Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo
Hola, gracias por entrar aquí n.n
Hace mucho tiempo que no escribía nada para este fandom, lo extrañé mucho. El presente fic constará de cuatro entregas en total y estará centrado exclusivamente en esta pareja tan poco habitual. De hecho, es la primera historia en español sobre ellos, los fics publicados hasta el momento están en inglés.
Tengo entre mis escritos un relato sobre Byakuya, pero la verdad es que fue de los primeros que esbribí y publiqué, por lo que descreo de su calidad. En aquel entonces no veía al capitán con ninguna de las féminas de la serie y terminé por inventarle una shinigami... Qué descaro *menea la cabeza, avergonzada*. Sin embargo, después de ver los episodios referidos al pasado de Nel, no sé, en algún momento se emparejaron en mi cerebro, me pareció que con ella no se veía tan mal. Cosas que a una se le ocurren *se alza de hombros*.
No sé si con este fic me redimo, pero al menos lo intentaré. Quiero advertir que no habrá ni besos ni lemmon :( Más bien se tratará de una historia introspectiva con un contenido romántico muy sutil, lo que más me interesa es acercar a ambos personajes de la forma más verosímil posible. En función de esto, a su vez, opté por un punto de vista más próximo al de Nel que al de Byakuya, simplemente porque pretender conocer la interioridad de este shinigami sería incurrir en una desinteligencia. Más allá de ciertas acciones protectoras y de su nostalgia por Hisana, en general es un tipo muy poco demostrativo.
Creo que es todo. Espero que a los que se hayan animado a leer les guste y pasen un lindo rato. Como el fic está terminado, aunque sigue en proceso de edición, actualizaré los próximos sábados. Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D
I
Otoño: tú.
Siempre resulta extraño el aire que se inspira en un lugar nuevo. La primera señal de que ya no se está en el propio hogar se percibe a través de la respiración, o al menos así le ocurría a ella.
Estaba en el mundo del otro. Recorrer la intrincada serie de elecciones y contingencias que así lo determinaron resultaría una tarea tan agotadora como absurda, por lo que no quiso pensar en ello. Al fin y al cabo, es en el presente donde se entienden las cosas. Respirar el aire ajeno, el aire del otro, era el indicio irrevocable del cambio.
Sus pasos, entonces, transitaban ahora por ese lugar diferente y el menos esperado. ¿Serviría de algo? Muchas veces arribar al conocimiento del otro requería de un esfuerzo casi metafísico de la voluntad, porque lo otro era lo distinto y, por ende, lo incógnito, la amenaza. ¿Sería posible para alguien como ella, que a su vez era un otro, convivir o aprender?
¿Y los demás? ¿Estarían dispuestos a acercarse y a interactuar, o la verían como siempre la han visto, que era al mismo tiempo la forma como ella los había mirado? Lo más difícil de comprender era que uno no es el centro de nada ni el único dedo señalando, y que mientras uno señala y juzga hay alguien más que también lo hace con uno. Pero entonces, ¿qué esperaba lograr allí?
El tiempo propio no es el más importante, uno no es el único que tiene merecimientos, penas, conflictos, derechos, responsabilidades… Uno no es la única causa para defender en el mundo, un mundo donde hay otros con causas que también creen únicas. En este sentido la vida humana era mezquina y caótica, y tanto los arrancar como los shinigamis habían heredado ese carácter.
Quizás hubiese una manera: salirse de uno mismo sin esperarlo de los demás, porque no hay nada que pueda cambiarse más allá de uno mismo. Nelliel Tu Odelschwanck recorría el mundo de sus enemigos históricos tratando de no verlos de esa manera para que ellos a su vez no la vean así, tratando de no sentirse una víctima ni un ser superior, tratando de deshacerse de una carga que alguien más le había impuesto. Nel trataba.
Si hubiese podido colegir lo que veía se habría sentido mejor, menos incómoda, pero la visión de aquellos laberínticos pasajes característicos del Seireitei la confundían, la intimidaban. Además, la profusa cantidad de hojas secas que revoloteaban sin decoro a su alrededor entorpecían su paseo. Nel estaba acostumbrada a otra cosa.
Los páramos de Hueco Mundo jamás le habían deparado esa sobrecarga visual: edificios de diversas estructuras, shinigamis de distinto grado en constante circulación, árboles de menguantes copas amarillentas, caminos, aromas, voces, cotidianidad… Era más de lo que sus sentidos podían asimilar. Habiendo crecido en parajes inhóspitos donde la noche era lo perpetuo, ese panorama claro y prolífico conseguía asombrarla y abrumarla por igual.
