De primero, gracias por entrar a leer y darle una oportunidad c: segundo, quiero aclarar desde ya que no escribiré nada sexual para este fic, así que no esperen ningún tipo de relación no sexual entre ellos. Tercero, espero de corazón que les guste el capitulo, tengo contemplado poder desarrollar esta historia en uno nwn


La vida junto al CEO no era muy animada, todo era trabajo y tensión. Aunque Mokuba no se quejara en absoluto, a veces notaba que le hacía falta alguien con quien conversar. Seto era tan frío, tan poco cariñoso. El menor admiraba a su hermano por sobre todas las cosas pero, aun así a ratos se sentía que el cariño que le otorgaba no era para nada devuelto.

Todo el día veía la cara de su hermano mayor iluminado por alguna computadora portátil o celular, no paraba nunca. El sillón de la oficina era su segunda cama, los libros de la repisa los sabía de memoria y ratos, del aburrimiento, se ofrecía como sujeto de prueba para los nuevos sistemas de juego. A veces podía ir y volver de la oficina y el mayor ni se daba cuenta.

– Ey Seto ¿Podríamos ir a comer helado? –comentó Mokuba mientras hacía una pirámide con las cartas del maletín gris que siempre llevaba.

– Aun tengo trabajo Mokuba, cuando termine.

Mokuba le miró con mala cara: Seto NUNCA terminaba de trabajar. A ratos, hasta deseaba que le llegara una de esas llamadas que lo ponía histérico: que le dijeran que Yugi ganó un torneo, que alguien hackeó Kaiba Corp, que algún idiota dice ser mejor que él… lo que fuera.

– Eso me dijiste hace unos días…

– Mokuba, sabes que estoy ocupado ¿Por qué no sales a jugar?

Mokuba asintió y salió de la oficina fastidiado, apoyándose en una pared del pasillo.

– Jugar tsk... Ni siquiera me deja alejarme de este estúpido edificio y me dice que vaya a jugar –miró la puerta de madera oscura por la que había salido– ¿Cuándo fue la última vez que me prestó atención? –suspiró deprimido.

Es que ya no recordaba cuando fue la última vez que Seto se mostró cariñoso con él. Habiéndose hecho esa pregunta, empezó a meditar. Se quedó un rato en silencio hasta que recordó cuando Seto le dio ese enorme abrazo, cuando Noah les convirtió en estatuas. Sonrió al recordar su pequeño medio hermano: él si le había demostrado cariño, había intentado matarles también. Seto se había preocupado tanto por él en ese momento, pero al parecer solo era envidia.

¿Qué habría pasado con Noah? Al parecer era el único que lo recordaba, todos habían pasado de largo su existencia. En las noches a veces pensaba en él, no era malo después de todo. Frunció un poco el entrecejo al pensar lo dura que había sido su vida y lo fácil que se fue al olvido.

Luego de ese día, no pudo evitar pensar cada día en Noah ¿Realmente había muerto? ¿Y si logró hacer un respaldo de sí mismo? ¿Estaría en un archivo? ¿Algo del lugar habría quedado intacto? A ratos pensaba en decirle a Seto que fueran a ver por simple curiosidad pero, apenas intentaba decirle, se arrepentía y terminaba cambiando el tema; suponía que le diría que no.

– Eh oye hermano…

– Dime.

Seto era tan seco como siempre, Mokuba estaba frente al escritorio, parado un poco de puntitas para hacerse ver.

– Emh… Quería saber si… Si ¿Me dejarías hacer una excursión?

– ¿Excursión a donde?

– Al océano, quiero ver… no lo sé, tal vez hallar algo interesante –mitad mentira y mitad verdad– además, me he aburrido mucho últimamente, siento que algo así me va a despejarme, además he leído que en muchas partes hay barcos hundidos y extraños monumentos, quien sabe… ¡Tal vez el próximo Kaibalandia pueda tener un gran acuario! –dijo dándole una sonrisa enorme y abriendo sus brazos.

