N/A: No es de mis mejores, pero no me pude sacar la idea y no le encuentro el atractivo a dejarla en un rincón de mi computadora.
Para Oliver, el día de su cumpleaños era como cualquier otro a excepción de las pocas felicitaciones que recibía que, sinceramente, tampoco le eran relevantes.
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Normalmente, en esta fecha, Luella y Martin despertarían cada uno a un gemelo y lo felicitarían para luego cambiar lugares y felicitar al otro—siendo honesto, la mayoría del tiempo él estaba despierto desde antes pero como seguía en su habitación, suponía que era lo mismo—. Luella tendría preparado para Gene su desayuno favorito y para él, que no tenía uno, se basaba en sus preferencias.
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El sonido de una llamada entrante lo despertó y no le sorprendió ver que provenía de sus padres.
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En la escuela, gente se reuniría alrededor de Gene y si alguno que otro insensato intentara hablarle a él también, solo lograría ser ignorado y en caso de que quien lo hiciera fuera un profesor, un simple y monótono gracias era lo que respondería. Pero la verdad sea dicha, eran pocas las veces que eso pasaba; la gran mayoría conocía su poco interés sobre el tema por lo que lo dejarían en paz.
Si iba al laboratorio, era saludado por unos pocos pero Madoka, Sir Dorey y Lin eran fijos en hacerlo, aunque el último no estaba seguro si era por obligación o no. Si no iba, recibía llamadas—Madoka—o mensajes de texto—Sir Dorey y Lin—o, peor aún, la visita de Madoka en su hogar.
Prefería las llamadas, si era en persona esa mujer no desaprovechaba la oportunidad de molestarlo y le era más difícil resistirse de esa manera.
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No sabía cómo lo averiguaron, pero cuando llegó a la oficina lo esperaban el grupo usual y un decorado que ordenaría botar en cuanto le dieran la oportunidad de hablar.
A como pudieron, se turnaron para desearle un feliz cumpleaños y cuando finalmente pasó más allá de la puerta le entregaron con sonrisas un regalo que estaba bastante seguro le resultaría de muy poca—por no decir nula—utilidad.
Dejó salir un suspiro y aprovechó para mandarlos a ordenar el lugar.
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Gene a veces saldría con algunos amigos y él a veces iría al laboratorio pero siempre se asegurarían de regresar temprano a casa porque sabía que Martin y Luella—principalmente Luella—celebrarían sus cumpleaños.
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A pesar de sus intentos por evitarlo y a pesar de que él mismo se rehusaba a participar activamente, terminaron celebrando en la oficina. Cuando los acusó de usar su cumpleaños como excusa para hacer alboroto no lo negaron pero se esforzaron por asegurarle que no se trataba solamente de eso.
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Generalmente, dejaría que Gene soplara la vela sobre el pastel de cumpleaños mientras él se quedaba en su asiento. Si era mucha la insistencia, se acercaría al pastel pero ni se molestaría en pretender.
Todos sabían que igualmente dejaría que Gene fuera quien apagara la vela.
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No aceptaron un no por respuesta y así fuera solo para callarlos, sopló la vela en el pastel.
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Al final del día, antes de que cada uno se dirigiera a su habitación, Gene se aseguraría de abrazarlo, besarlo en la mejilla y, por medio de su método único de comunicación, decirle: "Feliz cumpleaños, Noll".
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De vuelta en el hotel, no pudo evitar pensar en las diferencias a pesar de que las actividades fueran fundamentalmente las mismas y, casi como si estuviera poseído, se ubicó frente al espejo donde se quedó mirando su reflejo intensamente para finalmente pensar: "Feliz cumpleaños, Gene".
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Para Oliver, el día de su cumpleaños era como cualquier otro desde que llegó a Japón, a excepción de las pocas felicitaciones que recibía que, sinceramente, tampoco le eran relevantes.
