Holas!
Me presento: Soy Anahia y soy adicta a los fanfics.
Esta historia surgió inicialmente como un one shot pero me emosioné y me extendí un poquito al escribirla así que saldrá como un fic corto de dos, o lo mucho tres, capitulos.
Espero que les guste y ¡que me cuenten su opinión por favor!
Saludos... Anahia
Harry se desperezó en su cama. Era una de esas horribles mañanas donde todo lo que quieres es seguir durmiendo, porque tus sabanas se sienten mas gruesas y calentitas de lo normal.
Se desperezó girando sobre su hombro para observar la curvilínea figura a su lado, MUY curvilínea y es que tenía un hermoso y delicado cuerpo… y una barriga que casi la hacía irse hacia delante. Mientras acariciaba los pelirrojos cabellos de su mujer se preguntó por millonésima vez como haría para conservar la cintura estando embarazada 6 meses y de morochos. Definitivamente, esa chica era sumamente especial.
El sonido del timbre lo distrajo de sus cavilaciones y lo hizo, a regañadientes, bajarse de la cama. Mejor que abriera él y no Ginny, que últimamente se ponía de muy mal humor si la despertaban.
Bajó por los alfombrados escalones de su casa en Godric Hallows, saludando a los cuadros al pasar por su lado. Cuando llegó al vestíbulo se encontró con Dobby y Kreatcher discutiendo sobre quien debía abrir la puerta, Harry pasó por aquella bastante común disputa y dejó entrar al visitante.
Ron, mucho más alto y con más cuerpo que cuando salió de Hogwarts, tenía un aspecto demacrado cuando pasó como huracán y se echó en el sofá de la sala.
- ¿Qué sucedió? –preguntó Harry, no muy seguro de querer resolver cualquier problema en que el chico se hubiera metido a aquella hora de la mañana- ¿Quieres café? ¿Dobby, nos harías café por favor?
Los elfos se marcharon echándose la culpa el uno al otro sobre el hecho de que su amo hubiera tenido que recibir él mismo la visita. Pero se marcharon, aquellas peleas matutinas lo divertían pero rallaban en lo estresante, sobretodo si Ginny las presenciaba.
Se volvió a mirar a Ron y lo vio mucho más demacrado que en su primera opinión. Llevaba una camisa roja hecha jirones y el bajo de los pantalones cubierto de barro, tenía ojeras de varios días y un brillo en los ojos un tanto… animal.
- Harry…
Susurró. Y parecía que no podía decir nada más. La emoción se le leía en el rostro, demasiado exaltado para pronunciar palabra. Tomó la manga de la camisa de Harry y la batió con fuerza como si así pudiera expresarle lo que quería decirle pero no podía.
Y así, emocionado, asustado y sin habla como jamás lo había visto, Harry comprendió la razón del porque su amigo estaba en así.
La había encontrado.
Después 10 años, había tenido éxito. Éxito en la empresa en a que había fallado tanto antes, y es que ella era tan buena bruja que les había hecho imposible el seguirla. Pero lo había conseguido, o eso creía Ron, había conseguido su escondite, el lugar donde se había ocultado por una muy larga década.
Los chicos entendían las razones por las que ella había querido huir, de verdad las entendían, pero era preciso que ella entendiera el por qué ellos no podían dejarla ir a su vez. Era tan difícil creer que hubieran pasado ya 3652 días desde que las vidas de todos habían dado un giro de 180º:
Adiós Voldemort, bien.
Remus muerto, mal.
Media órden muerta, mal.
Ron y Hermione vivos, bien.
Él y Ginny juntos, sanos y salvos, muy bien.
Que Hermione desapareciera sin dejar rastro, muy, muy mal.
Y él entendía el motivo, vio morir a sus padres y utilizó la maldición asesina (cosa que dijo que no sería capaz de hacer nunca) contra al menos 10 mortífagos ¡Pero todos ellos lo habían hecho! ¡Todos llevaban por lo menos media docena de muertos encima!, pero a ella le había costado horrores aceptarlo, no había podido, simplemente. Y después de matar a los mortífagos que quedaban de pie y ver a Harry destruir a Voldemort, se había esfumado.
Como aire, como si nunca hubiera existido. Nadie la vio marcharse, ocupados como estaban en sus familiares y amigos heridos o caídos, ni Hagrid ni los elfos. La casa la había vendido, de sus bienes no quedaba nada. En el bolsillo de Ron un collar que él le había regalado y ni una nota ¡Ni una estúpida nota! ¿¡LE COSTABA MUCHO ESCRIBIR UNA ESTÚPIDA NOTA?! Con todo y los molestos y tristes que estaban con ella, nunca pararon de buscarla.
Y ahora el pelirrojo exaltado le demostraba que por fin había dado con su paradero.
- Está en un pueblo muggle al norte de escocia. No se como se llama pero se en donde…
- ¿De quién hablan? –interrumpió una enorme mujer que bajaba las escaleras sosteniéndose la espalda. Su hermano solo la miró y parecieron comprenderse porque Ginny empezó a dar brinquitos como niñita emocionada que casi hacen que se caiga, pero su hermano la recogió a tiempo (con mucho esfuerzo) y siguieron dando brinquitos.
- Como te decía… A que no sabrás cómo lo averigüé.
Se sentó en el sofá y Ginny fue a sentarse en las piernas de su marido, pero se lo repensó y se acomodó a su lado, para milagro de él.
- El medallón en mi bolsillo ¿Recuerdas el que me dejó? –los otros asintieron- bien pues resulta que tenía grabadas unas iniciales. Tarde un poco en averiguar a donde pertenecían pero las encontré. Una zona de Londres. Resulta que vivió allí un año y que un día simplemente se marchó.
Se oyeron sonidos de exclamación.
