos de algunas personas, Hermione Granger no había triunfado como lo habría deseado: Cuando Dumbledore murió sus padres decidieron que ya era hora de que tanta tontería terminase, así que la llevaron hacia casa, impidiéndole asistir a su séptimo año en Hogwarts. Cuando fue a buscar trabajo (tanto en la comunidad mágica como en la muggle), la falta de estudios o no haber cursado los exámenes de EXTASIS, hizo que la rechazaran en los trabajos más simples (como por ejemplo, en el Departamento de cooperación mágica internacional del ministerio de magia como secretaria). Así, cada día después de haber recibido algunos galeones (que no esperaba) por parte de Harry (auror) iba a buscar trabajo independientemente.
Si, la vida de Hermione era un poco mala con respecto a los motivos sociales, pero nada con su vida privada era comparable.
Hermione contrajo matrimonio después de largos periodos de relación con Ron Weasley. Si, era predecible, pero lo que no lo era es que a Ronald lo mataron justo la noche de ese mismo día. Si, lo habían atropellado. Una muerte poco usual para un mago, aunque también bastante real visto desde el punto de vista mágico y muggle. Desde entonces, Hermione se había pasado las horas pensando en el, y en que justo momentos antes de que lo atropellaran iba a buscar comida, porque horas antes había ido a buscar a Hermione. La idea que mas le atormentaba era esa: Antes de morir la había hecho suya, ellos habían estado juntos aquella noche, justo antes del accidente. Como si ya supieran que aquello iba a ocurrir, y quisieran despedirse. Por eso, Hermione le daba mil vueltas en la cabeza. Creía que Ron sabía que iba a morir, y que por eso se quiso despedir de ella. Aunque lógicamente no era así, puesto que un accidente de trafico puede ocurrirle a cualquiera, aunque para desgracia de ella tuviera que ocurrirle al pelirrojo.
Salió de su departamento, que antes compartía con el pelirrojo. Ando por las calles, y corrió a la agencia d trabajo en la que se había apuntado. Allí, se encontró con una grata sorpresa:
-Señora Weasley…
-No, ahora vuelvo a se la señora Granger –corrigió la chica. El hombre no se inmutó, pero intentó simular que se sentía sorprendido y confundido-.
-Oh –dijo el director de la agencia- se han divorciado o…?
-No, mi marido… mi marido falleció anoche.
-Cuanto lo siento –se disculpó, aunque no parecía importarle mucho. Removió un poco sus papeles y encontró, por fin, la oferta de trabajo que buscaba para ella, que siempre acudía a las 10 de la mañana puntualmente a preguntar sobre su curriculum-. Ha llegado un trabajo. Aunque nadie lo quiera, me ha parecido interesante mostrárselo, puesto que usted suele aceptar algunos empleos… peculiares. Es en una gran mansión a las afueras de aquí. Como servicio domestico.
¿Una mansión? ¿Antigua, con sus jardines, terrenos y sus infinitas plantas?
-¿Como se llama la mansión?
-La mansión se llama "toujours pur sang". A lo visto son muy ricos.
- porque nadie quiere el trabajo?
-Porque creen que la casa esta encantada.
-¿Encantada? – ¿acaso era una familia de magos? –y dígame, ¿Quién vive ahí?
-Vive un señor. Nada del otro mundo.
-Me quedo con el trabajo –dijo Hermione en voz baja.
-Bien. Son extranjeros, o algo así, así que no te pagaran con libras esterlinas. Vete a un banco y cámbialas. Empiezas ahora.
-¿Ahora mismo?
-Si, el servicio es durante las veinticuatro horas. Puede dormir en su casa, pero le aconsejo que se acomode allí. Un placer haberla tenido en mi agencia señora weas… Granger.
Y sin decir una palabra más, se levantó del asiento y le dio la mano a una Hermione algo despistada.
