Advertencia: Este fanfic va tocar muchos temas fuertes, incluyendo violencia doméstica, uso de drogas, alcoholismo, e incluso violación (aunque no de manera explícita). Si eres muy sensible a alguno de estos temas, tal vez sea mejor que no leas esto.


—Mami, se mudó un niño nuevo enfrente, ¿podemos ir a jugar con él? — Preguntó Mathilde con ojos suplicantes, y voz baja, queriendo ponerse en el lado bueno de su madre.

Su hermano estaba parado detrás de ella, casi escondido, probablemente viendo al piso. Pobre Berwald, prefería quedarse en casa a tener que enfrentar a su madre, pero Mathilde no era así, ella se negaba a rendirse.

Además, había visto al niño nuevo por la ventana de su cuarto, algo dentro de ella gritaba que serían muy buenos amigos, ¿cómo resistirse a un nuevo amigo?

—De acuerdo— concedió su madre después de verlos a los dos por lo que se sintieron horas—. Pero ya sabes las reglas, ambos tienen que estar aquí antes de las seis, ¿entendido?

Ambos asintieron de inmediato y salieron corriendo al apartamento frente al suyo, donde hasta hace un momento seguía metiendo cosas la mudanza. La puerta estaba entreabierta, así que Mathilde se apresuró a entrar y arrastrar a Berwald tras ella antes de que él pudiera protestar.

El departamento era pequeño, un poco más que el de ellos, y las cajas llenaban la sala. Una señora los vio desde la cocina y se acercó con una sonrisa hasta ellos.

—Hola pequeños, ¿los puedo ayudar?

—¡Hola! —Saludó la niña de inmediato— Soy Mathilde, él es mi hermano Berwald somos sus vecinos. Vimos desde la ventana que usted tiene un hijo de nuestra edad, ¿cree que podamos salir a jugar con él?

Lo dijo rápido, casi sin respirar entre cada palabra de la emoción. Berwald se avergonzó por lo confiada y directa que era su hermana.

No había duda de por qué ella siempre fue la más problemática de los dos, tanta energía necesitaba salir de algún modo.

La señora se rio con ternura y asintió.

—Por supuesto que pueden. Lukas es muy tímido, le vendrán bien unos amigos que lo ayuden a acostumbrarse a la ciudad. Esperen un momento, yo iré por él.

Se alejó caminando a lo que suponían era el cuarto del chico, que ahora sabían se llamaba Lukas. Los hermanos, no sabiendo bien qué hacer, se pusieron a curiosear las pocas cosas que ya estaban fuera de las cajas. Una de esas era una foto enmarcada.

En ella estaban la señora que los recibió con un bebé en brazos y un hombre junto a ella. Enfrente estaba el niño que habían visto por la ventana, Lukas. Todos estaban sonriendo, se podía sentir lo felices que estaban.

—Nosotros no tenemos ninguna foto así—susurró Berwald, en voz tan baja que, de no ser porque Mathilde estaba pensando exactamente lo mismo, ni siquiera lo hubiese entendido.

Pero no tuvo tiempo de contestar ya que la mujer volvió, ahora con un niño detrás de ella. Era un poco más bajo que Mathilde, casi del tamaño de Berwald.

—Hola—empezó a presentarse, claramente obligado por su madre—, soy Lukas Bonndevik, tengo 10 años.

Se hubiera requerido estar ciego para no notar como los ojos de la chica se iluminaron de inmediato.

—¡Hola, Lukas! Yo soy Mathilde Andersen, tengo once años. —Dirigió su mirada a su hermano, dándole a entender que era su turno.

—Soy Berwald Andersen, nueve años—fue todo lo que dijo. Al menos esta vez con el volumen suficiente para que todos en la habitación lo escucharan.

—Es mi hermano menor—aclaró la chica con orgullo, para proceder a tomar la mano de ambos chicos y empezar a caminar hacia la puerta, arrastrándolos con ella—. Somos tus nuevos amigos, así que vamos a jugar juntos, ¿de acuerdo?

No había muchas respuestas a esa pregunta, considerando que ya estaban en el pasillo y la madre de Lukas solo le había dicho que volviera antes de la cena. Aun así, Lukas pensó que no se hubiera visto capaz de decirle no a la chica cuando estaba sonriendo así.

—De acuerdo—respondió por formalidad, antes de apresurar el paso para ir a la misma velocidad que los hermanos.

Fueron al parque que estaba enfrente de su edificio, y mientras Mathilde empezó a buscar ramas para poder usar como espadas en su juego, Berwald hizo el esfuerzo de hacer conversación.

—El bebé que carga tu madre en la foto, ¿es tu hermano?

—Sí—contestó Lukas—, se llama Emil. A penas tiene dos años.

—Entonces—le interrumpió Mathilde—Tendremos que buscar un papel para que juegue con nosotros. La reina de los vikingos no deja a ningún hombre atrás.