- El elfo solo sabía que se había mudado al norte, pero además me contó que había dicho en muchas oportunidades que no quería vivir en un pueblo mago. Así que sólo investigue y hay un solo sitio al norte de escocia libre de magos.
- Mucha astucia para ti hermanito –se burló la pelirroja, aunque con una sonrisa sinceramente feliz en la cara.
- Eso solo significa una cosa: ella quiso que la encontráramos en su momento, pero obviamente ya no –se animó a acotar Harry, más para el mismo que para los otros dos.
- También significa otra: salimos esta tarde –y Ron fue tan claro, tan conciso y tan seguro, que Harry no se animó a contradecirlo.
Cuando el sol alcanzó su punto máximo, los dos pelirrojos y el hombre que vivió, aterrizaron en un bosquecito diminuto, de altos pinos que daban sombra a aquel sofocante calor. Caminaron hacia la civilización y se hallaron en una empedrada calle, bordeada por caminos de tulipanes. Era una calle amplia, un boulevard sacado de una postal. A los lados había preciosas tienditas donde vendían diferentes tipos de chucherías y, cada cierto tramo, un bosquecito como en el que ellos se habían aparecido.
La gente parecía amable pues no paraba de sonreírle a Ginny al verla embarazada (lo cual no era muy difícil de notar). Anduvieron por el camino de rocas hasta que éste desembocó en dos y pararon para ver cual elegir. Allí la realidad de lo que hacían los golpeó: verían nuevamente a Hermione, en lo que se había convertido, la encontrarían. En el caso de que Ron tuviera razón, claro, y ella se encontrara allí, si no, habrían perdido el viaje y seguirían sin saber de su vida. Como les había pasado ya varias veces.
Tomaron el camino de la izquierda y se perdieron en un mundo de callejuelas y pequeñas casas de madera. La gente iba y venía, cargando bolsas, hablando entre ellas o gritándole a alguna ventana cerrada que por favor se abriera. Se veía incluso gente hablando a unas extrañas cajas que les respondían.
- Son celulares, te permiten hablar con alguien que esté lejos –les explicó Harry, cuando los hermanos pelirrojos se detuvieron a mirar a una mujer que pasaba por ahí como hablando sola.
Dos horas y nada, empezaban a creer que Ron se había equivocado nuevamente cuando, detenidos en un sitio a tomar un refresco para quitarse un poco el calor sofocante del verano (Harry había tenido la precaución de llevar dinero), Ginny se quedó de piedra mirando fijamente algo justo detrás de la nuca de Ron. Ambos chicos se giraron tan rápido que les dolió el cuello. Pero vieron lo que ella estaba observando tan fijamente. Y también se quedaron de piedra.
Había allí una mujer que no llegaba a los 30 años, con el cabello chocolate cayéndole por largos rulos en la espalda. Estaba de pie hablando con una anciana y moviendo nerviosamente su pie. Agitaba las manos en señal de estar explicando algo y se palpaba los bolsillos, sacó un papel de uno de ellos y se lo arrojó en la cara a la señora que se agachó a recogerlo. Aquel portento de mujer castaña se fue con la cabeza en alto calle abajo, caminando medio desgarbada y con los ojos miel brillando bajo el sol de la tarde.
Los tres chicos se miraron entre sí. Esa era Hermione Granger.
Se bajaron rápidamente y empezaron a seguirla manteniendo una discusión sobre si debían sorprenderla o no: Ron quería abalanzársele encima, aunque aún no tenía muy claro si era para abrazarla o ahorcarla, y Ginny opinaba que era mejor esperar, al final Harry se puso del lado de su mujer, como cabía de esperar.
Y siguieron a la castaña por los recovecos de aquel pueblo, hasta llegar a las puertas blancas de un conjunto de adorables casitas. Hermione se paró en una y sacó las llaves para entrar, el trío se escondió tras de una mata y observaron como la puerta se abría antes de que la castaña encontrara sus llaves.
- ¡Mamá! ¡Zac me pegó! –gritó una niñita de cabello castaño alborotado cuyos ojos grises se veían a distancia.
- ¡Chismosa! –un chico, que debía rondar los 7 años se paró en la puerta con aire altanero.
- ¡Zac! No le levantes la mano a tu hermana, Kath déjame entrar a la casa por lo menos por favor.
- Perdón mamá –susurraron ambos niños y cerraron la puerta tras de sí.
El trío de espías (utilizarían binoculares si supieran como) se acercó a la casa y se asomó por la ventana.
La casa estaba decorada muy bonita, con las ventanas abiertas para dejar pasar el aire y un montón de juguetes regados por el piso. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros y había cuadernos por doquier. Se notaba que era la casa de Hermione Granger. Había además herramientas muggles en algunas esquinas.
Mientras la observaban cocinar en la habitación contigua, la puerta principal se abrió para dejar pasar a un hombre que los dejó mudos de asombro. El rostro dolorosamente conocido sonrió mientras los niños se acercaban gritando "papá, papá" y él los abrazaba. Aquel fantasma del pasado se acercó por la espalda a SU Hermione y la besó en el cuello en señal de saludo.
Las bocas de los tres espías cayeron al suelo sin poder contenerse. Él estaba… muerto. Bueno obviamente no estaba muerto porque estaba allí parado ¡Pero debía de estarlo!. Y parecía que el tiempo no hubiera pasado sobre él, como si… como si siguiera teniendo 30 años y no los 50 que debía de tener. En el caso de que estuviera vivo, lo cual técnicamente no podía ser.
¿Cómo demonios estaba ese hombre allí?
y??
les gusto??a que ya saben quien es! jajaja
por favor dejen post para continuarla!!
en verdad es una historia que me encanta, espero que a uds tambien :D
pisen el go y dejenme un post siii??
Anahia
