Todos los personajes pertenecen a Fairy Tail, creado por Hiro Mashima.
Gracias, Lucy.
-Capitulo Único-
Los cabellos rubios de la chica estaban esparcidos por la almohada; la luz del nuevo día los bañaba iluminándolos, fascinando al chico que se encontraba a su lado mirándola con pura devoción. El rostro de Lucy estaba relajado y aunque algunas veces, se teñía con una mueca de molestia, haciendo que su nariz se arrugara de forma graciosa, causando que a Natsu se le escapara una débil risita.
Natsu recorrió con la mirada el cuerpo de su esposa Lucy medio cubierto por una sabana, mientras esta dormía tranquilamente. Cada día, la encontraba más hermosa que el anterior. Contenta, triste, alegre, angustiada, enfadada…Todo daba igual, ninguna emoción la hacía menos guapa para los ojos de Natsu, si no todo al contrario. Hoy se notaba extraño. Ligero y con una sensación extraña en la parte baja del estómago. Parecía como si estuviera flotando en una nube.
Un recuerdo coló en su mente sin aviso y sin consideración, burbujeando en sus pensamientos. Se vio a sí mismo hace mucho tiempo, arrastrando a la mujer que descansaba junto a él en la cama matrimonial, más jóvenes. Menos maduros. Más enérgicos.
"¿¡Y por qué he de huir yo también!?"Gritaba Lucy cogida de la mano del chico, mientras eran perseguidos por los guardias de Halgion. Habían destruido el puerto mientras el Dragon Slayer peleaba con Bora.
"¿No decías que querías entrar en Fairy Tail? Pues ven." Le dijo él a la chica con una enorme sonrisa en el rostro. Sin darse cuenta de que aquel día estaba destinado. Ellos estaban destinados a estar juntos desde hace mucho tiempo.
Desde aquel día habían pasado por muchas cosas. Había reído, habían llorado, se habían divertido, habían sufrido… Pero todo eso, juntos. Y juntos, se habían alzado contra todas las complicaciones y les habían hecho frente. Implacables, impenetrables. Nada ni nadie podía derrotar la esperanza que vibraba en sus corazones decididos. Sí. Todos aquellos tiempos eran lejanos para Natsu. El presente era distinto al pasado, muy distinto. Pero al Dragon Slayer no le importó. El presente le gustaba demasiado.
Y el futuro. Si, seguro.
La barriga hinchada de la mujer se alzaba entre todas las sabanas, como si de una bandera se tratara, era la prueba misma del futuro. Un futuro que estaba pronto por llegar. El chico, la observó con sumo cariño para después acercarse y colocar su oreja en ella, con cuidado de no despertar a la chica. No pudo evitar esbozar una tonta sonrisa al sentir como la criatura que se encontraba en su interior, lo recibió con una patada. Había heredado su energía.
-Hola pequeña…-Le saludó en un susurro, colocando una mano en el vientre hinchado y lo acarició, como si pudiera tocar a la criatura. Otra patada le indicó que le estaba escuchando- Parece que estas muy animada hoy. No deberías molestar a Mamá. Que después lo paga Papá- Otra patada.
El hombre de cabellos rosas, besó la barriguita y se levantó de la cama donde yacía su mujer y su futura hija. Una vez de pie, estiró sus músculos adormilados, provocando que algunos chirriaran protestando. Una vez destensado, observó una vez más a Lucy, con la misma devoción que cuando estaba tendido junto a ella. A sus ojos, la mujer le parecía un ángel caído del cielo.
Dios mío, si Gray escuchara ahora mismo sus pensamientos, le gritaría "¡Pero que blandito estas hecho, cabeza cerilla!" O algo así. Sacudió su cabeza, sacando de su mente al Demon Slayer. Lo menos que quería era que se le arruinara la paz que sentía en aquel momento.
