Disclaimer: Los personajes de Bleach son enteramente propiedad de Tite Kubo. Yo soy tan sólo una fanática loca que intenta emparejar por todos los medios a Ichigo y Rukia para su satisfacción.
Notas de la autora: Extrañaba escribir, como no tienen una idea. Esto nació hace 15 minutos, así que me disculpo de antemano. Ya saben que los amo y que jamás los abandonaré.
Los amigos que perdí
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«Vas a tener que asumir que hay ciertas cosas que me alejarán de ti»
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Como de costumbre, la puerta estaba entreabierta. Se deslizó cuidadosamente al interior e hizo un mohín al percibir el hedor que despedía aquel sitio. Por más que se dedicara a limpiar, cada semana estaba peor. Con cuidado, empezó a abrirse paso por las habitaciones. El suelo estaba tapizado con toda clase de objetos. No entendía de qué forma habían llegado hasta ahí.
—¿Dónde… mierda está? —se preguntó a sí misma, jadeante. Empujó un par de tristes botellas vacías de la mesa, para tener un espacio libre donde colocar las bolsas de víveres que había comprado en esa ocasión.
Aunque él no solía comer mucho.
Subió lentamente las escaleras.
Odiaba ese pequeño trecho de horror. Nada era peor que ese sentimiento de incertidumbre, cada miércoles en la noche. Temía a lo que pudiera encontrarse en esa habitación. Y vaya que se preparaba psicológicamente. Todos los días, sentía que en cualquier momento recibiría aquella fatal llamada. Sí, esa llamada donde le informarían que su mejor amigo había muerto de una sobredosis...
Aunque para fines prácticos, él ya estaba muerto desde hacía buen tiempo.
Para su alivio, estaba ahí, echado sobre su viejo y sucio colchón. Tenía los ojos cerrados (sus pesadillas no le permitían dormir. Únicamente dormía lo necesario, cuando el sueño le vencía) y parecía ajeno al mundo. O mejor dicho, lo estaba. Lo que veía Rukia, no era Ichigo Kurosaki. Era lo que quedaba de Ichigo Kurosaki.
—He llegado —musitó Rukia, intentando no derrumbarse frente a él.
Ichigo se movió perezosamente, ignorando su presencia.
—Tengo algo que decirte —comentó con más seguridad, logrando captar su atención. Él le dedicó una escueta mirada, como diciéndole implícitamente que la escucharía. Con el tiempo, había logrado descifrar su lenguaje— Ya no vendré más por aquí —expresó con dificultad. Ichigo no demostró un atisbo de sorpresa— La próxima semana me casaré y me mudaré a otra ciudad... —guardó una pausa— No puedo cuidar de ti toda la vida…
Él permaneció callado, viéndola fijamente, con esos ojos vacíos en color miel.
—He dejado comida, si es que te interesa —le informó, justo antes de abandonar la habitación. Echó una última mirada al interior. Apenas se había volteado y él ya estaba preparando su dosis de mierda. No podía seguir con esa situación. Se daba por vencida.
— Adiós, Ichigo… —murmuró con tristeza.
Por más que lo amara, sí él no quería cambiar, no había nada más que hacer.
