Leyendo la vida del chico de la cicatriz del rayo

Risas. Abrazos. Sonrisas por todos lados.

Esto era lo que cualquiera veía en el Gran Comedor en ese momento reflejando la alegría y el alivio que se podían palpar en el ambiente. Todo había salido bien al final. Los petrificados habían vuelto a la normalidad, habían encontrado la Cámara de los Secretos y el monstruo había muerto. Ahora sólo quedaba celebrarlo.

Todos los alumnos y profesores de Hogwarts se hallaban reunidos en el Gran Comedor donde estaba teniendo lugar un banquete en mitad de la noche, con todo el mundo en pijama. No era algo que hubiesen hecho alguna vez, pero la ocasión lo merecía. No hacía ni siquiera un par de horas que Harry Potter y Ron Weasley habían encontrado la Cámara de los Secretos para rescatar a la hermana del pelirrojo. Y, según les habían dicho los profesores, ya no había peligro en el castillo.

Gryffindor volvía a tener asegurada la Copa de la Casa pero solo había una mesa a la que eso le importase. Y ni siquiera ellos habían logrado resistir el impulso de unirse a los gritos de alegría que hubo cuando anunciaron que Lockhart no iba a seguir en el colegio y que, debido a todo lo sucedido, no se celebrarían exámenes ese año.

Todo era perfecto. Parecía que todo iba a volver a la normalidad.

BANG

Un estallido resonó por las paredes y las celebraciones se convirtieron en chillidos de terror. Un enorme paquete que cayó sobre Harry pasó desapercibido para los profesores y alumnos mayores que sacaban sus varitas buscando la amenaza.

- ¡Silencio! - bramó Dumbledore y todos obedecieron.

- Profesor - llamó Harry tímido -, este paquete acaba de aparecer aquí. Dice... - dudó -, dice que es para mí, pero no tengo ni idea de quién me lo ha enviado.

- Bueno, señor Potter, no pueden aparecer así como así artículos oscuros en medio del Gran Comedor por lo que creo que es seguro que lo abra, dado que es para usted.

A Harry no se le escapó que estando todo el colegio presente le trataba de usted y no con la confianza que había mostrado en la enfermería, aunque era lógico, e hizo lo que le pedía.

- Profesor, aquí hay hay una nota y siete libros. ¿Quiere que lea la nota en voz alta primero?

- Sí, señor Potter, empecemos mejor por la nota. Tal vez ahí encontramos una explicación.

Harry cogió aire y empezó a leer, su voz resonando por la sala y todos atentos a cada una de sus palabras.

¡Hola, Hogwarts!

No os preocupéis, podéis guardar todos las varitas porque esto no es ninguna amenaza ni suponemos ningún peligro para vosotros (en realidad el castillo seguirá en pie dentro de siete años gracias a nosotros y otros que lucharon a nuestro lado).

En un instante aparecerá un grupo de personas, entre ellas alguien a quien se le acusa de cosas que NO ha hecho y por tanto, ESTÁ TOTALMENTE PROHIBIDO ATACARLE O INTENTAR ARRESTARLE O HECHIZARLE DE ALGUNA FORMA.

Tal y como habían leído, un grupo de personas apareció en medio de la habitación.

- Bueno, parece que eso era cierto - se sorprendió Dumbledore -. Me pregunto cómo habrán conseguido hacer aparecer a estas personas dentro del castillo cuando eso es imposible... - murmuró para sí mismo. Parecía que iba a seguir divagando en sus pensamientos hasta que la profesora McGonagall le devolvió al presente aclarándose la garganta -. Sí, bueno, ya aclararemos ese asunto. Disculpen, no conozco todas las caras. ¿Les importaría presentarse? - preguntó dirigiéndose a los recién llegados.

Harry descubrió que la familia Weasley al completo estaba ahora en el colegio. También habían venido dos aurores, sea lo que sea eso, llamados Alastor Moody y Kingsley Shacklebot y, por los murmullos que se extendieron, parecían ser muy reconocidos; una auror terminando su formación llamada Nymphadora Tonks, aunque amenazó con hechizar a cualquiera que la llamase Nymphadora; y un tal Cornelius Fudge, que al parecer era el ministro de magia o algo así.

Además venía un hombre canoso llamado Remus Lupin que parecía que iba a colapsar en cualquier momento, y otro que casi parecía un cadáver, con el pelo largo y negro y la piel de la cara amarillenta y pegada a los huesos.

- ¡Sirius Black! - todos se aterrorizaron al verle, algunos de los más pequeños agarrándose a sus amigos más cercanos.

