CAPÍTULO 1
Jhon llevaba unos minutos observando a Margaret, preocupado. Su corazón latía desbocado, temiendo que, una vez ella se hubo encontrado sola en el tren camino de Milton, junto a él, se hubiese dado cuenta de que había tomado una mala decisión.
—Estás muy callada. ¿Te arrepientes? —Clavó en sus ojos una mirada firme, aunque plagada de temor.
En cambio, Margaret lo miró con adoración, mas luego bajó la cabeza, avergonzada.
—Sí.
Jhon sintió cómo todo su mundo se hacía pedazos en aquel mismo instante. Cerró los ojos mostrando una profunda mueca de dolor, que ella no pudo ver.
—No te preocupes, buscaré el modo de que lleguemos a Londres nada más este tren se detenga en la próxima parada —afirmó, intentando aparentar una serenidad que estaba muy lejos de sentir. Sabía que, en cuanto la entregara a su tía Shaw sana y salva, él dejaría de respirar, ya nada importaría, nada tendría sentido en su vida. Aun así, la amaba con todo su corazón, y su bienestar era lo único importante para él ahora. Si ella no lo deseaba a su lado, no sería él quien la dañara intentando forzarla a aceptarlo.
—¡No! —ella gritó, alzando el rostro rápidamente y, en un acto desesperado, tomándolo por un brazo con inusitada fuerza—. No me arrepiento de haberme marchado con usted, Sr. Thornton, sino de haberle rechazado en una ocasión anterior.
Los ojos de Jhon brillaron con una chispa de alegría y una bella sonrisa iluminó su rostro.
—Di mi nombre, Margaret —le pidió con dulzura, mientras intentaba tranquilizarla con una leve caricia en su barbilla—. Jhon —rozó sus labios suavemente con su dedo pulgar, enamorado.
—Jhon… —Se ruborizó, tímida, aunque le mantuvo la mirada, presa de aquellos ojos que tanto amaba.
Aquella palabra acarició su alma como una suave brisa de primavera.
—Siento habernos causado tanto dolor a ambos con aquel rechazo, desde lo más profundo de mi alma—afirmó, avergonzada.
—¿Por qué me rechazaste? —Su voz sonó dulce, no a reproche, sino curiosa.
—Usted parecía…
—Tú —la corrigió con mimo, sin dejar de mirarla a los ojos, a la espera de su explicación.
—Tú… parecías… violento, despiadado, implacable, maleducado…
—Toda una joya, entonces —Le ofreció una gran sonrisa.
—¡Oh! ¡No te rías de mí!
—Perdona, pero creo que, en este caso, quien está saliendo mal parado soy yo, no tú —afirmó, divertido.
—Realmente, Jhon. —Aún no se acostumbraba a pronunciar aquel nombre con el que tanto había soñado, pero adoraba hacerlo—. Por aquellos días, yo me sentía confusa. Creía que no era correcto mantener los sentimientos que yo albergaba por ti, cuando no hallaba virtud alguna en tu conducta. Pero mi corazón ya había descubierto aquello que a mi mente aún se le escapaba: eres el hombre más honesto, íntegro y bondadoso que jamás llegaré a conocer. Sentir tu frialdad y tu desprecio posteriores… —Los ojos se le llenaron de lágrimas al recordar todo el dolor que la había acompañado desde el día en que aquel maldito carruaje la alejó de Milton y de él, entonces creyó que para siempre.
—Lo siento, cariño. No sé cómo pude dudar de tu integridad, si sabía que, precisamente por ella, tú me habías rechazado. No pude imaginar que aquel hombre que te tuvo entre sus brazos la noche en que os descubrí a ambos en la estación, cuando yo sólo podía soñar con hacerlo, fuese tu hermano —se lamentó.
—¿Cómo conoces la existencia de mi hermano? —ella quiso saber, mirándolo alarmada.
—Tranquila, amor. Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza intentar tomar medidas contra él. De hecho, desde que Higgins me reveló la existencia de tu hermano, y que fue él quien se hospedó en tu casa durante los últimos momentos de vida de tu madre, estoy tratando de hallar el modo de que sea declarado inocente de la gran falta que se le imputa. —Quedó en silencio por unos momentos, pensativo, mientras ella lo miraba llena de agradecimiento y de admiración—. Creo que la intención de Higgins al contármelo fue que yo marchase en tu busca, sé desde hace tiempo que él intuye los profundos sentimientos que yo albergo hacia ti.