Muy extrañada, Hermione se fue a un baño de la agencia, cerró la puerta y se apareció en su casa. Estaba conmovida: A caso Ron se había ido para que a cambio le dieran trabajo? Es un contraste no equilibrado. "una vida por un trabajo?- Pensó-. Y que tiene eso de bueno? Aun arruinada, aun al borde de la muerte, preferiría estar un segundo mas con Ron, incluso le prefiero a el antes que a mi vida"
Recogió sus cosas, las metió en su antiguo baúl en el que ponía las iniciales H.J.G. todavía recordaba en el primer curso, en el tren, cuando un par de gemelos pelirrojos le habían ayudado a cargarlo. Con un último movimiento de la varita, se apareció en la puerta de la que sería su nueva casa, y del que sería su nuevo trabajo.
La mansión toujours pur sang.
Aun con la tristeza que sentía, Hermione se permitió un asomo del gran asombro de lo que aquella mansión le transmitía: Las tejas de un color verde oscuro, las paredes grises de piedra, la reja grande y extravagante, el gran jardín con plantas que Hermione supo reconocer casi de inmediato (como las mandrágoras o las Horclump), y la gran fuente con forma de serpiente que había en el centro de la entrada. Una lujosa escalera de piedra conducía a la entrada de la mansión. Hermione llamó tímidamente a través de la reja. De la nada salió un señor con uniforme y pajarita. Este la miró y le preguntó:
-¿Desea algo, señorita?
-Si – comenzó Hermione un poco cortada- soy la nueva empleada de servicio domestico.
-De acuerdo, pase. ¿Usted no es de sangre pura, verdad? –Hermione se incomodó ante la pregunta. El señor de la pajarita pareció percatarse tra ver su expresión de que había metido la pata, y rápidamente respondió – porque no le aconsejo que revele eso al señor. Creo que no le haría mucha gracia.
-Vaya… le agradezco la amabilidad –dijo Hermione, sin saber que decir-. Y en que trabajaré yo?
-Es una ayudante de cámara. Cada ve que alguien necesite ayuda con algo, llamamos a las ayudantes de cámara, que se ocupan de ser algo así como las "relaciones públicas" del servicio en una casa. El señor se encarga personalmente de eso.
Hermione estaba cada vez mas confundida, pero no le dio tiempo de peguntar nada más, porque se hallaban frente a la puerta de la casa. El señor (que Hermione dedujo que sería el amo de llaves) abrió la puerta. Unas personas, todas de uniforme idénticos, la miraban, esperando en fila horizontal. Al frente de esa fila, se encontraba quien Hermione reconoció como el señor de la casa.
-Señor. La nueva asistenta de servicio… -el amo de llaves se mostró un poco dubitativo, y al final, decidió preguntar - ¿Cuál es su nombre, señorita?
-Hermione Granger –dijo mirando al señor, quien parecía bastante orgulloso con su nueva adquisición del servicio doméstico.
El señor de la casa vestía con una impecable capa verde oscura y un traje negro a juego. Sus manos sostenían un bastón de roble también oscuro, tan elegante como su vestimenta. Sus cabellos, rubios y centelleantes, estaban peinados hacia atrás, con fijador. A Hermione ese señor tan joven y atractivo, casi de su misma edad, le recordaba mucho a alguien de su pasado. De hecho, habría jurado saber quien era si no hubiese visto los ojos del caballero: Unos intensos ojos verdes, que parecían falsos de lo hermosos que eran, la miraban desde una perfecta cara libre de cualquier impureza. No podía ser, en él no había ni rastro de aquella mirada de hielo... El señor se acercó y le cogió la mano, besándola.
-Encantado de conocerla, señorita Granger.
-Igualmente, Señor…
-Creo (y supongo que estará de acuerdo conmigo) que sería mejor presentarme en un ambiente más privado, cuando nos encarguemos de su entrevista profesional, señorita Granger. Quizás Quiera ponerse cómoda y asearse un poco, no se cuanto ha tenido que viajar hasta la mansión. Si es tan amable, siga a James hasta su habitación en el segundo piso, donde nuestra muy aplicada Anne estará esperándola para ponerla al día. Después podrá reunirse conmigo en el salón de la quinta planta.
