W.I.T.C.H ES UNA SERIE DE CÓMICS DE ELISABETTA GNONE
Sólo la sonrisa de Christopher al entrar por la puerta ya le olió bastante a chamusquina. Cuando dejó el abrigo y las llaves en la entrada y distinguió aquella voz conversando con su padre al acercarse al salón de estar, Irma frunció el ceño y se preguntó por qué precisamente él, por qué precisamente en ese momento. Como si no tuviera ya bastante con los deberes, las tareas de la casa y toda aquella movida mágica.
- ¡Hola, cachorrita!-Martin levantó el trasero del sofá como si hubiera sido activado por un resorte y la saludó efusivamente con la mano.
- Martin-masculló Irma, cruzándose de brazos y quedándose apoyada en el marco de la puerta del salón-. ¿Qué pasa? ¿No tienes casa?
- Irma, no seas maleducada-la riñó su padre-. Encima que el chico ha venido a verte...
- No importa, señor Lair, de verdad-Martin se volvió hacia Irma y dio un par de pasos hacia ella-. ¿Te importaría que habláramos solos?
- ¿Por qué no puedes hablar aquí?
- Es algo privado.
- ¡Que quiere besarte, tonta!-Christopher recibió al punto un capón de su madre al pasar ella junto a él con una escoba en la mano.
Martin sonrió pero no lo negó y aquel comentario, aunque sabía que era por chinchar, no sentó nada bien a Irma.
- Bueno...Vale-aceptó a regañadientes-. Es por aquí.
- Con permiso-se excusó Martin al señor Lair.
Nunca le había enseñado su habitación a ningún chico, y mucho menos había pensado que Martin fuera la excepción. Pero no le interesaba tanto saber qué tenía que decirle como librarse de él lo antes posible. Irma lo condujo a través del pasillo hasta su habitación, donde el desorden y el caos brillaban en todo su esplendor. Al cerrar la puerta, vio que Martin parecía más divertido que incomodado.
- Bueno, ¿qué quieres?
- Sólo vine para decirte que Michelle se ha ido. Ha vuelto a casa.
Irma sintió una extraña sensación en el estómago, un alivio bastante grande, mezclado con la reacción desagradable que llevaba aguantando desde hacía semanas cada vez que veía o incluso oía mencionar a esa chica.
- Ah. Muy bien. ¿Y?
- Pensé que te gustaría saberlo.
- No sé por qué. Nunca hemos hablado.
- Pero te alegras de que se haya ido, ¿verdad?-Martin alzó las cejas, poniendo una cara de la que Irma se habría mofado de no haberse distraído con esas palabras.
- ¿A qué viene eso?
- Eres como un libro abierto, cachorrita. Sé que Michelle nunca te ha caído bien, aunque no sé por qué, porque si le hubieras dado una oportunidad...
- Hm, sí, vale, lo que tú digas, majo. ¿Algo más?
- En realidad, sí-Martin hizo una pequeña pausa para rascarse la nariz-. Ahora que vuelves a tener toda mi atención...
- Ah, no, no, no. Espera. ¿Quién te has creído que eres? ¿George Clooney?
- Bueno, perdona, tal vez no eligiera las palabras adecuadas. Lo que quiero decir es que me gustaría saber qué va a pasar con tu...ejem, amiguito Roger.
- ¿Quién? ¿Joel?
- Eso, Joel. El chico rubio con gafas.
Irma parpadeó, sin poder dar crédito a lo que oía.
- Hmm...Vamos a ver, Martin...¿Tú crees que estoy con Joel por despecho, no sé, por darte celos?
- Yo no he dicho eso...Pero quiero recordar que dijiste que soy el chico número uno de tu lista y como siempre estás con tus amigas, pensé que...
- No. No pienses. Joel es un buen amigo mío, no es ninguna forma de llamar tu atención ni nada así. Así que baja de las nubes, ¿quieres?
- De acuerdo, sólo quería estar seguro, siento haberte ofendido-Martin siguió mirándola pero no recibió respuesta-. ¿Me perdonas?
- ...Sí, te perdono.
- Gracias. Pero, de todas formas, creo que deberíamos sentarnos a hablar y decidir qué va a pasar ahora.
- ¿Quieres saber qué va a pasar ahora? Te lo diré: te vas a volver a tu casa, que se hace tarde.
- De verdad, cachorrita, que a veces te pones muy terca.
- ¡Que no me llames cachorrita!-protestó Irma, dándole un azote en un brazo-. Y tú te montas muchas telenovelas en la cabeza. ¿Te crees que eres el tío buenorro al que las chicas persiguen y yo la novia celosa? Pues va a ser que no. Hala, fuera de aquí. Y si quieres vivir una historia de amor, te coges un cuaderno y un boli y das rienda suelta a tu...
Irma no tuvo tiempo de reaccionar. Martin rompió toda la distancia que se había encargado de poner entre los dos, sujetó su cara entre sus manos y besó sus labios.
Irma se quedó paralizada y no se dio cuenta de inmediato de que había cerrado los ojos y se había dejado llevar.
"Espera...¡¿Qué diablos estoy haciendo?!"
Corrió a romper el beso y mandar a Martin de un empujón lejos de ella, de modo que el chico casi tropezó con la cama.
- ¿¡Tú estás mal de la chota!?
- ¡Ajá! ¡Te ha gustado, lo sabía!
- ¡Calla! ¡He besado sapos menos babosos que tú! ¡Ya está! ¡Ahí te has pasado! ¡Fuera!
Martin no se resistió. Levantó las manos ligeramente en señal de rendición y caminó hacia la puerta.
- Mis disculpas-dijo, caminando muy lentamente, en realidad-. Nos vemos mañana en el instituto. Espero que pienses en...
- Martin, que aún no es tarde para que te lleves el bofetón.
- Hasta mañana, cacho...
- ¡Que te lo ganas!
Martin finalmente salió por la puerta e Irma se quedó quieta junto a la puerta para verlo marchar. No se encerró en su habitación hasta que no oyó a su padre despedirse de él y cerrar la puerta.
Irma, una vez sola, se tocó los labios y no pudo reprimir una sonrisita.
Era un imbécil, un completo idiota, pero la verdad era que no besaba tan mal. Y, por una vez, había sabido echarle cara y...
- Oh, vamos, tía, eres estúpida-e hizo una mueca de asco.
- ¿Qué habéis estado haciendo? ¿Dándoos besitos?-aquel maldito enano estaba al otro lado de la puerta, hablando alto para que le oyera bien-. ¡Mua, mua, mua!
- ¡Vete a molestar a otra parte, piojo!-Irma dio un golpe a la puerta y oyó reírse al condenado crío.
Era fácil no creerse sus palabras pero esperó que a Martin no le diera por contarlo al día siguiente en Sheffield él también. Ya tenía bastante teniendo la boca llena de sus gérmenes.
FIN