Nel necesitaba descansar. No sólo la fatigaba ver todo aquello, sino también el haber recuperado su cuerpo real. Mientras era una niña no había mucho que soportar, sus fieles amigos cuidaron siempre de ella, en cambio ahora las cosas le pesaban y las dimensiones de la realidad se le tergiversaban en los sentidos. Le costaba habituarse a su yo real.
Quizá fuese porque su entendimiento recobraba la madurez o porque recuperaba saberes de los que su forma infantil la había preservado, la cuestión era que su cuerpo y su mente iniciaban un nuevo y paulatino proceso de aprendizaje. Para ella se trataba de una etapa ardua y, muchas veces, realmente penosa. Sin embargo lo soportaba con entereza, convencida de que así debía ser.
Optó por seguir la dirección del pasaje que le pareció más silencioso. Caminó durante un largo rato sin pensar en nada en particular, extrañando un poco a Ichigo y otro poco a su fracción, preguntándose por qué le había tocado deambular sola por allí. La fresca brisa que soplaba en esas horas de la tarde no le molestaba tanto como la repentina conciencia de su soledad.
En el camino las hojas caían marcando sus pasos, crujían bajo sus pies, pero ella iba distraída. Nel no advirtió cuando el pasaje se transformó en una calle, cuando la calle se hizo sendero y cuando el sendero desembocó en un amplio jardín. Traspasó el umbral sin darse cuenta, siguió caminando sin pensar a dónde.
Sólo la inesperada visión de uno de los capitanes del Gotei 13 la devolvió a la realidad. Estaba de pie dándole la espalda y parecía no haberse percatado de su presencia. Nel se detuvo en seco. Miró hacia atrás y por fin notó que había ingresado en una propiedad.
Lo último que quería era darle explicaciones a aquel sujeto. Que se la hubiese recibido durante una temporada en la Sociedad de Almas obedecía a una serie de cuestiones ajenas a sus propios deseos y sólo la insistencia de Ichigo, temeroso de su seguridad, hizo que accediera. Más allá de eso, nada la obligaba a sostener relaciones sociales con sus habitantes.
El otro era lo distinto, el otro era la amenaza. Pero ella también. ¿Por qué estaba en ese lugar y qué esperaba lograr?
Iba a dar la vuelta para regresar por donde había venido, pero la voz del shinigami la retuvo.
-Estás muy lejos de los aposentos que se te han asignado.
Nel no se amilanó ante la evidente reconvención. Por el contrario, replicó con la misma calma que él había empleado para amonestarla, habituada a tratar con la jactancia de ciertos guerreros.
-¿Acaso soy una prisionera?
-Aun siendo un huésped.
La joven entrecerró los ojos con fastidio. Estudió mejor su figura hasta que finalmente reconoció al capitán del sexto escuadrón. Recordó que era el hermano mayor de Rukia, que había estado en Hueco Mundo y que era el vencedor de sus batallas. De ser otra su actitud, lo hubiese respetado. De todas formas fue perfectamente capaz de conservar la serenidad.
-¿Debo seguir hablando con tu espalda? –Su voz era casi un susurro desafiante-. ¿Todos los capitanes son tan arrogantes?
El otro se mantuvo imperturbable, aunque señaló:
-La función de los capitanes es proteger este lugar.
-Yo no estoy atacando.
-Regresa a tu mundo.
-No vine aquí porque lo haya querido.
-Pero aquí es donde estás.
Nel guardó silencio, esa afirmación logró descolocarla un poco. Y, al percibirlo, Kuchiki Byakuya se dignó a voltear su rostro para mirarla por encima del hombro. Era su pequeña victoria.
En verdad allí estaba ella, sin importar cuáles fueran sus intenciones. ¿Pero cuáles eran en ese momento sus intenciones? Después de las aventuras vividas ya no sabía con seguridad en dónde estaba su lugar, porque al igual que en el pasado, Nel se sentía afuera, extraviada.
Tal vez debió irse de allí para dejar de pensar en ese asunto, pero no lo hizo. En cambio se dedicó a contemplar con más detenimiento al capitán, quien ya no la miraba. Eso le dio la oportunidad de examinarlo sin sentirse inoportuna, el aura distante que lo envolvía le intrigaba profundamente.
