Sentía las garras de la criatura como si fueran las del Gran Dragón, el mismo que ya le había herido unos meses antes, pero estas se clavaron más en su piel que las de aquella criatura. Consiguió no gritar mordiéndose el labio el labio, pues su orgullo de caballero no se lo permitió.

A su cabeza volvieron las palabras de Merlin, cuando le había dicho que aquella criatura formaba parte del mundo mágico y que era mejor no enfrentarse con él con las armas convencionales, que una espada no le haría nada. ahora comprendía que su joven sirviente había estado en lo cierto y que él estaba a punto de morir por no haber querido hacerle caso.

Desde el suelo y con el rostro aplastado contra el suelo sucio y cubierto de nieve, escuchó el aleteo de la criatura, que poco a poco se iba a acercando a él para terminar el trabajo que había comenzado para matar al príncipe de Camelot.

Arthur sabía que no había mucho que hacer, que con un poco de suerte, estaría muerto en unos minutos y que todo el sufrimiento el dolor que sentía por todo su cuerpo acabaría pronto.

Trató de moverse, pues Arthur no era de los que se dejaban matar así como así, de los que se resignaban a terminar muerto de una vez. lucharía mientras quedara un mínimo energía en su cuerpo, mientras todavía pudiera usar las manos para luchar y si podía hacerle daño a aquella cosa para que alguien más pudiera matarlo, él estaría feliz por haber ayudado a conseguirlo.

El sonido de las alas se hizo más intenso, la criatura estaba muy cerca incluso podía escuchar sin problemas sus rugidos que desde el principio le habían asustado. Casi podía notar de nuevo sobre su espalda o insertándose en sus riñones, las garras que lo levantarían de nuevo en el aire o que lo arrastrarían unos cuatro metros por la almena del castillo hasta matarlo.

De repente, su mente apareció la imagen de las personas a las que apreciaba o a las que sin ninguna duda quería. Vio a su padre, que en ese momento, sin saber donde estaba su hijo, estaría tratando de mandar a las tropas para que defendieran el resto del castillo de aquella cosa.

Después pensó en Gwen; ahora ya no le diría nunca lo que sentía por ella, que estaba realmente enamorado, que esperaría lo que hiciera falta para casarse con ella, porque el tiempo no era frontera para sus sentimientos.

También vio a Morgana, desaparecida desde hacía meses, tal vez muerta o con suerte viva, secuestrada por una banda de brujos y druidas que sólo dios sabía lo que le estarían haciendo. Siempre le quedaría el dolor por no haberla podido salvar y por no poder hacerlo ya nunca más, ya no había tiempo para eso.

Al ver la última imagen en su mente, se preguntó porque sentía un aprecio tan especial por aquel muchacho, pues al fin y al cabo no era como él, no se parecían en nada y lo que a él le gustaba, a Merlin le aburría; Arthur no comprendía el modo de vida de su joven sirviente y por mucho que lo intentaba no había forma de que fueran amigos. ¿O si? ¿Había alguna forma, si conseguía sobrevivir a aquel día, que Merlin y él pudieran ser amigos y no solo señor y sirviente?

Porque lo gracioso era que pese a su lógica le dijera que no era posible, que pertenecían a dos mundos completamente distintos en los que el otro no tenía cabida, Arthur se sentía muy cercano a Merlin, casi como un hermano mayor, por mucho que eso sonara extraño y tal vez, aunque tratara de negarlo, sentía que Merlin era su amigo. Sin embargo, ahora ya no habría forma de saberlo, pues estaba a punto de perecer.

La criatura, mucho más grande que cualquier animal que Arthur hubiera visto nunca, se poso en la almena y el joven príncipe creyó sentir que el suelo temblaba a su alrededor. Se incorporó débilmente, pues apenas podía moverse y el dolor en todas y cada una de las partes des cuerpo era casi inaguantable.

Entonces la vio frente a él, como si la criatura lo estuviera inspeccionando, como si se tratara de su juguete personal, aquel que podía usar, divertirse con él y cuando ya no le sirviera, tirarlo a la basura como si nada.

No sabía muy bien como, pero consiguió ponerse en pie y apoyó todo el peso de su cuerpo sobre su espalda que ya estaba llena de mellas después de horas luchando con aquella cosa.