Sin más charla, les dio sus "armas" a los chicos y empezó a hablar de una gran hazaña que tendrían que lograr y enumerar las bestias que se encontrarían en su camino.

Lukas pensó que hace ya un par de años que había dejado de jugar esta clase de cosas, pero Mathilde se veía decidida y a Berwald no parecía importarle que la gente los viera ya grandecitos para estos juegos, así que decidió ignorarlo y seguirles el juego.

Al final, resultó más divertido de lo que creyó que sería. Mathilde encontraba cualquier excusa para escalar árboles y Berwald demostró que, aunque callado, tenía una imaginación igual de amplia que la de su hermana para estos juegos.

Cuando los tres estaban ya muy cansados para seguir, se echaron al pasto a hablar y reír, como si fueran amigos de toda la vida. Berwald y Lukas eran de pocas palabras, pero Mathilde hacía suficiente conversación por los tres y no parecía importarle que la mayoría de las respuestas que recibía eran monosílabos.

Fue Berwald, que estaba mirando hacia la calle, el primero en preguntarse qué hora era, al ver un coche que estaba seguro de conocer entrar al estacionamiento del edificio.

Mathilde notó la tensión de su hermano y volteó a ver, quedándose estática al ver el coche. Era el de su padre.

La chica, que sin darse cuenta había empezado a temblar, revisó el reloj en su muñeca. Eran las seis y media.

Las palabras de su madre retumbaron en sus oídos.

—¿Sucede algo? —preguntó un muy confundido Lukas, que había notado las reacciones de sus amigos.

Los hermanos cruzaron miradas, buscando las palabras o el valor de moverse.

Al final, la mayor de los tres se levantó del piso, sacudió su ropa como si no pasara nada, y extendió su mano a Lukas, ayudándolo a levantarse. Trató de poner una sonrisa de vuelta en su rostro, pero se notaba que era falsa, cualquiera podía verlo. Aun así, Lukas no tuvo el valor de señalarlo.

—Como vuela el tiempo, ¿no creen? —Comentó a los dos, sin emoción evidente en su voz—. Vamos, hermanito, hay que dejar a Lukas en su departamento. Es hora de regresar.

Berwald asintió a las indicaciones de su hermana, aceptó la mano que le ofreció ella y empezaron a caminar los tres juntos.

Lukas estaba visiblemente confundido, había habido un gran cambio en el ambiente y en la actitud de los hermanos. La sonrisa de Mathilde no se veía tan brillante como minutos antes, y Berwald no levantaba su mirada del piso.

Tenía ganas de preguntarles qué pasaba, pero ante de armarse de valor llegaron a su puerta y se despidieron de él.

Su madre lo recibió con alegría y le pidió que le platicara de sus nuevos amigos. Lukas obedeció, excluyendo la última parte de su día.

No entendía que había pasado, pero no creyó que fuera su asunto andarlo contando a todos.

Se fue a su cuarto, alegando estar muy cansado para cenar, y se durmió en cuanto su cabeza tocó la almohada.

De haber estado despierto, hubiera escuchado los gritos provenientes del departamento de enfrente, tal vez hubiera escuchados los golpes o incluso el ligero llanto. Las paredes del edificio eran delgadas, después de todo.

El amanecer llegó, y Lukas de forma inconsciente empezó a mirar la puerta cada cierto tiempo, esperando oír a sus amigos tocar o llamarlo.

Su madre sonrió al darse cuenta. Lukas nunca había sido muy bueno haciendo amigos, pero había encajado con estos otros dos niños de forma casi mágica.

No necesitaba hablar más de lo que quería, ni se sentía forzado a ser parte de juegos que no le interesaban.

Llámenlo instinto maternal, pero algo dentro de su cabeza le dijo que estos hermanos serían gran parte en la vida de su hijo.

Pero ese tocar en la puerta nunca llegó, dejando a Lukas con un vacío en el pecho el ver solo una nota deslizarse por debajo de su puerta.

No metimos en unos pocos problemas por llegar tarde, así que no podremos ir a jugar hoy :(

Fue muy divertido jugar contigo, ¡así que iremos a buscarte en una semana que nos vuelvan a dejar salir!

Atentamente, Mathilde & Berwald.


Por fin, después de 3 one-shots que tengo a medias (algún día los terminaré y los publicaré, ténganme paciencia), por fin termino algo. Sí, esto apenas es el prólogo.

La historia será algo más larga de lo que acostumbro escribir, aunque no sé bien cuantos capítulos tendrá. Más de diez, no creo que llegue a veinte.

En cuanto a las actualizaciones… Ya tengo medio escritos el capítulo 1 y 2, así que esos no tardarán mucho, los demás dependerán de la escuela. Intentaré que no pasen más de dos semanas entre cada actualización.