-S-sí –atinó a decir Hermione-. Por supuesto. Gracias por todo.
El caballero hizo una inclinación de cabeza y, sonriendo, se retiró. Había algo en él que Hermione encontraba familiar. Pero no podía ser: se parecían, pero no eran la misma persona. Lamentándose de su confusión y su poco juicio, se fue a la segunda planta, donde una chica con un gorro de volantes abombado color verde (a conjunto con el uniforme) la esperaba. Su nariz era afilada, y sus facciones eran alargadas, dándole un aire extranjero. La chica seguramente proviniera de otro país, pero Hermione no hizo comentarios al respecto. La muchacha tenía el pelo moreno, y dos bucles salían de su gorro abombado para caer por el frente de sus orejas, dándole así un toque… como de mujer antigua. La muchacha le sonreía. No habló. Le dio los uniformes de la semana, la acomodó en su cuarto y después le indicó donde estaba el salón. Le explicó las reglas y se fue, no sin antes despedirse y decirle que no se pusiera el uniforme para bajar ver al señor.
Su cuarto era simplemente extraordinario: Grandes tarros con líquido de colores tenían hermosas plantas y flores extrañas dentro, como si estuvieran petrificadas para conservar su belleza (aunque mas posiblemente para conservar sus propiedades mágicas). Su cama con dosel era de madera antigua, y de dos cuerpos, con unas mantas grandes y gruesas, para soportar el frío que por las noches entraba por la ventana. Tenia cuarto de baño propio, de azulejos verdes y blancos, y un escritorio con pergamino, pluma y tinta. Un espejo, una silla y una librería decoraban el rinconcito de la oscura mesa de escribir. Hermione entonces vio que del techo sobresalía un cuadrado, del tamaño de una puerta pequeña, un poco inclinado hacia abajo. Al principio pensó que podrían estar cayéndose las baldosas del techo pero pronto descubrió que se trataba de una superficie de madera: decidió inspeccionar más tarde, cuando su trabajo estuviera asegurado y ella estuviera descansando, y se dirigió hacia el salón.
Bajo las escaleras con cuidado de no hacer mucho ruido. La casa era muy grande y muy vacía, así que el eco sonaba con mucha frecuencia en momentos de descuido. Aunque la casa fuera antigua, posiblemente estuviera decorada por un Slytherin (si es que se había metido de verdad en una casa de magos) y llena de objetos inquietantes y extraños, la casa tenía un "je ne sais quoi" que le hacía a Hermione sentirse cómoda allí dentro. La hacía sentir bien, con sus sonidos amortiguados, sus silenciosos pasillos y sus anchas escaleras enmoquetadas.
Llegó ella sola hasta la puerta del salón, donde el mayordomo la esperaba. Al contrario del amo de llaves, este tenía el semblante serio, y con una mirada de desconcierto ante el atuendo muggle de la muchacha (puesto que ya le habían advertido que debía ir con su uniforme, algo a lo que ella rehusó), le informó:
-el señor tardará un poco en bajar. Espere dentro a que llegue, por favor. Si necesita algo, no dude en llamarme, dos palmadas.
Y con un ultimo saludo y mirándola de reojo, le abrió la puerta para que la chica se encaminara hacia el salón.
