Secreto a voces.
FullMetal Alchemist no me pertenece, una lástima.
Para Kristall Blauw, esperando que le vaya bien en sus últimos tiempos de bachillerato. Gracias por tus buenas historias.
A decir verdad, pensó Winry, no recordaba haber estado tan feliz desde hacía mucho tiempo. La muchacha de dieciocho sonrió, mezclando los ingredientes para la tarta de durazno que preparaba. Lamentablemente, la época de manzanas estaba en su final y no había podido conseguirlas. La rubia recordaba la infinita y conmocionante alegría que el sonido de unas voces y la imagen de sus dos amigos de la infancia le habían dado a su corazón. Casi podía sentirlo latir, alocado.
Del encuentro apenas había pasado una semana, y aunque no podía quejarse de nada pues su sueño había sido completado, sentía que de todas formas había algo que no estaba completo. Y es que, demonios, no era una niña y sabía exactamente que la situación era hasta tonta. Ella amaba a Edward, y estaba casi segura de que él le guardaba un cariño semejante.
No podía asegurarlo, hacerlo significaría decidirlo por él y acudir a su vanidad. Pero sabía que allí, en los silencios cómodos pero algo vacios, las miradas profundas pero breves, las sonrisas a solas, había algo más. Algo que Edward no le decía y que ella estaba esperando.
Al principio había pensado en decirlo ella, en agarrarlo una de las tardes en que Alphonse estaba fuera, o a la inversa, y solo dejárselo saber. Una frase simple, algo directo. Pero decidió, sabiamente, que eso lo espantaría. Edward Elric era terriblemente inexperto en las relaciones sentimentales de ese tipo.
De modo que si lo directo no funcionaba, tomó la decisión de ir por lo sutil. Cosa que si bien no era su fuerte, o favorito, podía hacerlo. Había desarrollado cierta paciencia.
El primer día había estado en un shock emocional, y poco había reaccionado; lloraba y reía. El segundo, más calma y con prioridades en mente, analizo la situación. Y al tercer día empezó a darle oportunidades al mayor de los Elric para que diera el primer paso. Casi lo hizo en una ocasión, pero no fue el tercer, sino el cuarto día ya bien de madrugada. Pero la abuela Pinako interrumpió sin proponérselo y el coraje se esfumo.
Al quinto día, Winry pensó en confesar sus sentimientos sin pensárselo dos veces, pero luego, a último momento se echó para atrás. Eso solo serviría para incomodar a Edward y asustarlo. Pensó que quizá él había tenido la incertidumbre que ella tuvo el segundo y tercer día. Posiblemente, Ed no supiera que ella le correspondía.
Y ya al sexto día, al atardecer, cuando volvía con el mayor de realizar las compras para la cena decidió enviarle una señal. Leve, tanto como pudo.
— Ed… — Lo había llamado, sin mirarlo — ¿Creciste mucho, no?
Edward la había mirado sonriente, como alardeando de algo que le causaba gran orgullo antes de asentir.
— Si, ahora incluso soy más alto que tú.
Y allí iba la indirecta.
— Eso me recuerda… ¿Recuerdas que cuando niños habíamos acordado casarnos entre nosotros? — El chico la miro de soslayo y asintió, el recuerdo era borroso — Y me preguntaste por qué no acepte en ese entonces… ¡Te enojaste tanto cuando dije que era porque ustedes eran más bajitos que yo!
Edward bufó.
— Es muy cruel juzgar a un hombre por su estatura.
Y allí ella remataba.
— Bueno, ya no tienes que preocuparte por eso ¿No? — Ed sonrió, de nuevo — ¡Incluso, hasta eres más alto que yo!
Por supuesto, el joven tardo unos segundos en entender el mensaje entre frases y no pudo sino mirarla, con autentica sorpresa. Winry, quien iba unos pasos adelante se volvió para sonreírle.
— Ya no tendrías que preocuparte por una negativa.
Y como si nada hubiera sucedido, siguió caminando hasta la casa amarilla, con Ed detrás de ella, unos pocos pasos.
Durante la cena Alphonse y Pinako notaron a Edward raro inmediatamente. Muy callado, muy pensativo, ligeramente preocupado. Pinako miró a su nieta, pensando que definitivamente esos ojos azules tenían algo que ver. Por lo que luego, ya acabada la cena y los hermanos en su cuarto, la abordo mientras ella lavaba los platos sucios.
— ¿Qué le hiciste a Ed, Winry?
La chica había supuesto, claro, que su abuela deduciría las cosas muy rápidamente. Y con especial razón, pues Ed la había mirado en repetidas ocasiones a lo largo de la comida. La anciana, vieja pero no tonta, había sacado sus conclusiones. La abuela sabía que la muchacha estaba enamorada del Elric y que no disponía de suficiente paciencia para esperar a que él chico sentara cabeza y fuera a por ella.
Y siendo sincera consigo misma, Edward había sacado el tacto de las relaciones amorosas a su padre, Van, lo que lo convertía en un idiota sin remedio.
De tal palo, tal astilla.
Winry dejo los platos en el agua y seco sus manos. Podría lavarlos luego.
— Es demasiado lerdo — Winry suspiró, cansada.
— Así que lo presionaste, como si eso fuera a ayudar en algo — Pinako supuso, su nieta asintió — ¿Qué le dijiste al pobre idiota, Winry?
La chica quiso reír por el término que su abuela usaba con Ed, que a ella por momentos le resultaba apeteciblemente acertado. Se cruzo se brazos, pos costumbre, y contesto con simpleza;
—Una indirecta.
Pinako se lo temía.
— Winry, tú no tienes idea, como buena Rockbell, de lo que es una indirecta. — Le recordó — Se más explícita.
Winry le explico, a detalle y objetivamente, la conversación. Y más tarde procedió a enumerar las reacciones del joven y las suyas propias. Para concluir, a modo de epilogo, con la cena.
— Muchacha — Llamo la anciana —Si algún día te vas al infierno será por impaciente.
Winry sonrió, retomando su tarea de lavar los platos usados en la cena.
— Y Edward, por lento.