Sin embargo, él no se inmutó, solo se presentó y volvió a bajar la cabeza callado. Harry le miró con curiosidad y pudo ver sus ojos y se sorprendió al ver el arrepentimiento y la pena que mostraban. Todo eso mezclado con un profundo dolor al ver que todos le rechazaban y se alejaban de él, incluso su amigo de la infancia (aunque esto Harry aún no lo sabía), Remus, le miraba con odio, y eso era peor que todas las demás acusaciones.

Harry vio cómo se le llenaban los ojos de lágrimas e intentaba desesperadamente retenerlas y recuperar el control sin que nadie se diese cuenta de cómo lo dolía todo eso. Y tenía éxito. Todos estaban demasiado ocupados mirándolo con miedo, odio o desprecio como para fijarse en eso.

Excepto Harry.

Harry vio todo esto y se vio reflejado en él. Tomó una decisión. Reuniendo el valor que le hacía un Gryffindor, se acercó a él acallando poco a poco los gritos al ver a un niño yendo hacia un asesino. Se paró delante del hombre y esperó a que levantase la cabeza.

Sirius Black alzó la vista curioso por el repentino silencio y tuvo el déjà-vu más grande de su vida al ver a un niño de alborotado pelo negro azabache y brillantes ojos verdes detrás de unas gafas redondas. Era tan parecido a su hermano, James, que creyó que volvía a estar en el colegio, en segundo año, y nada de toda esta pesadilla había pasado.

- Hola, soy Harry - se presentó sacándole de sus pensamientos

Sirius se quedó tan sorprendido que tardó unos segundos en acordarse de que le habían saludado y debía responder.

- Hola, Harry - dijo cuando encontró su lengua después de la sorpresa -. Ya habrás oído que me llamo Sirius.

- Sí - asintió ante el asombro de todos los presentes. Nadie se habría atrevido a hacer una cosa así y aquí estaba este renacuajo charlando con una de las personas más temidas de todo el mundo mágico -. Supongo que todos te acusan de algo y están pensando en este instante que estoy loco por no correr alejándome de ti y seguro que alguno está planeando venir a hechizarte - dijo frenando en seco a varios que estaban pensando exactamente eso y estaban a punto de sacar sus varitas -. Pero la verdad es que no tengo ni idea de qué es y entonces no soy quien para tenerte miedo.

Remus parecía a punto de pegarle un puñetazo al hombre por dirigirle la palabra al hijo de James y Lily Potter.

Sirius, si fuese posible, tendría la mandíbula rozando el suelo por la sorpresa. Una chispa de esperanza apareció para aquellos que estaban buscándola (solo cierto renacuajo) en esos ojos que solo tenían remordimiento y dolor.

- Verás, no sé si me creerás porque yo no sé si lo haría si no lo hubiese visto - siguió el niño ignorando al resto del comedor despeinándose el pelo con la mano provocando otro déjà-vu en Sirius y Remus y arrancándoles una sonrisa -, pero he recibido una nota asegurando que vendríais y que alguien que era acusado de algo en realidad era inocente. Supongo que eres tú. Y supongo que si se ha cumplido que apareceríais aquí, cuando según me han dicho - dijo mirando un momento a Hermione -, es imposible, esto también tendría que ser verdad.

Sirius estaba con la boca abierta. Nadie, absolutamente nadie, sabía la verdad sobre aquella noche y este niño, que era la persona a la que él más quería en el mundo, estaba ahí delante creyendo algo sin lugar a dudas. Era más de lo que nunca había soñado que pasaría y sintió que un peso que no sabía que había estado cargando se liberaba de sus hombros.

- ¿Sabes una cosa? Me han acusado muchas veces de cosas que no he hecho - intentó explicarse Harry -. Bueno, y de cosas que sí he hecho, pero en el fondo no son lo que parecen - se apresuró a añadir mirando de reojo a la profesora McGonagal para ver si venía a pedir explicaciones de qué exactamente había hecho esta vez, pero ella estaba como el resto del comedor, boquiabierta mirando al niño -. Y este año ha sido la última vez que que me ha pasado, así que lo tengo bastante reciente - añadió pensando en Snape -. Bueno, estoy cambiando de tema. Solo una pregunta que no sé si te habrán hecho alguna vez desde que te acusaron. ¿Es cierto? ¿Eres inocente?

- Yo... - por un momento Sirius estaba sin palabras al ver a su ahijado tan maduro. ¿No tenía sólo doce años? -. Sí, soy inocente. Por favor, es cierto. Créeme, por favor.

Estaba suplicándole a un niño de doce años delante de todo el Gran Comedor, pero no le importaba. Porque ese no era un niño cualquiera. Era su ahijado. La persona que más quería en el mundo y al que no veía desde hacía once años. Así que si tenía que suplicar para que le creyese y poder volver a estar a su lado, no iba a dudar en hacerlo.

