/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/

DISCLAIMER: TODOS LOS DERECHOS DE LA SAGA DE "THE KING OF FIGHTERS" SON PROPIEDAD DE SNK PLAYMORE, ASI COMO CUALQUIER MENCION A OTROS JUEGOS DE LA MISMA COMPAÑÍA. NO ME LUCRO DE NINGUNA MANERA AL ESCRIBIR ESTA HISTORIA.

Hey ;) Aquí Drekaas, trayéndoles esta nueva historia.

Tengo que agradecer especialmente a MissHarperWong27 por meterme esta idea en la cabeza e_e y un agradecimiento especial también a c62 por darme ánimos para escribir (aunque no sea Secret Circumstance, pero seguro que te gustará).

No daré más detalles al respecto, sólo dejaré que las cosas fluyan y ya veremos que sucede ;D ¡Estoy emocionada!

/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/

CAPITULO 1 - VENTAJA DE 3 PUNTOS

En Southtown, las calles no tenían la fama de ser precisamente un lugar seguro. No después de la llegada de las mafias a la ciudad y el constante forcejeo entre estos grupos para adueñarse del poder. Y es que, a pesar de que en la actualidad era un lugar libre del crimen organizado, no era raro imaginarse que luego de la caída del reinado de quien habría sido el pez más gordo y prolífico de su época, toda la chusma, las ratas y el hampa se habían esparcido como cucarachas. Y esas cucarachas eran la escoria que no permitían llevar una vida tranquila a los habitantes de Second Southtown, una ciudad hermana de la primera que tenía pocos años de haberse formado y a la que ahora llamaba hogar. Pero todo aquello habría ocurrido hacía más tiempo del que podría recordar con claridad y aunque estaba seguro que Terry conocía muy bien la historia de cada callejón, no tenía ningún tipo de interés en preguntarle nada y mucho menos de saber algo que pudiese traer a discusión el nombre de ese ser indeseable que sólo había traído a la vida de ambos dolor y malos recuerdos.

Lanzó la pelota que tenía en las manos haciendo un pequeño brinco y un grácil movimiento de muñeca, pero la pelota rebotó fuera del aro. Aquello le molestó bastante pues seguramente el sólo pensamiento de esa persona le había ya envenenado la mente y los sentidos. ¿Qué caso había tenido recordarlo? Por lo general nunca pensaba en él, excepto quizá en las muchas pesadillas que tenía por las noches y le hacían despertar con desasosiego, cubierto en sudor. Probablemente el subconsciente le traicionaba de nuevo como casi cada noche y es que, aunque no lo admitía ni siquiera a la persona que le crio, durante mucho tiempo había estado guardando dentro de sí un profundo odio y rencor, aunque el recipiente de tales sentimientos ya no estaba entre los vivos. Durante los últimos años aquello sólo había evolucionado a un temor irracional de volverse como él. Mientras se acercaba de nuevo a recoger la pelota de baloncesto meneó ligeramente la cabeza a los lados, como si aquello le sacara fuera esos malos pensamientos. Con la pelota en las manos cerró los ojos, respiró profundamente y volvió a repetir el lanzamiento, está vez logrando encestar el tiro libre de tres puntos.

*/*

Dado el clima tropical que prevalecía en la zona, no era raro encontrarse en medio de una de las torrenciales lluvias de verano. Pero este día en particular, el sol había brillado todo el día sin una sola nube obstruyendo el paso de su luz. Conforme la tarde pasaba, el calor sólo se hacía más insoportable y aunque su compañero no tuviera problemas para pasar la tarde encerrado en casa viendo la televisión, él estaba harto de ese estúpido departamento/escondite, donde el pequeño aire acondicionado apenas lograba enfriar lo suficiente como para hacerlo habitable. Harto del calor y de la monotonía, el chico moreno con el ceño fruncido se decidió a tomar uno de sus típicos paseos antes de la puesta de sol. Salió de su habitación, pasando por la sala y salió por la puerta sin despedirse. No tenía que hacerlo y mucho menos darle a su camarada explicaciones de su paradero, pues el sabría sin duda donde encontrarlo en caso de alguna emergencia. Bajó las escaleras hasta llegar al primer piso y al abandonar el edificio los potentes rayos solares casi le hacen arrepentirse de su elección. Afortunadamente, llevaba sus gafas de sol colgadas de la camiseta obscura que vestía y se las colocó enseguida para emprender la marcha.