Por la extensión de su propiedad dedujo que se trataba de una persona de buena posición. Sin embargo, mezclada con esa inequívoca arrogancia se percibía en él cierta melancolía que casi podía confundirse con indolencia. Ese aire ausente, en cierta forma, la atraía, y quizá no le resultó del todo extraño.
Con verdadera curiosidad Nel se acercó hasta ubicarse a su lado. Byakuya lo notó pero no dijo nada. Entonces ella vio por fin lo que el capitán había estado contemplando.
-Peces –murmuró reparando en el reservorio. En muy pocas ocasiones había podido ver ese tipo de animales. Siempre le generaban la misma sensación: en parte asombro, en parte recelo, en parte desconcierto. Los peces le parecían criaturas misteriosas de otra dimensión, seres que vivían en un tiempo absolutamente ajeno al del resto.
-No creo haberte invitado –dijo él.
Pronto Nel comprendió que Byakuya utilizaba siempre el mismo tono neutro de voz. Era como si estuviera desprovisto de emociones. Al mismo tiempo, se veía misterioso e infranqueable, igual que sus peces. De nuevo lo creyó cercano, de una forma que le costaba dilucidar.
Quizás hubiese asuntos afines, razones análogas, conexiones tácitas... Al fin y al cabo ambos eran guerreros y habían peleado lo suyo.
-No tengo adónde ir –reconoció ella, fijos sus ojos en las ondulaciones constantes que trazaban los habitantes del estanque.
Poco tiempo demoró Nel en abstraerse. Observar esos peces resultaba casi hipnótico, aunque no de manera molesta o agresiva. Al contrario, la joven comenzó a experimentar cierto sosiego, cierta armonía. En el medio del caótico divagar de sus emociones, entre sus más profundas inquietudes, se formó un pequeño oasis donde su espíritu podía darse el lujo de descansar.
¿Era eso lo que le ocurría a él, era a causa de esa armonía que se sumía en aquel recogimiento? ¿Era porque la lucha lo constituía y, de vez en cuando, necesitaba evadirse? ¿Era porque buscaba definirse desde afuera de las cosas, o se trataba de la inconformidad? Nel aún no encontraba el modo de irse.
-Nada hay aquí que pueda ser de tu interés –señaló Byakuya.
El capitán se hallaba lejos de la verdad, pero Nel prefirió reservarse sus opiniones.
-De todas formas no hay nada nuevo en un guerrero para mí –replicó, aunque fuese mentira.
Al enfocarse en esos peces de movimiento continuo, completamente ajenos al tiempo por el que transitaban sus observadores, Nel sintió verdadera curiosidad por primera vez en su vida. ¿Quién era él? ¿Por qué necesitaba aquel reposo?
Cuando por fin pudo levantar la vista del estanque, lo sorprendió observándola. Sus ojos eran tan inescrutables como su actitud. Se preguntó qué estaría viendo en ella, qué pensaría, qué diría, qué elección tomaría después. Era conciente de su intrusión, de que tal vez a él le desagradaba su presencia, sin embargo se mantenía tan impasible que parecía que nada podía perturbarlo, o que nada sería capaz de hacerlo.
-Es inútil que busques puntos en común –dijo Byakuya volviéndose a enfocar en sus peces-. Eres quien eres y yo soy quien soy.
Su clarividencia la sorprendió, pero se cuidó de manifestarlo.
-Te refieres a que soy un arrancar y tú un shinigami. Lo que dices es que somos enemigos.
-Lo que digo es que no puede haber correspondencia entre dos naturalezas tan diferentes. Sabes bien adónde perteneces y adónde pertenezco. No hay espacio para el entendimiento, no intentes inventar un puente.
-Dos naturalezas diferentes… No intento construir puentes, siempre que he tenido que proteger a los míos he luchado sin importar quién fuese mi enemigo. –Byakuya la miró de reojo, pero Nel no lo advirtió-. No obstante muchas veces, incluso ahora, quise llegar a entenderlo.
Después de decir esto la joven Espada se perdió entre sus recuerdos, entre los tortuosos avatares que habían forjado sus convicciones. En muchas ocasiones había luchado contra seres de opuesta naturaleza, pero lo peor fue cuando tuvo que defenderse de su propia especie para sobrevivir. Se preguntó si aquel esquivo capitán habría transitado alguna vez por esa clase de espanto.