"Vamos, ¿quieres matarme? Pues ven a por mi, pero te aseguro que no te vas a ir como si nada." Se encontraba fatal y estaba a punto de dejarse caer, pero por mucho que su cuerpo había empezado a temblar se quedó donde estaba.

Estaba preparado, le golpearía antes de morir, se llevaría un buen tajo antes de matarlo; pero no lo vio venir, no pudo contrarestar el golpe, pues pese a su gran tamaño, la criatura era extremadamente rápida. Definitivamente, aquello no era un animal como otro cualquiera.

Cuando quiso atacarle, la zarpa lo tumbó en el suelo. Se dio la vuelta para tratar de salir de los cuatro enormes dedos que formaban la pata, pero al hacerlo, demasiado nervioso como para pensar con lógica, no se dio cuenta que se había quedado completamente desprotegido.

De nuevo, las garras en la espalda y esta vez, por mucho que trató de evitarlo, el grito que salió de su garganta fue totalmente desgarrador. Creía que la garra había llegado hasta su hueso porque nunca había sentido nada parecido.

Quedó allí en el suelo, semiinconsciente, creyendo que ahora si que había llegado definitivamente el final para él. Apenas oía nada pues en sus oídos tan sólo retumbaba el dolor en su espalda y que recorría toda su columna vertebral. Al menos, si tenía que morir en ese momento, moriría con la dignidad del mejor guerrero de todo Camelot.

Las piernas apenas le sostenían, pero aún seguiría corriendo, no iba a parar hasta que diera con Arthur. Nadie se lo había ordenado a aquellas alturas, porque todo el mundo trataba de salvarse. Tan sólo Gwen le había preguntado por Arthur y no poder haberle dicho tan siquiera si estaba con vida le había dejado hecho polvo; así que ahora lo iba a encontrar.

De repente, lo escuchó gritar, entre los gritos desesperados del resto de la gente que corría y salvaba a los suyos, escuchó gritar a Arthur. No estaba lejos, por lo que aumentó su velocidad. No sabía de donde sacaba las fuerzas. Tal vez de la amistad que le profesaba a Arthur, aunque para el príncipe no fuera más que su sirviente; tal vez de ciertos sentimientos que no se había atrevido a decir nunca en voz alta por miedo a lo que Arthur pudiera decir al respecto, si no se reía de él, o tal vez por el simple hecho de que se trataba del príncipe y por tanto del futuro rey de Camelot.

Al llegar a lo alto del castillo, vio la piel grisácea de la criatura y tras ella, aunque no podía verlo, escuchó los sollozos casi agónicos de Arthur. Al menos todavía estaba con vida, aunque se preguntó cuando aguantaría.

Caminó unos pasos y la criatura debió escucharle, pues se dio la vuelta. Desvió la mirada hacia el cuerpo en el suelo y contuvo expresar sus emociones ante la espalda llena de heridas y cubierta de sangre de Arthur. Lo más importante en ese momento era defenderlo de la criatura y sacarla de allí.

El ser caminó hacia él y se detuvo cuando lo vio levantar la mano. Merlin se preguntó si la criatura habría intuido que tenía magia, que realmente podía hacerle daño si encontraba el hechizo adecuado. Pero aún así no se iba a confiar, porque aquella cosa, parecía realmente inteligente.

La criatura gritó, como si quisiera darle miedo a Merlin y lo cierto era que lo estaba consiguiendo; pero el muchacho no se iba a rendir, no mientras Arthur estuviera vivo al otro lado. Por eso, respiró hondo un par de veces y cerró el puño frente a la criatura.

Desde el otro lado, Arthur abrió un momento los ojos, tal vez estuviera ya muerto y aquello fuera el infierno por toda la gente a la que hubiera matado. Pero si realmente se trataba de estar muerto, ¿Por qué le dolía tanto el cuerpo? y ¿Por qué estaba escuchando la voz de Merlin y porque al levantar la cabeza podía verlo al fondo?

"¿Merlin?"

Pero su joven criado no le escuchó, pues su mente estaba puesta en la criatura a la que esperaba vencer o simplemente morir en el intento. Empezó a recitar unas palabras, una retahíla que salía de su mente pero que por una vez no sabía lo que significaba, como si simplemente tuviera dejar salir las palabras, como si ellas supieran lo que tenían que hacer.