Sin un rumbo fijo se dejó llevar por sus piernas y evitando lo posible los cúmulos de gente. Odiaba verse en mitad de las multitudes pues no le gustaba para nada llamar la atención y mucho menos estar rodeado de desconocidos. O de conocidos. O de nadie, realmente. La gente en la que confiaba podía contarla con los dedos de una mano y aun así no podía soportarlos la mitad del tiempo. Cuando mejor se sentía era cuando estaba sólo, aunque no gozara de esos momentos con frecuencia. Siempre se encontraban detrás de alguien, huyendo o trabajando sobre encargo a modo de ganarse la vida. No le gustaba mucho admitirlo pero también necesitaba asociarse con sus compañeros en combate por cuestión de supervivencia, juntos se habían convertido en una fuerza imparable no por nada ofrecían una buena recompensa por sus cabezas. Aunque muchas veces se le pasaba por la cabeza separarse de ellos y buscarse la vida por su lado. La idea era tentadora, pero seguir al lado de ellos era lo más cómodo. Otra de las cosas que le costaba mucho trabajo admitir era su pereza y dado que había días que le costaba trabajo salir de la cama, no se imaginaba a si mismo preparándose comida todos los días o limpiando el baño.

Alzó la cabeza hacia arriba con cierto hastío, mientras una gota de sudor resbaló por su patilla hasta llegar a su mandíbula. Menos mal que el sol estaba a punto de ocultarse, hacía un calor de los mil demonios y aunque lo prefería a diferencia del frío, comenzaba a molestarlo de sobremanera. Por lo menos en esta parte del globo era raro ver nevadas y en verano llovía con relativa frecuencia, situación ideal para salir a pasear y refrescarse un poco el cuerpo y la mente. Peinó un poco sus cabellos blancos antes de dar la vuelta en un callejón para alejarse de la calle principal, sabiendo que a esta hora la gente comenzaba a salir de sus empleos y aquello no tardaría mucho en llenarse de personas. El ruido de los autos comenzó a perderse conforme se adentraba en los desolados callejones de aquel barrio desconocido y entre más caminaba, una sensación de incomodidad comenzó a invadirle. No era raro sentirse así en un sitio como este, pues el peligro acechaba en cada esquina pero a pesar de que daba cada paso con precaución, él no tenía miedo. Sentía plena confianza en sus habilidades y sabía que cualquiera que intentara algo raro no saldría de aquel lugar con vida.

Llegó hacia un parque y lo inspeccionó con la mirada. Había un área de juegos para niños bastante grande que se encontraba desolada y al lado una cancha enrejada de usos múltiples de donde salió un peculiar sonido que llamó su atención. Costaba creer que algunos niñatos tuviesen la valentía de jugar a la pelota en un lugar tan arriesgado y solitario por lo que se acercó a ver, esperando poder divertirse un poco metiéndoles un buen susto. Pero para su sorpresa en el terreno de juego se encontraba solo un joven rubio, tal vez de su propia edad, vestido con unos vaqueros azules y una playera de tirantes negra que dejaba ver su desarrollada musculatura. Lejos de ser un niñato se había encontrado con quien sin duda sería alguien con un cierto entrenamiento. El chico blandía la pelota con habilidad, haciendo canastas y corriendo en todas direcciones para tomarla de nuevo. No parecía haberse dado cuenta de su presencia, hasta que después de hacer un tiro bastante largo en lugar de ir por la pelota se acercó a la malla que separaba el campo de la acera, en dirección hacia él.