Este era muchísimo más confortable que todo lo que había visto hasta ahora: Era hermoso, con una moqueta roja oscura que cubría el suelo, las paredes a medio parqué y con decorados antiguos. Las estanterías contenían muchísimos libros, a los que Hermione se acercó para leer los títulos, ansiosa por reconocer en alguno de ellos algo del último curso de su añorado Hogwarts. Después de eso, observó con más atención a la habitación. Toda clase de cuadros, desde los más hermosos hasta los más tétricos, se hallaban colgados de las paredes formando una pequeña exposición. En una gran chimenea en la que perfectamente (creía ella) cabían dos personas altas y anchas de pie, crepitaba un fuego acogedor, que invitaba a quedarse sentado frente a el horas, en los sillones y sofás tapizados de color rojo carmesí, leyendo un libro. En un rincón (y esto fue lo que mas le gustó a Hermione) había un piano de madera de haya roja. Se acercó. Se sentó inconscientemente y levantó el cubre teclas que lo adornaba. Las teclas eran rojas, con los bemoles blancos, distintas al habitual blanco y negro que suele decorar un piano corriente. Sintió unas tremendas ganas de tocarlo. Así que se remangó los puños y comenzó a deslizar los dedos suavemente por el piano. Su música celestial, que tanto añoraba salir desde hacía años de ese solitario instrumento, olvidado seguramente tras generaciones, inundaba los oídos de la chica y hacía que el sufrimiento y el dolor por la gran perdida de su marido se fueran, que se alejaran… Su pecho se expandió, dejando entrar el aire a sus pulmones, y de pronto se sintió llena de vida. Pero una tos la sacó de su ensimismamiento, se levantó y puso la tapa de las teclas rápidamente. Muy avergonzada, con un rubor rojo en las mejillas, se giró esperando ver una enfadada mirada en loo verdes ojos de su nuevo señor. Pero sin embargo, una calida sonrisa la sorprendió.
-Tocas muy bien. Me ha gustado escucharte, incluso a pesar de que el piano esté un poco desafinado. Siéntate aquí –hizo aparecer dos sillas cómodas y blanditas de la nada, con una mesilla auxiliar frente a ellas junto a la chimenea-. Me gustaría hacerte algunas preguntas.
Hermione se acercó temerosa, y tomó asiento tímidamente. El caballero la miró a los ojos, pero aun así ella miraba a sus manos, nerviosa.
-¿Podrías decirme tu nombre completo, por favor? –Dijo chupando la punta de una elegante pluma negra con vetas blancas y elevándola sobre un pergamino en el aire. Varios rollos de pergamino se apoyaban en el escritorio-.
-Hermione Jane Granger.
-¿Estado civil?
-Viuda.
-Oh –dijo de pronto, levantando la vista de las letras del pergamino. La miró directamente, pero ella seguía rehuyendo, ahora apenada, su mirada-. Lo siento mucho. Siendo así, ¿desde cuándo?
-Mas o menos unas seis horas –pudo alcanzar a decir, intentando controlar el temblor de su voz-.
-Lo siento mucho- repitió. Parecía tan entristecido como ella, aunque no dijo nada mas al respecto de la muerte de su marido-. ¿Puedo preguntarle cómo es que usted ha aceptado este trabajo con tan… poco tiempo para poder velar el luto?
-Yo no voy a llorar. No es lo que él hubiera querido, el se habría sentido orgulloso de que yo siguiera adelante.
-Eso es algo muy hermoso. Siento mucho haberle formulado una pregunta tan personal, señorita –se disculpó el rubio-.
-No pasa nada, es normal que sienta curiosidad por un comportamiento tan inadecuado –Hermione sonrió un poco, consciente de lo extraño de sus palabras, y el chico por fin pudo acompañar sin miedo a su sonrisa-.
-¿Edad?
-Veinte años.
-¿Estudios?
-Seis años académicos en Hogwarts.
-¿No tienes EXTASIS?
-No. Supongo que será un inconveniente –añadió con rapidez, deseosa de demostrar que ella valía lo mismo que alguien con EXTASIS-, pero…
-Para nada, no es ningún problema –dijo el rubio, y consiguió que Hermione le mirara a los ojos sorprendida. Lo que Hermione no se esperaba era aquel cambio en su aspecto, el único cambio que ella había estado deseando observar casi con ansiedad desde que pisó el primer escalón de la puerta de la gran mansión: sus ojos ya no eran verdes, como la primera vez que los miró: Tenían un color gris, con un núcleo azulado. Hielo. Una mirada penetrante, con unos ojos color del plomo que atraían como la droga. Ahora Hermione creía estar segura de quien era, pero aun así, se reprendió. No podía ser él, no vivía allí ¿Podría ser de verdad la persona que ella estaba esperando, tras cinco años sin verlo? El rubio prosiguió-. Desde cuando dejaste tu último trabajo, y en que consistía.
