Disclaimer: Todo es Martin.

Esto participa en el reto "Saliendo del closet" del foro Alas Negras, Palabras Negras.

ADVERTENCIA: Relaciones sexuales homo implícitas. Si no te gusta eso, no sigas leyendo.

Se encuentran en un bar. Las posibilidades de que ambos se encuentren, siendo de diferentes rincones del mapa del mapa como lo son, son bajísimas. Pero ahí están, bebiendo un vino fuerte y dulce, que parece ser pariente de ese que producen en el Rejo. Se observan, es de noche. Algo extraño sucede, pero ambos se dejan llevar. Lyn es el que hace el primer movimiento, no hablan demasiado ni hacen preguntas acerca de la identidad del otro. Solo saben los respectivos nombres.

Uno sigue al otro a la pieza, no importa a la de quien. Los dos tienen claro que podrían perder la vida por un acto de esa magnitud, por el riesgo es que a ambos les gusta vivir. Por el riesgo y por los amantes casuales. Abren la puerta a tientas, todo es oscuridad.

Gerold corre el exiguo cortinaje de la ventana, pero afuera también está dominado por lo desconocido. Reflexiona, sin pensarlo.

—La perfección es un demonio. Y las personalidades, los defectos de cada uno, una enfermedad.

— ¿Ah, sí? ¿Eso crees? Pero si los defectos son una enfermedad, la perfección es la salvación, la cura de todos los males.

—Nadie dijo que los demonios fuesen algo malo. En lo absoluto. —los ojos violeta de Gerold apenas se vislumbran, la penumbra lo impide, pero Lyn sabe que están cargados de deseo. Recien se conocen, pero la atracción es enorme.

Las ropas caen.

El peligro es enorme, Gerold es peligro, por eso el primer movimiento de Lyn es morderle el hombro desnudo. Sus dientes alcanzan a hundirse en la carne y una gota de sangre le cae a Gerold por la espalda, ya desnuda. Espadaoscura sonríe. Lyn recibe un suave mordisco en el lóbulo, sinónimo de escalofríos, sonríe. Eso es solo una advertencia, una pequeña muestra del poder de su amante casual. Del que podria ser el mejor amante que ha tenido en su vida azarosa y extraña, de niños y licor.

Se recorren uno al otro, lentamente. A pesar de que ambos son hombres de violencia, el suplicio es otra forma de placer que disfrutan igualmente, es la espera de algo que ninguno de los dos sabe si sucederá o no. Y aquello les excita, les eriza la piel de una manera que jamas lograría la caricia de una mujer de manos suaves y mirada suplicante.

Los dos gimen, suave, el acto no es algo que se deba divulgar, es algo que se siente. Hasta uno se sacie del otro, de esa esencia extraña que emana el otro.

Hasta que a la mañana siguiente uno de los dos despierte primero y se aleje de la posada en donde se encontraron, para no verse nunca más. Porque así es como debe ser, lo saben desde que se vieron, desde que las miradas se encontraron.

Aun asi, lo cierto es que a Lyn Cobray le cuesta hacer su parte, en el momento cuando el alba le anuncia que es mañana. Solo lo logra cuando se dice a si mismo que le volverá a encontrar.