Hubo un momento de silencio incómodo en el que nadie supo qué decir al escuchar esto. Harry había oído la sinceridad y la súplica por que le creyesen impresas en cada palabra, pero ahora no sabía qué hacer. Ya no tenía dudas de lo que creía, ¿pero cómo convencer al resto?

- Profesor - dijo girándose hacia el director al final -, ¿le importaría si acompaño al señor Black a cambiarse de ropa antes de continuar? Usted le puede explicar lo ocurrido a los que acaban de llegar y yo se lo puedo explicar de camino a... - entonces dudó un segundo y se giró hacia Black -. ¿Fuiste Gryffindor? A la torre de Gryffindor - terminó cuando recibió un asentimiento como respuesta.

- Por supuesto, señor Potter - respondió sin salir del shock -. Seguiremos dentro de una hora.

- Gracias, profesor.

Y con esto Harry salió del Gran Comedor con Sirius, o más bien arrastrándolo por la manga después de que se quedase parado por la sorpresa en medio de la sala. El resto siguió sin moverse hasta que se cerró la puerta y todos se giraron hacia Dumbledore para ver qué hacer.

El director explicó todo lo que había pasado y prohibió tocar el paquete de Harry. Después todos se sentaron, los dos aurores y el ministro en la mesa de los profesores y le restó en la mesa de Gryffindor. Todos se sentaron juntos, cerca del paquete responsable de que estuviesen ahí, y por tanto cerca de Hermione y el resto de los Weasley.

El banquete siguió su curso (la Copa de la Casa olvidada), todas las conversaciones centradas en suposiciones sobre el paquete y su contenido, sobre los recién llegados o sobre Harry Potter y Sirius Black.

Mientras tanto, estos dos mencionados recorrían tranquilamente el castillo en silencio. No sabían que decir y Sirius se iba poniéndose más y más incómodo.

- Harry, ¿por qué me crees? - preguntó deteniéndose -. No digo que no me alegre, porque no me podías haber dicho nada mejor - se apresuró a aclarar -, pero no lo entiendo. No entiendo que no me temas como todos los demás o que no me odies por lo que hice...

- Por eso, señor Black - le interrumpió girándose hacia él.

- Llámame Sirius, Harry, o Canuto, si lo prefieres. ¿Y qué es eso exactamente?

- Bueno - empezó intentando explicar la sensación que tenía -, aparte de por la carta, lógicamente, no pareces alguien que disfrute recordando su pasado. Más bien parece que hay algo que te gustaría cambiar más que nada en el mundo. ¿He acertado?

Sirius asintió viendo tan claras como si hubiese sido ayer las imágenes de esa noche.

- ¿Pero cómo sabes eso? - insistió sacudiendo la cabeza -. Me gustaría cambiarlo, más que nada en el mundo, ¿pero cómo... cómo lo sabes? Nadie, nadie en doce años ha sido capaz de... - pero no pudo terminar al recordar a James.

- Bueno - intentó explicar Harry incómodo -, hasta hace dos años era totalmente necesario para mí saber leer a las personas. Y tuve que aprender a la fuerza porque si no... - reprimió un escalofrío pensando lo que habría pasado si no hubiese sido capaz de saber cuándo apartarse del camino de su tío -. Y ahora tampoco viene mal saber - añadió después de reflexionar un segundo -. Ya me has oído en el comedor. Me han acusado muchas veces sin darme opción a explicarme y no siempre era culpa mía. Este año fue... horrible. Me acusó todo el colegio y... bueno, da igual, no importa por qué me acusaban. Solo que me habría ahorrado muchos problemas si me hubiesen dejado explicarme - bufó negando con la cabeza-. Y te estaban haciendo exactamente lo mismo ahí atrás y... nadie se merece eso - dijo sin encontrar palabras para expresar su frustación -. Parece que evitabas sobre todo a... ¿se llama Remus Lupin?

Sirius asintió serio. Este niño había comprendido solo con mirarle que era inocente y, aunque no supiese de qué le acusaban, le había creído. Probablemente si le hubiesen contado por qué estaba en Azkaban hubiese costado mucho más convencerle porque estaría lleno de odio hacia él, pero eso era comprensible. Le bastaba con saber que ahora le creía.

- Bueno, pues sobre todo a Remus Lupin. Supongo que erais amigos, ¿no? Porque sino no se me ocurre por qué te miraba así y tú hacías todo lo posible para no mirarle a él. No quiero ni imaginarme si Ron o Hermione no me hubiesen creído este año y me mirasen con esa cara de odio y miedo - dijo con un escalofrío. Ellos ahora eran su familia y no quería perderlos.

Sirius seguía alucinado. ¿Era normal que un niño fuese tan maduro? ¡Había averiguado todo eso con una sola mirada, por Merlín!