Seto le miró a los ojos firmemente, como queriendo ver las segundas intenciones pero no lo logró. El pequeño puso su mejor cara de perrito, sabía que eso lo derretía aunque el mayor no lo demostrara. Ablandó la mirada y le dio una pequeña sonrisa. Como hubiese querido él hacer algo como eso cuando tenía la edad de Mokuba: poder investigar con sus propios ojos, ensuciarse si hacía falta, disponer de toda la tecnología para su deleite y jugar, jugar hasta cansarse.

– Okay, está bien –dijo suavemente, volviendo su mirada la pantalla– pero no muy profundo ni muy lejos, llamaré a un equipo especializado para que te acompañe, si quieres puedes disponer de una nave mediana.

– ¡Sí! –Mokuba rodeó el escritorio y lo fue a abrazar– ¡Eres el mejor!

– Je… Lo sé.

Kaiba puso una mano en la nuca de su hermano y se quedó hundiendo su cara en el cabello negro, mientras que le pequeño se le colgaba del cuello, feliz.

Pasó una semana para que Mokuba arreglara todo, además del equipo que su hermano le dio. Por su cuenta contrato unos expertos en diferentes áreas, quienes le estarían esperando en un submarino, el cual esperaría a las naves más pequeñas que harían la investigación.

– ¡Hermano, todo listo! –dijo Mokuba notoriamente más feliz– parto en 15 minutos.

Kaiba levantó la vista de sus papeles para ver a Mokuba asomado a la puerta, este llevaba un traje negro de buceo.

– ¿Era necesario ponértelo ahora? –dijo con cierta diversión.

– Es que ¡no puedo esperar! –el menor saltaba de felicidad.

Seto negó con la cabeza, ocultando así una sonrisa. El pequeño fue y rodeó el escritorio para darle un abrazo a su querido hermano.

– Cuídate –empezó a decir Seto, mirándole directo a los ojos–. No te acerques a ningún espécimen grande, no nades lejos de los demás, no hagas cosas arriesgadas en general, revisa bien tu equipo antes de sumergirte, cualquier cosa…

– Te llamo, lo sé –Mokuba le volvió a abrazar– no te preocupes.

Para el castaño, era difícil no preocuparse de su hermanito, en especial por el complejo de princesa raptada que estaba desarrollando. Hubiera querido acompañarle, pero llevar una empresa no era fácil, en especial cuando se es alguien que no confía en sus trabajadores y que quiere hacer todo por sí mismo.

– ¿Seguro que quieres ir solo?... Podría esperarme… No sé… una semana, cuando se me aliviane el trabajo –le empezó a decir Kaiba, dudando de soltarle– puede que te encuentras con algún tiburón o…

– Seto estaré bien –rió un poco– tranquilo, además me conseguiste el mejor equipo del mundo –y no era exageración– y todas las naves tienen GPS, los micrófonos están conectados a tu laptop, tengo línea directa para hablar contigo todo el momento, hay cámaras en las naves; hay más seguridad alrededor mío que del presidente– dijo con cierto fastidio eso ultimo.

Aun después de eso, Seto no se quedó tranquilo y siguió dándole instrucciones de cómo cuidarse y que hacer y no hacer, en especial, las que no hacer.

– Señor Kaiba, estamos a punto de partir ¿El joven Mokuba está por ahí? –se escuchó por el comunicador del mayor.

– Enseguida va –contestó el castaño y luego miró a su hermanito– es hora.

– Sí –otro abrazo– adiós.

El pequeño salió corriendo para llegar al ascensor, en donde Roland le esperaba con una sonrisa cómplice. Las puertas metálicas se cerraron y el ascensor empezó a subir.

– ¿Todo listo? –preguntó el menor, con tono serio.

–Sí joven Kaiba, pero vuelvo a decirle que no me parece que le haga eso a su hermano.