Tendría que haberse marchado. Por la mañana le habían dicho que era otoño y que en las últimas horas del día el aire se hacía más frío, sensación ésta que empezaba a perturbarla. En Hueco Mundo todo era tan monótono que las variaciones casi nunca se notaban, por lo cual el frío resultaba ser una experiencia completamente nueva e incómoda. Pero Nel se quedaba.
-Pertenecemos a mundos antagónicos, procedemos de pliegues contrapuestos de la realidad –dijo él finalmente-. Hablas de entender, pero nuestra enemistad es tan natural como el agua para estos peces.
Nel lo miró: Kuchiki Byakuya se veía lejos, inalcanzable. Tal vez ella se veía igual ante sus ojos.
-Sospecho que ninguno de los dos ha elegido esas circunstancias.
-Eso no modifica nuestra posición.
-Pero sirve para empezar a entenderlo.
Los oscuros ojos del capitán se cruzaron con los de ella. Por fin se miraban cara a cara, por fin habían alcanzado un punto. Fue así que, poco a poco, comenzaron a aceptarse en el intercambio.
Durante el silencio que siguió, Nel creyó intuir qué era lo que le había parecido tan familiar en él. No se trataba de su melancolía, de su aislamiento o de su parquedad, se trataba más bien de los cimientos que los conformaban, de la vara con la que medían todo aquello que los amenazara. En ese momento lo amenazante eran ellos mismos, el individuo que cada cual tenía enfrente, por lo que no dejaban de medirse.
Nel se preguntó si bajo aquella inalterable y altiva fachada se extendería la misma incertidumbre que la embargaba. Se preguntó si él no experimentaría soledad, temor, ansiedad o insatisfacción. Y si así era, en qué proporciones, y si no era así, con qué argumentos.
Porque ella no creía que un auténtico guerrero se librara de soportar al menos una vez en su vida ese tipo de emociones. Sin embargo, discernió a Byakuya tan hermético que difícilmente logró distinguir en él algo más que capas y más capas que clausuraban cualquier intento de penetración. Resultaba difícil hallar una abertura en esa cáscara.
La joven suspiró. El silencio se prolongaba y todavía no conseguía definir qué clase de sujeto era aquel shinigami. Tampoco se decidía a continuar allí o irse, sabedora de que al día siguiente ese rato compartido no tendría significado alguno para ellos.
Fue en ese instante de zozobra cuando, para su sorpresa, él mismo retomó la conversación.
-Dices que partir del origen es útil para explicar nuestras circunstancias –señaló Byakuya-. Es así que no hemos escogido dónde estar sino que nuestro lugar nos ha sido dado, por lo que sólo podremos empezar a elegir de allí en más. ¿Qué nos constituye, entonces: nuestra naturaleza o las elecciones que hagamos hacia adelante? Y recuerda que no somos humanos.
Al principio a Nel no le desconcertó tanto la pregunta como el hecho de que se la hubiese formulado. Sus sentidos no la habían engañado, él había aceptado su presencia. ¿Cuántas capas conformarían la personalidad del capitán? En ese momento la miraba con atención esperando su respuesta, y de nuevo intuyó que la estaba midiendo tanto como ella a él.
Luego se abocó a la cuestión planteada. Nel ahora era la mujer adulta, la guerrera que sólo en la lucha había formado su pensamiento y creencias. Con esa vara medía lo demás, era irremediable. Sin embargo, había llegado a forjar unas convicciones demasiado alejadas de las de sus hermanos Espada, demasiado propias y absolutamente incompatibles con las de su especie. Su fe era firme aunque hubiese nacido de otras raíces, y elegía continuar por ese camino.
-Puede que sobre el tablero del mundo estemos enfrentados –declaró-. No sólo no lo pedimos, incluso es inevitable que luchemos. De hecho eso fue lo que ocurrió. Aun así siempre existe un margen para movernos según nuestro albedrío, por más pequeño que sea. En Hueco Mundo yo pude elegir y sigo eligiendo a quién proteger.
-No piensas en las consecuencias.
-Pienso en las consecuencias de aceptarlo todo sin sentir, sin diferenciar, sin saber el valor de cada cosa. Mi enemigo no es aquel del que me distingo por naturaleza, por una causa o por un color, sino aquel que quiere dañar lo más preciado para mí. Esa es mi elección, por ende eso es lo que soy.
