Todo lo que podáis reconocer del Potterverso en esta historia pertenece a Rowling. Pero todo lo que es Potterverso Sorgexpandido, es creación mía (y de la tradición, la mitología y la literatura en egeneral)
Bienvenido, lector, a este fanfic que se está escribiendo pensando en tí. Aquí encontrarás, entre otras cosas, cómo se hicieron los hermanos Peverell con los tres legendarios objetos que les hicieron famosos, verás a Nicolás Flamel convertirse en aprendiz de Alquimista, descubrirás la verdadera identidad del Fraile Gordo, fantasma titular de Hufflepuf o cómo fue que la Casa Real de Plantagenet dio origen a los Gaunt y a los Black. Recorre con Cadmus Peverell el Camino de Santiago y conoce la riquísima sociedad mágica de las Hispanias. Viaja hasta la cuna de la civilización, en la misma alfombra que Antioch Peverell y descubre los misterios mágicos de la lejana Persia. Acompaña a Ignotus por la Ruta de Marco Polo hasta la India y comparte con él su viaje interior...
Atrévete, pues, a vivir una aventura mágica diferente, ambientada en la historia real. No tienes más que continuar leyendo...
I
Primera Parte: Inglaterra, hacia 1371
- Vístete. – Dijo lacónicamente, y arrojó las ropas a la chica que yacía en la cama, mientras se ajustaba la túnica con el cinturón. Y la chica se apresuró a cumplir su requerimiento. No había sido una experiencia memorable, pero no se podía esperar de una desconocida la entrega y la pasión de Maud. Sonrió para sí al recordarla, sobre todo en determinadas actitudes, pero enseguida le vino a la cabeza lo avanzado de su estado de gestación. Maud había cometido el error de dejarse embarazar, y llegó un momento en que fue imposible seguir con sus juegos. Además, estaba el problema de qué hacer con ella y con el bebé cuando éste viniera al mundo. Cadmus Peverell no tenía ninguna intención de casarse con ella. Era bonita, si, y apasionada, pero era una muggle. Un entretenimiento. El no podía comprometerse con semejante criatura para continuar su apellido. A saber, además, cómo sería el bebé, seguramente un completo squib.
Fuera arreciaba la tormenta. Los muros del castillo atenuaban bastante el silbido del viento, pero no podían evitar que batieran las contraventanas de madera produciendo un sonido casi espectral. Miró hacia la cama. La chica terminaba de vestirse apresuradamente.
- Lárgate. – Le dijo. Y ella salió corriendo con la capa enrollada en los brazos y el pelo despeinado.
Cadmus se sentó entonces en la mesa, a la luz de un candelabro que proyectaba una luz amarillenta, y extrajo un libro de magia oscura recientemente adquirido que pretendía leer. Entonces aporrearon la puerta de su aposento.
- ¡Peverell! ¡Cadmus Peverell! ¡Abre! – Una voz de mujer tronó desde el otro lado. Cadmus suspiró fastidiado, y en principio no hizo caso.
- ¡Abre, maldito bastardo! ¡Abre o echo la puerta abajo! – Se levantó de un salto y asió su varita con fuerza. Podía pasar de una mujer desesperada por entrar en sus habitaciones, pero no podía pasar de alguien que le insultara de esa manera. Y menos, teniendo en cuenta, que los Peverell descendían de un hijo bastardo del rey Guillermo el Conquistador.
Furioso, abrió la puerta de golpe pensando en plantarle la varita al cuello, pero apuntó a la nada. Entonces sintió una presión harto familiar en el pecho, a la altura del corazón.
- Suelta la varita, estúpido. – dijo la voz femenina.
Cadmus miró hacia abajo y vio una bruja de corta estatura mirándole amenazadoramente a la cara, con su varita pegada a su piel. Cadmus levantó lentamente las manos, en señal de claudicación. Era la única opción.
- ¿Qué quieres, bruja? – dijo suavemente.
- La chica lleva toda la tarde de parto, y es primeriza. Y tu, el que la dejó así, no has tenido el detalle de acercarte a interesarte.
- ¿Quién eres tu y qué te importa ella a ti? – contesto sin abandonar el tono suave.
- Es una criatura de Dios que ha llamado a mi puerta pidiendo ayuda, porque sabía que yo era como tu. Y tu, el padre de la criatura, te desentiendes ahora.
- ¿Y qué quieres que haga yo? El parto es cosa de mujeres.
La bruja frunció el ceño y Cadmus sintió cómo apretaba más la varita contra su pecho.
- Al menos, ir a buscar una buena partera .– contestó.
- No Tengo ni idea de dónde puede haber una, ya te he dicho que es cosa de mujeres. - dijo Cadmus con desdén. - Tu eres una mujer¿no sabes de alguna? Me haré cargo de los gastos.