Rodeó la cama y tapó un poco más a su mujer, procurando hacerlo suavemente. No quería despertar a Lucy. El embarazo estaba en la última recta, y este en particular, estaba siendo más duro que los anteriores, para Lucy. Y para Natsu también. Aún recordaba la vez en que la rubia se encaró contra una camarera por no traerle una limonada con el limón enganchado al vaso. De no ser por Natsu, seguramente la mujer no había sobrevivido a la ira de Lucy.
Caminó hacia la salida de su habitación, cruzó la puerta y la cerró suavemente, sin hacer ruido. No sin antes, echar otro vistazo a su mujer, para luego cruzar en pasillo y pararse enfrente de una puerta. Una puerta pintada de color rojo, con dos nombres hechos de madera en ella. Las letras de los nombres estaban pintadas de forma irregular y deforme, pero nunca lo admitiría en presencia de Lucy. No quería morir, no aún.
Giró el picaporte y entró despacio en la habitación, la cual se encontraba a oscuras. Los ojos del Dragon Slayer se adaptaron rápido a la ausencia de luz y pudieron distinguir en aquel dormitorio, dos camas, donde dos pequeños monstruos dormían a pierna suelta. Haru, de 6 años e Igneel, de 5 años. El primero y el más mayor se parecían físicamente a su madre pero para la desgracia de esta, había heredado la impaciencia y la volatilidad de Natsu. En cambio, Igneel, era Natsu en todos sus aspectos, pero el niño había cogido algo, por muy poco que fuera, de la tranquilidad e inteligencia de su madre. Claro, muy poco.
Lucy esperaba que la nueva inquilina –cuyo nombre aún no se sabía- fuera más tranquila que los Dragneel's varones que rondaban en la casa. Y aunque Natsu no lo dijera, también lo esperaba. Tener dos chicos con el mismo carácter que él mismo, era –económicamente- un desastre. Lo bueno era, que no toda la culpa de los destrozos que causaban los tres era para él. Sin embargo, sí que lo era la mayor parte. Gafes de ser un adulto y padre, suponía.
Cruzó la estancia despacio sin hacer ruido y cogió la cinta de la cortina, sonriendo malvadamente. De un tirón, la luz del día entró con fuerza, golpeando a los pequeños, que no tardaron ni un segundo en quejarse. Se retorcieron entre las sabanas, gimiendo, como si fueran vampiros.
-¡Vamos, chicos! Hay que despertar a Mamá. Hoy es el Festival de la Cosecha- Les anunció caminando hacia sus camas. Cogió un extremo de cada sabana y tiró de ellas, destapando a sus hijos, que se habían escondido de la luz. Soltaron otro quejido.
-¡No! ¡Cinco minutos más!-Se quejó el rubio, tapándose los ojos con las manos. Haru había crecido mucho en las últimas semanas, haciendo que el pijama le viniera un poco pequeño.
-Eso, eso…-Gruñó con pereza el otro Dragneel, con la cabeza metida en la almohada.
-Si no os levantáis ya, no llegaremos para el banquete…-Les dijo cruzándose de brazos, serio, observando como sus hijos se negaban a levantarse. Entonces, una idea se le cruzó por la cabeza, provocando que volviera sonrier con maldad- Ni para el Concurso…-Dejó caer, así, como quien no quiere la cosa. Sabiendo lo que vendría después. El efecto fue inmediato.
Los pequeños, se levantaron al instante y saltaron de sus respectivas camas, con los puños encendidos y la mirada llena de determinación y con un poco de sueño. Ah, sí. Ambos habían heredado también su poder ignífugo. Otro problema más para Lucy y para él.
-¡NO DEJAREMOS QUE NOS GANEN!-Gritaron ambos rabiosos y motivados, refiriéndose a las hijas de Gray Fullbuster. Si, también habían heredado su rivalidad contra el hielito. Bueno, en este caso, para con sus hijas.
