Prólogo.

La noche ya estaba cerrada cuando oí unos golpes en mi puerta. El estómago se me contrajo pero me sentía demasiado feliz como para presarle atención; así que me levanté de la silla en donde me encontraba sentada y fui a abrir. Simplemente me bastó con mover el picaporte, pues nunca coloco llave en este sitio. Sonreí cuando descubrí a Hemo, pues parecía que estaba a punto de tirarse sobre la puerta.

-¡Al fin me abres!- exclamó, aunque no había tardado mucho tiempo en ir hasta allí. Movía las manos con nerviosismo y cuando volvió a mirarme su expresión había cambiado.- ¡¿Aún no te has vestido?!

Intenté mantener la seriedad, pero me eché a reír. Hemo, cansada ya de que todas las noches le hiciera lo mismo, golpeó mi cabeza con un estuche de maquillaje que llevaba entre los dedos. Me mordí la lengua, procurando no sacarla de quicio.

-Lea, ya te lo he dicho un millón de veces. Dave quiere que estés preparada una hora antes de la prueba de sonido. No es muy complicado de cumplir. Ahora vengo a pintarte, y me encuentro con que sigues en bata.

Me señaló de arriba a abajo con el ceño fruncido, como si esperara que fuera todo un mal sueño.

-Lo siento, Hemo.- me disculpé, con sinceridad.- Me vestiré en un instante.

Resopló y fingió que seguía enfadada, pero pude darme cuenta que quería reírse. A diferencia de los otros días del tour, no se lo hice notar, pues no deseaba ponerle los nervios en punta esta vez. Me indicó con su largo dedo dónde podía hallar el vestido que debía llevar puesto (pese a que ya me lo había dicho horas antes), depositó el estuche en el tocador, y salió de la habitación, dando un fuerte portazo en el que ahogó el sonido de su risa.

Suspiré. Aunque me encantaba estar de gira, y era una experiencia que nunca había imaginado que podría hacerse realidad, estaba demasiado cansada. Lo que más necesitaba eran unas cuantas horas de sueño. Pero no tenía tiempo para eso, y después de todo, esta era la última función, y sabía que luego iba a extrañarlo. Así que tomé el vestido, lo deslicé por mi cuerpo, y me reí al caer en la cuenta de que no me había quitado la bata.

En esa situación estaba cuando la puerta volvió a abrirse. Me asombró el hecho de que no tocaran antes de entrar, y me volteé enojada, segura de que se trataba de Dave. Sin embargo, la persona que tenía enfrente no se parecía en nada a ninguno de mis conocidos, ni a los ayudantes del tour. Ladeé la cabeza a un lado, convencida de que se trataba de un fan al que habían dejado pasar, y le sonreí. Pero el silencio que acompañó a mis gestos me intranquilizó y me descubrí mirando con pánico el negro atuendo del hombre, y el brazo musculoso que extraía un cuchillo de entre sus ropas. Quise gritar, pero la voz se detuvo en mi garganta. Él comenzó a correr hacia mí, casi con desesperación, como si de eso dependiera su vida y no la mía; y respondí dando un traspié, y cayendo al suelo. Vi su enorme silueta contrastando con la pálida luz del camarín, y llevé una mano hacia arriba, implorando que no se arrojara sobre mí, que desapareciera. Pero ninguna de mis súplicas iba a ser oída, ni en ese momento, ni nunca más.