— ¿Que estás mirando? — Preguntó el rubio agachando el cuerpo y recogiendo una botella de agua del suelo.

La insolencia con la que ese desconocido se dirigió hacia él le desagradó bastante ¿Pero quién se creía para hablarle de esa forma?.

— Eso no es de tu incumbencia, imbécil — Contestó el moreno.

Siendo muy sincero, al rubio no le pareció para nada extraña esa respuesta sino más bien muy acorde a la calidad de la gentuza que se podía encontrar en la zona. Mientras le daba un trago a su bebida lo inspeccionó muy levemente, sin duda tenía el aspecto de un rufián o alguien que sólo busca problemas. Su presencia no le molestaba pero si le resultaba un poco inquietante ser observado o más bien dicho que las gafas obscuras de ese sujeto no le permitiesen notar en donde exactamente depositaba su atención.

— Entonces piérdete, no hay nada que ver aquí — Declaró con toda calma, depositando la botella en suelo y dándole la espalda.

— Me iré a la hora que me dé la puta gana — Anunció con una palpable molestia en la voz.

Para llevarle al otro la contraria y por pura terquedad, se dejó caer para tomar asiento en una banca de concreto frente a la cancha. Nadie podía decirle donde podía o no estar. Continuó observándolo por un rato para ponerlo nervioso mientras el rubio iba y venía, realizando toda clase de tiros y encestando la gran mayoría. Pero qué tontería perder el tiempo con algo tan soso como un trozo de cuero inflado y un aro de metal. No pasaron muchos minutos y ya tenía ganas de irse, pero no iba a hacerlo o por lo menos no en ese momento, para no darle gusto a ese individuo. Tal y como había pensado antes, conocidos o desconocidos, todos en su momento podían resultar igual de despreciables.

Por su parte el rubio hacía lo posible por no prestarle atención, que mala idea había sido dirigirle la palabra. Gracias a eso aquel sujeto ahora se había sentado a mirarle, posiblemente a propósito y eso le sacaba de quicio. Viendo como pasaban los minutos y aquel tipo de cabellos blancos no tenía planeado irse decidió que tal vez podía intentar otra estrategia para enmendar su error. Camino nuevamente en dirección a la cerca metálica y lanzó la pelota por encima en dirección al moreno quien estaba un poco distraído, pero que de todas maneras consiguió atraparla en el aire con ambas manos.

— ¿Quieres jugar? — Dijo el rubio con tono interrogante.

Aunque el tono que había utilizado antes sin duda le hubiera hecho reventar la pelota con su guante rojo, esta nueva pregunta le tomó por sorpresa y hasta le pareció divertida, por lo que esbozó una débil sonrisa. Aquel desconocido no podía imaginar que, si había una cosa que odiaba eran los deportes, principalmente porque requerían un cierto esfuerzo de su parte que su holgazana naturaleza ciertamente no iba a proveer. Lanzó la pelota de vuelta pero el rubio pegó un salto, tomó la pelota en el aire y se la lanzó de vuelta con fuerza, aunque el platinado logró atraparla, la impresión casi hace que le golpee en la nariz.

— No tengo tiempo para tus tontos juegos de niños — Comentó con cierto descontento.

— ¿Pero si para sentarte a observarme? Vamos, amigo, si te da miedo que te de una paliza sólo tienes que decirlo en voz alta —

¿Amigo? ¿Miedo? El moreno rio divertido mientras se ponía de pie.

— Deja de decir estupideces o la paliza te la daré yo pero en la cara — Ahí estaba de nuevo la molestia en su tono, la pelota voló en dirección a la cancha rebotando varias veces.

— Me gustaría ver que lo intentases — Contestó el rubio canalizando una fuerte energía que el platinado pudo sentir, el primero se dio la vuelta y haciendo un gesto con las manos libero un torrente de poderío que rápidamente subió por su espalda tomando la forma de dos alas color purpura, las cuales se desvanecieron en pocos segundos. Al moreno de cabellos blancos le dejó boquiabierto ver aquello aunque hizo lo posible por ocultar su sorpresa, ciertamente aquellas no eran flamas pues no despedían calor, pero sí que eran muestra de que aquel joven de cabellos dorados no era un cualquiera.

