-Acariciame.-Le pidió en la oscuridad de la habitación.
Se escuchó un suspiro profundo y luego unas manos temblorosas recorrieron su ante brazo.
Casi y que sus latidos podían oírse entre tanto silencio.
Los dedos largos y fríos descendieron hasta llegar al dorso de la mano, recorriéndola como si tratase de recordar hasta el último detalle.
-Quiero que me beses.-Pidió este mientras se giraba para ya no darle la espalda, nunca más.
Ambas almas unidas en un sentimiento y con un mismo contacto, ambos sabiéndose que la noche les brindaba la valentía para hacer lo que el sol les reprocharía como vergonzoso.
Cerca, donde los alientos se juntaban, las pieles queman y los sueños se vuelven realidad.
Chocolate y tabaco.
Ambas narices se rozaron un poco. Un suspiro se les escapó de los labios.
Y es que la magia estaba ahí, chispeando entre sus cuerpos y ese momento era el que te hacía sentir indestructiblemente pequeño. Dejando cada pensamiento de la mente. Solamente la adrenalina del momento que está por pasar.
-Quiero besarte.-Susurró.
El primer encuentro, torpe tal vez, pero dulce. Solo labios tibios y fríos., pero sedientos del otro.
Se separan, se observan en la oscuridad y vuelven a hacerlo, solo que esta vez entre abren sus bocas entregándose más.
Dientes que muerden y se deleitan con la sorpresiva suavidad de los besos del otro.
Manos que se comienzan a despertar y a mover al ritmo de una melodía que sus respiraciones comienzan a crear.
El beso se vuelve intenso, desesperado por la idea de que fuera a terminar, aunque otro ya se estuviera asomando desde el interior de ellos.
Porque sus manos nunca habían calzado mejor en el cuerpo de otra persona.
Porque nunca los habían besado con tanta pasión, con tanto deseo…con tanto amor.
Porque no tenían miedo a entregarse.
Cuerpos que no le temían al contacto, que al frotarse se bañaban en electricidad que los volvía locos.
Darse placer, tal vez, era para lo que habían sido creados, para morir en llamas entre sus brazos y después volver a nacer con solo una risa cariñosa.
-Quiero hacer el amor.-Le pidieron unos ojos miel.
Besó su cuello, lamiendo y mordiendo sin cuidado, pero sin violencia.
La canción que provocaban esas caricias iba a ser la mejor que en su vida escucharía.
Las manos fuertes que viajaban desde los costados de sus costillas hasta su estrecha espalda, manos grandes que demostraban una falsa seguridad.
Interiormente ladraba de terror.
Sus besos se extendieron a lo largo y ancho de su pecho, haciendo que sus vientres cosquilleran.
Las manos del menor se aferraron a sus omóplatos, temblorosas. Por un momento recordó sus heridas pero el beso que una de ellas se llevó, hizo que automáticamente las olvidara.
El mayor paró cuando solo una prenda los separaba a ambos.
La sostuvo pero no hizo nada con ella.
-Estas seguro de esto Remus?-Preguntó con lo que le quedaba de lucidez.
-Te amo Sirius.-Este susurró en la oscuridad.
-Te amo más.
Besó sus manos y con tranquilidad, esa noche, ambos se despojaron de todo.
