CUENTO DE NAVIDAD UNIVERSO ALTERNO época actual.

"""Gracias a Sonice por la idea y la sugerencia"""

Historia navideña y rosita nacida gracias a la sugerencia de mi querida Sonice-Sonice. Me dio cosilla hacer golosuras para Navidad, así que el cuentito es muy light, apto para todos los públicos (creo yo).

Los personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi, mientras que la canción que da título al song-fic es de The Carpenters. Los párrafos en negrita son fragmentos de la canción traducida. La sencilla historia es mía.

El video está en " www. youtube watch?v=OEtpD5YcjlE" (sin espacios) o tecleando Candy and Albert: Close to you (Junto a ti) en Youtube.

Gracias por leer y espero que os guste.

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Una impoluta sábana blanca con las letras pintadas cuidadosamente por Anthony Brown presidía el improvisado comercio.

"VENTA DE GARAJE SOLIDARIA. A beneficio de los pacientes del área de Pediatría del St Joseph."

Agotadora venta de garaje un domingo de otoño. Por lo menos no ha llovido ni hace tanto viento, aunque las hojas secas de los árboles no dejan de revolotear traviesas por todo el jardín.

«Pero es por una buena causa: Lo recaudado será donado a la Planta de Pediatría del hospital y comprarán muchos juguetes en Navidad.»

Como un mantra, la enfermera Candy White se repetía la frase cada que estaba a punto de perder los estribos con algún cliente difícil o directamente gilipollas. Gente que no entiende que las ventas de garaje son algo complicado emocionalmente porque te estás desprendiendo de cosas que fueron parte de tu vida, y revienta que las traten como baratijas sin valor al regatear como si se les fuera la vida en ello.

La venta tiene lugar en la modesta pero acogedora casa donde Candy se crió con sus padres y su hermano Tom, así que prácticamente ha nacido en ella y lo que se está ofertando son artículos que formaron parte de su historia familiar, además sus amigas Patty y Annie, y sus primos Tony, Stear y Archie también han donado objetos de sus casas para ser vendidos.

-Si le estoy vendiendo súper barato ese taladro, además el dinero es para comprar regalos a los niños hospitalizados...

-Pero está bien caro, por favor, señorita... hágame un descuento... al cabo que no es para hacer negocio.

Sólo porque las relajantes notas de Across The Universe estaban sonando desde el estéreo ubicado en la sala, que sino... ese hombre se iba "autopsiado" a su casa. ¿Qué parte de "Venta de Garaje SOLIDARIA" no entendió ese tipo?

-Bueno, mire, deje llamo a mi hermano y a mi primo, ellos que entienden de herramienta le dirán mejor por qué el precio que tiene ese taladro es el justo.

Finalmente y gracias a que su hermano Tom y su primo Stear explican al potencial cliente las virtudes del taladro, consiguen venderlo a buen precio; e incluso logran que el hombre compre también una caja de herramientas y un juego de llaves inglesas.

Pero las peores son esas señoras tan pagadas de sí mismas, esas nuevas ricas con esos aires de suficiencia y muecas de disgusto mientras examinan con falsa erudición los artículos a la venta... aunque no tengan ni idea de qué son. Como la señora Leagan, su odiosa vecina, que se presentó acompañada por sus detestables hijos Eliza y Neal.

Sarah Leagan se aplicó en agobiar a los Cornwell y a sus novias con peticiones absurdas y comentarios desagradables respecto a los objetos a la venta o respecto a Candy, a quien no soportaba por ser "enemiga" de su hija y a la vez el interés romántico de su hijo. Desde hace unos años son los ricos del barrio y una vulgar enfermera le parece muy poca cosa para su niño que ha estudiado en Harvard.

Eliza se insinuaba todo el tiempo a Tony como si estuviera en una esquina ofertando sus servicios carnales personalísimos, mientras el señorito Neal no paró de acosar a la rubia enfermera con todo tipo de piropos y proposiciones. Desde la época de la secundaria ha ido detrás de ella, siendo siempre rechazado; pero tal vez él cree que ahora que está sola y él tiene un flamante título de Economía por Harvard quizás las cosas le sean favorables.