— ¿Crees que impresionas a alguien con eso? — Contestó K' activando el poder de su guante rojo y levantando una flama a la altura de su mano.

El característico sonido del fuego ardiendo hizo que Rock se girara a verlo. Nunca había visto a otra persona utilizar un poder como ese excepto quizás el afamado Kyo Kusanagi. Pero ese pendenciero no tenía ninguna pinta de ser parte de la familia. ¿Quién era entonces? Lo observó con cuidado mientras este se movía hacia adentro de la cancha; Botas y pantalones de cuero, acompañadas por una camiseta obscura. Su piel era de un color café con leche, su cara tenía un aspecto serio pero con las gafas cubriéndole los ojos era difícil adivinar sus intenciones. Cuando el platinado lanzó un flamígero proyectil hacia su dirección supo que había terminado por enfadarlo. Pudo contrarrestarlo sin problemas, ondeando las dos manos hacia el suelo invocando un proyectil morado propio. El choque de ambos produjo una pequeña explosión que terminó en un sonido eléctrico.

A pesar de que el rubio no podía notarlo, K' se encontraba mirándolo directo al rostro, poniendo especial atención a sus ojos de color rojo y a su ceño fruncido. Cualquiera se lo hubiera pensado dos veces antes de atacar, pues aquel gesto sin duda reflejaba una maldad que hubiera asustado a más de uno. Pero no a K' Dash. No sabía porque, pero aquellas pupilas de color tan intenso le resultaban muy interesantes y a decir verdad también le absorbían bastante. Pero pensó que aquello se atribuía a que se había dado cuenta de que era un rival digno y no un chico de barrio promedio.

— Escucha 'flamas', no busco pelear contigo. Solamente pretendía invitarte a jugar, no necesitas ponerte tan sensible —

— Quítate de tonterías ¿Quién tiene miedo ahora? — K' se cruzó de brazos a la par que sonreía.

— Te diré algo — Rock desvió un poco su atención para recoger el balón que había caído a unos cuantos pasos de distancia — Si logras encestar un tiro desde media cancha, peleare contigo —

— No necesito de ningún tonto reto para romperte la cara —

— ¡Entonces sí que le temes a un simple juego! — La risa del rubio hizo eco en las paredes de la cancha, lo cual provocó la ira del platinado.

Aunque pudo haberle dado un golpe ahí mismo, con cierta desgana el moreno se decidió a intentarlo. Total, no tenía nada que perder pero si una pelea limpia que ganar. Se acercó a Rock y sin un deje de amabilidad, le arrebató la pelota de las manos y se colocó en posición para realizar el tiro. De pronto la canasta pareció mucho más lejana. Tomó la pelota con una mano y con fuerza la lanzó, haciéndola colisionar con uno de los postes de metal que sostenían el aro. Ni siquiera estuvo cerca de llegar a la altura necesaria.

— No, no. Tienes que tomar el balón con ambas manos — Lo corrigió el rubio quien siguió la trayectoria de la pelota con la mirada para atraparla a la vuelta — Las dos manos. Luego tomas impulso con las piernas, así — La pelota abandonó sus manos formando una parábola perfecta y cayó sin siquiera tocar el aro — Venga, te daré otra oportunidad —

K' gruñó con fastidio al no haberlo logrado a la primera. La pelota se acercaba rodando hacía él y la tomó del suelo con lentitud, frustrado de su fracaso.

— No necesito de tu ayuda — Respondió enfadado pero en su siguiente tiro, la pelota fue impulsada por sus dos manos a la vez. El rubio sonrió por lo bajo al notarlo.

