Los personajes pertenecen a S.M. - la historia es mía.

Esta historia es clasificación M por lo que es apta solo para mayores de 18 años.


Capítulo 1

Edward estaba sentado en la barra del bar del hotel desde dónde podía apreciar a la gente bailando alrededor del lugar, y la playa de fondo, con la suave brisa y sonido del oleaje calmo y sereno de la noche. Llevaba dos días en aquel paradisiaco lugar del Caribe y aún no se le quitaba el sin sabor del fracaso: Rosalie se había casado. Pese a la amargura que lo embargaba, esta noche parecía diferente; se detuvo para percibir de nuevo cada sonido del mar, y en definitiva todo se escuchaba y se sentía surrealista, casi mágico.

-Menos mal que no tengo con quien hablar porque parezco un autentico imbécil con puros pensamientos de adolescente desesperanzado.- Murmuró por lo bajo y sin dirigirse a nadie en particular.

Las risas se escuchaban por todo el lugar, pero había una en especial que le atraía, musical y a la vez profunda; de esa clase de risa que es pura alegría, sin fingimientos, libre. Se giró de su silla en la barra para localizar a la dueña de tan melodioso sonido. Su cabello castaño ondeaba por la brisa que le acariciaba, y vagaba libre al no haber muros sino una reja de bambú tras su silla, enmarcando un rostro bronceado y rasgos finos y delicados.

Al mirarla con detenimiento pudo notar como le calentaba la sangre y era extraño, ya que en su concepto Rosalie siempre había sido la mujer más sensual del mundo, y aún así su deseo por ella no era comparable a lo que como un rayo lo atravesaba y le inspiraba aquella desconocida, con su expresión de total desparpajo. Pero no estaba sola, había dos hombres y tres mujeres más con ella. Luego de observarlos por un rato le dio la impresión que sus acompañantes eran solo amigos, nadie parecía reclamarla como suya; si fuera él, no dejaría a una ovejita sola en una paradisiaca isla del Caribe a merced de los leones… y hoy se sentía como un león hambriento.

Hasta hace menos de dos horas no le apetecía nada diferente a beber, pero con ella, allí, sonriendo y bailando, contoneando sus caderas al son de los exóticos ritmos… ya no sabía ni qué pensar; sus movimientos cada vez más osados hacían que su corto vestido blanco de flores rojizas se subiera un poco más sobre unos bronceados muslos y remarcara cada una de las curvas de su delgado y torneado cuerpo; al seguirla observando quedaba claro que le apetecía más de una cosa, y eso era una realidad que le agitaba la respiración y hacía que sintiera aún más lo cálido y erótico del lugar.

No se decidía a abordarla y para ser sincero el motivo de ese viaje no era aplicar el refrán de un clavo saca otro clavo, sino la filosofía de beber para olvidar. Con esto en mente se giro para concentrarse en su trago; mientras le servían otro vaso de ron blanco con un solo cubito de hielo (el cual había descubierto, era mucho más agradable que el tradicional whisky que bebía); la brisa sopló suave y vibrante, y pudo percibir como un aroma más embriagador, dulce y tentador que el ron invadía sus fosas nasales y drogaba sus sentidos.

Giró la cabeza sobre su hombro derecho y pudo verla a su derecha, tan cerca a él, pero completamente ignorante de lo que le despertaba. Escuchó su voz cuando le pidió un gin tónica al bartman, y resultó ser igual de musical que su risa, pero algo más misteriosa. La observaba con descaro y ella… o de verdad no se daba cuenta, o era muy buena actriz; mientras esperaba su bebida en un claro gesto de impaciencia, medio mordía su labio, despertando en Edward ansias de ser él quien llevara a cabo tan placentera tarea.

En ese instante empezó a sonar una canción de esas que Jasper, su mejor amigo, decía que nadie se podía resistir a bailar. Por su cabeza cruzaba una pregunta, ¿Si la invitaba a bailar qué era lo peor que podía pasar? Se respondió así mismo que sería un rechazo, ¿no? Uno más, uno menos, total ya había batido su propio record, teniendo en cuenta que hasta un par de meses no estaba acostumbrado al no, como respuesta, y ahora parecía ser la frase favorita de la gente para él, en especial del género femenino.

Se giró completamente y con su mejor sonrisa le preguntó:

-Disculpa, ¿Bailas?

