He aquí, practicando un poco para no perder la compostura.
Esta vez no habrá referencias, tan solo fue hecho como un pequeño análisis de una charla con otra chica del fandom.
El cansancio lo aquejaba, la migraña no ayudaba y el aliento le faltaba. Sangre brotaba de una de sus piernas, y un dolor incalculable pulsaba desde ahí. Pero sabía que su verdadera fatiga no venía de su pierna lastimada, no venía de un dolor físico. O no.
Tal estado fue provocado por aquello que jamás imagino que pudiera pasar.
Avanzo como pudo a la salida de aquella habitación donde estaba oculto. El aire aún se sentía raro, pero el ambiente había mejorado. Siendo la lluvia quien se había encargado de limpiar todos los estragos de aquel lugar, que no era más que su ciudad.
"Paso porque me burle de los dioses". "O puede que fuera por sentirme uno de ellos."
Ni siquiera eran preguntas. Eran afirmaciones. Venidas de la mente de un hombre joven que en su mejor momento pudo haber pasado por un príncipe o alguien importante.
Ahora tan solo parecía una mala sombra de ello.
Su rostro se encontraba sucio, el manto alrededor de su cuello estaba tan quemado como desbordado y su Maztla no tenía mejor aspecto.
Miro el suelo encontrando una pieza de madera algo chamuscada y rota. No lo pensó mucho y decidió utilizarla de apoyo al momento de recorrer la ciudad.
Durante su andar pudo notar con dolor como lo que alguna vez había considerado su más grande orgullo, la prueba irrefutable de su poder, yacía destruida sin la menor consideración alguna.
La calzada estaba vacía. Los barrios, o ya estaban desiertos o estaban a punto de volverse fantasmas al notar como algunas personas iban directo a la salida con todo lo que pudieran cargar.
No eran muchos. Pero en sus miradas se notaba el terror de permanecer más tiempo en ese lugar.
Camino un rato más antes de que su cuerpo le pidiera un descanso. Se sentó con dificultad en el lugar más cercano que encontró. Que no era más que una pequeña casa en el barrio Zapoteca. Ahí recostando su espalda bajo la pared cerro los ojos y dejo que el fuego de su consciencia lo recorriera.
Todo lo que en algún momento encontró justificable y aceptable en favor de algo más grande. Todo ello le pasaba factura y con dolor.
Sintió una suave brisa que removió sus cabellos y abrió los ojos. Sonrió, con un deje de cinismo y amargura –Un hombre sigue siendo un hombre sin importar cuantas consideraciones le hayan sido otorgadas por los dioses... quizá hoy sea el día que me lo quisieron dejar claro... – Hablo en susurros entre cortados. Tampoco es que pensara que alguien lo fuera a escuchar.
Volvió a cerrarlos al sentir otra brisa, y, por alguna razón, la representación humana de Teotihuacán, ya no pudo pensar en aquellos tormentosos recuerdos, no sintió el dolor palpitante en su pierna. Y tampoco pudo volver a abrir sus ojos.