- Bueno, pues eso, era como verme a mí mismo este año y no es agradable que murmuren sobre ti. Y el resto están siendo estúpidos por no ver lo mucho que te arrepientes - gruñó por lo bajo -. Se ve tan claramente en tu cara que no entiendo cómo no lo ven - dijo riendo un poco -. A lo mejor yo te miraría igual si creyese lo que ellos creen.

- Sí lo harías - ahora fue el turno de Sirius de reprimir un escalofrío -. Y no te culparía.

- Por lo menos no lo sabía - dijo Harry -, y por eso me acerqué a ti.

¡Me cree! ¡Me cree! ¡Harry me cree! Es lo único que podía pensar Sirius un segundo antes de abalanzarse sobre su ahijado y atraparle un abrazo. No había podido evitarlo. Le había echado mucho de menos y ahora lo tenía delante.

Tras un momento de sorpresa, Harry le devolvió el abrazo incómodo. Era el primer abrazo que le daban en toda su vida, que él recordase por lo menos, y no se había dado cuenta de lo mucho que lo había necesitado esas semanas, aunque no se lo estuviesen dando por ese motivo.

Harry no supo cuánto tiempo estuvieron así, pero no le importaba. Descubrió que le gustaba este abrazo así que no iba a ser él quien lo rompiese. Al final fue Sirius quien se apartó.

- Harry, me gustaría explicarte de qué me acusan. Me gustaría que lo supieses por mí antes de que te cuenten nada, por si entonces cambias de opinión.

Harry asintió. En el fondo se moría de curiosidad por saberlo, pero no se había atrevido a preguntarle todavía. Y así Sirius le contó todo mientras seguían su camino, que era el mejor amigo de su padre y por eso le habían convertido en su padrino, que era amigo de Remus Lupin desde los once años y también lo había sido de un tal Peter Pettigrew y que era un animago junto con Peter y James. Y por último le contó el cambio del Guardián de los Secretos y lo que eso había causado, el porqué no se lo había contado a Remus y que después había perseguido a Pettigrew, lo que había pasado y dónde había pasado los últimos once años por ello.

Cuando terminó, Harry estaba furioso con esa rata traicionera e indignado con el mundo por no creer a Sirius, a mi padrino, pensó emocionado.

- ... así que ahora en algún lugar ahí una rata gorda y gris a la que le falta un dedo en la pata derecha y a la que necesito encontrar para demostrar que soy inocente - terminó Sirius. Habían llegado al retrato de la señora Gorda y estaba a punto de preguntarle a Harry la contraseña cuando vio que su ahijado se había quedado parado un par de pasos más atrás, blanco como la leche.

- ¿Harry? - se acercó preocupado -. ¿Harry, qué pasa? - le sacudió un poco por los hombros pero el niño no reaccionaba y se empezó a poner histérico -. ¡¿Harry?! ¡Harry, por Merlín, ¿qué ocurre?!

- Sirius - dijo despacio -, ¿cómo has dicho que era esa rata?

- Gorda y gris, y le falta un dedo en la pata delantera derecha porque fue el que se cortó para fingir su muerte. ¿Por qué? - respondió rápidamente y entonces le asaltó una sospecha -. Harry, ¿tú no habrás...?

Pero no pudo terminar la frase porque el niño le interrumpió sacando su varita del bolsillo y poniéndosela en la mano.

- No tienes la tuya ahora mismo porque vienes de Azkaban así que coge la mía ahora. ¡No, no me interrumpas! - dijo al ver que su padrino abría la boca -. ¡Ahora te lo explico! Sube conmigo completamente en silencio y quédate esperando en puerta de la habitación hasta que me oigas llamarte, ¿de acuerdo? Por favor, confía en mí.

Sirius estaba dudando. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo pero tenía un mal presentimiento, ¿por qué sino quería Harry que estuviese armado? Pero eso dejaba a su ahijado indefenso y no podía permitirlo. Aunque iba a estar a dos pasos de él en todo momento...

Por favor, confía en mí.

¿No había Harry confiado en él ciegamente y sin ninguna prueba sólida? Le debía lo mismo. Asintió decidido y le siguió al interior de la sala común apretando con fuerza la varita.

Harry subió hasta su cuarto y entró tras hacerle un gesto a Sirius para que esperase. Tal y como pensaba, Scabbers estaba en la cama de Ron medio dormida y, tal vez porque ahora lo sabía, Harry no pudo evitar fijarse en el dedo que faltaba cuando se acercó a ella.

- Vamos, Scabbers, tenemos que ir a buscar a Ron - dijo cogiéndola con las dos manos, tal vez con un poco más de fuerza de la necesaria. Esperaba que, si era en realidad Pettigrew, no lo notase porque nunca antes la había cogido y buscó la jaula con la mirada. Ahí estaba, a los pies de la cama de Ron -. Ya puedes entrar - dijo alzando la voz.