-Hey, Candy... ya supe que el actorcete de tercera te dejó por otra.

Si no hablara a gritos, como si trajera un altavoz adosado a la garganta, de Neal podría decirse que tiene una voz agradable. Es ronca y varonil, tal vez sea lo único bueno que tenga pero ni eso usa bien.

-Dilo más fuerte, Neal, que me parece que no te escucharon en Mozambique.

-¿Así está mejor, lindura?- dice susurrando al oído de Candy.

-Neal, deja a mi hermana en paz, ¿quieres? A ver, ¿vas a comprar algo o qué, subnormal?

Tom, como el resto de los allegados a la rubia y ella misma, no soportan a los Leagan.

-¿Yo? ¿Comprar alguna baratija de estas? ¿Para qué? Tengo cosas mucho mejores en mi casa.

-Estúpido, esto es una venta solidaria, no una tienda de lujo… si no vas a comprar nada, entonces "a la ver gatitos", cabrón.

Tom chasquea los dedos a la vez que suelta ese juego de palabras obsceno. Quiere que los Leagan se vayan, y que lo hagan cuanto antes.

-Tom, por favor, aquí anda su familia…

-Pues él es quien tendría que respetar y respetarte– luego vuelve a mirar a Neal con desprecio y lo apremia.

-Venga, idiota, si no vas a comprar nada deja de jorobar y vete, nos espantas la clientela.

-Yo no vengo a comprar, sino a hacer una contribución económica a lo que esté organizando Candy, cuñadito…

El repulsivo joven parece que quiere comprarse una nariz rota a puñetazo limpio cortesía de Thomas White, porque mira de arriba abajo a la enfermera sin disimular su lujuria y eso hace que la sangre de Tom hierva. Si no es porque sus primos Tony, Stear y Archie lo detienen, Neal seguramente se habría ido hecho un Cristo al regazo de su pedante mamita.

Annie y Patty intervienen para aligerar la tensión.

-Bien, Neal, te agradecemos tu generosidad. ¿Cuánto piensas donar? Te podemos extender un recibo deducible de impuestos- Patty explica sin asomo de emoción.

-No hace falta, no necesito más recibo que una sonrisa de mi Damita de Establo.

Ay, ese maldito apodo. El muy imbécil de Neal lleva unos quince años llamándola así sólo porque una vez, a los cinco o seis años, a Candy le dio por tener unos patitos en su casa y jugar con ellos vestida con el disfraz de vaquerita que sus padres le compraron. Por más que le dice que le disgusta ese mote, el tonto de Neal insiste.

-Está bien, Neal. Te sonrío, pero por favor deja de llamarme con ese apodo. Ya sabes que no me gusta.

El señoritingo extiende a Patty un cheque y sonríe triunfal.

-Perfecto, preciosa. Ahora, para que les firme el cheque, necesito la factura. Y dicha factura es un besito tuyo…

-Ni en sueños, anormal.

-Ca… Candy… es un cheque de mil dólares- Patty informa a su amiga el monto del cheque de Neal. Es una cifra respetable, casi la mitad de lo que han recaudado en todo el día.

-Oh, por Dios… eso es muchísimo dinero.

La rubia se lo piensa unos instantes y decide que por una vez debe dejar su asco de lado.

-Stear, muchachos, llévense a Tom, por favor.

-¿No me digas que piensas seguirle el juego a este estúpido?

-Sí, Tom. Sólo por esta vez. Recuerda que es por mis niños. Por favor, compórtate.

Tom voltea a ver a Neal y le hace una advertencia.

-Escúchame bien, bastardo: como le hagas daño a mi hermana me va a dar igual que anden aquí tu mamá y tu hermana, te llevarás tus dientes en un frasco. ¿Entendido?

