Tabla sentidos de la comunidad LJ 10instantes.
Prompt: escalofrío.
N/A. Esto se me ocurrió cuando veía el capítulo 59 de Shippûuden pero en realidad no tiene absolutamente nada que ver con él. Tenía ganas de escribir, y desde hace tiempo me apetecía mucho hacer un fic sobre estos dos que son TEHLOVE! (y posiblemente OTP favorita de Naruto; especialmente Kotetsu me parece SEXTOTAL), y llevo desde que apareció Yamato en el anime riéndome de él porque le dibujan unos ojos en plan O.O y me loleo entera XDDD Esta mezcla fue, por tanto, inevitable LOL
LOS CHICOS DE LOS RECADOS
1. UNA MIRADA PENETRANTE
Cuando entró en la habitación, encontró a Izumo mirando por la ventana. Era una buena vista. Konoha bullía de actividad a esas horas, y era bonita, con sus casas pequeñas y sus tenderetes coloridos vendiendo todo tipo de cosas.
-¿Has recibido el aviso? –preguntó Kotetsu, dejando la pila de libros con la que cargaba encima de la mesa más cercana–. Más vale que nos demos prisa; está de muy mal humor.
Izumo dio una patada a la torre de libros que había en el suelo a su lado como respuesta. No fue un golpe fuerte, pero aun así se tambaleó un poco y tuvo que sujetarla.
-Ya está todo listo, sí –respondió, haciendo una mueca.
-Ay, estoy harto de andar de un lado para otro. –Kotetsu se revolvió el pelo, poniendo morritos, y luego puso voz aguda para imitar a Tsunade–: Traed esto, llevad aquello… ¡Nos tiene como esclavos!
-Eso mismo le dije yo –suspiró Izumo, decaído.
-¿Ah, sí? –preguntó sorprendido-. ¿Y qué te dijo?
-Mandó al capitán Yamato para que me hiciera una visita –gimoteó.
El otro chuunin se echó a reír al ver la cara de su compañero. Se había apoyado en el alfeizar de la ventana, y tenía una expresión de reina del drama.
-En serio, tiene una mirada tan...
-¿Tan qué? –insistió, divertido.
-Como si te taladrara. O quisiera matarte –confesó, bajando la voz–. Y no la cambia nunca.
-Eso tiene que ser difícil –respondió Kotetsu, poniendo cara de circunstancias–. ¿Cómo te mira exactamente? ¿Así?
Se quedó mirando a Izumo fijamente, con una sonrisa maliciosa en la cara. En silencio, sin decir nada y sin moverse, hasta que su amigo cambió el peso de un pie al otro, presa de un escalofrío. Acabó por bajar la vista, inquieto, y se agachó a recoger los libros, esperando que el otro no viera que se había puesto rojo.
-No, así no –susurró para el cuello de su camisa.
Kotetsu no lo taladraba. Lo desnudaba.