Scabbers levantó la cabeza curiosa y casi le da un infarto al ver a Sirius Black entrando por la puerta varita en mano. Empezó a retorcerse como loca, intentando por todos los medios escapar, pero Harry la tenía bien agarrada y no lo consiguió.

- ¿Es ésta la rata, Sirius? ¿Este es Pettigrew? - preguntó Harry, aunque al ver la reacción del animal cuando vio a Sirius ya no quedaba ninguna duda.

- Hola, Peter - saludó furioso Sirius -. Hace mucho tiempo que no nos vemos. Casi doce años ya. Parece que te va bien.

- Sirius, no. Sé que le quieres matar y no sabes las ganas que tengo de estrangularle ahora mismo - advirtió Harry al ver las intenciones del otro -, pero no vamos a hacerlo. Nos quedaríamos sin pruebas para demostrar tu inocencia.

- Harry, por culpa de este... de esta rata ocurrió lo que ocurrió esa noche de Halloween hace diez años. No se merece...

- Lo sé - le cortó antes de que le hiciesen cambiar de opinión -, pero creo que si alguien se merece Azkaban es él.

- Harry...

- Sirius, no se merece que te conviertas en un asesino por su culpa. No creo que mi padre lo hubiese querido, ¿no?

- Pero...

- ¡Sirius!

- Vale - aceptó Sirius a regañadientes.

- ¿Puedes conseguir de alguna forma que la jaula esa que está a los pies de la cama no se rompa aunque él se transforme una vez que esté dentro? Así lo podemos llevar al comedor y mantenerle vigilado pero sin revelárselo todavía a todo el mundo, hasta que sepamos por qué habéis aparecido todos de golpe. ¿Y después podrías poner algún encantamiento para impedir que se abra la jaula a no ser que tú o yo lo hagamos? ¡Ah! - se le ocurrió en ese momento -. ¿Y se puede hacer algo para que desde dentro de la jaula no se vea ni se oiga nada de lo que pasa fuera pero sí al revés? Así no puede espiarnos, pero le seguimos vigilando. Como en las películas de policías cuando investigan al sospechoso.

El hombre estaba boquiabierto. La verdad es que no tenía ni idea de que eran películas o policías, pero el plan era fantástico, no le encontraba ningún fallo. Pettigrew estaría vigilado y le sería imposible escapar porque solo Harry o él podrían liberarle y ciertamente no iban a hacerlo. Hizo los encantamientos que le había pedido y el niño metió dentro a la rata, que chillaba y se sacudía intentando no entrar hasta que al final, después de morderle un dedo, acabó encerrada.

- Te lo advierto, Peter - le amenazó Sirius -. Como te transformes o le vuelvas a hacer daño a mi ahijado, te mataré, y esta vez no vas a poder escapar. Eso te lo prometo.

- Vale, Sirius nos queda media hora para que te duches y puedes agrandar algunas de mis prendas de ropa para que te valgan. Están bastante viejas así que casi mejor si las transformas en otra cosa que te sirva. ¿Se te da bien Transformaciones?

- Harry, no hace falta que me des...

- Ya sé lo que vas a decir y sí hace falta y no me importa. Sirius - interrumpió al ver que iba a protestar. La verdad es que era increíble la rapidez con la que habían ganado confianza el uno con el otro -, no te vas a poner otra vez lo que llevas puesto. Ni siquiera aunque lo transformes. Te sentará mucho mejor cambiarte de ropa.

Abrió su baúl y sacó el pantalón y la camiseta más grandes que pudo encontrar para dárselos a su padrino.

- Corre, que no te va dar tiempo - le metió prisa -. Y ni se te ocurra volver a ponerte eso. Transforma esto y póntelo. Por lo menos será ropa limpia. Luego tendremos tiempo para buscarte algo mejor. ¡Venga! - dijo empujándole hacia la puerta del baño -. Y no te olvides mi varita, aunque más te vale cuidármela. Yo vigilo a la rata.

Sirius rió divertido. Era tan cabezota, decidido y buena persona como sus padres. Dejó de poner excusas y le hizo caso. Disfrutó de la primera ducha de agua caliente en mucho mucho tiempo pero no se podía alargar demasiado. Ya se daría otra mañana por la mañana. Usó la varita de Harry para cortarse el pelo, afeitarse y transformar el pantalón y la camiseta viejos en unos vaqueros y una camisa negra simple de manga larga. Además cogió los zapatos que llevaba puestos antes, porque Harry no había pensado en ese detalle, y los transformó en unas zapatillas más cómodas.