Sin embargo, eso no fue suficiente pues el esférico rebotó en la orilla del aro, regresándose en dirección a ellos. Rock recibió el balón con las manos y se rio mirando de manera divertida al platinado, que ya se había encogido de brazos con una mueca torcida hacia un lado en la cara. De cierta manera se sentía victorioso por haberlo convencido de jugar con él y también por haberle superado encestando la pelota. Rock: 2. El malhumorado extraño: 0.

— Esto es una completa estupidez, me voy de aquí — K' le dio la espalda en dirección a la entrada.

— ¡Pero si apenas comenzamos! ¿No me digas que vas a tirar la toalla? —

— Lo que temo es tirarte los dientes, además tu juego me aburre —

— Eso dices con la boca pequeña, pero seguro que te has quedado con ganas de encestar — Rock lanzó la pelota casi sin esfuerzo, acertando de nuevo al aro.

En eso tenía razón. Lo que más le frustraba no era el haberse dejado convencer ni tampoco estaba tan aburrido como había dicho, más bien le molestaba no haber podido meter la canasta con la misma facilidad que el muchacho rubio lo hacía. Giró la cabeza para mirarlo lanzar y encestar de nuevo. ¿Cómo es que podía hacerlo lucir tan sencillo viendo de primera mano lo complicado que era? De pronto se sintió bastante inútil ya que para lo único que era bueno era para pelear y derrotar enemigos de todo tipo. Nunca pensó que fuera a sentir la necesidad de aprender a encestar una pelota en una canasta. Pero no se lo iba a decir y tampoco se humillaría a quedarse y enseñarse a hacerlo frente a él.

— Eso no me interesa — Pronunció fríamente saliendo de la cancha y pasando por el frente.

— ¡Oye, 'chico flamas'! — Lo llamó el rubio por dentro del campo de juego.

K' sólo rodó los ojos con hastío, pero se detuvo.

— Para ti soy K' Dash, abstente de tus sobrenombres estúpidos si no quieres que te aplaste el cuello — Hizo una pequeña pausa mirándolo de nuevo a los ojos, sin que éste se diera cuenta — ¿Qué quieres? —

— Tranquilo, K' Dash, sólo quería decirte que si quieres aprender a jugar como los grandes, ya sabes dónde encontrarme — Y aquellos ojos rojos que momentos antes le habían dedicado una mirada de malicia, ahora le miraban de manera... ¿Afable quizás? ¿A qué clase de tonto se le ocurriría tratar de hacer buenas migas con un ex-mercenario de NESTS, una máquina de matar? Sin duda el chico parecía saber sobre peleas, pero no sobre peleadores. Un comentario como el que había hecho sólo podía ser merecedor de una respuesta como la que sólo alguien como el platinado podía dar.

— Muérete — Comentó con indiferencia mientras pasaba de largo, dejando la cancha atrás. ¡Otro punto para Rock!

"Pero que tipo más amargado" pensó Rock mientras volvía su atención hacia el aro. Botó unas cuantas veces la pelota para prepararse a encestar de nuevo, no le sorprendió para nada haber acertado otra vez en el blanco. Por lo menos aquel encuentro con "K' Dash" le había hecho olvidarse del malhumor con el que había comenzado su sesión de basquetbol. Satisfecho con los triunfos que había logrado por el día de hoy, decidió terminarse la botella de agua y colocarse de nuevo su vistosa chaqueta roja. Estaba oscureciendo y probablemente Terry ya habría despertado de su siesta por la tarde, preguntándose qué haría Rock hoy para la cena. Y después de cenar seguro que se iría directo a la cama. Aunque Bogard podría resultar ser bastante haragán cuando se lo proponía, no dejaba de ser la persona que le enseñó todo lo que sabía de peleas, de música y hasta de encestar una pelota. De todas maneras ya se había acostumbrado a cocinarle todos los días y la verdad es que le había tomado bastante gusto. Se acercó con cuidado a la pelota y la levantó con una de sus manos para abandonar la explanada aun sonriendo por la ventaja de tres puntos.