Byakuya guardó silencio por un breve instante. Un leve gesto de su rostro indicó conformidad y luego habló:
-Proteger lo que nos resulta más preciado… Extraña respuesta en boca de un arrancar.
Nel no se dejó perturbar por esa inesperada aceptación.
-Tal vez los shinigamis no sean los únicos seres que sepan de ello.
-Tal vez –concedió Byakuya.
Una sutil semisonrisa se dibujó en el rostro de la joven. Supuso que semejante cortesía, viniendo de alguien de su temperamento, debería verse con muy poca frecuencia por esos lares.
Si aquello funcionaría como un puente o si habían alcanzado cierto grado de entendimiento, ni uno ni el otro podrían aseverarlo. Nel en particular quiso tener fe porque lo necesitaba, necesitaba que alguien más que Ichigo dejara de verla como un enemigo. Ella que no estaba en su hogar, ella que ya no sabía adónde pertenecer.
Por algún extraño desliz del tiempo y del espacio, el único que se hallaba allí era Kuchiki Byakuya. Fijándose nuevamente en los peces, sintió más alivio que la vez anterior. Aunque fuese un sujeto impenetrable y adusto, un sujeto de una naturaleza opuesta a la suya, le pareció que en algún tramo del camino que los distanciaba podían detenerse uno junto al otro a departir sin recelos.
El capitán simplemente se mantuvo en silencio, si bien su actitud dejó traslucir, ya más que la aceptación, el reconocimiento de su presencia. Byakuya la había visto, había divisado a Nel.
Le habían dicho que era el otoño. Muchas hojas amarillentas se arremolinaron en torno a ellos llevadas por la brisa, y muchas se habían acumulado llenando el espacio entre ambos guerreros. El cielo se iba oscureciendo conforme la noche avanzaba y una pequeña luz se había encendido en algún lugar remoto de la casa.
Los dos se abstrajeron en la contemplación de las estrellas que empezaban a insinuarse. Durante ese tiempo compartido ninguno pronunció palabra.
Un rato después Nel cayó en la cuenta de que se había hecho tarde y que debía regresar. Le hubiese gustado quedarse, porque el silencio que los envolvía se le hacía tranquilizador. Byakuya ya no le parecía tan inalcanzable ni amenazante, el aire familiar que captara en un principio se hizo menos tácito y más asequible a sus sentidos. Aunque él no lo reconociera abiertamente, resultó que tenían más cosas en común de lo que hubieran imaginado.
-Es hora de regresar –anunció Nel a modo de despedida. Después se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
-En el otoño los árboles comienzan a morir –dijo él súbitamente, reteniéndola-: el color de las hojas se pierde, las ramas se ven despojadas y los frutos se resienten. En el invierno se pondrá aún peor. Sin embargo, suele interpretarse esa muerte como un cambio, una penalidad necesaria para lo que vendrá después.
Nel lo escuchaba con atención. Había oído hablar de las estaciones y de las modificaciones que comportan, pero viniendo de donde venía nunca tuvo la oportunidad de experimentarlo. Solía pensar que eran aspectos concernientes a la vida en el mundo humano, que no le afectaba, hasta que se encontró transitándolo en la Sociedad de Almas.
-El invierno será una época interesante para contemplar –continuó Byakuya, sin mirarla-. Si tienes paciencia para soportar el final de las cosas, el tiempo luego te compensará con su restitución. Sólo si resistes el cambio verás florecer lo nuevo.
La joven Espada intentó dilucidar el significado de sus palabras. En el camino, no obstante, creyó entrever su verdadera intención. ¿Cuántas otras capas le quedaban por ver de ese sujeto?
-Sólo si resistes el cambio –repuso ella. Después se marchó.
El otro era lo distinto, lo incógnito. Adentrarse en ese misterio y aceptar luego lo que se viese allí era lo más difícil de lograr, porque requería, quizá, salirse de uno mismo, dejarse de lado, soslayar la propia individualidad. Sin embargo, un proceso que conlleva tal grado de esfuerzo no podía ser tan malo ni insensato, y seguramente el resultado final valía la pena.
Tiempo después, mientras desandaba los intrincados pasajes del Seireitei, Nel ya no se sintió tan sola ni intimidada. Así como el otoño le resultó curioso, quizás el invierno se volvería interesante.