Cuando salió ya no parecía el mismo. Harry apenas lo reconocía con el pelo mucho más corto y arreglado, sin barba y bien vestido. Unas cuantas comidas abundantes y volvería a parecer un hombre normal. Eso y perdonarse a sí mismo para dejar de tener esa mirada llena de culpa. Pero de eso me voy a encargar yo mismo, pensó Harry, no voy a permitir que siga culpándose por eso.

- ¿Estás listo? Estupendo porque ahora llegamos tarde y van a pensar que me has secuestrado o algo por el estilo. Vámonos corriendo.

Y cogiendo la jaula de Pettigrew, salieron pitando hacia el Gran Comedor, Harry ya con su varita en el bolsillo.

En el Gran Comedor estaba empezando a crecer el pánico. Hacía algo más de una hora que Harry y Black habían salido de la sala y se habían quedado tan en shock al ver cómo reaccionaba Harry que a nadie se le había ocurrido seguirles ni protestar para que no se fuesen. Ahora no volvían y todos se estaban temiendo lo peor.

Ron y Hermione estaban a punto de salir corriendo hacia la torre de Gryffindor en busca de su amigo cuando se oyeron risas viniendo de fuera.

Le vieron entrar tranquilamente, riéndose de algo que un hombre que venía a su lado y cargando la jaula de Scabbers por algún extraño motivo.

- ¡Harry! - exclamó Hermione aliviada al verle de una pieza.

- Lo siento - se disculpó pasándose la mano por el pelo, como siempre que estaba nervioso -. Sirius y yo nos hemos retrasado un poco.

En ese momento todos se dieron cuenta de que ese hombre que acompañaba a Harry era Sirius Black. Aunque mucho más arreglado y con una enorme sonrisa al mirar al niño.

- ¿Por qué traes a Scabbers, Harry? - preguntó Ron para romper el silencio.

- Ehh... Luego te lo cuento - decidió para salir del apuro y cambió rápido de tema -. Siento mucho el retraso, profesor - se disculpó dirigiéndose hacia Dumbledore -. ¿Quiere que sigamos con la nota?

- Sí, señor Potter. Si es usted tan amable de seguir leyendo su contenido, mejor desciframos lo ocurrido cuanto antes.

- ¡Esperen! - gritó Cornelius Fudge -. ¡Primero hay que arrestar a Sirius Black! ¡Shacklebot, Moody, atrápenlo!

Los dos autores sacaron sus varitas y se dirigieron hacia Sirius. Harry vio cómo de pronto se quedaba muy pálido e inmóvil. No se esperaba esto. Pensaba que por lo menos le iban a dejar explicarse.

- No - la voz de Harry resonó alto y claro en el Gran Comedor. Todos vieron que se había colocado delante de Sirius con la jaula bien sujeta en una mano y su propia varita en alto en la otra -. No vais a arrestarle. Es inocente y no merece Azkaban.

Estaban todos atónitos. ¿Que Sirius Black no merece Azkaban? Los autores dudaban. Tenían órdenes de arrestar a Black pero no podían atacar a un niño y, encima, el Niño Que Vivió.

- Harry - dijo Fudge intentando razonar -, estás confundido. Black te ha debido de hechizar y...

- Señor ministro, Sirius no tiene una varita. Ha aparecido aquí directamente igual que el resto, entre ellos usted, y él desde su celda en Azkaban. No ha venido con varita y le aseguro que no me ha quitado la mía. ¿Con qué ha podido hechizarme?

Ahora no sabían qué pensar. Harry no parecía confundido en absoluto, sino más decidido que nunca.

Sirius estaba dividido entre la preocupación por ver a su ahijado dispuesto a pelearse contra dos aurores sin ninguna posibilidad de éxito y la diversión ante el discurso de su ahijado. Era todo verdad, pero le había dado la vuelta a la situación. No tenía una varita una varita en ese momento pero sí había tenido una así sí podía haberle hechizado. No le había quitado la varita a Harry, él se la había dado. Una verdad que escondía la verdad. Digno de un merodeador.

- Harry - volvió a intentar el ministro -, no entiendes la situación. Si supieses de qué es culpable no pensarías igual.

- Señor ministro, ya sé toda la verdad. Sé que le acusan de entregar a mis padres a Voldemort y de matar a trece personas a plena luz del día, una de ellas un mago llamado Peter Pettigrew que fue amigo de Sirius y mi padre en el colegio. Pero sé además que eso es mentira, que no fue lo que pasó - dijo callando a todos por la sorpresa -. Ahora, me gustaría terminar de leer la nota para ver quién me la enviado y por qué os ha traído aquí. Después contaremos la verdad. Hasta entonces, vamos a hacer caso de lo que nos decía la carta y NADIE va a atacarle o acusarle de algo. Sino, le deberéis más que una disculpa.