—¿Lo habrías hecho si no nos hubiésemos encontrado casualmente en la estación? —Lo miró fijamente a los ojos, buscando una respuesta sincera.
—Por supuesto. Tan sólo estaba reuniendo el valor para poder mostrar ante ti mi profunda indignidad. No te merezco, Margaret. —Por un instante, un halo de tristeza cubrió su mirada.
—No vuelvas a pronunciar esas palabras jamás. Soy yo quien no te merezco.
—Eso no es cierto, y lo sabes.
—¿Vamos a discutir sobre quién merece más a quién, Sr. Thornton? —lo reprendió con mirada llena de angustia.
—En absoluto. —La tomó por la barbilla y se acercó a ella lentamente, buscando sus labios—. ¿Puedo besarte una vez más?
—Te lo ruego. —Sus mejillas se arrebolaron levemente, algo que él adoró.
Acarició sus labios una y otra vez, en un beso dulce y a la vez apasionado, que contenía la absoluta devoción que sentía por ella. Margaret, osada, le devolvió el beso intensamente, sintiendo su cuerpo cual gelatina.
—Maggie, mi Maggie… Voy a pedirte de nuevo que te cases conmigo. Y te ruego que, antes de que respondas, tengas en cuenta que si me rechazas una vez más, mi corazón se detendrá para siempre en ese mismo momento. —La tomó por ambas manos y enfrentó su mirada, decidido.
—Jhon, no hace falta…
—Señorita Hale, me convertiría en el hombre más feliz y afortunado del mundo, si usted tuviera a bien permitir que la convierta en mi esposa —le pidió, con voz profundamente emocionada, mirándola con solemnidad.
—Sí, por supuesto que sí. No soy capaz de imaginar la vida sin usted, Sr. Thornton —aceptó, henchida de felicidad.
Una enorme y hermosa sonrisa que Margaret atesoraría por el resto de su vida, iluminó el rostro de Jhon.
—Me has devuelto la vida.
Margaret, en un impulso que no fue capaz de controlar, se refugió contra su cuerpo fornido, e inmediatamente se vio arropada por sus fuertes brazos.
—¿Qué vamos a hacer, Jhon?
—No te entiendo. Casarnos. ¿Qué otra cosa podemos hacer? —alzó una ceja, confuso, sin dejar de abrazarla.
—Me refiero a tu madre. Ya la imagino, en cuanto nos vea a ambos llegar a tu casa, diciendo: "¡Esa mujer!". ¿Y qué va a decir la tía Shaw? ¿Y Edith, que está empeñada en que yo acepte a Henry?
—Por su bien, espero que ese tal Henry no meta las narices en nuestros asuntos, Maggie. —El tono de su voz pretendía ser calmado, pero había un innegable tinte de amenaza en él.
—No seas injusto. Henry es un buen hombre. Que él me quiera a mi, pero yo tan sólo te quiera a ti, no es algo por lo que se le deba juzgar.
Un leve gruñido de él le hizo saber que, aunque a regañadientes, había aceptado su argumento, y lo adoró, pues realmente era el hombre más noble del mundo.
—Sinceramente, no me importa en absoluto lo que pueda decir tu tía Shaw. Tú ya eres suficientemente mayorcita como para tomar tus propias decisiones sin que tenga que andar detrás de ti una niñera para cuestionarlas. Y en cuanto a mi madre, al principio te aceptará: por verme feliz, lo hará. Y con el tiempo te adorará tanto como lo hago yo. Estoy completamente seguro de ello, pues ambas sois mujeres inteligentes, fuertes y cabales. Ella sabe apreciar a una igual, eso puedo asegurártelo.
—En cuanto Henry llegue a Londres, le contará a mi tía que me he marchado contigo.
—Yo no te he secuestrado. ¿Qué puede hacer ella? ¿Enviarme a la policía? —él preguntó con ironía, molesto.
Margaret se vio obligada a contener una respuesta severa, cuando el silbato del tren anunció que acababan de llegar a Milton y este se detuvo.
—Estamos en casa —Jhon afirmó con placer. E inmediatamente después, separó a Margaret de él con cariño, tomó la maleta de ella y su propia chaqueta y bajó del tren, dispuesto a ayudarla a descender.