El pequeño pelinegro sonrió para sí ¿Qué tan malo era desobedecer a su hermano una vez por año? Pasaba su vida haciendo al pie de la letra todo lo que el mayor le ordenaba.

Llegando a la azotea, había una zona de aterrizaje, marcada con una enorme letra H encerrada en un círculo blanco. El helicóptero estaba esperando con las hélices ya en movimiento. Roland y Mokuba subieron, cerraron las puertas y empezó el viaje.

Seto miró por la cámara de seguridad como Mokuba subía al helicóptero, pero cuando este se elevó y se perdió vista, abrió una ventana en su laptop donde una pequeña figura de un helicóptero iba viajando por el mapa.

Cuando se hubieron alejado lo suficiente, empezó el plan de Mokuba. Obviamente no podía ir a los restos de la isla si el helicóptero con GPS le decía su posición exacta a Seto: le ordenaría volver apenas se diera cuenta que estaba cerca de ese lugar. Su plan empezaba con romper una de las primeras indicaciones que Seto le había dado: no hacer nada peligroso.

– Su otro trasporte… viene llegado –le anuncio Roland a Mokuba.

Mokuba, por su cuenta, había contratado otro helicóptero, otro submarino y más, de tal manera que los equipos con GPS satelital, siempre estaría en posiciones no sospechosas, mientras que él y el equipo de expertos estaría buceando en las ruinas. Que fácil era la vida cuando el dinero estaba hasta en el relleno de su colchón.

Para que nada fuera sospechoso, no podían detener el helicóptero así que había ideado hacer un cambio en un submarino con portaaviones.

Roland le dio una chaqueta a Mokuba para que no pasara frio con el viento, ya que le menor en su emoción se había puesto el traje de neopreno. Por suerte el mayor le había llevado ropa de cambio. Ambos se pusieron paracaídas y gafas para el viento.

– Tomaré altura para que tengan tiempo de abrir bien los paracaídas–anuncio el piloto.

Mientras iban tomando altura, se podía ver como se iban acercando al submarino-portaviones. Cuando el piloto les dio la señal, bajó un poco la velocidad y, al pasar por encima del submarino, saltaron en caída libre abriendo rápidamente sus paracaídas. Muchos soldados habían salido a la cubierta a ver qué pasaba. Mokuba, aunque era pequeño, sabía bien cómo manejar un paracaídas e hizo un aterrizaje sin problemas, al igual que Roland.

Mokuba dejó caer la mochila del paracaídas y se sacó las gafas.

– Todo está saliendo al pie de la letra –dijo feliz.

Un hombre de rango más alto, se les acercó hablando en inglés, preguntando por si estaban bien y si necesitaban algo mas, Roland empezó a hablar con él mientras que el menor miraba a su alrededor: estaban los soldados curiosos y un helicóptero mas, con el piloto mirándoles con una sonrisa y saludándoles con la mano.

– Dice que desea hablar con usted –le dijo Roland al pequeño.

– ¿Es el nuevo helicóptero? –apuntó con su dedo al señor que les saludaba, ignorando lo que le había dicho.

– Sí, dijeron que llegó hace unos minutos, Joven Kaiba.

– Bien iré a ver que quiere.

El general le hizo pasar a una pequeña salita donde ambos tomaron un café, para sorpresa del uniformado, Mokuba tenía un inglés bastante fluido. Sin rodeos, el hombre le preguntó por el pago y Mokuba sonrió.

– Espere un momento –le dijo en inglés, con una sonrisa.

Tomó su celular y tecleó un poco, para luego volver la vista al frente.

– Todo listo.

El hombre abrió una laptop y miró la cuenta bancaria, la cual había subido de unos dólares a millones. Quedó estupefacto, lo que demostró en su cara mientras alternaba en mirar la pantalla y al menor, quien le sonreía con autosuficiencia. Por suerte el menor tenía una cuenta bancaria propia, por ende, privada.