Poco a poco, todos volvieron a sus asientos y, solo entonces, Harry arrastró a su padrino hasta la mesa de Gryffindor y se sentó con él a su lado y la varita a mano. Sabía que no tenía ninguna posibilidad contra casi nadie del Gran Comedor pero le tranquilizaba tenerla cerca. Cogió la nota y siguió leyendo.

Bueno, hola, recién llegados. Sabemos que ya estáis todos ahí reunidos y que probablemente Harry, al haber escuchado la verdadera historia desde el principio, ha confiado ya desde el principio en Sirius y tiene a alguien consigo. Remus, Remus Lupin, ¿te has fijado bien en la rata? Fíjate y lo entenderás todo.

Todos se miraron extrañados. ¿Qué tenía que ver Scabbers con todo esto? Sin embargo, parecía ser importante porque en cuanto Remus le echó un vistazo se puso pálido.

- ¡¿Qué?! - gritó incrédulo y se giró hacia Sirius -. ¿Cómo...? ¿Pero qué...? - y entonces comprendió -. Lo cambiasteis y no se lo dijisteis a nadie, ¿verdad? - Sirius asintió apenado -. Merlín, Sirius no sabes cuánto lo siento. Tenía que haberlo sabido. Yo... perdóname, Sirius. No tenía ni idea de que habíais hecho eso, supongo que pensaste que podía ser yo y por eso no me lo dijiste, pero... ¡Tenía que haberlo sabido! - gruñó dándole un puñetazo a la mesa.

Parecía que iba a seguir eternamente con su discurso para disculparse y parecía que sólo había dos personas que entendían lo que decía. Por suerte, Sirius le interrumpió.

- Remus, no es culpa tuya. Merlín, yo también saqué conclusiones antes de tiempo y no sabes cómo me arrepiento de no habértelo contado. ¿Me perdonas por eso?

- Claro, Canuto. ¿Me perdonas por considerarte un asesino?

- Por supuesto, Lunático. No había nada que perdonar en un principio. Así que ahora te callas, olvidamos todo este enredo y nos aseguramos de que no escape, ¿de acuerdo?

Remus soltó una risotada y, con un movimiento de su varita, colocó más hechizos sobre la jaula. Después se sentó al lado de Sirius y se presentó a Harry, quien había estado evitando las preguntas incómodas de los Weasley y de Hermione.

Estáis todos aquí reunidos para leer. Sí, para leer las aventuras de Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger durante sus siete años de Hogwarts. Así que dos de los libros son del pasado y los otros cinco del futuro, aunque solo cuentan lo más importante para la historia. Después de todo, hay ciertas cosas que no hacen falta divulgar y pueden permanecer en secreto entre vosotros tres.

Harry dejó de leer y miró a sus dos amigos. ¿Sus aventuras? ¿Se iban a enterar de todo lo que habían hecho este año? ¿Y también de todo lo que harían? Esto no pintaba nada bien. Por lo menos parecía que no contarían todo, solo lo importante. Los tres rezaron por que el troll, Norberto, la poción multijugos o Aragog no fuesen considerados importantes. Harry resopló al cabo de un segundo. ¿A quién querían engañar? Con su suerte, seguro que eran considerados de muchísima relevancia para la historia y, siendo sincero consigo mismo, sí que lo eran.

El comedor les miraba curiosos. ¿En qué se habían metido esos tres?

Harry, aún no podéis revelar la verdad sobre Sirius porque se contará en el tercer libro y no queremos fastidiarle la historia a todo el mundo, ¿verdad? Y es necesario que leáis los siete porque en todos se cuenta algo que te servirá para derrotar a Voldemort definitivamente.

Dumbledore, sabemos que Harry te hizo una pregunta en la enfermería el año pasado a la que no quisiste responder porque pensabas que era demasiado joven para conocer la respuesta, y tal vez era cierto, pero ya está preparado para conocerla. En los libros se verá que te das cuenta que deberías habérselo contado entonces y por eso vais a leer todos los libros estando todos presentes.

Por cierto, el tiempo ahora mismo se ha parado. Más bien es como una burbuja que rodea los terrenos del castillo y de la que nadie podrá salir o entrar hasta que se termine la lectura, o los traigamos nosotros.

Hemos enviado estos libros porque la vida de cierta persona no ha sido nada fácil. Lo sentimos, Harry, si crees que estos dos años han sido complicados o imposibles, no sabes lo que te espera.

Harry palideció al leer esto, al igual que Ron y Hermione y el resto del comedor. ¿Qué iba a pasar en el futuro?

Estos libros están narrados desde tu punto de vista, Harry. Así que por desgracia incluyen lo que piensas y sientes. Sabemos que eso no te hace ni pizca de gracia, pero te aseguramos que vale la pena. Con estos libros podréis evitar muchos errores y muertes, porque no todos los que están ahora presentes sobrevivirán los siete libros.

