Caminos Opuestos
"Íbamos por carriles completamente opuestos, pero chocamos..."
Prólogo
Donde todo inició
15 años antes
Kara se quedó esperándola sentada delante de la ventana de la enorme nave Kriptoniana. Afuera se observaban distintas constelaciones, pero a la rubia no le interesaba, esa hermosa vista era solo el punto de reunión no el motivo de su presencia en ese lugar. La pequeña de ocho años frotó sus manos sobre su pijama y tamborileó luego con sus dedos sobre la tela.
Lena debía haber llegado hace diez minutos, pero no lo habia hecho. La niña no se enojó, pensó que algo habría retrasado a la chica que consideraba su mejor amiga. Aquella con la cual reía y a la cual amaba como solo un niño es capaz de amar.
Fue en ese momento cuando se encendieron las alarmas de fuego. La luz roja inundó la enorme nave y la pequeña Kara se levantó tambaleándose a causa del miedo y la incertidumbre. Su padre siempre le habia dicho que debía correr a la parte alta del lugar si aquella luz se encendía y así lo hizo.
Corrió encontrándose con su madre en el camino. Alura la abrazó al ver el miedo en el rostro de su pequeña rubia y la alzó en brazos para seguir moviéndose entre el tumulto de personas. Las alarmas siguieron sonando en todo momento, la pequeña kara escondió el rostro en el cuello de su madre y algunas lágrimas de miedo se le escaparon.
-¿Qué ocurre, Jor-El?- preguntó Alura llegando a donde el hombre.
Kara saltó a los brazos de su padre. Zor-El estaba delante de un panel golpeando unos botones cuando la pequeña se abalanzó en su dirección. La abrazó sin problemas y besó su frente antes de seguir con lo que hacia.
La pequeña rubia no entendía, pero sabía que algo grave estaba ocurriendo. Su cerebro atrapaba toda la información que escuchaba. Hablaban de un fuego en la parte izquierda del arca y sobre tener que soltar una parte de la nave para impedir la difusión del mismo.
Todo acabó tan rápido como empezó. Las luces se apagaron y todo quedó en silencio. Kara se acercó a la ventana del lado derecho apoyando sus manitas en el cristal. Sus ojos azules comtemplaron como aquella parte del arca caía vertiginosamente en dirección desconocida.
La imagen quedó gravada a fuego en sus retinas. Mas aún cuando, pasadas unas horas, corrió en dirección al cuarto de Lena y la encontró vacía. Volvió a donde su madre y le preguntó por la morena, pero Alura guardó silencio.
-¿Y Len?- le preguntó a su padre, pero tampoco hubo respuesta.
Preguntó y preguntó por su mejor amiga cada día. Hasta que su pequeña mente pareció comprender lo que había pasado y la imagen de aquella parte del arca precipitándose en el espacio le golpeó con fuerza. ¿Hacía donde se dirigía aquel trozo de nave?
-¿Lena estaba con los que cayeron?- le preguntó a su madre una semana luego del incidente. Sus ojos azules estaban entristecidos y su rostro había perdido su brillo.
-Lo siento, cariño. Se cerró la puerta que conectaba ambas partes de la nave. Pero Lena está aquí en tu corazón, amor. - intentó consolarle su madre, pero la rubia de todas formas rompió en llanto mientras la abrazaba.
Lloraba porque había perdido a su mejor amiga. Había perdido a su Lena y jamás volvería a verla. Lloró como solo un corazón inocente podría hacerlo y luego se prometió que aunque pasase el tiempo no olvidaría a su morena de preciosos ojos verdes.
Lena había estado ahí desde que tenía uso de memoria. La morena tenia un año menos que Kara. Desee que la rubia tenia uso de memoria eran mejores amigas. En la nave no habían muchos niños, pero tampoco le hacían falta.
En las mañana la rubia se sentaba en su cama a estudiar los libros que su madre le traía. Pasaba minutos con la mirada perdida, recordando los días en los cuales se sentaba con la ojiverde a leerle o a escucharle. Llegada la tarde, Kara se arrastraba hasta la ventana donde solían reunirse y observaba el espacio en silencio. Lágrimas caían de vez en cuando por sus ojos y ella las dejaba golpear el suelo.
Cada día que pasaba la imagen de Lena se iba distorcionando. Con los años solo podía decir que la chica tenia el cabello muy oscuro y ojos verdes como la kriptonita que había visto en libros. Aun con el paso del tiempo, Kara cumplió su promesa, nunca olvidó a la ojiverde. Lena-El siempre guardaría un lugar especial en el fondo de su corazón.
Pasaron 12 años largos años en los cuales la rubia de ojos azules aprendió del funcionamiento de la nave y de la historia que había unido a los kriptonianos y Urianos en esa nave. Eran dos especies que se complementaban, los urianos habían llegado a Kripton luego de que Urano fuese atacado por bombas nucleares que le hicieron explorar. Lamentablemente, años luego, fue el turno de Kripton.