- No puedo dejarla mucho tiempo sola. Se aterrorizaría. – dijo la bruja aflojando algo la presión de la varita. - ¡Busca en el castillo!
- De acuerdo. Buscaré en el castillo. Pero baja la varita.
La bruja hizo lo que pedía y Cadmus aprovechó para asir su muñeca con fuerza y retorcerle el brazo.
- Vieja insolente ¿Te habías pensado que podías amenzar a un Peverell? Ahora mismo te vas a largar de aquí, y le dices a la chica que es culpa suya haberse quedado preñada, así que se las apañe como pueda. - Cadmus soltó todo aquello sin pensar, más por rabia contra la bruja, que le había dejado a su merced, que por lo que sintiera por Maud.
- Muy bien, Peverell. Me habían llegado rumores sobre la clase de hombres que sois los tres hermanos. Al menos, contigo, son ciertos. – dijo la bruja con cierta rabia contenida. - Como dices, parir es asunto de mujeres. Pero no vengas luego reclamando ni a la madre ni a la criatura.- La bruja se dio media vuelta y se perdió por el largo pasillo. Cadmus respiró aliviado y volvió a meterse en sus habitaciones, cerrando la puerta con un portazo.
Estaba por ver que Maud, una vez repuesta, no deseara sus atenciones. Aunque, bien pensado, también estaba por ver si a él le seguía atrayendo. A saber cómo quedaría después de dar a luz. Algunas se estropeaban mucho. Y en cuanto a la criatura... definitivamente, no quería darle su apellido a un bastardo... Entonces alguien volvió a aporrear la puerta.
- ¡Te he dicho que te largues, vieja insolente! – Contestó con rabia. Pero esta vez tuvo la precaución de apuntar la varita a la puerta, a la altura de la cabeza de la bruja.
- ¡Lamento frustrar tus expectativas, pero no soy una de tus admiradoras de toda edad y condición! – una voz masculina muy conocida replicó desde el otro lado de la puerta, y a continuación se oyeron sonoras carcajadas. Cadmus se sintió fastidiado. Bajó la varita y abrió la puerta. Su hermano mayor, Antioch, estaba allí.
- ¿Puedo pasar? ¿O estás tremendamente bien acompañado? – dijo con sorna mientras echaba una ojeada a la estancia.
- Estoy solo. - Cadmus contestó dejándole libre el paso. Antioch entró agachándose para no golpearse contra el quicio de la puerta, demasiado baja para su estatura.
- El Príncipe Juan quiere vernos. - Dijo sin más preámbulo. – A los tres.
- ¿Para qué? - Preguntó Cadmus.
- Para hacernos un encargo. Si queda satisfecho, significará riquezas, tierras, y un escudo de armas y puede que hasta un título.
Los Peverell ansiaban todo aquello. Pero, sobre todo, ansiaban reconocimiento social. Y lo ansiaban desde que, de niños, se quedaron huérfanos de padre y su tío, un muggle con castillos, tuvo que hacerse cargo de ellos. Entonces idearon su anagrama. La A de Antioch, dibujada simplemente como un triángulo. La C y la D de Cadmus, colocadas haciendo un círculo, y la I, de Ignotus, que compartía el palo de la D. Y lo usaban los tres a modo de escudo, soñando que algún día tendrían uno de verdad. Parecía que había llegado el momento.
El Príncipe Juan, hermano del Príncipe de Gales, era conocido como Juan de Gante porque había nacido en esa localidad de los Países Bajos. Era un segundón ambicioso, que aspiraba, por matrimonio, al Trono de Castilla, y por él se había involucrado en la guerra de los Cien Años. Pero no tenía en su haber victorias relevantes, a diferencia de su hermano, Eduardo el Príncipe Negro. En aquella época, todo rey se valía de hechiceros, aunque solamente fuera para pronosticar el momento más adecuado para entrar en batalla. Y Juan de Gante se había informado bien. Los más poderosos magos del Reino eran los hermanos Peverel. Y además, tenían un precio que él podía satisfacer si conseguía lo que ambicionaba.
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Notas Varias
- Juan de Gante es la traducción de John of Gaunt. Se da la paradoja de que Gaunt se traduce como Gante y como "sombrío". Era hermano de Edward, The Black Prince, heredero del trono que falleció antes de ocuparlo. Ambos vivieron en el siglo XIV, lo que coincide, más o menos, con los 7 siglos que lleva cierto tapiz en la familia Black. ¿Cómo desaprovechar esta coincidencia, que dudo muy poco no sea intencionada, para inventar una historia?
- Un tal William de Peverell, un noble normando propietario de castillos, aparece en The Book of Domesday, el censo que mandó realizar Guillermo el Conquistador. No hay acuerdo entre los historiadores sobre si era sobrino del rey o su hijo bastardo.