Miradas alarmadas se intercambiaban entre todos. ¿A quién estarían mirando que no verían al cabo de unos pocos años?

Harry estaba totalmente de acuerdo con la nota. No le gustaba que todos supiesen lo que pasaba por su cabeza, pero haría lo que fuera para evitar la muerte de alguien. Incluso si era esto.

Ahora te podrán ayudar un poco más, pero no mucho. Esto va para todos los adultos de la sala. Casi todas las cosas las tendrá que seguir haciendo Harry. Muchas de ellas solo y a veces con Ron y Hermione, pero solo ellos dos.Y, Harry, ni se te ocurra decirles que no tienen por qué ayudarte porque ya tomaron su decisión este año. No piensan abandonarte les digas lo que les digas, así que no pierdas el tiempo intentando convencerles de que es demasiado peligroso.

Hubo muchas risas por la cara de sorpresa de los tres niños y los golpes en la nuca que le dieron el pelirrojo y la castaña a Harry diciendo "¡Harry James Potter, ni se te ocurra pensarlo! ¡No te vamos a dejar solo! ¿Te has vuelto majara, colega?". Esto alivió un poco la tensión de haber escuchado que la vida de Harry sería mucho más complicada.

Está totalmente PROHIBIDO juzgar a alguien hasta que se terminen los siete libros porque ya hemos comprobado que las cosas no siempre son lo que parecen y hay que conocer las versiones de los dos lados para saber la verdad. Esto va por una persona en concreto a la que se le juzgará muy duramente hasta el final del último libro.

Parece que eso es todo. Ah, una cosa más. Todos debéis jurar que no le contaréis nada de lo que leáis a Voldemort ni a ningún mortífago o a alguien que le apoye. Les avisamos que el que no lo cumpla aparecerá en su sala común donde despertará cuando se terminen de leer todos los libros sin recordar nada y sin que nadie se lo pueda contar. Algunos presentes se habrían unido a él en el futuro, pero después de leer esto ya ni se les pasará por la cabeza.

Muchos miraron a su alrededor pensando quién de sus compañeros se habría unido a Voldemort de no ser por estos libros.

- Por favor, señores, señoritas, ya saben lo que tienen que hacer - pidió Dumbledore -. Saquen sus varitas y repitan "Juro que no revelaré a nadie que apoye los intereses de Voldemort la información que descubramos en estos libros".

Hubo un revuelo unos segundos mientras todos obedecían. Nadie quería perderse la oportunidad de oír las aventuras de esos tres.

Ahora sí, eso es todo. ¡Disfrutad de la lectura!

El Trío de Oro y otros amigos del futuro

Durante un momento nadie supo que decir. Todos estaban en silencio. Muchos reflexionaban sobre quién podría ser este "Trío de Oro", pero aún no se les ocurría ninguna posibilidad.

- Bueno - habló Dumbledore -, ¿quién quiere empezar a leer? Me parece que podríamos hacerlo por turnos.

Remus levantó la mano y cogió el primer libro que Harry le alcanzaba con una sonrisa.

- Harry Potter y la Piedra Filosofal - leyó en voz alta. Los murmullos emocionados se extendieron por el comedor. Con este libro iban a saber qué había pasado esos años y todos los secretos de ese trío tan especial, además de todo lo que harían en los años siguientes.

Por su parte, este trío se miraba horrorizado. ¡Iban a saber todo lo que habían hecho este año! ¡Y también en primero! ¡Los tendrían totalmente vigilados a partir de ahora! Esto iba a ser un desastre. ¡Iban a estar castigados de por vida!

- Profesor - llamó Harry nervioso -, técnicamente el curso ya ha acabado y todas las cosas por las que nos podían quitar puntos a cualquier alumno del colegio ya han recibido su castigo así que no sería justo seguir restando puntos o imponiendo castigos, ¿verdad? Mucho menos por cosas que ocurrieron el curso pasado, ¿no? Por nada de lo que se mencione.

- Muy cierto, señor Potter - dijo Dumbledore escondiendo una sonrisa divertida -. No se puede castigar a nadie por nada que se lea en el primer o segundo libro porque ya ha terminado este curso.

- Vale - respiró más tranquilo -. Y tampoco se puede castigar a nadie por algo que todavía no ha hecho, ¿no? Eso sí sería injusto. Así que tampoco se puede castigar a alguien por algo que suceda en los libros siguientes porque no se sabe si en el futuro no lo haremos y recibiríamos un castigo por algo que no hemos hecho.

- También es cierto, señor Potter - repitió el anciano -. Por lo que decidimos que no se puede castigar a nadie por nada que aparezca en los libros, ¿no? - Harry asintió y el trío se relajó visiblemente -. Muy bien. Ahora, señor Lupin, ¿le importaría empezar a leer?