-No gracias.- Y ella tomó su vaso de la barra, se giró y volvió a su lugar sonriendo.

"Mierda, cuatro rechazos en esta semana" pensó con verdadero dramatismo. Con Rosalie las cosas eran muy complicadas, y finalmente en este punto de la historia, no le veía otro camino diferente a rendirse. Pero aquella mujer era otro tema, ¿cómo se había atrevido a rechazarlo? Ni siquiera le había echado una mirada. Fue de esas respuestas autómatas que da la gente cuando no se atreven a dejar la zona de confort. Edward estaba indignado. ¿Había perdido su encanto? Rosalie se había casado y él… ¿él qué? ¿Basura? Le iba a dar la oportunidad a aquella mujer para que se atreviera. Le daría una lección, no se rendiría tan fácil.

Dejó su copa vacía sobre la mesa, y se puso en pie. Volvería a insistir en bailar, para empezar. Alcanzó a estar a tres pasos de su mesa, cuando uno de los hombres del grupo que la acompañaba se le adelantó. No le quedó más remedio que salir a fingir que fumaba, no sin dejar de percatarse el fornido caballero parecía a gusto más de la cuenta con ella. Cuando volvió a entrar al bar, ni la determinó, por lo menos debía hacer el intento de disimular un poco. Tomó de nuevo su lugar en la barra y pidió otro trago; cuando se giró para mirar de reojo donde estaba su presa, no la vio.

Esperó por un rato, cuando al fin la pudo divisar, parecía venir de las afueras del bar, con su teléfono celular en la mano. Eso le dio la idea de fingir que hablaba por el móvil para salir a la playa y al regresar, invitarla como quien no quiere la cosa, "qué buena idea", se felicitó así mismo. Terminó ese trago, y salió hablando por su celular (apagado por si acaso) calculando en qué momento ella estaría de nuevo en la mesa. Espero unos pocos minutos afuera y luego de guardar su teléfono, buscó la entrada que pasaba por su mesa, y al llegar allí notó que ni ella ni su grupo estaban.

Puso sus brazos en jarra en una franca señal de rendición. Miró de reojo por todo el lugar pero no la divisó. Posó su mirada en la mesa vacía y no entendía por dónde coños se había marchado. Bueno, nada que hacer, lo había intentado y había fallado. Pero debía reconocer que fue divertido y le hizo pensar en otra cosa por un momento.

Se giró para volver a su lugar en la barra y como una visión, ahí en frente suyo, estaba ella. Pero algo en su semblante era diferente, cómo si hubiera sufrido una transformación de ángel a súcubo en lo corrido de la noche. Le miró fijo, al encontrarse sus ojos, la picardía se reflejaba en los de ella y la duda en los de él.

-Desde hace mucho tiempo no jugaba al gato y al ratón, pero estuvo buenísimo.- exclamó ella luciendo un sonrisa que le iluminaba los ojos.

-Bastante ¿cierto?

O ella era muy perspicaz o Edward había sido muy evidente. Había serios indicios que era más lo segundo que lo primero. Ella lo sorprendió al tomar su mano y llevarlo con decisión hacia la pista de baile.

- Me vas llevando así no más. ¿No me vas a invitar?

-Ya sé que quieres bailar, hasta hace más o menos quince minutos eran tus intenciones o ¿negaras que me invitaste a bailar?

-¿Y si cambié de opinión?

-Lo dudo. No te hagas el tonto, si no quisieras bailar conmigo, no tendría la fuerza para obligarte a hacerlo.

-Está bien me doy por vencido.

Ella estalló en una sonora carcajada que hizo que su dignidad se evaporara. Comenzaron a bailar y Edward se sentía más que bien; ella sonreía y parecía saber de memoria y completa la canción que sonaba, y no cantaba mal; aunque el mayor encanto era cuando se mordía el labio luego de pronunciar alguna que otra frase… "a tu perfume de miel a ti", ¿a caso esa mujer le leía la mente? Luego se escuchó la frase "pa' todas las mujeres", y las primeras notas de una canción que efectivamente emocionó a todas las mujeres del lugar, incluyendo a su compañera de baile.