– ¿Algo más? –preguntó Mokuba con una sonrisa inocente.

El nombre negó con la cabeza, aun con la boca abierta. Mokuba de un sorbo bebió el resto de la taza de café y se levantó de su lugar de un saltito, ya que el suelo le quedaba algo lejos.

– Entonces ya debo partir… Un gusto hacer tratos con usted –le extendió su pequeña mano y el hombre la estrechó aun estupefacto.

El general lo volvió a guiar a la zona de aterrizaje, donde Roland estaba con el alma en un hilo: si algo le pasaba al menor, Seto lo fusilaría.

Mientras ellos estaban conversando, unos soldados enrollaron sus paracaídas y le llevaron una taza de café a Roland, era lo mínimo que podían hacer por la millonada con la que el Kaiba menor les había sobornado, y eso que solo iban a estar ahí unos minutos.

Se despidieron cordialmente del general corrupto, se subieron al nuevo helicóptero y partieron nuevamente. El pelinegro estaba nervioso, nunca le había desobedecido a su hermano de esa manera, tampoco nunca en su vida había hecho algo a escondidas de él, pero sabía de sobra la opinión que tenia de Noah.

– Bien, ya no hay vuelta a atrás… –dijo Mokuba para sí, en voz alta.

Se quedó mirando el mar, mientras que el helicóptero avanzaba. Un mensaje de texto llegó al celular de Mokuba, era de su hermano mayor.

– No… No, ay no, ay no –empezó a ponerse nervioso.

Se miraron a la cara con Roland, aterrados: si Seto los había descubierto, podían empezar a cavar dos tumbas. Mokuba empezó a hiperventilar mientras que Roland movía el pie frenéticamente.

– A ver… ¿Qué dice? He-hermano –empezó a leer el mensaje– conéctate, v-voy a hacerte una vi-video llamada.

Roland sacó la laptop de la funda y se la puso en las piernas a Mokuba, este se puso unos audífonos que tenían en micrófono a un costado. Respiró hondamente y luego fingió una enorme sonrisa, para luego subir la pantalla y empezar la videoconferencia.

– ¡Hermano! Je je –dijo Mokuba viendo a su hermano, tan serio como siempre– ¿pasa algo?

– No, solo… –hizo una pausa para sentarse mejor en la silla– quería saber cómo estabas ¿Va todo bien?

El alma de Roland volvió a su cuerpo y sonrió disimuladamente, mirando de reojo al menor.

– Todo bien hermano, el viaje ha sido aburrido.

Seto le quedó mirando como siempre, con esa mirada profunda que a ratos le helaba el cuerpo, luego esbozó una suave sonrisa casi imperceptible.

– Okay, solo quería saber cómo iba el viaje.

– Hasta luego hermano –se despidió el menor, moviendo su manito frente a la cámara.

Sin borrar la sonrisa, bajó la pantalla y al escuchar el "clic" de cuando cerró, ambos suspiraron y se derritieron en sus puestos.

– Espero que sepa bien que hace, me juego mi puesto por ayudarle joven Kaiba –le dijo el mayor, nervioso.

Mokuba le abrazó el brazo, dándole una mirada de niño bueno que no rompe un huevo.

– Todo irá bien –le sonrió.

El sabía usar su encanto de niño bueno para convencer a los adultos, de esa manera le había convencido en primer lugar. Ahora solo tenían que llegar al próximo submarino y su excursión empezaría.


Gracias por llegar hasta aquí! espero les haya gustado y les haya picado el bichito de la curiosidad jeje

Ojalá poder leer sus reviews! me ayuda a seguir y me animan también c: ojalá hayan varias amantes del cariño entre shotas, pero como expliqué no escribiré nada sexual uwu por mi que por ahora sea algo tiernito.

pronto subiré el proximo capitulo! hasta la proxima!