Aquello lo estaba debilitando como no le había ocurrido nunca, se estaba dando cuenta que no aguantaría mucho más tiempo así, enfrentándose con la magia que sabía a aquel terrible enemigo y si no conseguía hacerle retroceder pronto, la bestia acabaría con él en seguida.

Estaba a punto de darse por vencido cuando vio que la d repente, se dio cuenta que la criatura daba un paso atrás y dejaba de gruñir para amenazar. Agachó la cabeza y de nuevo trató de ir a por Merlin, solo que ahora se le veía confundido.

Las piernas volvieron a fallarle a Merlin y creyó que caería al suelo irremediablemente, pero no fue así, de repente la energía que había gastado en los primeros momentos del enfrentamiento con la criatura estaba volviendo a él.

Volvió a repetir las mismas palabras que había entonado antes, solo que ahora lo hizo con más fuerza que antes, cada vez con mayor intensidad hasta que vio que la criatura se quejó y sus dos patas delanteras cayeron al suelo. Por fin le estaba consiguiendo vencer.

Las palabras salían repetidamente de su garganta y sus pies caminaron hacia la criatura por si solas. La bestia lo miró y justo cuando estaba junto a la criatura, justo cuando creía que todo estaba a punto de terminar, la criatura trató de golpearle.

Merlin fue lo suficientemente rápido como para evitar su golpe y decidió que era el momento de acabar con ello, pues o mataba a la criatura, por mucho que no le gustara la idea o de lo contrario ella se repondría y acabaría consiguiendo su propósito y tarde o temprano mataría a Arthur.

"Merlin." El muchacho escuchó la voz de su amigo, tan agónica que creyó que se trataba de su último de socorro. No le quedaba mucho tiempo ara actuar si quería salvarlo.

Subió el tono de sus cánticos y cuando quiso darse cuenta, los ojos se habían vuelto de un tono amarillo y poderoso, su cuerpo ya no era controlado por él, sino por la magia que estaba atravesando su cuerpo en ese momento. Ya no importaba morir, ya no importaba salir mal herido, la única cuestión era salvar a ARthur y para ello tenía que acabar con todo aquello de una vez.

Soltó un último y definitivo grito, tan poderos que estaba seguro que le escucharían en todo el reino, pero aquellas alturas ya no le importaba. La criatura también gritó desperada, estaba a punto de ser aniquilada y lo sabía, por eso, en un último esfuerzo por salir con vida de aquello, lanzó un fuerte zarpazo contra Merlin y sin que el muchacho pudiera hacer nada pues la magia usada, ahora si que le había dejado agotado, le golpeó con fuerza, lanzándolo contra la pared.

Antes de quedar inconsciente, Merlin pudo escuchar el golpe de su cabeza contra la pared y sintió el dolor que le hizo desfallecer, pero antes, vio como la criatura gritaba y se retorcía hasta desaparecer en el aire. Todo había terminado, ahora podía descansar o morir si era preciso, pues ahora alguien aparecería y salvaría la vida de Arthur.

Sin embargo, un momento antes de perder el conocimiento para su sorpresa, vio que al otro lado de la almena, Arthur lo estaba mirando y su rostro estaba lleno de preguntas, que Merlin no estaba seguro de poder contestar, pues eso significaría revelar su secreto como brujo.

Pero el cansancio de su cuerpo le venció, pudo con él y se dejó llevar al mundo de los sueños, esperando con un poco de suerte poder despertar.

Arthur escucho pasos por la almena y con las últimas fuerzas de las que disponía visualizó a dos de sus caballeros que con mucho cuidado lo cogían para sacarlo de allí; todo su cuerpo protestó pero no pudo decir nada pues el agotamiento no se lo permitió. Tan sólo logró decir una frase antes de que el dolor se apoderara de él.

"Merlin, sacarlo de aquí, me ha salvado la vida."

Mientras caía en el profundo sueño del dolor, Arthur se preguntó como habían llegado realmente a ese momento tan desastroso en el que los dos habían estado a punto de morir y se dio cuenta que su Merlin, si su amigo moría ese día, sería tan sólo por su culpa.