Una vez Margaret hubo bajado también, cogió a Jhon por un brazo y ambos se alejaron de la estación.
—¿Vamos andando, o busco un carruaje que nos lleve? —él quiso saber, solícito.
—Andando, por favor. Necesito serenarme antes de afrontar el encuentro con tu madre. Durante mi breve estancia en Milton, ella y yo hemos mantenido una conversación muy tensa.
Él la miró, sorprendido, pues no sabía que ambas mujeres se habían encontrado al margen de su propia presencia. Por un momento, quedó pensativo, mas pronto recuperó su gesto caballeroso y amable.
—Me parece una gran idea que caminemos un rato.
—¿Por qué? —preguntó, mirándolo con alarma.
—Para que todos puedan envidiar mi infinita fortuna, al ir cogido del brazo por la dama más bella de Milton. No creo que exista en toda la ciudad un hombre más afortunado que yo.
—Ni más romántico, me temo —le apretó el brazo con cariño, sonriente.
—Vaya… nunca antes nadie me había calificado de ese modo —afirmó, sorprendido.
—Porque nadie te conoce tan bien como lo hago yo.
—Eso es completamente cierto. —Sonrió, complacido.
—No deseo que este paseo termine… —musitó sin darse cuenta, sumida en sus propios pensamientos.
—¿Por qué?
—Sería un atrevimiento por mi parte si te lo digo —evadió la pregunta, azorada, dándose cuenta de que había expresado sus más hondos pensamientos en voz alta.
—¿Y eso?
—Es que tú… yo…
—¿Qué sucede, Maggie? —Detuvo sus pasos para cogerla por ambos brazos y escrutar su mirada.
—Es que… es difícil de decir.
—¿El qué? ¡Por amor de Dios! ¡Me estás preocupando!
—Que… jamás te había visto con varios botones del cuello de la camisa desabrochados. Estás muy… —No pudo terminar la frase, pues la vergüenza la abrumó, obligándola a cubrirse el rostro con ambas manos.
De pronto, Jhon estalló en carcajadas sin poder evitarlo, y Margaret retiró sus manos para observarlo reír, sorprendida, pues jamás lo había visto hacerlo antes.
—No puedes imaginar cuánto te quiero —le aseguró con devoción, una vez pudo dejar de reír, y la rodeó con sus brazos para estrecharla en un cálido abrazo.
—Jhon, estamos dando qué hablar —protestó, inquieta.
—Comparado con lo que tengo en mente para ti y para mi en estos momentos, esto es algo que te deja en un magnífico lugar, querida —él afirmó con picardía, sonriente.
—¡Sr. Thornton! —lo reprendió, escandalizada.
—Recuerda que tú has comenzado. Tranquila, nada has de temer de mí. —Le acarició la mejilla con la mano levemente con el fin de tranquilizarla, ofreciéndole una mirada sincera y plagada de amor—. Continuemos. —Hizo que ella lo tomase del brazo de nuevo y ambos continuaron caminando, bajo las atentas miradas de algunos viandantes que, aunque no habían podido escuchar las palabras de ambos, sí habían contemplado la escena.
COMENTARIOS DE LA AUTORA:
Hace dos fines de semana que me topé por casualidad con la mini serie de la BBC basada en la novela de
Elizabeth Gaskell, "Norte y Sur". En realidad, yo buscaba fotos de Richard Armitage —un actorazo de la
cabeza a los pies, y guapísimo, que me encanta desde que lo conocí como Guy de Gisborne hace hace
algunos años, en la serie "Robin Hood", también de la BBC, y que adoré en las tres películas de "El
Hobbit"—, y en Pinterest comencé a ver fotos suyas vestido de época. Me llamó tanto la atención, que
localicé el nombre de la serie, la busqué en Amazon, la compré, y en cuanto me llegó la vi prácticamente de
un tirón. Me gustó tanto, tantísimo, que a su compra siguió la compra de la novela, y a todo ello el comienzo
de este fic, que no es más que mi modestísimo homenaje a una historia de amor tan magnífica e inolvidable
como es la de Jhon Thornton y Margaret Hale.
Con "Relatos del Norte" pretendo ofrecer todo aquello que a mí me habría gustado leer, y ver, sobre la
relación de esta maravillosa pareja.
Agradezco de todo corazón a todos aquellos lectores que decidan acompañarme en este ilusionado camino.
Hasta muy pronto y con cariño.
Rose.