Mientras se movían al ritmo de la pegajosa melodía, no podía dejar de pensar en que Rosalie de nuevo había tenido la razón cómo en muchas otras cosas en el pasado; ella siempre que escuchaba esa canción, le decía muy emocionada que no se imaginaba un lugar del mundo donde al sonar esta canción todas las mujeres no salieran a bailar. Y la realidad era que Edward estaba muy lejos de su mundo, de ella, del pasado, del presente, en fin, lejos de todo, pero la maldita canción estaba allí, recordándole lo que ya no tendría nunca más; para su frustración, Rosalie se había equivocado en una sola cosa, y era algo que les estaba cambiando la vida para siempre.

-Para no estar presente tu mente, déjame decirte que tu cuerpo baila muy bien, pero me siento extraña, así que mejor me voy. Bailar con un zombi no está dentro de mis planes para esta noche.

Edward reaccionó de inmediato, y esa sencilla pero evidente reprimenda lo golpeó con fuerza. Rosalie no estaba en ese lugar, no era quien le hablaba, no era con quien bailaba, no era a quien tenía en sus brazos. Estaba cansando, al parecer la fórmula de la bebida y el olvido no estaba dando resultado; ¿y si probaba al menos por esta noche la del clavo? Porque hasta que se puso a reflexionar como una niñita llorona, todo iba más que bien.

-Discúlpame. Para serte sincero llevo mucho rato tratando de conseguir tu atención y no lo voy a desaprovechar este momento.

-¿Me vas a decir que estabas en una nube pensando en mí?

-No tengo porque mentir, ya me disculpé por eso, lo cierto es que si quería y de hecho quiero estar contigo. ¿Cómo te llamas?

-Bella

-¿Sólo Bella?

-Esta noche soy sólo Bella. ¿Y tú quien serás esta noche?

-Edward, sólo Edward.

-¿Y con quien vienes?

-Bueno solo Edward es también porque vengo solo.

-¿En serio? Yo ni siquiera imagino ir al cine sola.

-Pues mira que últimamente he roto más de un paradigma en mi vida.- De nuevo la imagen de Rosalie le vino a la mente, pero la desechó con la misma rapidez que había parecido. –Si me pude fijar que no viajas sola. ¿Deduzco correctamente que son solamente tus amigos?

-Algo así. Son compañeros de mi trabajo y venimos por un premio que nos ganamos gracias a una de nuestras geniales ideas.

-O sea que además de linda y sexy resultaste creativa.

-Y bastante, no es por hablar, pero a la hora de proponer considero que soy de las mejores.

-Pues yo aceptaría cualquier propuesta que me hicieras.

La música cambió, y empezó a sonar uno de esos ritmos caribeños de los que se bailan muy juntos y despacio. Lo más probable es que ella luego de un rato se fuera, aunque Edward ansiaba que no lo hiciera porque le seguía atrayendo poderosamente y adicional a todo, estaba harto de sí mismo y de sus recuerdos; ella parecía hacerlo olvidar mucho mejor que el ron, o cualquier licor.

-¿Tengo otra oportunidad?

-No estoy muy segura.

El posó sus manos en su cintura y comenzó a mecer su cuerpo al ritmo sensual de la música. Ella lo fue siguiendo y le cruzó los brazos por el cuello.

-Definitivamente bailas muy bien.

-¿Y con eso te convenzo?

No le dio tiempo de contestar ya que de nuevo un cambio en el ritmo, enloqueció el lugar, incluidos ellos mismos. Cuando se quedaron sin aire, volvieron a la barra. Ella cambió su gin tónica por un ron idéntico al que él estaba bebiendo.

-¿Te gusta el ron?

-Se me ha hecho fuerte, pero creo que es lo que necesito esta noche.

-Eres osada si nunca lo habías bebido.

-Pues tal parece que hoy me acompaña la osadía.

-Corrijo, además de linda, sexy y creativa resultaste osada. Lo que me lleva a la pregunta obligatoria de si te gustan los retos.

-Diste en el blanco

Ella se mecía en su lugar dejándose llevar por la música. Edward parecía tentado a entregarse al silencio, pero no pudo evitar saber que pensaba ella:

-¿Qué opinas de los refranes "beber para olvidar" y "un clavo saca otro clavo"?

Ella lo miró arrugando la frente y emitiendo una media sonrisa.

-Siempre me han parecido una soberana estupidez.

Edward se quedó sin que decir. Bebió lo que quedaba de su trago y pido que llenaran sus copas. Ambos las terminaron de un solo trago.

