Descargo de responsabilidad. Ni Arslan Senkei ni sus personajes me pertenecen. Esos son propiedad de Yoshiki Tanaka y compañía.
Advertencias: Tragedia. Spoilers a la orden del día. Advertidos quedan.
Prisionero
—¿Cómo se ve el cielo hoy? —pregunta con la voz falta de aliento Irina.
Su mandíbula se aprieta y por primera vez en años se permite sentir algo más que el abrasador deseo de venganza. Porque de ese cielo azul de inmensas nubes blancas que solía describir para ella no queda nada. El cielo se tiñe de negro con las columnas de humo y polvo. El cielo es un lienzo que refleja el caos y la destrucción. Su obra, su camino para alcanzar lo que por derecho le pertenece.
Las manos de Irina tientan la tierra como solía hacer hace muchos años en el jardín cercano a la torre que la recluía y aislaba y él sabe lo que está buscando, flores, flores que nunca ha podido ver y nunca verá, pero sus manos solo encontrarán tierra seca y piedras. Porque en aquella tierra estéril manchada de sangre nada crece, los ríos se han secado. No crecen los prados llenos de extrañas flores violetas de cuando la conoció por primera vez, las que describió para ella.
Irina desliza delicadamente los dedos por su rostro, quitándole la máscara, acariciando las cicatrices, el recuerdo vivo de la traición, pero ella sonríe, como aquella primera vez que tocó sus horrendas heridas, porque así lo podía reconocer, aun cuando ahora es capaz de reconocerlo solo por su voz.
—Dime —habla con las pocas fuerzas que le quedan.
Y una parte de él, una muy pequeña, que no ha sido consumida por su odio y venganza, quizás aquella de cuando la conoció, cuando le prometió que la liberaría, que conocerían el mundo, aquella de cuando compartieron un beso en la playa, le miente, le habla de preciosos cielos azules, de praderas llenas de flores multicolores. Y sabe que ella sabe que le miente. Porque sus demás sentidos jamás la han traicionado, el sonido del metal contra metal, el olor a humo, mezclado con sangre y sudor, los gritos, el crepitar del fuego. Sabe que le miente por la herida en su pecho por la que se le escapa la vida.
Irina sonríe una vez más y exhala su último aliento.
Y cuando ella muere, muere esa última parte de él. Un único pensamiento ocupa su mente, si solo hubiese estado en el trono que por derecho le pertenece nada de esto hubiese sucedido, Irina no estaría muerta.
Su resolución se fortalece o quizás es más apropiado decir que las cadenas que lo oprimen se hacen más fuertes. Incapaz de ver que es su obra la que ha causado su muerte.
Incapaz de reconocer que es prisionero del dolor de la traición.
Eterno prisionero de su sed de venganza.
Un prisionero hasta el final.
FIN
...
NA. Pronto traeré un Arslan x Étoile.