-¡YO TAMPOCO DEJARÉ QUE ME GANE!-Exclamó Natsu refiriéndose a Gray, prendiendo también sus puños con fuego. Por un momento se le había pegado la motivación de sus hijos, pero recobró en un instante el control de la situación. Tosió disimuladamente- Bueno, pero antes debemos despertar a Mamá. ¿Quién…?-Comenzó a preguntar. Pero fue interrumpido.
-¡LE TOCA A HARU!-Gritó Igneel con urgencia y rapidez, señalando a su hermano mayor.
-¡LE TOCA A…! ¡ESPERA! ¡TE HAS COPIADO, CABEZA DE FUEGO!-Le gritó Haru a Igneel, girándose hacia él encendiendo más su fuego.
-No, he sido más rápido- Dijo el pequeño cruzándose de brazos sacando le la lengua.
Ninguno de sus hijos, quería despertar al mayor monstr…, a Lucy. Natsu entendía bien a sus hijos, y más estando en el estado en que se encontraba su mujer. Debían ser cuidadosos y no cagarla, si no querían ser pateados.
Suspiró y cogió de la parte de atrás del cuello del pijama de sus hijos, alzándolos en el aire sin ninguna dificultad. Los niños pararon de pelear entre sí y comenzaron a reprocharle a su padre, mientras salían de la habitación de los infantes y cruzaban el pasillo. Al cabo de unos segundos, las réplicas se convirtieron en ruegos, incluso comenzaron a soltar lágrimas de cocodrilo con tal de no despertar a su madre.
-Debemos hacerlo los tres- Les cortó Natsu, serio- Si no despertamos a Mamá, no iremos al Festival.
-¡Vamoos, Papá!-Le suplicó Igneel, juntando sus manos- Tú eres el que debes hacerlo…Eres su marido…
-Sí, sí, es tu deber, Papá- Estuvo de acuerdo, Haru, sacudiendo su cabeza. Sus cabellos rubios saltaron.
-Y vosotros sois sus hijos, también es vuestro deber- Les contestó el padre dando por finalizada la discusión, ya en la puerta de su habitación.
Un escalofrío recorrió la espalda de los tres, mientras observaban la entrada como si fuera la mismísima Erza Scarlet enfadada. Natsu no estaba seguro, si Lucy superaba el poder de Erza cuando estaba enfadada, aunque tampoco quería probarlo.
-Allá vamos- Les animó el pelirosado ahora con poca determinación, empujando con el hombro la puerta.
Contuvieron los tres el aliento, mientras la puerta se iba abriendo, chirriando lentamente. Observaron el bulto que ese encontraba en la cama, envuelto en las sabanas. Respiraba pausadamente, no había peligro. Al comprobar que tenían vía libre, cruzaron los tres- Haru e Igneel ya en el suelo- la habitación parándose junto a la rubia, que descansaba tranquilamente. Sus hijos, se giraron a su padre.
-¿Y ahora qué hacemos?-Preguntó Igneel levantando una ceja y señalando a su madre.
-Esto es como desactivar una bomba ¿vale?- Les dijo su padre a sus hijos, todo en susurros, agachándose un poco. Los niños asintieron con la misma mirada determinada que su padre- Hay que hacerlo lentamente, sin prisa y suavemente. Porque puede explotar y eso sería…
-¿Qué puede explotar, Natsu?-Una voz rompió la determinación de los chicos, haciendo que los tres temblaran de puro miedo. Todos dirigieron sus miradas hacia la persona perteneciente de la voz. Lucy los observaba desde la cama con el ceño fruncido y con indicies de haber dormido. Lucy, estaba despierta. "Mal asunto", pensó Natsu con un sudor frío en la frente.
-¿Que qué puede explotar?-Exigió saber la mujer, mirando a cada uno de ellos. El silencio volvió a inundar la habitación.
Al cabo de unos segundos de silencio, los niños reaccionaron saltando a la cama y abrazaron -con cuidado- a su madre con lágrimas de cocodrilo en los ojos. Este hecho dejó a cuadros a Natsu, que inclinó su cabeza hacia un lado sin entender lo que estaba pasando.