-Aunque hasta hace una llamada no había considerado que puedo estar equivocada. ¿Lo del refrán se relaciona con el reto?

-La verdad sí.

Ella dejó la silla y le extendió su mano invitándole con este gesto a que la siguiera a la pista de baila. La música era suave y se mecían con tranquilidad.

-Edward ¿Y cuál sería el reto?

-No dejarme pensar.

Ella se quedó mirándole fijamente y lo besó. Edward respondió a ese beso con toda la rabia, frustración y pasión contenida de los últimos meses. Aunque pensaba que la intensidad de sus emociones la abrumaría, su respuesta fue igual o más salvaje que la de él. Se sumergieron en sus sensaciones casi olvidando que tenían público a su alrededor. Separaron sus bocas para tomar aliento, pero sus cuerpos seguían muy juntos simulando el vaivén de las olas.

-Bella, ¿Quieres beber algo más?

-¿Tu quieres que sigamos bebiendo?

-La verdad prefería llevarte a otro lugar.

-¿Tan mal bailo?

-No te hagas la inocente. Precisamente por lo bien que lo haces te quiero sacar de aquí y…- Edward jadeaba tratando de recuperar el aliento.

-Ven conmigo Bella.- Le susurraba mientras le daba pequeños besos en la comisura de su boca. Bella parecía indecisa. Su teléfono celular sonó; ella lo sacó rápidamente y al ver la pantalla se quedó algo pensativa. Contestó:

-Hola.

Silencio.

-No te preocupes sigo en el bar del hotel.

Silencio.

-Ya te dije que no te preocupes no me pienso ir del hotel, duerme tranquila que yo tengo la otra tarjeta.

Silencio.

-Hablamos.

Edward se la quedó mirando:

-¿Se puede saber quién te llamaba?

-¿Celoso?

-Curioso nada más- Mintió con descaro.

-Era mi conciencia, y por lo mismo preferí no dejarle hablar mucho.

Edward no pudo evitar sonreír:

-Y entonces, ¿vienes conmigo?

-No puedo salir del hotel, lo prometí- Y sonrió con picardía.

-No nos iremos del hotel.

-Eso me parece perfecto.

-Bella, ¿estás ebria?

-La verdad no estoy sobria, pero tampoco ebria, sé muy bien lo que estoy haciendo. Pero si algún día te encuentras con mi conciencia por favor le confirmas que estaba tan ebria que te aprovechaste de mí.

-¿Eso le vas a decir a tu conciencia?

-Ni de riesgo le podría decir la verdad.

-¿Y cuál es la verdad?

-Que esta noche es de dejarse llevar y no pensar.

Y de nuevo tomó posesión de sus labios encendiendo en ambos aquel irrefrenable deseo que al parecer ya no tenía retorno.


Edward no sabía en que concentrarse. La boca de ella le invitaba a no dejar de prestarle atención, pero sus tentadoras curvas hacían que sus manos errantes buscaran por un lado acercarla aún más y por el otro, pasar la tarjeta por la esquiva cerradura digital de la puerta.

Ella lo tomó por sorpresa cuando se giró, dándole la espalda, y ofreciéndole su cuello para que le besara; tomó sus manos, y las acercó a su rostro inclinado y le quitó la tarjeta con la boca, y una vez libres las llevó hacía sus inflamados pechos. La sorpresa le duró poco, ya que al sentir sus propias manos cubriéndolos por completo, no perdió el tiempo y comenzó a masajearlos, intercalando el suave movimiento de sus manos con leves mordiscos y besos en los hombros de Bella, quien respiraba de forma entrecortada. Cómo pudo, Bella apoyó una de sus manos en la puerta, y con la otra tomó la tarjeta para deslizarla en un solo movimiento por la cerradura digital, escuchando al instante un chasquido y notando como se tornaba verde el botón que indicaba que tenían completo y total acceso a la habitación.