En cuanto sus primos se llevan a su hermano, Candy apremia a Neal a que se cobre lo que pidió, y el joven no pierde el tiempo. La toma en sus brazos y la besa con pasión. Para nadie queda duda de que llevaba años deseándolo. Y maldito fuera, besaba muy bien. A Candy le gustó tanto el beso, que por poco se olvida la clase de sabandija que se lo estaba dando. Finalmente, ella rompe el beso, y Neal sin soltarla le dice suavemente:

-Si quieres otro cheque incluso por más valor, ya sabes… imagínate cuántas cosas podrías hacer en el hospital con veinte o treinta mil dólares. Son tuyos, sólo tienes que acompañarme a mi apartamento del centro. Mi teléfono privado está escrito en el dorso del cheque. Llámame cuando quieras, preciosa.

-Vete a la mierda, Neal. No soy ninguna furcia.

-No quise decir eso, en serio. Sólo te propongo que aceptes salir conmigo y puedas comprobar la fabulosa vida que podría darte, además tendrías todo el dinero que quieras para tus cosas y tus obras de caridad. Piénsatelo, por favor.

-¿Ya acabaste? Bien, entonces mi respuesta es NO… pero gracias por tu donativo. Los niños del hospital te estarán muy agradecidos.

Los Leagan se marchan sin comprar nada, pero con la contribución de Neal hecha y con algunos artículos sin pagar en el gran bolso de Louis Vuitton que lleva la presumida –y cleptómana- de Eliza. Qué familia.

-Ya pasó, amiguita…

-Claro, Annie, como a ti no te dieron el beso.

-Pues no parecía que sufrieras mucho...

-Bueno, vayan por los muchachos, son casi las ocho de la noche y será mejor que recojamos. Hemos obtenido una buena cantidad y eso es lo que importa.

Ufff... al menos la venta está a punto de finalizar, y la mayoría de los objetos ofrecidos por Candy y sus familiares del grupo de voluntariado se han vendido muy bien. Los jóvenes están contentos porque con la cifra anunciada por Patty saben que habrá una buena cantidad de juguetes para regalar a los niños hospitalizados y eso pone muy feliz a la rubia enfermera.

Empezaban a recoger los objetos sobrantes para luego irse a cenar todos juntos cuando un joven llega de improviso y se pone a examinar algunos artículos con cierto interés. Candy acude a la mesa donde está un hombre rubio mirando los objetos ahí expuestos. Algo le dice que va a comprar.

-Perdona, ¿a cuánto vendes este CD?

Oh, Dios. No es cualquier cd, es EL CD, aquel recopilatorio titulado"Love Greatest Hits" que Terry le había regalado hace tanto tiempo y que adoraban escuchar juntos. ¿Quién lo habrá sacado a la venta? ¿Habrá sido un accidente o más bien una poco discreta sugerencia de sus amigos para que de una buena vez lo supere? Al fin que ya han pasado más de seis meses de aquello.

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FLASHBACK

-Sí Candy, él te dejó por otra y por donde lo veas es una putada, pero ocurre todos los días, Gatita; y ese bastardo no se merece que llores por él. Aun así, mañana iré a partirle su maldita cara de niño bonito...

-Hermano, cálmate, estás asustando a Annie y lo que menos necesita Candy son más problemas...

-Entonces ni se te ocurra tratar de animarla con alguno de tus experimentos, Stear.

-¿Ya estamos, ya estamos? Algún día mis inventos me harán millonario, Archie.

-Puede ser, pero mientras tanto dedícate a terminar tu maldita carrera de ingeniería sin lisiarte o lisiar a otros con tus experimentos- convino Anthony.

Candy sonríe con ternura a sus primos. Ellos a su manera simplemente tratan de animarla porque desde niños le han dicho que son sus tres paladines y que siempre la protegerían junto con Thomas. Y lo han cumplido.

-No se preocupen por mí,muchachos. Saldré de ésta. No es el fin del mundo.