-Que extraño..- susurró Kara observando la luz naranja que parpadeaba con insistencia en el panel de seguridad de la nave. Se acercó de inmediato, con el ceño fruncido y los ojos cargados de curiosidad. Nunca antes el botón se habia encendido, por lo menos no delante de sus ojos.
La rubia se dirigió a la pequeña cabina que separaba los controles en la camara de seguridad de los tanques de diferentes gases y liquidos. Se detuvo a observarlos dirante algunos minutos, comprobando sus niveles. Sus ojos azules se abrieron enormemente: quedaba muy poco Nitrogeno y Oxigeno.
-No puede ser...- susurró la rubia girándose para observar la luz que parpadeaba. Se estaban quedando sin aire. Nerviosa se internó mas en la cabina intentando comprobar que no tenia otra reserva. No había nada: solo tanques vacíos que habían sido dejados en el olvido.
Kara abandonó la sala de control dirigiéndose hacia la oficina que su padre solía utilizar. Zor-El solía pasar allí gran parte del tiempo así que la rubia estaba convencida de que le encontraría allí. Estaba por golpear la puerta cuando esta se abrió un poco ante el toque de su mano. Escuchó voces del otro lado y guardó silencio escuchando con atención.
-¡Esta pasando otra vez!- decía Zor-El levantándose de su asiento y dando la vuelta para no mirar a su hermano.
-Estamos preparando una pequeña nave para enviar a alguien a una Tierra que esta a solo dos años luz. El viaje tomaría solo un mes. Si la nave logra aterrizar podríamos haber hallado la solución.- intentó calmarle Jor-El.
-¿Quién se arriesgaría a algo así? No podemos obligar a nadie.- debatió Zor
-Lo haremos al azar.- respondió el otro.
-No puedo cargar con la muerte de mas nadie. Ya hemos asesinado demasiados.- susurró Zor-El dejándose caer en su silla. Los ojos de Kara se abrieron enormemente.
-No somos asesinos. Eso no fue nuestra culpa.- murmuró Jor.
-Si fue nuestra culpa. Teníamos aire suficiente para aterrizar en tierra 12 y preferimos deshacerlos de los Urianos. - debatió Zor-El y Kara sintió un apretón en su pecho.
En su cabeza la historia del fuego se iba desvaneciendo. Porque nunca hubo un fuego. No se desprendieron de la otra parte de la nave porque no hubiese otra alternativa. Lo habían decidido premeditadamente. Habían decidido quien merecía morir y quien no.
-Mi hijo murió ese día, Zor-El. No solo murieron Urianos.- le contradijo Jor-El.
-¡Tu hijo no debía estar en esa área de la nave! Eso simplemente fue un accidente.- habló Zor.
Kara no pudo seguir escuchando, empujó la puerta dejándose ver. Su padre le miró sorprendido y su tío guardó silencio. Ambos hombres sabían que la rubia había sufrido mucho por el accidente de hace años, pero no pensaron que podría afectarle enormemente. Era solo una niña, debía haberlo olvidado.
-¿Decidiste deshacerte de ellos?- interrogó Kara.
-Pequeña...- comenzó a decir Zor-El.
-Lo hiciste.- afirmó la ojiazul con vidriosos.
-No había aire para todos...- comenzó a decir Jor-El.
-Nos estamos quedando sin aire de nuevo. Solo durará unos cuatro meses.- susurró la rubia.
-Lo sabemos...- respondió Jor-El.
-Voy a ir en la nave.- interrumpió Kara.
-De ninguna manera.- habló Zor-El poniéndose de pie.
-Te odiaré eternamente si no me dejas hacerlo.- le advirtió Kara, su padre guardó silencio. Su hija era mayor de edad y si se ofrecía a la misión, aun con la posibilidad de morir, no podía impedirle ir.
-Kara, es peligroso...- susurró Zor-El.
-Era peligroso soltar aquella parte de la nave hace años. No, cierto, no era peligroso, era una muerte segura.- comentó la rubia dolida.
-No estamos orgullosos de ello.- explicó Zor, y Kara no estaba segura de ello. Dolía que muchos murieran porque su familia había decidido que los Kriptonianos valían mas que los Urinianos. La rubia era un poco egoísta, quizás si hubiese podido salvar a su primo y a Lena: vería el sacrificio como algo menos malo. ¿Quién la culpaba? La mayoría somos egoístas.
No hubo nadie que convenciese a Kara de no subir a la capsula. Dos días después: se despidió de sus padres, su madre lloró pidiendole que no lo hiciese. Aun asi, ella abandonó la nave en la capsula que la dirigiría a un planeta extraño. No había seguridad de llegada: pero la ojiazul lo había asimilado. Lo que la rubia no sabía era que su capsula aterrizaría en tierra al mismo tiempo que la nave en el espacio entraba a un agujero negro.
La Kriptoniana tardaría en entender que en ocasiones lo que creemos completamente perdido, puede volver a aparecer. Que las cosas no siempre son como parecen. Que la vida está llena de mentiras blancas y de grandes sorpresas. Y que los caminos opuestos tienen estaciones comunes.
Continuará...