-¡MAMÁ! ¡NO QUERÍAMOS MOLESTARTE!-"Lloriqueó" Haru cogiendo a su madre.
-¡PAPÁ NOS A OBLIGADO!- Igneel no se quedó corto tampoco.
-¡Seréis traidores!-Les gritó el hombre de cabezos rosados, "enfadado".
Una risa se escuchó en la sala, parando por completo el drama de los tres chicos. Lucy se reía a carcajadas mientras se secaba las lágrimas. Los tres Dragneels, la observaban como si le hubiera salido una tercera cabeza o como si de repente se pusiera a volar.
-Tranquilos- Dijo Lucy tras reír. Miró a sus hijos y a su esposo con amor y alegría- No estoy enfadada porque me hayáis despertado.
"Hoy se ha levantado de buen humor" pensaron los tres a la vez, aliviados. Dejaron salir todo el aire que habían retenido. Ya no había peligro. El milagro de Mavis.
-No me gusta la cara que estáis poniendo- Les dijo la chica con los ojos entrecerrados, su tono dulce había sido sustituido por uno terrorífico. Muy seria. Sus instintos gritaron "¡PELIGRO!" alertándoles.
-¿¡Qué cara!?-Rió Natsu nerviosamente rascándose la mejilla. No sabía por qué pero tenía un ligero Deja vú- No estábamos poniendo ninguna cara. ¿Verdad, chicos?-Dijo no muy seguro buscando el apoyo de sus hijos.
- ¡Aye!- Dijeron asintiendo nerviosos. Los pequeños había dado un ataque de Happy.
-¡Era broma!-Rió otra vez, la mujer, saltando a abrazar a sus hijos. Estos le correspondieron al instante, cerrando los ojos.
Natsu entrecerró los ojos y sonrió embobado. Aquella imagen, la de Lucy con sus respectivos hijos todos abrazados, quedó en una parte de su cerebro, guardada para siempre. Entonces, en aquel instante, supo por qué se encontraba extraño.
Se encontraba feliz. Si, estaba emborrachado de felicidad. Y toda esa burbujeante felicidad tenía una grandísima explicación. En realidad. La culpable de su felicidad, estaba delante suya.
Era Lucy. Si, únicamente, Lucy.
Él había encontrado a su alma gemela en aquel puerto. Algunos pensarían que había sido obra del azar. Pero no. Como ya había dicho antes, era obra del destino. Lucy, había sido la quien había decidido hacer equipo. La quien le había acompañado en sus locas y peligrosas aventuras. La quien había visto morir. La quien él había decidido proteger su futuro, a toda costa. La quién él se había enamorado, por primera vez en su vida. Con la quién se había casado y había tenido dos hijos. Casado. Y con familia. Él, Natsu Dragneel. Él quien hacía unos años solamente pensaba que la familia era solo su gremio, Fairy Tail. Que también, para él, siempre Fairy Tail seria su hogar y familia. Pero ahora, tenía una particular. Una compuesta de tres miembros, y uno en camino.
En aquel instante, en aquellos segundos en los que su familia se había reunido, Natsu se dio cuenta de que era feliz. Muy feliz.
Y todo. Todo. Era gracias a Lucy.
-¿Qué pasa, Natsu?-Preguntó extrañada, dándose cuenta del silencioso y inusual comportamiento de su compañero en la vida.
Entorno a los ojos del Dragon Slayer, se habían formado unas lágrimas. Pero no eran lágrimas de tristeza, pena o rabia. Si no de felicidad y dicha.
Natsu sacudió su cabeza restándole importancia y sonrió. Esbozó una de sus famosas sonrisas y dijo con el corazón prendido:
-Gracias, Lucy.
N.A:Este es mi primer One-shot:D en uno de mis venazos de inspiración. Por ahora será de capítulo único, aunque puede que haya uno o dos capítulos más. Espero que os haya gustado·