-No nos pidas eso, prima… y espera a que Tom vuelva de arrear el ganado del señor Stevens porque seguro querrá convertir al inglesito de las narices en cabestro.

-Creo que sí, que lo caparía sin anestesia, Anthony, en serio- pensó en voz alta Stear, siempre torpe para las relaciones sociales.

A pesar de que ella intente tranquilizar a sus familiares y amigos conque no será el fin del mundo, para ella ha perdido totalmente el color.

FIN FLASHBACK

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Ella no deja de mirar el disco que el joven sostiene en su mano.

-Oh, lo siento... pero ese disco no se vende, se habrá colado por accidente. De verdad discúlpame, pero mira, tenemos un montón de objetos más a la venta y estoy segura de que algo querrás llevarte.

«Sí, te llevaría a ti, pequeña» pensó el rubio. La había visto desde hacía un rato desde la ventana del apartamento de su ex compañero de estudios George Johnson, aunque era demasiado tímido para acercarse así nada más, pero ver que ya estaban recogiendo y notar el desagrado de la chica ante los requiebros y el posterior beso de aquel detestable moreno –Neal- le dieron el valor que necesitaba para bajar y marcar territorio.

Un momento… ¿marcar territorio? ¿Desde cuándo esa rubia desconocida es algo suyo?

«Pues aun no, pero al tiempo…» se dijo Albert a sí mismo.

De hecho, en la mañana George ya había pasado por la venta de garaje, saludado a su apreciada vecina Candy, y adquirido algunos objetos para apoyarla causa. Cuando volvió al apartamento encontró a Albert muy atento a la ventana de ese tercer piso, observando la coqueta casita de enfrente donde ocurría la venta de caridad.

Candy alzó la cabeza y casi se infarta con el monumento a la belleza humana que tenía ante sus ojos. Ya había notado que era un joven rubio, alto y atlético, eso se veía a kilómetros. Pero de cerca, lo más atractivo eran sus hermosos ojos azules que inspiraban confianza y sensualidad. Eran el marco perfecto a una cara hermosa y varonil de nariz recta, mentón bellamente cincelado y labios apetitosos. Le ha quitado el aliento, ¿será un modelo de pasarela?

-Bueno, no pasa nada. Iré a rebuscar entre los objetos, me llevaré algo más, quiero ayudar a cualquiera que sea la causa... Mira, aquí te dejo el cd.

-Está bien, qué demonios… te vendo el disco. Si lo has visto y te gustó, yo te lo vendo encantada.

-¿Cuánto quieres por él?

-Mmmm… déjame pensar… ¡Un dólar!

En el rostro de Candy se dibujó un gracioso mohín aniñado que encantó al apuesto desconocido.

-Trato hecho. Y me interesa también esa camiseta blanca con el logo de la ¿Clínica Feliz?

-Oh, no creo que te quede, era mía, y como quepas en ella entonces ya puedo ir buscando una rama de árbol dónde ahorcarme…

-Jajajajajajajaja… eres muy graciosa… ¿cómo te llamas?

-Candice White, encantada.

-Albert Andrew, el placer es mío. No vivo aquí, sino en otro rumbo de Chicago. Vine a visitar a mi amigo Johnson.

-¿George? ¿Mi vecino de enfrente? Es un joven muy agradable.

-Sí, es un buen tipo. Es mi mejor amigo desde la universidad. Pero dime, ¿qué es eso de "Clínica Feliz"? Es que me ha hecho gracia el nombre. ¿Es una clínica de cirugía plástica?

-Pues verás, es la planta de pediatría del hospital St Joseph. Yo trabajo ahí como enfermera, y le pusimos así porque para los niños es más fácil de aceptar su estancia en ella. Hemos pintado el área de juegos, compramos sábanas para mis pequeños de sus personajes favoritos y mis primos aquí presentes hacen de payasos cada semana para animarlos.

Las amigas de Candy contemplan complacidas la escena a una distancia prudencial. Parece que alguien por fin está haciendo que los hermosos ojos verdes de la rubia brillen de nuevo. Esto promete.