-No he trabajado nunca. Ya sabe, por no tener recursos académicos.
-Ya veo – un silencio se apoderó de la sala mientras el caballero hacía aparecer dos tazas de té en la mesa, donde los pergaminos se hicieron a un lado ellos solos. Le ofreció una a la chica, quien la cogió agradecida, y el muchacho tomó un largo sorbo de té-. ¿Sabes quien soy? –Preguntó directamente, conociendo ya la respuesta-. ¿Me recuerdas?
-No… -dijo, no muy segura de haber sonado convincente, aunque su corazón latía con tanta fuerza que pareciera que se le saldría del pecho-. Nunca antes recuerdo haberle visto, señor.
-¡Vamos, Hermione, creía que eras la chica mas inteligente del curso! –Dijo mirándola a los ojos-. Y con la bofetada que me diste en tercero…
-Dra-Draco? –dijo atragantándose con el té (que estaba preparado tal y como a ella le gustaba), mirándole con los ojos como platos-. ¿Draco Malfoy? –dijo tosiendo, entrecerrando ahora los ojos para observarle mejor. Dentro de ella, su parte rebelde dejó escapar un grito que rezaba "Lo sabía!"-.
-El mismo, Señorita Granger. Pero no quiero que el servicio sepa que te conozco, podrían pensar que es un enchufe y posiblemente se llevaran mal contigo… aunque hay una chica a la que seguro que no podrás engañar.
-No sabía que este sitio era tuyo –dijo ella, sin saber que mas añadir tras eso-.
-¿Estabas casada? ¿Con quien? Potter no puede ser, porque le veo muy a menudo llevando a delincuentuchos de tres al cuarto hacia el hospital…
-Creo que con quien me he casado o no, no es asunto de tu incumbencia, mucho menos sabiendo cómo te has comportado conmigo en el pasado, desde siempre –replicó ella, retomando el nervio del orgullo Gryffindor-.
-Pues si –dijo el chico-. Llevas razón, a nivel personal no estoy autorizado a preguntarte nada al respecto, ¿Pero y qué? Soy tu jefe, ¿no?.Creo que tengo el derecho profesional de saberlo –regateó el chico. Hermione dio un largo suspiro-.
-Me casé con Weasley.
-¿Y… ha muerto? –dijo con voz inexpresiva-. ¿De verdad?
-Si… -susurró Hermione intentando no llorar. Se había prometido no llorar, y lo iba a mantener, así le costara tener que extirparse las glándulas-.
-Lo siento –dijo apenado el rubio. Hermione levantó la cabeza, asombradísima-.
-¿No te burlas?
-Es una muerte –aclaró el chico- no soy tan malo como para burlarme de eso.
-Vaya… gracias –agradeció Hermione-. Y también por no echarme de mí único trabajo.
-No hay de qué. Si yo, que como bien dices, soy tu enemigo de la infancia, no te ayudo, ¿quién va a ayudarte entonces?
-Pero… ¡espera! –dijo ella, viendo como el rubio se levantaba de su silla dispuesto a irse-. ¿De dónde viene todo este lujo, como puedes permitírtelo? Sirvientes, elfos, plantas medicinales en el jardín…
-Trabajo en san Mungo. Soy sanador. Bueno, hasta mañana mi querida sirvienta –se despidió con una sonrisa picar en los labios-.
Sin decir una palabra mas, Hermione subió a su cuarto, reflexionando sobre todo lo que había ocurrido esa noche.