Edward se detuvo y la giró para tenerla de nuevo cara a cara. Para ser sinceros, él no quería ser un caballero, pero algo le hizo creer que las cosas no estaban en su lugar y quizás ella debiera o quisiera reconsiderar las cosas. La miró y pegó su frente a la suya respirando agitadamente; aunque veía pasión y deseo liquido en esos ojos chocolate, le parecía justo preguntarle si quería continuar y darle un espacio para respirar. Entreabrió los labios, pero ella lo tomó de la camisa y giró su cara hasta dejar sus labios rosando los de él:

-¿Me vas a hacer quedar mal? Me pediste no dejarte pensar y si yo no lo hago, tú tampoco deberías estar pensando en nada diferente a esto- Y le mordió levemente el labio inferior para luego empezar a succionarlo y acariciarlo con su propia lengua, intensificando la mezcla de su dulce sabor con el ron que ambos habían estado bebiendo.

Esa fue toda la respuesta que Edward necesitaba; la alzó tomándola fuertemente por sus nalgas mientras ella reaccionó a este movimiento abrazándole la cintura con las piernas y juntando sus bocas con desesperación; como pudieron empujaron la puerta, para luego escuchar el sonido de la cerradura que se aseguraba, y así con toda la velocidad que su posición le permitía la apoyó contra la puerta ahora cerrada, y mientras acariciaba sus muslos, presionaba su erección contra el vientre bajo de Bella, arrancándole gemidos, más musicales que su risa y más embriagadores que su voz.

No quería apartarse de ella, pero su necesidad de tenerla por completo era más fuerte que lo que estaba sintiendo. Así que sin perder más tiempo la llevó directamente a la amplia cama junto a un ventanal con una vista espectacular, pero en ese momento era plenamente consciente que tal vista quedaba disminuida frente a la visión de Bella tendida en su cama, con el vestido completamente enrollado en su cintura, el pelo revuelto, y ese gesto que le había incitado toda la noche, sólo que ahora era el quien succionaba y mordía esa tentadora boca. Ella le abrió la camisa y pudo sentir su boca sobre su piel encendiéndolo aún más. Bella recorría con sus manos toda la extensión de su pecho, sin dejar de besarle.

Edward le ayudó a deshacerse de su camisa, para luego pasar a su vestido; era paradójico verla con ropa interior blanca angelical, cuando en ese momento se le antojaba que era de lo más oscuro su deseo. Comprendió que ese contraste de inocencia y lujuria era lo que desde un comienzo lo había tentado, y definitivamente lo seguía haciendo de la misma manera. En cuestión se segundos estaban completamente desnudos, explorando cada rincón de sus cuerpos y sumergiéndose en una creciente de sensaciones e impulsos, hasta conseguir explotar en un mar de calma, que luego de un rato dio paso a una nueva tormenta. Ya ninguno de los dos quería hablar, ni mucho menos dormir. Cuando el cansancio los venció los primeros rayos del sol asomaban por el horizonte.


Cuando Edward despertó, se sintió desorientado. Buscó su reloj sobre la mesa de noche, y no lo encontró. Parpadeaba mientras su vista se acostumbraba a la luz. Los recuerdos de la noche anterior llegaron de golpe uno tras otro. Se giró para encontrar su cama vacía, pero el aroma de la dulce y ardiente Bella se había quedado. Pero eso era lo único que daba fe de su presencia allí, ni una nota, ni un mensaje, nada.

Se bañó y vistió como un rayo; fingiendo dar un paseo, recorrió todo el hotel tratando de localizar a Bella o alguno de sus acompañantes de la noche anterior, con el problema que no les recordaba muy bien, aunque por el contrario a ella no la iba a poder olvidar jamás, la luz del sol le hizo comprender que en la noche anterior por alguna razón que no comprendía, había tenido la mejor experiencia sexual de su vida. Se acercó a la recepción y valiéndose de su encanto natural (el cual gracias a Bella había vuelto a recuperar), indagó sobre si había alguna huésped registrada con el nombre de Bella, pero era obvio que aquel había sido un diminutivo o un nombre falso, así que no obtuvo información alguna.

Mañana volvería a San Francisco y retomaría su vida, aunque le hubiera encantando haber hablado un poco más con Bella, para por lo menos saber de dónde venía, o su nombre real. Ahora solo le quedaba enfrentar los demonios que le esperaban y rogar para que el destino cruzara por su camino a la inolvidable Bella de nuevo.


Bueno, me he animado a continuar con esta historia, así que haré todo lo posible por actualizar cada semana y ser más juiciosa. Mi otra historia no quedará inconclusa, solo que he estado un poco bloqueada y no me sale, pero espero pronto retomarla y finalizarla.