-Comprendo… es una idea genial de tu parte y habla muy bien de ti. ¿Sabes? Hace muchos años estuve internado unos días por apendicitis y seguramente habría estado mejor un ala de pediatría tan acogedora.

Imaginar a ese apuesto caballero como un tierno angelito rubio y sonrojado por la enfermad temporal hizo sonreír a la rubia pecosa.

-Como el hospital de St Joseph es público, la mayoría de las familias no tienen dinero para comprarles regalos a los niños por Navidad, y bueno… pues se me ocurrió hacer esta venta de garaje solidaria para recaudar fondos y comprarles juguetes a mis pacientitos.

-Entonces con más razón compraré esa camiseta. Será como un souvenir que me lleve a mi casa en recuerdo de las buenas acciones que se hacen aquí en Chicago.

Candy juraría que las avecillas que se están recogiendo ante la inminente llegada de la noche estaban saludando a Albert al pasar por encima de ellos. No le extraña, seguro que ellas también habrán notado la indiscutible belleza del rubio.

¿Por qué las aves de repente aparecen
Cada vez que estás cerca?
Como yo, ellas quieren estar
Junto a ti.

-Bueno, sería una gran ayuda a la causa y te lo agradeceremos mucho. Mira, aquí hay montones de cosas que podrían ayudarte a decorar tu casa. Échales un vistazo y pregunta con confianza cualquier duda que tengas, ¿ok?

La rubia apenas se daba la vuelta para volver a su faena de limpieza cuando escuchó la aterciopelada voz de Albert.

-La verdad es que ya elegí los objetos que quiero. Veo que están recogiendo todo. Antes de venir a comprar me he tomado el atrevimiento de llamar a la pizzería y pedir para todos, espero que no te moleste. Pensé que estarían agotados y sin cena lista.

-¿Que si me molesta? ¡En absoluto! ¡Muchas gracias! ¿Querrás cenar con nosotros?

Los azules ojos de Albert dejan relucir la emoción de su dueño.

-Será un placer, Candy… por cierto, ¿dónde pago las cosas que he escogido? ¿Aceptas cheques?

-Sí, a partir de diez dólares. Deja veo lo que te llevas… a ver… la camiseta, el cd, un juego de Operando y, ¿el termo y la fiambrera de Rainbow Brite?

Eran todos artículos que habían pertenecido a ella y que le había costado mucho sacarlos a la venta porque eran objetos muy apreciados. Eso la enterneció. ¿Sabrá él de quién habían sido esos artículos?

-Está bien, Albert: son diecisiete dólares con setenta y cinco centavos. Puedes pagarnos con cheque, aunque no debería cobrarte si nos estás invitando la cena.

-No digas eso, Princesa… yo les invito con mucho gusto. ¿A nombre de quien va el cheque?

«¿La he llamado Princesa? Jo-der...»

«¿Me ha llamado Princesa? Jo-der...»

Se quedaron mirándose uno al otro durante unos segundos. Desconcertados y fascinados. Luego Albert sacó su chequera y una bonita pluma para empezar a llenar el título de valor monetario.

-Ehhh… A mi nombre: Candice White.

-Aquí lo tienes entonces.

La chica mira la cifra anotada en el cheque y por poco se desmaya.

-¡DIOS MÍO… Thomas, muchachos!

-¿Qué pasa, hermanita? ¿Este señor te está molestando?

-Qué va, Tom, mira el cheque que nos ha donado… ¡por CINCO MIL DÓLARES! Bueno, en realidad lo hizo por cinco mil diecisiete dólares con setenta y cinco centavos. ¿No es genial?

Pero para el hermano de Candy no suena tan divertido. De hecho, empieza a ponerse alerta con Albert. ¿Qué intenciones tendrá ese desconocido?

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CONTINUARÁ...

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Como es un cuento de Navidad quise hacerlo rosa, light... espero sus comentarios, como siempre, me encantará leerlos.