Descargo de responsabilidad. Skip Beat! ni sus personajes me pertenecen.
Con mucho cariño para Sammy ¡Feliz cumpleaños!
¿Ya comiste? Una pregunta familiar y nada extraña viniendo de ella, incluso había aprendido a manipularla para que jugara a su favor. Una pregunta rutinaria, nunca pensó nada especial de ella, Kyoko se preocupaba por todos, él, no era la excepción. Entonces, ¿por qué hoy cuando le preguntó con abierta preocupación y no con la común mirada asesina si había comido, su corazón se brincó un latido?... Seguramente estaba imaginando cosas, tanto tiempo de amor no correspondido puede hacerte eso.
Oahu. Hoy ella había aprendido sobre la bella isla Hawaiana y casi le provoca un sincope cuando le dijo con una sonrisa, que había escuchado el nombre y se había acordado de él. Sus neuronas no parecían hacer contacto, ¿por qué había de recordarle la isla a él, de todas las personas?, no importaba, un solo pensamiento poblaba su mente… Ella piensa en mí cuando no estoy, ella piensa en mí… Cuando su llamado lo trae de vuelta a la realidad y finalmente puede fabricar un pensamiento coherente que no sea sobre ella, lo recuerda, el maui omurice también conocido como Oahu omelet. Entonces una sonrisa profunda nace desde el centro de su pecho.
Y con el tiempo sucede, no le dices que la amas, no en esas palabras, esperas que entienda el significado oculto detrás de esos ¿llegaste bien?, de las "Buenas noches, cuídate", de esos ¿estás mejor?, de esos ¿cómo te fue? ¿Estás bien?, y de los "La otra vez me acordé de ti". Y tú también te permites ver más allá de sus gestos y de sus palabras, y las mariposas enloquecidas ya no solo bailan en tu estómago, sino en tu pecho.
Finalmente sucede, en una noche de invierno después de dos largos meses de ausencia, se reencuentran en aquel parque, donde ella lloró sobre tu pecho en una noche no muy lejana. La ves temblar un poco ante el frío de la noche invernal y quitándote tu bufanda la pones alrededor de su cuello, ella tartamudea tratando de decir algo pero estás perdido en el arrebol de sus mejillas para tratar de entender. Tomas su mano helada y la enlazas con la tuya, y unidas como una sola, las metes en el bolsillo de tu abrigo, ella no se resiste, el rojo de sus mejillas ahora también decora sus orejas.
—Estoy de regreso.
—Te extrañé.
Él no le dice que la ama, ella no lo dice tampoco, pero lo saben, porque hay mil y un maneras diferentes de decir ¡te amo!
